30/6/17 · Estudios de Derecho y Ciencia Política

¿Cómo garantizar la privacidad de los ciudadanos en la sociedad del big data?

El XIII Congreso Internacional de Internet, Derecho y Política de la UOC reúne a expertos de todo el mundo para debatir sobre los riesgos de las sociedades digitales
Foto: Thomas Kvistholt / Unsplash (CC)

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Actualmente casi todas las actividades humanas dejan un rastro digital que alguien recoge y almacena. De la fusión y combinación de esta gran cantidad de datos nacen los llamados macrodatos (big data, en inglés), que ofrecen unas posibilidades analíticas y estadísticas tan grandes que pueden llegar a predecir la evolución de fenómenos con gran precisión. Del mismo modo, sin embargo, el uso de estos macrodatos también puede resultar inquietante para el ciudadano: ¿quién tiene acceso a estos datos? ¿Qué uso hace de ellos? ¿Con qué finalidades? Este es el punto de partida de la ponencia de Josep Domingo Ferrer, director de la Cátedra UNESCO de Privacidad de Datos, en la primera jornada del XIII Congreso Internacional de Internet, Derecho y Política, organizado anualmente por los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que este año está dedicado a la gestión de los riesgos en la sociedad digital.

La tensión entre los macrodatos y la privacidad de los ciudadanos es uno de los debates más vivos en las sociedades digitales actuales. Estudios estadísticos, científicos y de salud, análisis vinculados a retos como la seguridad, a menudo relacionados con fenómenos transnacionales y de gran impacto social, como el terrorismo, abren la puerta al uso aparentemente legítimo de los macrodatos por parte de gobiernos y administraciones.

Sin embargo, el acceso a estos datos no está necesariamente reservado solo a entes públicos ni para propósitos de interés público. El ejemplo más claro son los comerciantes de datos (data brokers), muy desconocidos todavía por el gran público. Los comerciantes de datos son actores que actúan en internet, que tienen afán de lucro y que no se limitan a fusionar datos administrativos: reúnen y combinan todos los datos posibles de cada ciudadano (a partir de registros, censos, redes sociales, programas de fidelidad, etc.) hasta ser capaces de construir un perfil bastante exhaustivo de cada uno de nosotros, que posteriormente venden a empresas que quieren hacer marketing dirigido o incluso a compañías de seguros.


Dos posiciones extremas

¿Dónde está, por lo tanto, el límite de nuestra privacidad en la sociedad de los macrodatos? Domingo describe las dos posiciones actuales, que, por otra parte, son extremos opuestos: la nihilista (para la que la privacidad es algo del pasado y hay que poner por delante la funcionalidad) y la fundamentalista (que promueve la anonimización total del individuo en las bases de datos). La primera implica el acceso libre de todo tipo de actores a todos los datos, con independencia de los propósitos. La segunda conduce a la inutilidad de todos los datos. Por eso, Domingo propone una vía intermedia, que proteja y limite el uso de estos datos para el bien común. Es decir, que exista el acceso a los macrodatos, pero que al mismo tiempo se vele por que la transparencia de los datos no perjudique la privacidad del ciudadano. Esto, sin embargo, no es tarea fácil, ya sea por el elevado volumen de los datos o por su naturaleza mutante y creciente. Lo que parece evidente es que conseguir un modelo de privacidad capaz de conciliar el acceso a los macrodatos con la privacidad es un reto central y de obligado cumplimiento para las sociedades digitales de hoy.

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