1/8/18 · Investigación

«No debemos permitir que los únicos que puedan hablar sobre big data sean las grandes empresas»

Foto: UOC

Foto: UOC

Anita Say Chan , historiadora de la ciencia y la tecnología, antropóloga y doctora por el MIT

 

Anita Say Chan es historiadora de la ciencia y la tecnología, antropóloga y doctora por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Ha encontrado un agujero para conversar con nosotros por Skype a su regreso a la Universidad de Illinois, donde trabaja actualmente, tras una trepidante gira europea en la que ha podido conocer iniciativas de innovación locales que funcionan de forma alternativa a las grandes redes sociales o a las empresas digitales más poderosas del planeta. Esa gira la ha llevado a Barcelona, donde ha participado en un seminario organizado por el Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Triste y optimista a la vez, en esta entrevista reivindica la necesidad de desviar nuestra mirada fuera de las pantallas, salir a la calle y valorar las iniciativas tecnológicas que tengamos más cerca de casa. Esta, dice, es la manera con la que internet y las redes sociales permitirán a la gente de a pie construir democracias reales.

 

 

Anita Say Chan es historiadora de la ciencia y la tecnología, antropóloga y doctora por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Ha encontrado un agujero para conversar con nosotros por Skype a su regreso a la Universidad de Illinois, donde trabaja actualmente, tras una trepidante gira europea en la que ha podido conocer iniciativas de innovación locales que funcionan de forma alternativa a las grandes redes sociales o a las empresas digitales más poderosas del planeta. Esa gira la ha llevado a Barcelona, donde ha participado en un seminario organizado por el Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Triste y optimista a la vez, en esta entrevista reivindica la necesidad de desviar nuestra mirada fuera de las pantallas, salir a la calle y valorar las iniciativas tecnológicas que tengamos más cerca de casa. Esta, dice, es la manera con la que internet y las redes sociales permitirán a la gente de a pie construir democracias reales.

 

¿Sería correcto decir que su trabajo se centra en conseguir que internet y los macrodatos nos lleven hacia una humanidad mejor?

Estudio cómo internet transforma la política, los negocios y la cultura. Cuando hablo de cultura, me refiero a la sociedad civil, a cualquier grupo de gente que lleve a cabo algo en común, desde científicos o trabajadores gubernamentales hasta una tribu de la selva amazónica. Distingo entre el sector privado, de las grandes empresas, y el espacio cultural, que sería la gente normal, la sociedad civil.

En el ámbito de la gente normal, he leído que le interesa lo que los datos crean desde abajo y es imprevisto, como, por ejemplo, la Primavera Árabe o el movimiento 15-M en España. Sin embargo, muchos de estos movimientos han terminado con represiones de la libertad de expresión, guerras civiles, golpes de estado o, incluso, el surgimiento de Estado Islámico. ¿Cómo lo interpreta?

No podemos esperar un cambio instantáneo, porque ninguna revolución es instantánea. ¿Cuánto tiempo hace que vivimos en democracias modernas? Y todavía no tenemos una democracia perfecta, sino un experimento político de unos pocos centenares de años. Y pensábamos que internet cambiaría las cosas mañana mismo. Todo es un proceso. Pero fijémonos en lo que acaba de ocurrir en México: ha ganado un candidato que lo era desde hacía más de una década. En 2018, la presión pública, la resistencia y la resiliencia de una ciudadanía organizada en red expresan una voz clara y el candidato gana. En 2016 nadie lo hubiera creído. En Europa y en Estados Unidos vemos algo espantoso: en el ámbito digital, ciertos poderes políticos se están juntando con empresas que son centros de poder digitales. Fíjese en el caso de Cambridge Analytica, Facebook y las elecciones en Estados Unidos. Se está experimentando con la gente y manipulándola con tendencias populistas. Pero también hay casos que muestran un grito del público hacia otro lado y creo que España es uno de esos casos. La respuesta de Barcelona y de España en general ante el gran problema de la migración es muy interesante: aquí no hemos observado tendencias tan racistas como en otros países europeos, como Italia, Inglaterra, Alemania o Austria, donde se está manipulando el sentimiento hacia el migrante.

Aquí, o allí, quizás aún no hemos asimilado todos los cambios que pueden conllevar internet y las redes sociales en nuestra manera de vivir.

Es un proceso lento. La lucha consiste en cómo dar a la sociedad civil un tiempo propio para aprender en este ámbito, compartirlo y visibilizar sus éxitos. Esto es muy, muy difícil, pero hay casos de éxito en el ámbito local. En Barcelona he conocido el caso de hangar.org, un espacio de investigación sobre cultura y arte digital que no tiene sede en ninguna universidad ni en el sector privado. Mucha gente no sabe que existe, cuando lo que ocurre allí es mucho más interesante que lo que ocurre en Google o Facebook, pero hangar.org no tiene los grandes fondos de propaganda que sí tienen estas empresas, y es una pena. La gente solo presta atención a la propaganda que tiene enfrente, en la pantalla, en vez de mirar al lado y ver lo que hay en su ciudad. Y, repito, la lucha es eso: invertir en cómo reconocer los casos locales, los experimentos de innovación que hay a nuestro alrededor. Hay que tener paciencia, pero es difícil cuando nos estamos acostumbrando a tiempos comerciales. La democracia real no funciona con el tiempo de lo digital comercial. Tenemos que dejar de pensar que Silicon Valley es el único modelo que determina cómo ocurren los cambios.

Silicon Valley sería el centro, pero usted estudia cómo se innova en lo que define como periferia, ¿verdad?

Silicon Valley no siempre ha sido el centro: hasta los años setenta allí se cultivaban naranjas. El primer «Silicon Valley» de Estados Unidos estuvo en Minnesota, antes de los años setenta, cuando no existían los ordenadores personales. Eran empresas que fabricaban computadoras enormes, que costaban más de un millón de dólares. Básicamente trabajaban en censos y cálculos de bancos y del ejército para la Guerra Fría y tenían que mantenerlo en secreto para evitar ataques. Venecia o Constantinopla también fueron en su momento centros de innovación. Pero estos centros cambian. ¿Cómo hacer que la gente preste atención a los experimentos de la periferia? Yo he estudiado mucho el caso de Perú e hice un libro al respecto. Perú fue uno de los primeros países del mundo donde se hizo una ley para promover el software libre en el gobierno. Fue una sorpresa, porque todo el mundo lo veía como periferia y lo promovió un senador indígena, que hablaba quechua. También en Perú nació Laboratoria, una empresa social que forma a mujeres jóvenes con pocos recursos como programadoras y desarrolladoras web para insertarlas en el mercado laboral y que se ha ido extendiendo a otros países de América Latina.

Una de sus conferencias en Barcelona se tituló «De los medios a las mediaciones, de la datificación al activismo de datos». ¿Se trata, pues, de humanizar las tecnologías?

Es, simplemente, humanizar. No debemos dejar que los únicos que puedan hablar y argumentar sobre los macrodatos sean las grandes empresas. Parece que solo Facebook, Amazon o Google puedan hablar de macrodatos, que los demás no seamos expertos por no tener acceso a los grandes servidores, que no estemos empoderados. Y esto es falso: el sector público, cívico, puede argumentar mucho. Debemos sentirnos empoderados, no solo porque son nuestros datos, sino también porque tenemos las herramientas para saber cómo esos datos nos impactan. Y las grandes empresas nunca se lo preguntarán de la misma manera que nosotros.

¿Casos como el de Wikipedia, aunque globales, pueden ser un ejemplo de humanización de lo digital?

Supongo que sí, aunque las redes de cultura son mucho más innovadoras. Pero Wikipedia, que empezó en Estados Unidos, se apoya en una definición del conocimiento objetivo desde una perspectiva liberal.

¿Y cuál sería la alternativa?

Repito: se trata de los experimentos que son exitosos localmente y en los que tú, como ciudadana, puedes decidir. Democracia es integrarnos en esos procesos de innovación.

...

Es un proceso largo, una democracia real implica mantenernos despiertos, vigilantes, y no esperar que Google nos salve. Lo municipal es importante. Y pongo de nuevo el ejemplo de Barcelona: es una ciudad que abraza y que ha podido mantener su identidad, incluso alrededor de lo catalán. Tener una identidad propia que lucha por lo local pero que no rechaza lo extranjero es un caso de éxito. Tenemos mucho que aprender de ello. Y ustedes mismos deberían subrayar eso. España tiene peores cifras en términos de empleo, pero no en términos de una sociedad más abierta a lo diferente.

Además de Barcelona, ha visitado varias ciudades y países europeos. ¿Qué es lo que más la ha sorprendido?

Hay muchos experimentos de innovación en la sociedad civil y deberíamos tener más espacios para blindar los casos de éxito locales. Nadie habla de ellos. Esto da pena, sobre todo cuando está pasando en tu ciudad y no te das cuenta.

 

Contacto de prensa

También te puede interesar

Más leídos

Ver más sobre Investigación