3/5/17 · Estudios de Ciencias de la Información y Comunicación

«La moneda social complementa al euro; ni lo sustituye, ni busca su desaparición»

August Corrons , experto en monedas sociales y complementarias

 

Del 10 al 14 de mayo la UOC organiza la IV Conferencia Internacional de Monedas Sociales y Complementarias: Dinero, Conciencia y Valores para el Cambio Social, un congreso internacional que reunirá a expertos en moneda complementaria de todo el mundo y donde se explicarán varias experiencias de uso de moneda social que están desarrollándose en el planeta. Uno de los miembros del comité organizador es August Corrons, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y experto en monedas sociales y complementarias, banca ética y financiación alternativa. Hablamos con él sobre el origen de estas monedas, su viabilidad y algunas experiencias exitosas en su implantación.

 

 

Del 10 al 14 de mayo la UOC organiza la IV Conferencia Internacional de Monedas Sociales y Complementarias: Dinero, Conciencia y Valores para el Cambio Social, un congreso internacional que reunirá a expertos en moneda complementaria de todo el mundo y donde se explicarán varias experiencias de uso de moneda social que están desarrollándose en el planeta. Uno de los miembros del comité organizador es August Corrons, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y experto en monedas sociales y complementarias, banca ética y financiación alternativa. Hablamos con él sobre el origen de estas monedas, su viabilidad y algunas experiencias exitosas en su implantación.

 

¿Qué es la moneda social y cómo funciona?

El dinero tiene tres funciones: es una unidad de intercambio, sirve para valorar el precio de las cosas y permite acumular. El euro o el dólar cumplen estas funciones, pero las monedas sociales, solo las dos primeras: cuantifican el valor de las cosas y son una unidad de intercambio. En definitiva: no tienen el objetivo de acumular o especular. Son una unidad de intercambio sin tener que recurrir al canje. No tiene ningún sentido ahorrar estas monedas porque no generan interés; su objetivo es que el dinero vaya de la mano de la producción, no de la especulación.

Se habla de moneda social, alternativa, complementaria o local. ¿Qué diferencias hay?

Digamos que son y no son lo mismo. Personalmente me gusta utilizar el concepto de complementaria porque engloba al resto de objetivos. No pretende sustituir al euro, como su nombre indica, sino que lo complementa. Donde no llega el euro por los motivos que sea, puede utilizarse este tipo de moneda, que facilita los intercambios.

Los colectivos que apuestan por este tipo de monedas a menudo están integrados por personas con conciencia social. ¿Hay una cierta militancia?

Sin duda, la gente que está vinculada a este modo de hacer tiene un nivel de conciencia diferente; ni mejor, ni peor. El euro fomenta la acumulación, la competitividad, la rivalidad y el individualismo, mientras que la moneda complementaria fomenta valores más cooperativos, colaborativos, de cohesión, de trabajar para mejorar la vida colectiva.

Da la sensación de que mucha gente desconoce que existen estas alternativas...

La gente te mira con cara extraña cuando le hablas de un dinero que no es el euro; todo lo que está fuera del marco mental del euro parece que es cosa de cuatro hippies o alternativos que quieren salir del sistema. Es por desconocimiento. La gente no se para a reflexionar sobre el dinero en abstracto, sobre cómo se genera o quién decide crear masa monetaria. Es un tema que encuentra tan complejo que le está bien todo; es una actitud muy conservadora, poco abierta al cambio.

El intercambio de bienes y servicios y el uso de moneda son acciones humanas muy primitivas. ¿Cuándo encontramos el origen de la moneda complementaria tal como la entendemos hoy, en una sociedad plenamente capitalista?

Cualquier intercambio es una moneda; todo tipo de dinero debería ser social, servir a la sociedad. El dinero como tal ha existido desde que existe el canje. Las monedas sociales enfocadas más allá de la economía clásica tienen una primera oleada en los años veinte del siglo XX. En 1934 nace una moneda social en Suiza, el WIR, que todavía perdura. En los años ochenta hay una segunda hornada importante, tanto en América del Sur como en todo el mundo: van surgiendo grupos de canje y bancos de tiempo y desde entonces no han hecho más que crecer nuevas monedas gracias, en parte, a la tecnología. La red juega muy a favor de estos grupos de intercambio.

¿Puede llegar a concebirse el pago de un sueldo en moneda social? ¿Tenemos ejemplos exitosos en ciudades europeas?

Existen iniciativas fomentadas desde ayuntamientos, como Bristol (Inglaterra), donde el propio alcalde y los funcionarios cobran parte de su sueldo en este tipo de moneda. En Santa Coloma de Gramenet está arrancando una moneda local y se prevé que en el futuro también se proponga al funcionariado cobrar parte de su sueldo en esta moneda. Para una ciudad es interesante que el dinero circule en la propia ciudad, que no salga fuera, que el propio territorio sea más rico. Desde este punto de vista las monedas locales no dejan de ser como un tipo de tarjeta de fidelización para que la gente vuelva a consumir, pero a escala municipal. Barcelona está trabajando en su propio proyecto, del que todavía se conocen pocos detalles.

¿Qué lectura hace el poder económico tradicional de estas iniciativas?

El Banco de España dijo que este tipo de moneda era «indeseable». Los bancos tienen el monopolio del dinero, y cualquier alternativa que surja o intente romper su monopolio es leída como una amenaza. Ahora son iniciativas incipientes y pequeñas, con una repercusión muy baja. Pero si llegan a cuajar, quizá sí empezarán a ser vistas como un peligro. Sin embargo, el objetivo de estas monedas es complementar al euro; no se persigue -y sería irreal- ninguna sustitución.

¿Existe algún mapa donde el ciudadano encuentre todas estas iniciativas de moneda complementaria y pueda adherirse o participar de alguna forma?

Sí, pero es difícil que esté siempre actualizado, porque son iniciativas con unos ciclos de vida relativamente cortos. Hay un momento en el que se saturan o se estancan y otras muchas desaparecen. Para que una moneda complementaria sea sostenible no hay que tener tanto en cuenta el número de usuarios como el de bienes y servicios que hay para intercambiar. Un millón de personas que hacen páginas web y quieren poner a disposición este servicio no podrían contemplar la opción de una moneda, por muchos que sean, pero si vamos a un volumen más bajo de personas que ofrecen diferentes bienes o servicios, entonces sí puede empezar a plantearse.

La economía colaborativa ha generado monstruos como Uber y Airbnb. ¿Cómo analizas estos fenómenos?

Según mi opinión, utilizan el concepto de economía colaborativa para vender, pero no lo son porque persiguen el lucro como tal, y la economía colaborativa real es colaboración sin este afán de lucro.

Entre el 10 y el 14 de mayo la UOC organiza un congreso internacional sobre moneda social y complementaria. Será una buena forma de poner estas iniciativas sobre la mesa...

Sí, consideramos que hace falta más divulgación y se está trabajando desde diferentes organismos. Desde la UOC queremos dar a conocer que hay investigación, que hay práctica en torno a este fenómeno. El enfoque del congreso es internacional, con la participación de personas que vienen del ámbito de la investigación y la universidad y también de gente más activista. Pondremos en común diferentes experiencias y teorías para trasladarlas a la sociedad y demostrar que hay una ciencia detrás de las monedas alternativas. Participarán alrededor de trescientas personas de todo el mundo. Incluso nos explicarán alguna experiencia por Skype desde comunidades que, desgraciadamente, no pueden permitirse el desplazamiento.

 

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