5/10/16 · Estudios de Ciencias de la Información y Comunicación

4 de cada 10 españoles juega a videojuegos

El año 2015, según los últimos datos oficiales, se vendieron en España 9.825.000 videojuegos y 1.105.000 consolas. Solo en consolas se gastaron 334 mil millones de euros. Y es que casi la mitad de los españoles son jugadores (gamers), y ya llegan a los 15 millones de personas. Entre el 6 y el 9 de octubre se podrán probar en el recinto ferial de Montjuïc algunos de los juegos más esperados de la Barcelona Games World, la feria internacional más grande del sector.
Foto: Flickr: Leon Tierra /(CC)

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Hoy, casi el 40% de los españoles son gamers. «Los videojuegos han impactado en un público mayor; su consumo es más casual, favorecido por los móviles», afirma Jordi Sánchez-Navarro, investigador del grupo GAME de la UOC.

El perfil del jugador se ha ampliado gracias al gran abanico de plataformas y nuevos tipos de juegos, explica Daniel Aranda, investigador del grupo y profesor de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. Precisamente, tal y como muestra el estudio de la Asociación Española de Videojuegos (AEVI) 2016, en los últimos años las mujeres se han aficionado a este tipo de ocio, y se han convertido en el 45 % de los jugadores. Del mismo modo, se han ampliado las franjas de edad: hoy más adultos y de mayor edad juegan. Así, en España, el 37 % de los adultos de 35 a 44 años y el 16 % de la población de 45 a 64 años son videojugadores, por encima de las cifras de años anteriores.


Si no aprendes, no juegas

«Jugar es una actividad que refuerza los vínculos sociales y la propia autoestima», afirman los investigadores de GAME, en el último informe del grupo. En esta línea, Aranda considera que aprender es un requisito básico para el jugador para jugar. «Los videojuegos nos proponen retos, tienen la capacidad de fomentar la concentración, el interés por el descubrimiento y el afán por mejorar nuestras competencias», explica.

«El aumento de las capacidades y competencias analíticas, reflexivas y creativas de los jugadores» es una de estas competencias. De hecho, el 50 % de los padres consideraba que los videojuegos fomentaban la creatividad de los niños. Los investigadores de la UOC ejemplifican algunas de las habilidades y capacidades que aportan:

  • Impulsan el pensamiento estratégico de los jugadores: saber elegir entre las diversas alternativas.
  • Mejoran la resolución de problemas mediante la reflexión y la negociación.
  • Aumentan la capacidad de concentración.
  • Promueven la memoria en la recopilación de información del juego, los personajes y los objetivos.
  • Perfeccionan la planificación y la capacidad de gestionar los recursos propios.
  • Desarrollan la adaptación de los jugadores a contextos cambiantes.
  • Trabajan la flexibilidad en la toma de decisiones: saber priorizar las mejoras y objetivos futuros.
  • Incrementan la implicación en los retos y objetivos y el esfuerzo y el afán por cumplirlos.

No obstante, «se sigue reduciendo el mundo del videojuego a perfiles de jugadores estereotipados cuando ya no existe un perfil estándar. Hay un gran desconocimiento de los videojuegos», dice Sánchez-Navarro. Considera que social y mediáticamente «se tiende a destacar dos tipos de relatos con los videojuegos: o bien que los juegos tienen todo tipo de bondades o bien que están llenos de riesgos y peligros para los jóvenes».

Para Aranda, «lo primordial no es atacar o defender los videojuegos sino entender lo que jugar a videojuegos significa fuera de estereotipos positivos o negativos».


Las comunidades de videojugadores: jugadores que no están solos

«Jugar nos permite mejorar nuestras habilidades y competencias digitales fuera de los videojuegos con las comunidades de jugadores y fans», afirma Aranda. Para el experto, se favorece la participación colaborativa mediante estas comunidades donde uno se socializa y al mismo tiempo se generan redes de intercambio de información o espacios de discusión, espacios en los que se intercambian material, pistas, trucos o contraseñas, lo que se denomina el «contrajuego» o counterplay.

«Romper las reglas es algo que no paraliza el juego; al contrario: añade dimensiones de complejidad, emoción y placer», opina Aranda. De hecho, la mayoría de videojuegos incorporan en su diseño elementos que permiten obtener ventajas, ya estén ocultos o impliquen explorar determinadas vías, por ejemplo por medio de códigos de trucos (cheat codes), códigos distribuidos en revistas o webs, niveles escondidos o habilidades secretas. «Estos elementos ofrecen a los jugadores nuevas posibilidades; su conocimiento y uso aumenta la competencia del jugador puesto que le aporta prestigio entre la comunidad», afirma.

«Aceptamos que el juego tradicional es una herramienta básica de aprendizaje cultural y social; aceptemos, pues, que el videojuego es un instrumento educativo consustancial e inseparable de nuestra sociedad digital», concluye Aranda.

Expertos UOC

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