12/6/18 · Institucional

«Simeone y Guardiola son grandes entrenadores, pero tienen carencias en la gestión de conflictos»

Foto: UOC

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Xavier Pastor , profesor del máster de Gestión y Solución de Conflictos

 

Xavier Pastor es profesor del máster de Gestión y Solución de Conflictos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y director del posgrado de Resolución de Conflictos Públicos y Mediación Comunitaria de la Universidad de Girona (UdG). En los últimos años, ha trabajado con profesores y estudiantes de ambas universidades para explorar cómo la mediación y las fórmulas de resolución de conflictos dan respuesta a enfrentamientos y capítulos de violencia en el ámbito del deporte, especialmente en el deporte de base. De todo ello ha surgido un libro, La resolución de conflictos y la mediación en el deporte, que Pastor ha coordinado y que acaba de publicar la Editorial UOC. En esta entrevista habla de los conflictos y de cómo afectan a los deportes y la política.

 

 

 

Xavier Pastor es profesor del máster de Gestión y Solución de Conflictos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y director del posgrado de Resolución de Conflictos Públicos y Mediación Comunitaria de la Universidad de Girona (UdG). En los últimos años, ha trabajado con profesores y estudiantes de ambas universidades para explorar cómo la mediación y las fórmulas de resolución de conflictos dan respuesta a enfrentamientos y capítulos de violencia en el ámbito del deporte, especialmente en el deporte de base. De todo ello ha surgido un libro, La resolución de conflictos y la mediación en el deporte, que Pastor ha coordinado y que acaba de publicar la Editorial UOC. En esta entrevista habla de los conflictos y de cómo afectan a los deportes y la política.

 

 

El Mundial de Rusia está a la vuelta de la esquina, y es un gran altavoz para la buena o mala gestión de conflictos en el ámbito del fútbol…

En la última Eurocopa en Francia se dieron peleas entre aficionados ingleses y rusos, y no descarto que esos hechos se produzcan de nuevo en el Mundial, y también entre otras aficiones por rivalidades dentro y fuera de los campos, más recientes o más antiguas. De hecho, si las relaciones geoestratégicas entre países son buenas, es muy posible que los partidos queden en una rivalidad. Si no lo son, puede pasar que se vean como enemigos y que se den conductas y comportamientos más agresivos. Un mundial es una buena oportunidad para todo, pero, como en otras situaciones conflictivas, no podemos esperar a última hora para gestionarlas, porque los resultados no serán los esperados. Habría que trabajarlo antes. Eso sí, ver a políticos sacándose la foto antes de los partidos o a los entrenadores en sintonía y no calentando más el ambiente puede ser positivo.

Eres politólogo y has acabado especializándote en conflictología. ¿Qué te llevó a hacerlo?

La política debería ser un espacio de gestión de conflictos de las sociedades. Cuando cursé la licenciatura, echaba de menos que se pusiera el foco en el conflicto y en las herramientas para gestionarlo. Es cierto, sin embargo, que el estudio de la gestión de los conflictos es bastante reciente. En Europa, llevamos escasamente ochenta años de paz: la diplomacia actual nace, sobre todo, a raíz de la construcción del muro de Berlín, cuando había la posibilidad de que alguien pulsara un botón y destruyera el mundo. Y llevar esta gestión de conflictos a los conflictos de baja intensidad es una forma de mejorar el funcionamiento diario de las sociedades.

Dices que el conflicto no es negativo. ¿Por qué tendemos a considerar que sí lo es?

Porque lo asociamos a la violencia. Si pensamos en la historia de Europa, es un continente donde siempre han existido peleas y conflictos resueltos mediante la violencia. En el terreno bélico, se asocia el conflicto con la persona, o con el Estado, y se crea la famosa imagen del enemigo. Así, cuando tenemos un conflicto, pensamos en la forma de hacer daño al otro, en lugar de focalizarnos en el conflicto y en lo que necesitamos. Si trasladamos esto a nuestra actualidad, la relación entre Cataluña y España es así: no se está dispuesto a hablar de la cuestión de fondo y se ha producido una escalada de tensión. Al final, sin embargo, gestionar un conflicto tiene que ver con no tener miedo de explicar lo que se desea de verdad. Suele existir este miedo porque mostrarse tal como somos se considera una debilidad.

¿Ocurre igual en todas las sociedades?

Se ha descubierto que la gran mayoría de sociedades, independientemente del continente al que pertenezcan, se han dotado siempre de figuras que hacen de árbitros o mediadores cuando hay un conflicto entre los miembros de la comunidad, el clan o la tribu. Por ejemplo, en una tribu de Sudán, los nueres, tienen una persona llamada jefe de piel de leopardo que recibe a las partes que tienen un conflicto y les pide que se expliquen. Así, uno dice al otro qué problema ha tenido, y el otro escucha. Esto ayuda a evitar malentendidos. Y, salvando las distancias, es similar a lo que hacemos en la mediación. De hecho, los jueces del sistema judicial deberían responder también a este esquema, pero van sobresaturados de trabajo. Si tienes un conflicto con un vecino por los ruidos que hace y no lo podéis arreglar entre ambos y tienes que esperar dos años a que un juez dictamine sobre ello, lo pasarás muy mal. La mediación puede solucionarlo, porque seguro que a ti te molesta el ruido, pero a él le molestará otra cosa; sin embargo, como no hablamos, no tenemos tiempo de comunicarnos ni de saber qué desea el otro. Creemos que podemos hacerlo todo sin los demás. Esto predispone al conflicto; no te diré que sea su causa, pero sí uno de sus factores.

Y nos hace falta un mediador.

Hay profesionales de la resolución de conflictos. Pero, por suerte, existen personas que intuitivamente también ejercen este rol y que actúan como tales en la sociedad.

El libro que ahora publicáis se centra en los conflictos en el mundo del deporte de base. ¿Qué tienen de particular estos conflictos?

Si comparas el fútbol de ahora con el de los años ochenta, se ha modernizado mucho: las instalaciones, la indumentaria...; por ejemplo, ahora las camisetas disipan el sudor y las botas son muy sofisticadas. Los entrenadores, desde el punto de vista técnico, saben mucho de fútbol, pero en cambio no saben tanto de gestión emocional, y la gente sigue comportándose de forma violenta: este problema no ha cambiado. En la grada, los padres y madres de los jugadores no tienen claro cómo tienen que comportarse, desean ser útiles al club, pero suelen ser una parte activa en los conflictos que hay en los campos de fútbol los fines de semana. Nos preguntamos si esto era únicamente patrimonio del fútbol o era un problema general del deporte y decidimos investigarlo en el waterpolo, el balonmano, el baloncesto, el fútbol sala e, incluso, el remo olímpico, disciplina en la que constatamos situaciones de conflicto dentro de los propios botes. En la actualidad, seguimos investigando más deportes: ahora queremos abordar el hockey.

En el libro explicáis que la competitividad es una fuente de conflictos.

De hecho, la competitividad no es ni buena ni mala: depende de cómo se gestione. Pero si tú, cuando pierdes, con la presión arterial desbocada y enojado, buscas culpables en el campo o en la pista, los encontrarás: el árbitro, el entrenador, los padres y madres de la grada... Empezamos a ver que la pieza clave en todas las situaciones era el entrenador. Según sea el entrenador, así será la grada.

¿Hay algún entrenador mediático que creas que haya realizado una pedagogía positiva en cuanto a la gestión de conflictos?

El entrenador del FC Barcelona, Ernesto Valverde, es una persona que tiene una actitud muy respetuosa con los medios y los jugadores. Es muy ecuánime. Y fíjate cómo juega ahora el Barça. Los entrenadores hablan como sus equipos juegan. Ellos educan. Pero el mundo del fútbol está demasiado lleno de malos ejemplos. Hay que dar un giro a la situación, que solo se puede realizar desde abajo y solo si el entrenador es respetuoso y sereno. Si él es así, el público del campo también lo será.

¿Puedes describir algún caso reciente de mal ejemplo?

El entrenador del Atlético de Madrid, el Cholo Simeone, y el del Manchester City, Pep Guardiola, son grandes entrenadores, pero también son ejemplos recientes de carencias en la gestión de conflictos. Simeone no pudo dirigir a su equipo en la final de la Europa League contra el Olympique de Marsella debido a una sanción por insultar al árbitro en un partido con el Arsenal. Creo que podría haberse ahorrado la expulsión y que podría haber ayudado más a su equipo. El árbitro no modificará ni su conducta ni su decisión: es inútil quejarse a él. Asimismo, Guardiola hizo el gesto de que se callara y de que hablarían fuera del campo al colegiado que arbitró el partido de vuelta de cuartos de final de la Champions League entre el Liverpool y el Manchester City. Pienso que fue víctima de la gestión de la derrota.

En el libro, más allá del fútbol, habláis de muchos deportes de base, como el balonmano, el baloncesto, el waterpolo e, incluso, el remo. Pero explicáis también que el mundo del rugby es una excepción.

Existe una frase muy interesante que dice que el fútbol es un juego de caballeros practicado por villanos y que el rugby es un juego de villanos practicado por caballeros. El público del rugby ya sabe que es un juego duro, que habrá cejas abiertas y brazos rotos, y creo que por eso mismo ya acude al campo calmado o, como mínimo, no se altera ante un golpe. En el fútbol, cuando hay dureza, el público se exalta, se queja, grita, se vuelve agresivo y nunca considera que el árbitro haya tomado una decisión totalmente correcta, todo lo contrario que en el rugby. Sin embargo, el rugby es muy minoritario y cuenta, por ejemplo, con el llamado «tercer tiempo», en el que los jugadores van todos juntos a tomar una cerveza y hablan con humor de lo ocurrido durante el partido. En muchos deportes de base, en los que los entrenadores suelen conocerse, creemos que esto podría transformarse en un «primer tiempo», en el que los entrenadores presentaran respectivamente a los padres y madres de ambos equipos antes del partido y pudieran tomar juntos un café. Al final, que se haga una cosa o la otra es responsabilidad de los clubes. De momento, no quieren tenerla.

¿A qué te refieres?

Muchas veces, si los padres y madres se quejan del entrenador, pero él sitúa al equipo en la parte alta de la clasificación, el club invitará a los padres y madres a marcharse, y les dirá: «Si el entrenador habla así al niño o la niña, es para que el día de mañana sea un hombre o una mujer de pies a cabeza». Si, en cambio, el entrenador no obtiene buenos resultados y los padres y madres se quejan, el club invitará al entrenador a marcharse. Y si aprendemos que la forma de entender la competitividad o el conflicto es eliminar a los otros, eliminar a la persona, después lo aplicaremos así en todas las áreas de la vida.

Volvamos al área de la actualidad política. ¿Qué propondrías para gestionar el conflicto entre Cataluña y España?

Ahora estamos en un punto de difícil retorno. Un tiempo atrás, pensaba que podríamos poner en marcha una mediación política: normalmente la llevan a cabo políticos de renombre, de primer nivel, que no están en la política activa, pero a los que, cuando hablan, hay que hacerles caso. En estos casos, estos mediadores suelen hacer una propuesta de solución. Yo pensaba que podríamos buscar a políticos de un lado y del otro, que conocieran bien el marco constitucional, como Miquel Roca y Herrero de Miñón, ambos padres de la Constitución. Herrero de Miñón, durante mucho tiempo, batalló para que el Senado fuera una cámara realmente territorial. Yo pensaba que una mediación con la participación de estas dos figuras u otras de renombre y reconocidas por ambas partes podría abrir la posibilidad de pactar un referéndum o una reforma constitucional en el sentido que el pueblo catalán o el pueblo vasco pedían. Pero ahora creo que es muy difícil. Me parece que la única solución será que la Unión Europea convenza al Gobierno español de abrir una negociación sin condicionantes temporales: no el presidente que hay ahora, sino el que haya en el futuro, que no tendrá mayoría absoluta y necesitará más apoyos. Seguramente habrá que pedirle que se haga un referéndum pactado: aplicar soluciones políticas del siglo XXI y no políticas de tiempos pasados que tratan Cataluña como si fuera la última colonia. En este contexto, Cataluña no debería tensar tanto la cuerda.

 

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