17/1/17

Los exámenes no sirven para aprender

Tradicionalmente, después de las vacaciones de Navidad, empieza para los universitarios uno de los momentos críticos del curso: se acercan los exámenes finales del primer semestre y, a los que no han sido hormiguitas, les toca trabajar duro. Pero con el plan de Bolonia ¿sirve de algo hacer una gran empollada a última hora? Es más, ¿siguen teniendo sentido los exámenes en este nuevo contexto?
Foto: Davide Cantelli / Unsplash

Foto: Davide Cantelli / Unsplash

Ya hace seis años que se implantó oficialmente el espacio europeo de educación superior (EEES), conocido como el plan de Bolonia, que ha implicado un cambio metodológico docente. Uno de los objetivos principales de este cambio es desarrollar competencias más que adquirir conocimientos. Y hacerlo con nuevas metodologías como el trabajo por proyectos o la resolución de casos prácticos. Frente a este nuevo panorama, ¿ha cambiado también la forma de evaluar a los estudiantes o se siguen haciendo los tradicionales exámenes finales?

Nati Cabrera, doctora e investigadora en tecnología y educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), piensa que «si enseñamos bien con actividades más participativas y creativas, con resolución de problemas, poniendo en juego la capacidad crítica de los estudiantes, un examen final para vomitar contenido no tiene ningún sentido».

El examen, sin embargo, sigue siendo el sistema de evaluación más utilizado, aunque los propios estudiantes lo consideran poco útil para el desarrollo de competencias, según un estudio del Ministerio de Economía y Competitividad sobre el impacto de los diferentes métodos de evaluación educativa en el desarrollo de las competencias en la universidad, en el que ha participado Nati Cabrera.

Una de las conclusiones más relevantes del estudio es que en general los estudiantes no ven la evaluación como una oportunidad para aprender, y está más vinculada a la finalidad de poner una nota. Cabrera considera que los profesores siguen confiando demasiado en los exámenes, aunque la información que aportan no sirve para que los estudiantes puedan mejorar, ya que una vez tienen la nota el proceso ha finalizado.


Más tiempo y menos intensidad

Los estudiantes reclaman una evaluación continuada real como propone el plan de Bolonia, que no tiene nada que ver con hacer más exámenes durante el semestre, es decir, que, en vez de un examen, se hagan tres. Tal como explica la investigadora, «la evaluación ha de ser una herramienta útil para mejorar, un instrumento que establezca un diálogo entre el profesor y el estudiante, que a lo largo del proceso vaya viendo qué va aprendiendo y qué debe rectificar».

Modesta Pousada, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, asegura que absorber todo el contenido, empollar para repetir o vomitar lo que se sabe, no es un aprendizaje significativo, y precisamente el cambio de Bolonia lo que intenta es que el aprendizaje sea significativo, que tenga sentido, que no tengas que aprender un contenido teórico de memoria, sino que el conocimiento sirva para resolver situaciones reales.

Esta manera de aprender implica, según Cabrera, un trabajo muy continuado y, por tanto, «las empolladas y los esprints de última hora que se hacían antes cada vez tienen menos sentido». Además, considera que, de este modo, «se tienen muchas más garantías de que lo que se aprende realmente se asimila». Cognitivamente, no tiene nada que ver entender un texto y luego reproducir lo que has leído con entender el mismo contenido y ser capaz de aplicar los conocimientos para la resolución de un problema, es decir, en diferentes contextos.

Pero lo cierto es que, al predominar todavía los exámenes tradicionales, sigue habiendo estudiantes motivados y constantes que estudian paulatinamente y otros que lo dejan todo para última hora y tienen que hacer un esprint.

Pousada asegura que hay estudios que indican que «la práctica distribuida es mucho más efectiva que la práctica masiva», es decir, que es mejor estudiar durante dos semanas dos horas diarias que estudiar durante tres días siete u ocho horas al día porque el recuerdo mejora. Incluso si se espacian más las horas de estudio, se puede llegar a aprender lo mismo invirtiendo menos horas.

Para Pousada lo que es evidente es que cuando quedan cuarenta y ocho horas antes de un examen «no es el momento de resolver lo que no se ha hecho durante el curso, aunque puede servir para detectar lo que se ha de repasar».


En Google encontramos de todo

Ahora los estudiantes tienen muchísimas más oportunidades de aprendizaje que antes gracias a las nuevas tecnologías, pero Nati Cabrera alerta que se debe tener cuidado y hacer un buen uso de ellas, porque «aunque se encuentre todo en internet, no aprendes si no eres tú quien asimila los conocimientos» y, además, todos esos dispositivos pueden llegar a ser una fuente de distracción.

Lo que es indudable, según Modesta Pousada, es que las nuevas tecnologías han cambiado la forma en la que recordamos las cosas. Lo demuestran estudios sobre los efectos de usar Google en la memoria, que concluyen, tal como afirma Pousada, que «en el futuro, para los estudiantes, no será tan relevante saber algo como recordar la forma de llegar a ese contenido». Tanto Cabrera como Pousada destacan la importancia de tener un buen criterio para saber discriminar las fuentes.

Expertos UOC

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