1/3/18 · Salud

La prevalencia de las enfermedades mentales es más alta entre las mujeres trabajadoras que entre los hombres

Un 19,9% de ellas tienen ansiedad o depresión frente a un 13,9% de ellos
Foto: <a href="https://unsplash.com/photos/k3kdc5MQYyk" target="_blank">Unsplash/Siddharth Bhogra</a>

La prevalencia de enfermedades mentales entre las mujeres trabajadoras es seis puntos mayor que entre los hombres trabajadores. Síntomas depresivos, ansiedad, problemas sociales e hipocondrías derivados del estrés en el trabajo: este es el cuadro clínico que presentan el 19,9% de las mujeres que trabajan en España. Lo recoge el estudio «Desigualdades en salud mental en la población trabajadora de España», basado en los datos de la Encuesta Nacional de Salud. La edad y las variables socioeconómicas son las principales causas en el caso de las mujeres. Un factor de riesgo es la satisfacción con el trabajo: en el caso de las mujeres que están menos satisfechas profesionalmente, la prevalencia de enfermedades mentales se dispara hasta el 34,4%; en cambio, entre las que lo están más la afectación baja hasta el 17%.
 
Adrián Montesano, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, apunta a que los trastornos de ánimo están más presentes en el caso de las mujeres sin que haya una explicación clara. Así lo señala también la Encuesta de Salud de Cataluña 2016, que afirma que entre la población de más de 15 años, el 19,8% de las mujeres presentan problemas de ansiedad y depresión, mientras que el porcentaje en el caso de los hombres es del 10%. Montesano reconoce, sin embargo, que la situación de desigualdad en el mercado laboral, la brecha salarial o la falta de políticas de conciliación hacen que, la mujer siga llevándose la peor parte de la incorporación al mercado laboral. «Tiene nuevas responsabilidades ―triunfar en el trabajo, progresar económicamente, tener un buen sueldo― y, a la vez, mantiene las responsabilidades familiares en un grado similar al de antes», argumenta Montesano, que también es doctor en Psicología Clínica y de la Salud y colabora con el grupo de investigación PSiNET de la UOC.
 
En esta línea, Gina Aran, profesora del máster universitario de Dirección y Gestión de Recursos Humanos también de la UOC, añade que debemos considerar que la mayoría de las mujeres «tienen dos trabajos, el laboral y el familiar», y subraya que eso genera una fuerte carga mentalque se ha comprobado que tiene incidencia sobre la salud. Aran recuerda que el «doble trabajo» hace que las mujeres trabajen de media dos horas más al día que los hombres, y que, si se remunerasen, sus ingresos salariales brutos serían un 25% superiores.
 
La experta apunta a que las empresas deberían saber leer esta realidad y aplicar políticas de igualdad y conciliación. «A más conciliación, más productividad, mejor clima laboral, más reducción del absentismo y la rotación ―y, por lo tanto, de los costes―, mejor imagen de la empresa y más atracción de talento», resume la experta. En general, señala, «un trabajador feliz puede rendir el doble que uno desmotivado». Aran también considera que las empresas que incorporan a mujeres en posiciones de dirección «muestran mejores resultados y menos riesgos», pero lamenta que aún existe un largo camino para romper el techo de cristal. «El inmenso cambio cultural que tenemos que hacer necesita demasiado tiempo en relación a la urgencia que tienen las mujeres actuales y la preservación de derechos fundamentales». Por ello, plantea como solución «las cuotas» para instaurar la igualdad efectiva y acelerar el cambio cultural.
 
 
Las mujeres que dependen económicamente de su pareja, el perfil con más riesgo
 
¿Cómo hay que tratar las enfermedades mentales derivadas de la situación laboral? «La experiencia clínica me demuestra que, en muchos casos de mujeres con depresión, el enfoque no puede ser solo psicológico», advierte Montesano, que concluye que el enfoque terapéutico también debe tener en cuenta la dimensión macro ―de contexto social―, articulada con una dimensión micro en la que se aborda el empoderamiento de la persona en conexión con la comunidad, la familia y la pareja.
 
En este punto, Montesano alerta de un perfil que va al alza: mujeres de mediana edad, con una relación de pareja que no funciona, con hijos emancipados y que dependen económicamente de su compañero porque renunciaron a trabajar para cuidar de la familia o bien porque tienen salarios muy bajos. «En términos de poder, están sometidas, y si también falla el apoyo de la pareja, se genera el contexto ideal para la eclosión de síntomas depresivos».

Expertos UOC

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