25/5/17

¿Hasta dónde está permitido sufrir?

Educadores sociales alertan de que la sociedad invisibiliza el sufrimiento con medicamentos
El sufrimiento se ha vuelto impopular<br />Foto: Unsplash

El sufrimiento se ha vuelto impopular
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«Si quieres, puedes» o «No hay nada imposible» son algunas de las frases que nos bombardean a diario. «La gente cree que pensar en positivo puede curar una enfermedad, atraer la riqueza o conseguir la felicidad», explica Jordi Solé, profesor del grado de Educación Social de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). La realidad, sin embargo, se aleja de este pensamiento: «La psicología positiva tiene de trasfondo una base de autorregulación calvinista extremamente individualista, represiva y de negación que produce personas dóciles que colaboran en su propia denominación», alerta Asun Pié, profesora de los mismos estudios.

El enaltecimiento que se hace de la psicología positiva ha tenido un gran damnificado: el sufrimiento. «Se ha vuelto impopular hasta el punto de que existe una dificultad social para aceptar nuestras fragilidades y vulnerabilidades. Nadie quiere ver la parte amarga de la vida y todos colaboramos en esta negación y el mantenimiento de las estructuras que la facilitan», explica Pié. La profesora, sin embargo, deja claro que evitarlo no es un signo de salud: «Omitir una parte de la vida, en este caso el sufrimiento, es negarnos la vida misma y alejarnos de lo que nos hace humanos, que no es otra cosa que la necesidad del otro». En este sentido advierte que la sociedad está «enferma» y genera individuos supeditados al goce más inmediato «enmascarado de libertad».

En medio de este contexto, pues, ¿hasta dónde está permitido sufrir? Esta pregunta se pondrá a debate en la VI Jornada de Educación Social de la UOC, que se celebrará el sábado 27 de mayo por la mañana en el Espai Pujades de Barcelona. Según Pié, cada cultura establece sus canales de gestión del sufrimiento. «En la occidental, enmarcada en un capitalismo desenfrenado, invisibilizamos y canalizamos el sufrimiento por la vía de la medicalización y el fármaco», afirma. Para la experta, la sociedad responsabiliza a los individuos de sus males y esto genera que, de rebote, dejen de cuestionarse las bases estructurales que provocan estos sufrimientos. «El tratamiento de la depresión por la vía única del psicofármaco niega las variables sociales y culturales que provocan la aparición y el mantenimiento de este sufrimiento», ejemplifica.


Los gobiernos esconden el sufrimiento

Los propios gobiernos son los primeros interesados en invisibilizar el sufrimiento. «Favorecen la producción de sujetos empresarios de sí mismos abocados a la autoexplotación constante. Lo que se espera de los individuos no es que sean humanos sino productivos, flexibles o polivalentes», lamenta Pié. En este sentido, Solé añade que los órganos de poder también potencian técnicas de carácter terapéutico que se ocupan de desarrollar el «dominio del sí» de las personas: «Técnicas como el entrenamiento personal (coaching) empresarial, la programación neurolingüística, el análisis transaccional, la atención plena (mindfulness) y otros procedimientos de gestión personal se han convertido en prácticas de gobernabilidad muy eficaces a la hora de entrenar a los individuos en el ejercicio de este dominio de sí mismo», apunta.

¿Qué herramientas tienen los educadores sociales para encarar este marco? Para Solé, los profesionales deben ejercer un doble juego: por una parte, atender el malestar social y ofrecer recursos socioeducativos y terapéuticos para ayudar a vivir a la persona para que recupere el vínculo social y, por otra, contribuir a politizar este malestar. «En un piso de atención a las mujeres que han sufrido violencia de género, las profesionales tienen que trabajar en su atención individual y, al mismo tiempo, en hacerles entender que no han sido solo víctimas de una mala pareja sino de un sistema patriarcal que fomenta esta violencia contra las mujeres», ejemplifica. En este punto Pié insiste en recordar que tapar los síntomas «no es garantía de una vida más saludable» sino de una «vida negada».

Expertos UOC

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