La gestión de la complejidad
Vicent Partal

Vicepresidente del Centro Europeo de Periodismo
Director de Vilaweb
director@vilaweb.com


Resumen: En la sociedad del conocimiento a menudo se dice que hay un exceso de información, pero precisamente lo que necesitamos es más información para poder entender la sociedad en la que vivimos. La sociedad contemporánea se caracteriza por el estallido de la complejidad y el abandono de los modelos newtonianos y piramidales. Debemos inventar nuevas formas que permitan integrar, sin restricciones, la complejidad en la cultura y el conocimiento. Tenemos que aprender a gestionar la complejidad, y eso requiere una valorización del concepto de complejidad como factor imprescindible para llegar a entender la sociedad actual. De hecho, casi sin darnos cuenta, la complejidad se ha integrado perfectamente en nuestra vida diaria. Como gestores culturales, debemos procurar que esta complejidad sea el rasgo característico de la cultura contemporánea.


1. El mito del exceso de información

Buenas tardes. Con vuestro permiso, haré una reflexión más general. Quizás en algún momento pueda parecer que intente rehuir el ámbito estrictamente cultural, pero me gustaría que partiéramos de una idea que para mí es básica: en concreto, que Internet es sobre todo una revolución cultural. Toda interpretación que pueda hacerse sobre Internet debe tener en cuenta este factor como factor sustancial de las múltiples relaciones que se están produciendo a partir de la Red.

Si me lo permitís, además, intentaré negar la afirmación de que "el exceso de información genera pobreza de atención". Mi negativa es cuestionar seriamente el mito del exceso de información. Yo no sólo no creo que tengamos exceso de información, sino que incluso pienso que tenemos poca información. Otra cuestión es que haya mucha cosa que no nos interesa, mucho ruido, mucha perspectiva; ahora bien, información tenemos poca, no tenemos la necesaria. Y creo que existe una explicación muy sencilla para todo eso. Cuando alguien come y dice que está harto, significa que ha satisfecho su necesidad básica. En el mundo del conocimiento, creo que ninguno de nosotros, y más todavía en las circunstancias actuales, tiene suficiente información como para entender lo que nos está pasando en el mundo hoy en día, para entender la sociedad en la que vivimos. Por tanto, si tenemos hambre, significa que no hemos comido lo suficiente, y si no hemos comido lo suficiente, quiere decir que no tenemos suficiente comida sobre la que trabajar.

"No sólo no creo que tengamos exceso de información, sino que incluso pienso que tenemos poca información. En el mundo del conocimiento, creo que ninguno de nosotros tiene suficiente información como para entender la sociedad en la que vivimos."



Considero, además, que la visión que afirma que tenemos exceso de información es una visión interesada –que tiene el interés concreto de impedir que haya más información que contraste con la información a la que tenemos masivamente acceso mediante otros medios o que la combata –y que Internet nos implica un esfuerzo personal mucho mayor. De todos modos, esto no sucede sólo con Internet. Es una evidencia que esta aceleración de lo que Ortega y Gasset decía en la cita hecha por Ernest Abadal es divertida y premonitoria. Ya hace mucho tiempo que flota esta idea de que posiblemente hay demasiada información. A mí me gustaría contraponerla a otra idea, a otro valor: el de la complejidad.
2. Valorar la complejidad

Me parece que en el universo actual en el que nos movemos la palabra clave es complejidad. Y tengo la impresión de que, ante la complejidad, continúa funcionando un tic, antiguo y prehistórico, que da miedo. Hoy en día nadie se atrevería a decir que no vivimos en una sociedad compleja. Si tenemos una sociedad compleja, necesitamos información compleja. En cambio, queremos hacer la prueba del vacío teniendo una sociedad compleja con una información simple. Esto es tan elemental que no puede ser. Por tanto, el elemento de complejidad debe valorarse positivamente, y creo que éste es el primer paso fundamental con el que tenemos que aproximarnos cuando intentamos entender la sociedad digital y, más allá de ello, cuando intentamos entender la cultura contemporánea.

"Si tenemos una sociedad compleja, necesitamos información compleja. En consecuencia, el elemento de complejidad debe valorarse positivamente."



Esta cultura –estoy dispuesto a discrepar y que nadie se lo tome como un dogma– creo que nace con las vanguardias de finales del siglo XIX y principios del XX, con figuras como Schoënberg, Picasso y Joyce. El valor que ponen de relieve es que no existe una realidad única e inalterable, que hay una complejidad, que hay miradas sobre la realidad, y que estas miradas y el diálogo entre ellas es lo que, en definitiva, importa.

A mi parecer, Internet –junto con muchos otros fenómenos– está traspasando este valor al mundo de la información, al mundo del debate de las ideas y de la cultura. Debemos hacer un gran esfuerzo para otorgar un valor positivo a la idea de complejidad. Debemos decir sin miedo que no podemos tener información simple ni aproximaciones fast-food a la realidad. Considero, evidentemente, que hablamos de parcelas y que, por ejemplo, la información de por qué Van Gaal viene a Barcelona me la pueden ofrecer en fast-food, pero en el caso de otras cosas sustanciales para entender el mundo en el que me muevo, quiero información compleja y quiero poder gestionarla.

"Debemos hacer un gran esfuerzo para otorgar un valor positivo a la idea de complejidad. Debemos decir sin miedo que no podemos tener información simple ni aproximaciones fast-food a la realidad."



Los que de algún modo estamos en este mundo, desde posiciones diversas, en mi caso desde un diario, desde los creadores de cultura –que considero que es un papel fundamental– y, sobre todo, desde las bibliotecas, creo que tenemos que pivotar sobre un elemento esencial, que es valorar la complejidad y enseñar a gestionarla. Y para eso no hace falta Internet, no hacen falta ordenadores –aunque es mejor si los hay–, sino que es necesario hacer toda una labor desde abajo que transforme, que invierta como si fuera un calcetín, algunos de los conceptos tradicionales en los que hemos basado nuestra forma de entender la cultura.

Entendiendo perfectamente lo que decía Ernest Abadal –nosotros somos los primeros que tenemos Vilaweb (www.vilaweb.com) en XML y hacemos todo lo necesario en ese sentido– y realizando un poco de caricatura, creo que no debemos ni buscar un canon ni rehacer una biblioteca. Precisamente tenemos que rehuir el intento de encasillar la gestión, la difusión y el intercambio de conocimiento, y debemos permitir un cierto salvajismo de la cultura y del conocimiento que pueda hacernos imaginar un modelo cultural y de comunicación más adecuado a la sociedad contemporánea que tenemos.

"Tenemos que rehuir el intento de encasillar la gestión, la difusión y el intercambio de conocimiento, y debemos permitir un cierto salvajismo de la cultura y del conocimiento que pueda hacernos imaginar un modelo cultural y de comunicación más adecuado a la sociedad contemporánea que tenemos."



2.1. Complejidad y contemporaneidad
En el fondo, el éxito que ha tenido Internet sólo se explica por su contemporaneidad. Puesto que se trata de un instrumento adecuado a unas sociedades que ya han entendido que la pluralidad, la complejidad y los matices son la base sobre la que vivimos, Internet tiene éxito. Y es por ello, también, que encontramos grandes crisis de ideologías, de sistemas culturales y de sistemas de difusión, basados todavía en modelos newtonianos y piramidales, que nos obligan a aceptar que ha venido Einstein, la mecánica cuántica y muchas otras cosas que nos han transformado el cerebro.

"Encontramos grandes crisis de ideologías, de sistemas culturales y de sistemas de difusión, basados todavía en modelos newtonianos y piramidales, que nos obligan a aceptar que ha venido Einstein, la mecánica cuántica y muchas otras cosas que nos han transformado el cerebro."



Cada año, el 8 de febrero, celebramos el día de Internet, y en el año 2001, por ejemplo, precisamente lo dedicamos a las bibliotecas, porque estamos convencidos de que las bibliotecas son una de las piezas fundamentales sobre las que se debe hacer girar este discurso de la complejidad, de la diferencia como valor, de la crítica a la uniformización y a la simplicidad. Insisto en que esto no sólo debe llevarse a cabo con Internet. Bastante trabajo tenemos, por ejemplo, con educar en los valores de convivencia entre culturas, lenguas o religiones –por poner un ejemplo que no es nada tecnológico y que ahora es especialmente punzante.

Si me permitís hacer un paréntesis, me gustaría decir que hoy se celebran las elecciones holandesas y que estoy muy asustado por el hecho de que el discurso de extrema derecha sobre la inmigración lo está asumiendo, incluso, la izquierda. Si os fijáis, desde que mataron al líder ultraderechista holandés, todo el mundo está asumiendo el discurso de que "la inmigración es un problema, tenemos que poner control, orden, etc.", lo que significa ir hacia la fórmula simplista en vez de asumir la fórmula compleja y, en definitiva, difícil.


2.2. La simplicidad de la complejidad
Todo ello sólo tiene un problema, que es que siempre salta alguien que afirma: "Sí, pero esto es muy cansado" o "Sí, pero esto es muy difícil". Efectivamente, a la primera frase yo siempre contesto lo mismo: "Sí, es más cansado". No tengo otra respuesta que eso. Si queremos, hacemos el esfuerzo, y si no queremos, no lo hacemos. Ahora bien, que sea más difícil es algo que no veo tan claro. Precisamente estos estereotipos que tenemos en el cerebro han hecho que imaginemos siempre que la complejidad genera caos, y el caos todavía lo interpretamos como algo malo que acaba provocando conflictos insuperables. En cambio, nos cuesta mucho ver cómo nosotros somos capaces de gestionar la complejidad intuitivamente en nuestra vida diaria sin ningún tipo de problema. Alguna vez he hecho una broma que consiste en coger un texto cualquiera y decirle a alguien de la audiencia: "Ahora me lo lees, pero en castellano". Y la persona coge el código lingüístico catalán y lo traduce en tiempo real al castellano sin esfuerzo alguno. Si eso lo tuviera que hacer una máquina, veríamos que la complejidad que entraña es extraordinaria, y en cambio lo hacemos con total tranquilidad.

"Estos estereotipos que tenemos en el cerebro han hecho que imaginemos siempre que la complejidad genera caos, y el caos todavía lo interpretamos como algo malo que acaba provocando conflictos insuperables. En cambio, nos cuesta mucho ver como nosotros somos capaces de gestionar la complejidad intuitivamente en nuestra vida diaria sin ningún tipo de problema."



Los seres humanos somos capaces de gestionar la complejidad con una facilidad espeluznante y, en definitiva, eso es lo que nos da la diferencia; incluso las sociedades humanas somos capaces de gestionar la complejidad –aunque generando problemas, evidentemente– con total facilidad. Pongo un ejemplo derivado de redes: hace 150 años el transporte era algo que se limitaba al tren. El tren es un modelo newtoniano, simple. Coges el tren en Valencia y te plantas en Barcelona. ¿Y si quiero parar en Benicasim? Pues no puedo. Más adelante hemos creado una red compleja, que se llama "carreteras, autopistas y coches", que funciona. Nos causa problemas monumentales los domingos al anochecer para entrar en Barcelona, pero funciona. Es una red increíblemente más compleja que la del tren. Hoy en día, con unos mínimos sobre la mesa, preferimos coger el coche y decidir nosotros mismos lo que queremos hacer y no someternos al canon, que es el tren.


2.3. Integración de la complejidad en la cultura
Si somos capaces de hacer esto en nuestra vida diaria, en organizaciones más o menos complejas, creo que en el campo de la cultura es donde tenemos que hacer un mayor esfuerzo. La cultura y la ciencia son los dos grandes ejes que entre 1870 y 1931 nos enseñan que nuestra relación con la vida parte de la complejidad –luego no hemos aprendido mucho más, porque lo más esencial ya se ha enseñado– y son el terreno desde el cual debemos acercarnos a la realidad valorando la complejidad. Por tanto, en mi opinión, todos los creadores culturales, los productores, los difusores y los que tenemos alguna relación con la cultura debemos imaginar, cada uno en su terreno, una forma para que dicha complejidad pase a ser el hilo conductor de la cultura contemporánea.

"Los creadores culturales, los productores, los difusores y los que tenemos alguna relación con la cultura debemos imaginar, cada uno en su terreno, una forma para que la complejidad pase a ser el hilo conductor de la cultura contemporánea."



Si no es así, por un lado, creo que llevaremos retraso –no nos situaremos en la contemporaneidad que nos llega por mil flancos– y, por el otro, el esfuerzo será inútil, ya que nos encontraremos con una perplejidad –como los holandeses ahora mismo– que querremos entender en un sentido piramidal, de cánones, de sencillez. Quizás para las escuelas infantiles esta sencillez es adecuada, pero no para los adultos del siglo XXI.

Los adultos del siglo XXI, nos guste o no, vivimos en una sociedad compleja. Necesitamos aprender a interactuar con información compleja y necesitamos precisamente dar valor a la complejidad, a lo que nos diferencia, a cómo saber dialogar a partir de la diferencia y a cómo saber aceptar la diferencia del otro. Debemos integrar esta diferencia, en la medida en que sea posible, en nuestras necesidades y, si no podemos integrarla, debemos saber simplemente que la tenemos al lado y que con ella podemos hacer lo que queramos. ¿Cómo se hace eso con la literatura, por ejemplo? Tengo la impresión de que los artistas ya han hecho mucho trabajo –algunos sostienen la teoría de que Ulises es el primer libro hipermedia, lo que me parece muy atrevido, aunque quizás algo hay de cierto en ello–, pero es necesario saberlo aplicar a todas las artes.


3. Apuntes finales: informática y participación

Por último, un par de apuntes. En primer lugar, tal como ha dicho Ernest Abadal, la informática ayuda mucho. A mí me gusta hacer la broma de decir que no recuerdo cómo vivía antes de Google. Yo, antes de Google, no sé qué hacía, pero seguramente perdía mucho tiempo. Google (www.google.com) es una creación maravillosa y fantástica –no he acabado nunca de entender cómo la hacen– que nos ha cambiado la vida a mucha gente. Pues bien, habrá un postGoogle, que no puedo ni imaginarme qué debe de ser; ahora bien, solamente que tenga un impacto del 50% superior a lo que ha tenido Google, ya será fantástico. Así, pues, creo que las herramientas informáticas pueden ayudar en gran medida a gestionar esta complejidad, y Google es un ejemplo magnífico.

"Creo que las herramientas informáticas pueden ayudar en gran medida a gestionar esta complejidad, y Google es un ejemplo magnífico."



En segundo lugar, lo que a mí me alarma no es la complejidad, sino la dimisión de la participación, porque la complejidad no sirve de nada si no participamos. En este sentido, por ejemplo, en la primera Internet, de mediados de los años noventa, todo el mundo tenía su página personal, todo el mundo se inventaba cosas fantásticas, la gente se atrevía a fabricar cosas nuevas. Ahora resulta que, porcentualmente, cada vez la gente hace menos cosas en Internet. Hay más gente, pero hay más gente pasiva; por lo tanto, el número de personas que son activas es inferior, y eso sí que es preocupante. Ésta es la preocupación que yo tengo con respecto a cómo debemos construir todo este entorno, porque un entorno complejo, si no hay participación en él, es como una casa vacía, sin muebles. A alguien muy minimalista le podría gustar vivir allí, pero a los demás se nos caería la casa encima.

[Fecha de publicación: noviembre de 2002]
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Cultura XXI