18/3/16 · Estudios de Artes y Humanidades

Hay que llorar delante de los hijos

Los niños pueden estar contentos, atemorizados, alegres o tristes..., pero ¿saben reconocer estas emociones? Según el profesor de la UOC Francesc Núñez, experto en sociología de las emociones, este paso «es un proceso y un aprendizaje, y son las familias las que tienen que enseñarles a identificarlas». Por lo tanto, «ocultarles estados de tristeza o miedo les hará estar menos preparados para afrontar sus propias emociones», alerta la psicóloga de la UOC Noemí Guillamón.
Ocultar a los niños estados de tristeza o miedo es contraproducente para ellos.<br />Foto: Ohfoohy/ Flickr (CC)

Ocultar a los niños estados de tristeza o miedo es contraproducente para ellos.
Foto: Ohfoohy/ Flickr (CC)

«El aprendizaje de las emociones suele ser un aprendizaje no intencional, indirecto, basado en el ejemplo de lo que es bueno y lo que es malo», explica Núñez. Muchos padres, sin embargo, protegen a sus hijos de emociones negativas y les hacen un flaco favor. Por eso la profesora Guillamón da estos consejos a los padres:

  • Evitar transmitir la idea de que todo es perfecto, que no hay ningún problema, que la felicidad dura siempre... Hace falta que el niño viva en un entorno donde no se oculten los problemas (no es sano, sin embargo, hacer partícipe al niño de los problemas de los mayores, pero sí explicárselo si el padre está triste, o tiene un problema, a un nivel que pueda entenderlo).
     
  • Evitar caer en la sobreprotección: la vida tiene momentos de felicidad, pero no es un continuo. Hacer creer al niño que nunca hay problemas es hacerle vivir en una burbuja irreal y no trabajar la frustración que genera ver que no todo es perfecto.
     
  • Transmitir la idea de que los problemas se pueden resolver: un problema no es una amenaza; es un reto, una situación que hay que superar y de la que se puede aprender y crecer.
     
  • Expresar las emociones: los padres y hermanos mayores tienen que ser un modelo de gestión de emociones para seguir; por lo tanto, hace falta que en casa se dé el permiso para expresar todas las emociones (alegría, tristeza, miedo, rabia) y contenerlas de forma sana.
     
  • Acompañar en el proceso de gestionar las emociones de los hijos, estando presentes y transmitiéndoles que ellos están ahí y siempre estarán para ayudarlos y protegerlos.


La escuela tiene que dar espacio a las emociones

Según la profesora Guillamón, «en la escuela se puede trabajar en la identificación de las emociones básicas de los niños (alegría, tristeza, miedo, rabia): que aprendan a identificar cómo son estas emociones, a situarlas en el cuerpo (cuando siento miedo el corazón se me acelera y sudo) y en el comportamiento (cuando estoy contenta tengo más ganas de estar con los demás, de reír, de saltar...)».

Y recuerda que hoy en día «existen muchos recursos, como cuentos, música y programas educativos, dirigidos a trabajar las emociones en el ámbito escolar».

Con todo, «son fundamentales el lugar (familiar y social) en el que los niños han crecido, los maestros que han tenido y, en definitiva, las personas con las que se han topado», concluye Francesc Núñez.

Expertos UOC

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