29/3/16 · Estudios de Derecho y Ciencia Política

«Tener la felicidad de los jóvenes como objetivo es el mejor remedio contra la delincuencia juvenil»

Martin Killias ,

El juez y profesor de criminología Martin Killias, de la Universidad Sant Gallen (Suiza), lleva más de treinta años estudiando la delincuencia juvenil. Ha sido juez del Tribunal Supremo de Suiza, ha vivido varios años en Indonesia y actualmente es miembro del grupo internacional de expertos que, mediante un amplio estudio, analiza la delincuencia juvenil en más de treinta países. Una parte de los resultados de dicho estudio ha sido presentada por el propio Killias este mes de enero en Barcelona en la VI Jornada de Criminología organizada por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada (CEJFE), titulada «La criminología ante la delincuencia juvenil y sus nuevas formas».

El juez y profesor de criminología Martin Killias, de la Universidad Sant Gallen (Suiza), lleva más de treinta años estudiando la delincuencia juvenil. Ha sido juez del Tribunal Supremo de Suiza, ha vivido varios años en Indonesia y actualmente es miembro del grupo internacional de expertos que, mediante un amplio estudio, analiza la delincuencia juvenil en más de treinta países. Una parte de los resultados de dicho estudio ha sido presentada por el propio Killias este mes de enero en Barcelona en la VI Jornada de Criminología organizada por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada (CEJFE), titulada «La criminología ante la delincuencia juvenil y sus nuevas formas».

«La criminalidad juvenil se ha reducido en los últimos años, sí, pero no nos podemos permitir bajar la guardia», explica, y arguye que queda mucho campo por correr y mejorar. ¿Cómo? La receta es clara y aparentemente sencilla: hacer que nuestros jóvenes sean más felices. Los estudios en los que Killias ha trabajado vinculan directamente la infelicidad con la delincuencia, de forma especialmente significativa en el periodo adolescente. Y avisa de que, además de la escuela y la familia, un elemento también decisivo es la gestión del tiempo libre de los niños y los jóvenes. Es en este espacio, dice, donde hay más campo por correr y desde el que se puede alimentar más eficazmente la felicidad.

 

Usted hace años que se dedica a estudiar la delincuencia juvenil. ¿Podemos decir que es un problema social grave? ¿Tenemos que preocuparnos?

Sí, tenemos que preocuparnos. Porque una vida en el crimen, aunque sea solo una, es una mala vida. Lo relevante aquí es la variable felicidad. Mi amigo Bruno Frey, famoso economista, ya la relacionó con las buenas prácticas sociales. En síntesis, los delincuentes son a menudo gente infeliz; los jóvenes delincuentes son, por encima de todo, jóvenes infelices. Y cuanto más infelices son, más se adentran en el crimen. Si todos tenemos el objetivo común de buscar la felicidad de todo el mundo, tendremos menos delincuencia, hablaremos en otros términos.

Por lo tanto, hay que cultivar la felicidad. ¿Pero cómo? ¿Lo hacemos bien?

Digamos que veo mucho camino por correr y mejorar. Y, por ejemplo, un campo en el que podemos mejorar mucho es en la gestión del tiempo libre de nuestros jóvenes. De lo que se trata es de lograr que los niños hagan cosas que les entusiasmen. Deben tener cosas por hacer y en las que implicarse. Es muy beneficioso que desarrollen relaciones con otros niños que no sean solo los de la escuela, con personas de otras generaciones. Por ejemplo, en la práctica de muchos deportes se pueden encontrar estos elementos. Todo este universo de gente que no forma parte de su familia ni de su escuela puede contribuir muy positivamente a la socialización de estos niños, a hacerles más felices y a alejarles de la delincuencia. Este tipo de pequeñas redes son muy importantes, por ejemplo, para los adolescentes, digamos entre los catorce y los veinte años.

En este punto la familia resulta decisiva...

Este es un aspecto interesante, porque sí, efectivamente la familia directa es muy importante en los países occidentales, sin embargo no lo es tanto en otros países. Y cuando digo familia directa me refiero básicamente a los padres. Podemos decir que la familia es importante, pero lo que ha cambiado es la relación de los niños con los adultos en general. Y en este campo también podemos mejorar.

¿A qué se refiere? ¿Qué ha cambiado?

Hace décadas o siglos el número de niños que crecían sin padres era mucho mayor, y los tíos, abuelos, primos, vecinos y otros adultos en general que formaban parte de su universo tenían un papel muy importante en su educación, guiándolos y haciendo que corrigieran sus errores. Sin embargo, ahora, los adultos de hoy se implican muy poco en la educación de los hijos de los demás. ¡Solo se preocupan de sus propios hijos! Si hoy vemos a un niño haciendo algo mal, o incluso algo delictivo, diremos «¿de quién es hijo, dónde están sus padres?», pero difícilmente haremos nada para que cambie o para ayudarle a reflexionar. En sociedades más tradicionales, como las asiáticas, por ejemplo, los adultos intervienen a menudo en casos como estos, independientemente de quiénes sean los padres. El papel de los padres, su ineficacia legítima, está mucho mejor compensada en estas sociedades, y hay que decir que, además de dedicar parte de mi investigación a este aspecto, he vivido varios años en Indonesia y lo he podido comprobar. Es decir, la familia es decisiva en muchos aspectos, como la gestión del tiempo libre, como hemos dicho, pero también lo somos los adultos en general, aunque los niños delincuentes o potencialmente delincuentes no sean nuestros.

¿Ha aumentado la delincuencia juvenil en los últimos años?

No quisiera minimizar la delincuencia juvenil ni contradecir mis palabras si ahora digo que la situación ha mejorado últimamente en varios países. Durante décadas hemos visto cómo la delincuencia juvenil crecía y ahora vemos que baja. Pero no sabemos realmente cuál es el motivo, ni por qué antes, hace pocos años, no paraba de subir. El no saberlo me molesta. Es verdad que ahora hay menos jóvenes y esta podría ser una explicación, pero incluso en términos relativos, la delincuencia juvenil baja igualmente. Lo mismo les pasa a los economistas, que a menudo no tienen una explicación clara y unánime de por qué el desempleo sube o baja. En definitiva, al final de la calle nos resulta difícil saber en qué dirección debemos caminar, porque no sabemos las causas de una manera clara y entonces cuesta saber cómo actuar.

Entonces, cuando detectamos algún tipo de delincuencia, ¿cómo debemos actuar?

Como he dicho antes, cuando detectamos comportamientos de este tipo, debemos preocuparnos por el tiempo de ocio de este joven. Tenemos que preguntarnos qué hace y por qué lo hace, y tratar de cambiarlo ofreciéndole motivaciones y actividades que le hagan feliz. Y esto lo vinculo con otro aspecto cada vez más importante: hay que preparar a los jóvenes para el mercado laboral, algo que no hacemos bien. No deberíamos centrarnos solo en una mejor educación —que también—, sino en formarlos para ganarse la vida. No tiene nada de malo servir cafés en un bar, hacer de controlador en una estación de tren o vender jerséis en una tienda. Y hacerlo durante una temporada, por ejemplo, después del instituto, como ocurre a menudo en Suiza, es bueno. Esta experiencia puede ser una gran educación. Es un conocimiento, una adquisición de habilidades laborales y sociales que puede tener mucho valor en el futuro. Y por algún motivo, en general no lo enseñamos lo suficiente a nuestros hijos, y nos obsesionamos por la formación teórica y poco orientada al mundo laboral.

¿Cómo se vincula esta experiencia con la delincuencia juvenil?

Un ejemplo, el ochenta por ciento de los jóvenes griegos va a la universidad y la mitad de estos estudia ciencias políticas. ¿Existe alguna sociedad con capacidad para absorber un cuarenta por ciento de graduados universitarios especialistas en ciencias políticas? Jamás habrá trabajo de lo que han estudiado estos miles de estudiantes griegos. No se corresponde ni remotamente con las necesidades de su mercado laboral, y muchos ya lo saben antes de ir a la universidad. La sociedad griega es una sociedad desmotivada, lo cual no quiere decir directamente que haya más delincuencia juvenil, no lo podemos relacionar tan fácilmente, pero volvemos a la felicidad que comentábamos. ¡No les ayudamos a ser felices! Y, por otra parte, manteniendo el ejemplo, Grecia basa buena parte de su economía en el turismo. Entonces, ¿por qué no hay estudiantes de turismo? En este ámbito tendrían campo por correr. E incluso nos podríamos preguntar por qué la mayoría de camareros en Grecia son albaneses, turcos o macedonios y no griegos. Los griegos no quieren trabajar como camareros porque han estudiado ciencias políticas. Como se ve a simple vista, aquí hay algo que no funciona. Esto se traduce en desempleo y desmotivación, ya desde muy jóvenes. Hay una gran resistencia cultural a hacer un trabajo normal, como el de camarero, como si fuera una degradación. Hay que cambiar esta mentalidad. Muchos prefieren estar en el paro y no hacer nada antes que hacer pequeños trabajos. Este es un problema social que tenemos en general. Por lo tanto, hay que dotar de experiencia a los jóvenes, cambiar su mentalidad y la de la educación en general, y formar a los jóvenes orientándolos hacia el mercado laboral real.

¿Un joven que delinque lo seguirá haciendo en la vida adulta?

No necesariamente, pero en términos de probabilidad y estadística es bastante probable. Por lo tanto, comenzar a delinquir muy joven es algo muy serio. Por eso hay que dirigir intensamente los esfuerzos a evitar que los jóvenes delincan. ¿Cómo? Lo que hemos dicho: gestión del tiempo libre, familia, motivación, felicidad, educación orientada hacia el mercado laboral, etc.

En su investigación dice que la criminalidad juvenil no es importada por recién llegados. Es decir, no está vinculada con la inmigración...

Efectivamente, no es importada. Tengo los datos del estudio de Suiza, los españoles o de otros países no son públicos y no puedo hablar de ellos, pero lo que puedo decir respecto a la inmigración ya es bastante ilustrativo. En Suiza tenemos una enorme inmigración. Podemos decir que uno de cada dos jóvenes escolarizados en Suiza en este momento tiene una base social o familiar extranjera. Creo que no hay ningún otro precedente en Europa con una proporción parecida. Una gran parte de estos jóvenes tiene padres inmigrantes de la antigua Yugoslavia, donde hubo una terrible guerra en los años noventa y en la que se hicieron cosas terribles. Todos vimos aquellas atrocidades. Sería fácil pensar que los jóvenes que delinquen lo hacen porque es lo que sus padres tuvieron que hacer en la guerra, en una proporción diferente. Pero no es así, porque resulta que los jóvenes de hoy en la antigua Yugoslavia delinquen mucho menos que sus primos que viven en Suiza. Por tanto, no es importada.

¿Qué explicación le da usted a ello?

Pienso sencillamente que, como he dicho antes, en la antigua Yugoslavia la familia en sentido amplio, que incluye a padres, tíos, abuelos, hermanos mayores..., ejerce un mayor control sobre los jóvenes y los asesora mucho más que los padres originarios de los Balcanes e inmigrados a Suiza y que han educado a sus hijos en este país. Lo que creo que ha pasado es que los padres que han emigrado a Suiza han pensado: «En este nuevo país, más seguro y ordenado, ya no hace falta que nos preocupemos tanto por lo que hacen o dejan de hacer nuestros hijos. Aquí no les pasará nada». Este es el error. Si analizamos los datos de los estudios que tenemos, creemos que las familias que controlan menos a los hijos y que les ofrecen menos posibilidades para su tiempo libre, sea cual sea su origen, son las que estadísticamente pueden sufrir mayor delincuencia juvenil. Y quizás las familias inmigrantes tienen menos posibilidades de ofrecer actividades enriquecedoras a sus hijos que las que no lo son. Y eso, como he dicho, es importante. Un adolescente necesita diferentes redes de amigos, actividades y cosas que hacer que lo motiven y lo ayuden a ser feliz. Solo así evitaremos que tenga la tentación de delinquir.

¿Hay algún país que sea modélico en esto?

Hay muchos países que tienen cosas buenas y muchos que tienen cosas malas. Es difícil de responder. Pero volvamos a la felicidad como variable clave. Quien tenga una juventud feliz es quien mejor saldrá adelante. Y eso cambia mucho según cada país y cada cultura. Recuperando el ejemplo de Grecia, los jóvenes griegos están particularmente deprimidos. Pero esto cambia a lo largo del tiempo y, como hemos dicho, tenemos herramientas para influir en ello. En definitiva, tener la felicidad de todos como objetivo siempre ayuda, y no solo a no delinquir.

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