13/10/17 · Estudios de Ciencias de la Información y Comunicación

La universidad del futuro debe escuchar al estudiante

Tal y como han hecho escuelas e institutos, la educación superior también debe poner el foco en el alumno
Foto: Unsplash/Stefan Stefancík

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En Dinamarca, un nuevo sistema de aprendizaje permite que alumnos y profesores de diferentes universidades de todo el mundo puedan dar clase en línea, cara a cara y en directo. En Canadá, una plataforma social innovadora ofrece herramientas idénticas a estudiantes o docentes que quieran crear grupos virtuales de conocimiento. Son dos ejemplos de una realidad incipiente que empieza a romper los límites que hasta ahora ha tenido la educación superior. Un presente que asoma, pero que solo será un futuro prometedor si, en medio de la vorágine de las nuevas tecnologías, las universidades cogen la brújula y toman partido. No se trata de adaptarse al cambio, se trata de crear el cambio de forma intencionada.

Lo advierten la danesa Rikke Toft Nørgård y el canadiense Terry Anderson, dos de los expertos que han participado en un encuentro internacional organizado por la UOC titulado «Empujando los límites de la educación superior: desafiando los modelos tradicionales con prácticas innovadoras y creativas». Una de las conclusiones de la conferencia es que, en el contexto actual, la universidad no puede olvidar su razón de ser, su valor humano, al tiempo que debe conseguir que alumnos y profesores sientan pasión por las herramientas digitales y necesidad de usarlas.

Toft es profesora asociada de Tecnología y diseño educacional en la Universidad de Aarhus (Dinamarca) e impulsora de la plataforma Global Online Inter-University Teaching. Para ella, la universidad ha pasado de ser una torre de marfil, con unos muros que concentraban un conocimiento que era exclusivo de unos pocos, a una fábrica de fuerza de trabajo, que ha abierto estos muros para satisfacer las demandas del mercado sobre las competencias y la eficiencia que deben tener los graduados. Actualmente, sin embargo, según Toft, nos encontramos en una nueva etapa, en la que «la preocupación no es tanto quién tiene la propiedad y el control del conocimiento, sino el diálogo entre la universidad y la sociedad».

Para la experta danesa, pues, la educación superior se dirige hacia el concepto de ciudadanía académica, según el cual los alumnos y profesores participan activamente en el aprendizaje y en la sociedad, y lo hacen como académicos, es decir, como personas críticas de algún ámbito de la educación superior. Se trata de un nuevo modelo de universidad que va más allá de los muros de la segregación que supone la torre de marfil y de las barreras del utilitarismo que implica ser una especie de fábrica de trabajadores. En este sentido, Toft también pone como ejemplo las participatory academic communities, en las que los estudiantes participan en proyectos de investigación como compañeros de los profesores. «Los alumnos investigan de verdad. Creo que para ellos es significativo ser tratados como investigadores, como adultos», insiste.

Por eso mismo, según Toft, es vital que la universidad no olvide su razón de ser, su valor humano, y que escuche lo que necesitan los estudiantes. «Creo que es muy importante pensar por qué hacemos lo que hacemos; después vendrá el cómo y, finalmente, el qué», insiste. Y pone como ejemplo una práctica poco reflexiva, como puede ser pedir a los alumnos que hagan un blog simplemente porque esto supone utilizar nuevas tecnologías.


La libertad de los alumnos, demasiado limitada

«La libertad personal de los alumnos está limitada de una forma muy severa», coincide en este sentido Anderson, profesor emérito de la Universidad de Athabasca y director de la Iniciativa Canadiense de Investigación en Educación a Distancia. Para Anderson, los límites de la universidad se hacen patentes simplemente en la organización tradicional en semestres, que es una realidad tanto en la educación superior presencial como en línea.

El profesor canadiense es uno de los impulsores del Athabasca Landing Social Site, que procura generar diálogo entre todos los actores de la universidad. Lo hace mediante una plataforma social en la que estudiantes y docentes pueden interactuar de igual a igual y elegir si su actividad se publica en un determinado grupo o, en cambio, puede ser vista por toda la comunidad universitaria. Además, «cada estudiante y cada miembro de la comunidad tiene la capacidad de crear su propio entorno de trabajo, su propio perfil», detalla Anderson, y los alumnos pueden seguir formando parte de ella una vez graduados.

Pero «a pesar de que la universidad es 100 % en línea, no hemos podido conseguir que estudiantes y docentes hayan usado esta plataforma de forma masiva», lamenta. En este sentido, tanto Anderson como Toft, así como otros participantes en el encuentro, consideran clave que, además de procurar que todo el mundo esté formado en nuevas tecnologías, se genere la necesidad de utilizarlas. «Tenemos que pensar cómo hacer para que los alumnos realmente quieran utilizar estas herramientas, y que la pasión por usarlas también surja de los maestros», apunta la danesa. «Crear el cambio intencionadamente es diseñar el aprendizaje. La universidad debe ser una experiencia de aprendizaje», concluye Toft.

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