9/11/17 · Estudios de Derecho y Ciencia Política

Empresarios o fabricantes, ¿quién debe pagar la cotización de los robots?

En los próximos veinte años el 12% de los trabajadores españoles estarán en riesgo de ser sustituidos por un robot

Según la OCDE, en las próximas dos décadas un 12% de los trabajadores españoles, dos millones de personas, están en riesgo de perder el trabajo por culpa de un robot. Un golpe duro para un país donde el 18,6% de la población está en paro. Si los robots desplazan a los trabajadores, de qué manera se sustentará el estado del bienestar, qué futuro espera a los humanos y qué cambios se vivirán en las empresas en las relaciones entre las máquinas y los trabajadores son algunas de las dudas por resolver. Con motivo del día del trabajador, expertos de la UOC debaten sobre un futuro en el que la realidad supera a la ficción. 

Los nuevos contribuyentes, los robots

El 43 % de los puestos de trabajo existentes en el Estado tienen un riesgo elevado de ser automatizados, según un estudio de CaixaBank. Daniel Viader, profesor colaborador de Derecho Tributario de la UOC advierte de que si se quiere mantener la actual configuración del estado del bienestar habrá que suplir la falta de cotizaciones y de pago de impuestos por parte de los trabajadores que pierdan el trabajo y no sean capaces de encontrar uno debido a la robotización. Algunas voces afirman que esta falta de cotizaciones deberían ser compensadas por los robots, pero quien debería costearlo, el empresario que los utiliza, o el fabricante? El experto considera que habría que gravar su uso y no su fabricación o su propiedad. «En última instancia es el empresario quien está sustituyendo por robots los puestos de trabajo que antes estaban ocupados por personas».  

Alerta de que si el impuesto lo tienen que pagar las empresas, perderán competitividad ante países donde no se graven con ninguna carga, como por ejemplo los EE. UU. o Asia, donde no tienen un sistema de pensiones como Europa. Esto podría representar una pérdida de inversiones y por lo tanto un menor crecimiento económico. Un reto difícil: conseguir ingresos y no perjudicar la innovación tecnológica. «Imponerlo al fabricante también castiga la I+i que se quiere potenciar», alerta.

Hacer tributar a los robots ha de tener un doble objetivo: por un lado, compensar la falta de ingresos tributarios y cotizaciones en la Seguridad Social, y por otro, financiar la formación de los trabajadores excluidos del mercado laboral, asegura Viader.

 

El futuro de los trabajos

«La eliminación de puestos de trabajo llevaría a la disminución de la recaudación de impuestos y al aumento de los gastos para hacer frente al pago de las prestaciones sociales», afirma Daniel Viader, profesor de Economía y Empresa de la UOC y experto en fiscalidad. Una situación a la que, además, habría que sumar una Seguridad Social deficitaria y un fondo de reserva de las pensiones bajo mínimos. De hecho, la OCDE sitúa a España en el podio de los países más expuestos al riesgo de la cuarta revolución industrial, junto con Austria y Alemania.

 

«Durante los últimos 60 años solo un trabajo ha sido eliminado de la lista de ocupaciones del censo de los EE. UU.», explica optimista Enric Serradell, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC ante las previsiones catastróficas de esta revolución. «Es cierto que asistiremos a una destrucción de puestos de trabajo, especialmente de los menos cualificados, pero se crearán más de los que se destruirán», afirma. Un estudio de CC.OO. calcula que entre el 40% y el 50% de los trabajadores con formación primaria o secundaria tendrán competencia robótica. Desde un punto de vista de recursos humanos los trabajos a desarrollar se pueden clasificar en dos variables: trabajos manuales y cognitivos, y repetitivos y no repetitivos. «Los manuales y rutinarios serán los que tendrán más posibilidades de ser automatizados», alerta Serradell.

Subvencionar a los humanos excluidos

Este pasado mes de marzo, la eurodiputada socialista Delvaux declaró que si escasea el trabajo hay que asegurar al ciudadano un ingreso para tener una vida digna. En España hay 18 millones de trabajadores según la última encuesta de población activa (EPA), y es muy probable que muchos, a medio plazo, y aunque quieran, no puedan trabajar, alerta Viader. «La renta universal podría acabar siendo imprescindible para los excluidos laborales y para mantener el estado del bienestar», afirma.

«Puede ser parte de la solución –corrobora Serradell‒, pero debería ser bastante generosa para ir más allá de las necesidades humanas básicas». Es tan importante producir productos baratos como que alguien pueda comprarlos, es decir, que tenga cierta capacidad adquisitiva.

Mi jefe es un robot

El 2020, el 26% de los puestos de trabajo estarán ocupados por robots. «En los próximos años encontraremos un alto grado de interacción en nuestros trabajos con sistemas automáticos y robotizados», afirma Viader. Un estudio de la Universidad de Manitoba en Canadá estudió las interacciones robots-humanos que se pueden dar en el trabajo y concluyó que los empleados son más propensos a responder a las órdenes de los androides que a las de los humanos. «En general, tendemos a pensar que una máquina, programada con precisión, no se equivoca. Confiamos más en un robot que en nuestro juicio, o al menos lo revisamos cuando no coincide con el de la máquina», afirma Gina Aran, profesora colaboradora del máster de Gestión y Dirección de Recursos Humanos de la UOC.

Los robots, con todo, no aportan ningún tipo de interacción social al trabajo. La experta alerta de que la interacción es necesaria por dos razones: por un lado, implica la generación de nuevas ideas y la mejora de procesos, y por otra, por la salud psicológica y emocional del trabajador. «Un problema que parece que en poco tiempo se resolverá: algunos expertos afirman que en 2050 serán capaces de socializarse y será casi imposible diferenciar un humano de un androide», concluye la experta.

Expertos UOC

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