¿Nuevas tecnologías para el desarrollo humano?
Jaume Giné

Director de Cooperación del Gobierno de Cataluña
jgine@governacio-ri.gencat.es

Joan Prats

Director de los Estudios de Derecho de la UOC y del Instituto Internacional de Gobernabilidad
jprats@campus.uoc.es


Resumen: Vivimos la revolución tecnológica más importante experimentada por la humanidad. Nos induce sentimientos cruzados de esperanza y temor. Las nuevas tecnologías son hoy producidas ya mayoritariamente por las grandes transnacionales que siguen a la demanda con mayor poder adquisitivo. Las prioridades y necesidades de los países pobres no merecen la atención debida en el financiamiento de la investigación y el desarrollo. El déficit democrático de la globalización agrava el problema. Los grandes fallos representados por Bohpal, Chernobil, la Talidomida, las vacas locas o el cambio climático nos hacen pensar que las tecnologías no están bajo control. El dato de que dos terceras partes de la humanidad no hayan obtenido de las nuevas tecnologías mejoras sustanciales en sus condiciones de vida y algunos las hayan empeorado tampoco alienta. Cuando el desarrollo ha de basarse principalmente en la capacidad para procesar y aplicar conocimiento en redes internacionales de producción e intercambio la amenaza de un mundo todavía más desigual y fraccionado no es ilusoria.

Este trabajo defiende que la llamada brecha digital no es sin embargo el problema sino el resultado de otras brechas más importantes en capital humano, capital social, capacidades institucionales, gobernabilidad democrática… Ellas son las que impiden que los países pobres y el mundo aprovechen las inmensas oportunidades que representan las TIC. Para revertir la tendencia actual hacia un mundo y un desarrollo insostenibles es necesario incorporar las nuevas tecnologías a la agenda global y nacional de desarrollo y hacerlo mediante un big bang que sacuda los acomodos de la vieja cooperación... La comunidad internacional, los países ricos, las empresas, las ONG, los gobiernos a todos los niveles han de promover nuevas alianzas para superar decididamente la brecha digital. El Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD de 2001 presentado el 10 de julio contiene valiosas recomendaciones de políticas en este sentido. Habrá que ver si la Cumbre del G8 a celebrar en Génova del 20 al 22 de julio y que ha incluido este tema en su agenda sabrá estar a la altura. Mientras tanto no está de más preguntarnos qué podemos hacer desde Cataluña y la UOC.




Entre el PNUD y el G8

Del 20 al 22 de julio tendrá lugar en Génova la Cumbre del G8. En la agenda, entre otras, dos cuestiones globales: la lucha contra el SIDA y la superación de la brecha digital, referida esta última a que la desigualdad económica creciente aún es superada por la desigualdad en el acceso y la capacidad de utilización de la información y el conocimiento. La brecha digital —se dice— puede agravar en los próximos años la ya insostenible brecha social.

El G8 decidirá sus recomendaciones en vista al informe que debe presentar el DOT FORCE (Digital Opportunity Task Force), una asociación bien característica de la gobernanza de nuestro tiempo formada por el G8, diversos países en desarrollo, ONG y el sector privado, la cual se halla apoyada por la "Digital Opportunity Initiative" una asociación entre el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), Accenture y la Fundación Markle. El G8 ha declarado su intención de llevar los beneficios de la revolución informacional a todo el mundo sin exclusión. Pero en un mundo en el que el 80% de los usuarios de Internet se encuentra en los países ricos y en que la mitad de los habitantes del planeta nunca han hecho una llamada telefónica, la tarea parece hercúlea. ¿Tiene sentido plantearla o estamos ante una retórica cínica y frustrante a corto plazo? ¿Las nuevas tecnologías son una amenaza o una oportunidad para los países más pobres?

El 10 de julio el PNUD lanza su Informe sobre Desarrollo Humano 2001 titulado Poner el Adelanto Tecnológico al Servicio del Desarrollo Humano que intenta responder a las cuestiones anteriores. El Informe no sólo explora la compleja relación entre avance tecnológico y desarrollo, sino que aventura recomendaciones de políticas para que los países más pobres con el apoyo de la comunidad internacional puedan convertir en oportunidad los desafíos de la revolución tecnológica. Estamos en efecto, ante una auténtica revolución, tanto por el número, como por la velocidad, como por la expansión de las innovaciones:


En el 2001 se puede enviar más información por un solo cable en un segundo de la que se podía enviar en 1997 por todo Internet en un mes;

transmitir tres mil millones de bits de información de Boston a Los Angeles costaba 150.000 US$ en 1970 y 12 centavos de dólar hoy;

enviar un documento de 40 páginas de Chile a Kenya cuesta por email menos de 10 centavos, por fax en torno a 10US$ y por courier 50US$;

Internet ha crecido de 16 millones de usuarios en 1995 a más de 400 en el 200 y se espera que llegue a los 1.000 millones en el 2005;

en dos años, entre 1998 y 2000, los usuarios de Internet crecieron de 1,7 a 9,8 millones en Brasil, de 3,8 a 16,9 millones en China y de 2.500 a 25.000 en Uganda;

la producción de alta tecnología creció entre 1985 y 1997 más de dos veces más deprisa que la producción total en todas salvo en una de las 68 economías que cuentan con el 97% de la actividad industrial total;

las exportaciones de tecnología de infomación y comunicación de la India crecieron de 150 a 4.000 millones de US$ entre 1990 y 1999;

entre 1992 y 1997 Vietnam redujo en un 60% los casos de malaria y en un 97% la tasa de muertes por esta enfermedad mediante el desarrollo y el uso de medicamentos de alta calidad producidos localmente;

Cuba ha desarrollado la única vacuna contra la meningitis B mediante investigación biotecnológica que consiguió la inmunización nacional a fines de los 80;

en Brasil un equipo de científicos de la computación, por encargo del gobierno, ha diseñado un computador básico que cuesta sobre los 300US$;

en 1999 el Instituto Indio de Tecnología de Madras creó un sistema de acceso a Internet de bajo coste que no necesita modem y elimina las líneas de cobre resultando ideal para proveer acceso a las comunidades de renta baja;

sólo el 0,1% de los 25 millones de africanos subsaharianos infectados de SIDA tienen acceso a los medicamentos disponibles;

las ventas de medicamentos en África se prevé que representarán sólo el 1,3% de las ventas totales en 2002;

una encuesta realizada en el 2000 a agricultores estadounidenses que cultivan maíz transgénico mostró que el 90% creía seguir procedimientos seguros para la salud, pero sólo un 71% lo hacía efectivamente[1]



Miramos la revolución tecnológica con sentimientos encontrados de esperanza y temor. Hay una indudable esperanza de desarrollo humano: vidas más largas y saludables, mayores libertades personales y sociales, mayores posibilidades de acceso a la información y el conocimiento, nuevas variedades de cultivos, nuevas oportunidades de empleo y exportación... Pero el temor a lo que parece fuera de control no es menor. Hechos como Bhopal, Chernobil, la Talidomida, el agotamiento de la capa de ozono, el riesgo de nuevas pandemias, la inseguridad alimentaria, la desigualdad creciente, el aumento del número absoluto de pobres, la corrupción y el auge de los tráficos ilegales y la economía criminal hacen pensar a muchos que las nuevas tecnologías combinadas con una globalización sin brida democrática se hallan fuera de control y plantean serias amenazas.

Se extiende la desconfianza social hacia los científicos, las empresas privadas y los gobiernos, es decir, todos los círculos dominantes en materia tecnológica. Se duda en particular de que los gobiernos y las sociedades dispongan de las capacidades para sujetar social y políticamente una mundialización y un uso de las tecnologías determinado prioritariamente por fuerzas de mercado y actores transnacionales. El déficit de gobernabilidad democrática se hace más evidente que nunca cuando se encara el desarrollo humano sostenible. A pesar de la tercera ola de democratizaciones, según una encuesta de Gallup-Onu citada por Kofi Annan en su informe a la Cumbre del Milenio, dos de cada tres ciudadanos en el mundo no cree que sus países estén gobernados por la voluntad popular.

Aunque son decenas de millones las personas que se han beneficiado de la globalización y las nuevas tecnologías en China, India y algunos países de América Latina, la verdad es que dos terceras partes de la humanidad no han mejorado sus condiciones de vida y en alguna parte, como es el caso de África y algunos países de la antigua Unión Soviética, han experimentado un cruel deterioro. Los grandes objetivos de desarrollo de la Cumbre del Milenio, de entre los que destaca el de reducir la pobreza a la mitad en 2015, parecen crecientemente difíciles. Sólo 18 países parecen estar en esta vía mientras que otros 137 se encuentran en dificultades. Del mismo modo, mientras 39 países están reduciendo a la mitad la proporción de sus habitantes que pasan hambre, otros 72 no están en el camino. Ante ello muchas personas temen que las nuevas tecnologías resulten de poca utilidad para el mundo en desarrollo y hasta que sirvan para agravar las ya brutales desigualdades mundiales. Este temor tiene también su fundamento.

Las tecnologías tienden a crearse crecientemente por las empresas transnacionales (más del 60% de las actividades de investigación y desarrollo son realizadas ya por el sector privado) siguiendo la demanda de los consumidores de altos ingresos y no las necesidades de los pobres que tienen escaso poder de compra. Los países miembros de la OCDE, con el 19% de la población mundial, registraron el 99% de las 347.000 nuevas patentes emitidas ese año. No existen incentivos para desarrollar tecnologías que atiendan las necesidades de los pobres. De los 70.000 millones de dólares gastados en 1998 en investigación en salud, sólo 300 se aplicaron a vacunas contra el SIDA y 100 a la investigación sobre el paludismo. La situación, como señala el informe PNUD, es muy similar en cuanto a investigación sobre agricultura y energía. Reviste inquietud especial en la referente a las tecnologías de la información.

Sucede, en efecto, que las tecnologías de la información son hoy el fundamento de la producción basada en la interconectividad y el conocimiento. "La productividad en la nueva economía requiere de una potente base tecnológica de la que Internet es su expresión más directa. Para ser productivos y competitivos todos los países necesitan fabricar, vender y gestionar a través de Internet. La tecnología de la información es la electricidad de la era de la información e Internet es el equivalente de la turbina eléctrica en la raíz de los sistemas organizativos: la fábrica en la era industrial, la Red en la era de la información" (Castells). Así las cosas, la cuestión es preocupante dado que sólo el 3% de la población mundial accede a Internet aunque lo hacen el 40% de los Estados Unidos y Escandinavia y el 25% de Europa. Sin un golpe de timón, la expansión prevista de Internet combinada con la concentración espacial de su industria y de la provisión de contenidos inducirá a una nueva fase de la desigualdad social. Es en este sentido que se dice que la brecha digital podría agravar la ya insufrible desigualdad. Conviene no obstante evitar ciertas confusiones no cargando a la tecnología con responsabilidades que no le corresponden.

Como ha señalado Mark Malloch Brown, administrador del PNUD, la brecha digital no es más grave que la brecha de dotaciones iniciales, financiera, de capital humano, de capital social, de capacidades institucionales, democrática, etc. En realidad el que tantos países del mundo no hayan mejorado sus condiciones de vida no se debe a la brecha digital sino a las condiciones institucionales —internacionales e internas— en las que vienen funcionando la globalización y las nuevas tecnologías. Si la producción tecnológica sigue en manos de unas transnacionales cuyas redes representan casi ya el 30% del PIB mundial y orientada por la demanda de los consumidores con mayor poder adquisitivo será muy difícil revertir el incremento de la desigualdad. Pero si los gobiernos de los países en desarrollo no superan determinados bloqueos institucionales y emprenden toda una serie de políticas para facilitar el acceso y la utilización productiva de la información y el conocimiento en las nuevas redes internacionales, tampoco será posible revertir la tendencia. Todo esto significa la necesidad de introducir las nuevas tecnologías, y especialmente las de información y conocimiento, en la agenda de desarrollo de nuestro tiempo.

El informe del PNUD señala caminos interesantes al respecto. El G8 podría ayudar también. Pero todo tendrá mayor o menor credibilidad según acabe resultando la Conferencia sobre Financiamiento del Desarrollo, a celebrar en México en 2002. Como ha señalado Denis Gilhooly, dos cuestiones merecen especial atención: la gobernanza de Internet y el futuro de la ayuda oficial al desarrollo en relación a las tecnologías de información y comunicación. La propuesta que Internet opere en el futuro como una corporación privada no lucrativa basada y sometida a los derechos de los Estados Unidos resulta inaceptable para los países en desarrollo. Aquí las Naciones Unidas deberían jugar un rol vital promoviendo Internet como un bien público global. Por su parte, el futuro de la ayuda oficial al desarrollo tendrá que contemplar programas, políticas y acciones específicas tendentes a superar la brecha tecnológica que inevitablemente produce la mera lógica del mercado.

El informe del PNUD contiene sugerentes propuestas al respecto. Primero remarca la necesidad de incentivar una investigación y desarrollo que priorice las necesidades más comunes de los pobres en gran número de países, entre las cuales se encuentran:


Vacunas contra el paludismo, el sida, la tuberculosis y otras enfermedades menos conocidas como la encefalitis letárgica y la oncocercosis.

Nuevas variedades de sorgo, mandioca, maíz y otros alimentos básicos en los países de África subsahariana.

Computadoras de bajo costo y conexiones inalámbricas, así como programas electrónicos prepagos en tarjeta con chip para el comercio electrónico sin tarjeta de crédito.

Células de combustible y fotovoltaicas de bajo costo para un suministro descentralizado de electricidad.


Con estas u otras finalidades los países ricos pueden apoyar acciones mundiales que creen incentivos, nuevas alianzas y nuevas y más amplias fuentes de financiamiento. Por su parte los grupos de la sociedad civil y los activistas, la prensa y los formuladores de políticas pueden propiciar la comprensión pública de cuestiones difíciles como las diferencias de precios en los productos farmacéuticos y la aplicación equitativa de los derechos de propiedad intelectual.

Es tiempo de lanzar nuevas alianzas internacionales para la investigación y el desarrollo para los pobres entre las universidades, las empresas privadas y las instituciones públicas. Un modelo con posibilidades es la Iniciativa Internacional para la Vacuna contra el SIDA que reúne a académicos, industrias y funciones mediante acuerdos innovadores sobre derechos de propiedad intelectual.

Las necesidades mundiales de investigación y desarrollo para los pobres exigen movilizar al menos 10.000 millones de dólares adicionales, que podrían venir de las siguientes fuentes:


10% de aumento de la ayuda oficial al desarrollo procedente de los donantes bilaterales aportaría 5.500 millones de dólares.

Una reducción del 10% de los presupuestos militares de África subsahariana aportaría 700 millones de dólares sólo de estos países.

Si se trocara sólo el 1,3% del importe que requiere el servicio de la deuda a la investigación y el desarrollo se obtendrían más de 1.000 millones de dólares.

Los multimillonarios del tercer mundo podrían ser incentivados a establecer fundaciones que financiaran investigaciones de pertinencia regional.

Las compañías de alta tecnología podrían efectuar contribuciones mayores de las actuales e incluso destinar un porcentaje de sus utilidades a la investigación de productos no comerciales.

Fijación de precios diferenciales desde los productos farmacéuticos hasta los programas electrónicos.


En segundo lugar, el informe del PNUD señala las políticas que es necesario impulsar a nivel nacional para ir superando los obstáculos y creando las capacidades nacionales de acceso y utilización de las nuevas tecnologías. Si el desarrollo implica hoy capacidad para procesar información y conocimiento y aplicarlos a la mejora de la producción y de la calidad de vida, su producción efectiva exige disponer de la infraestructura de comunicación y del capital humano capaz de utilizarla. Nada de eso es posible sin construir el capital social y las capacidades institucionales necesarias al respecto.

Muchas veces se trata de superar situaciones monopólicas y precios injustificados. Aunque en la mayoría de los países sigue disminuyendo el precio del acceso a la información, las políticas que favorecen a los monopolios gubernamentales o las regulaciones inapropiadas que suscitan monopolios privados tienen el efecto de dificultar el acceso y la utilización de la información. En África subsahariana el costo anual de acceso a Internet varía entre 150 dólares en Botswana y 1.375 en Madagascar. En cambio en países como Sri Lanka la competencia entre proveedores ha estimulado las inversiones, ampliado las conexiones y promovido mejores servicios. Chile representa un modelo eficaz de privatización y regulación a la vez.

"La construcción de una infraestructura de Internet requiere la renovación y la extensión del sistema de telecomunicaciones, contar con nuevas tecnologías de telefonía celular y de comunicación por satélite: Internet móvil es el nuevo medio universal. Centros comunitarios de acceso a Internet pueden construirse en barrios y pequeños pueblos en todos el mundo; y de hecho ya ocurre así en muchos casos… La idea de que la electricidad debe preceder a Internet es más cuestionable de lo que parece… La utilización de la transmisión por satélite y la activación de los ordenadores mediante pequeños generadores o la fabricación de nuevos chips con capacidad de procesamiento estándar pero utilizando menos energía que los actuales… Las proyecciones futuras apuntan a mecanismos informáticos activados por energía solar que utilizarían chips de bajo consumo, capaces de conectarse vía satélite a la red donde la memoria y la capacidad de procesamiento estén almacenados.

Sin embargo, el punto esencial reside en la relación entre el desarrollo basado en Internet y el espectro más amplio de las necesidades de dicho desarrollo. El punto clave es el suministro de servicios públicos e infraestructuras, comenzando por el agua, la electricidad, el alcantarillado, los servicios sanitarios, la seguridad ciudadana, las libertades públicas, la justicia y otros que son los factores concomitantes del desarrollo, no sus requisitos.

El asunto crucial es cómo generar recursos económicos que permitan a un país proveer esos medios a sus pueblos, no sólo construyendo las infraestructuras sino además capacitándolos para sostenerlas económica y tecnológicamente, repararlas y actualizarlas. Así, la cuestión no es que las personas tengan que escoger entre comer o usar Internet. La propuesta política es que sólo una economía basada en Internet puede generar suficiente valor en el nuevo sistema para que los países se desarrollen lo bastante rápidamente como para proveerse a así mismos sin tener que recurrir a la caridad internacional de modo permanente".


CASTELLS, M. (2000). "Tecnologías de la Información y Desarrollo Global". En: Política Exterior. Noviembre/Diciembre, p. 151-168.


Internet sólo es importante para el desarrollo si se dispone de la gente necesaria para encontrar la información apropiada, analizarla y aplicarla a la tarea que proceda. Eso es imposible sin invertir en capital humano, social e institucional. Muchos problemas relativos a la tecnología no son tecnológicos sino sociopolíticos, pues proceden de políticas deficientes, regulaciones inapropiadas, falta de transparencia e irresponsabilidad en la gestión pública y privada. Esto no es privativo de los países en desarrollo (recuérdese la sangre infectada con virus del SIDA durante los 80, o la enfermedad de las vacas locas más recientemente), pero éstos son más vulnerables al carecer de las políticas y las instituciones necesarias para enfrentar los desafíos.

Las políticas de "infodesarrollo" son en realidad inseparables del fortalecimiento de la gobernabilidad democrática. Un estudio reciente del Centro para el Desarrollo Internacional y la Gestión de Conflictos de la Universidad de Maryland reveló que de entre los países con igual renta per cápita, los que derivaban mayores beneficios de las tecnologías de la información eran los que presentaban mejores niveles de derechos democráticos, libertades civiles, respeto por los derechos de propiedad y el estado de derecho, tenían mayores niveles de inversión en capital humano y menores niveles de corrupción. Elemental. Como tantas veces, una sesuda investigación confirma las hipótesis derivables del sentido común (vid. R. Rohozinski, "The ICT for Development Challenge: Rethoric into Reality", en Choices, junio 2001, p 16). En definitiva, las tecnologías no son sujetos sino objetos creados por la historia humana, y su nacimiento y utilización dependen de las capacidades institucionales existentes y de la responsabilidad humana para transformar dichas capacidades cuando resultan insuficientes.

Las capacidades institucionales de gobernabilidad democrática no sólo son necesarias para asegurar el desarrollo y el acceso a las infraestructuras sino también para proveer el capital humano de investigadores, técnicos y educadores necesario. Cada país necesita contar al menos con la capacidad para comprender las tecnologías mundiales y adaptarlas a las necesidades locales. Esta capacidad es transversal y afecta a todos los sectores productivos: Internet es un elemento irrenunciable de la alfabetización actual. La inversión en una educación profundamente renovada en todos sus niveles resulta aún más crucial en la era de las redes.

Para enfrentar los desafíos de la transición a la sociedad del conocimiento, a la vista de los inevitables fallos del mercado, los países avanzados han proporcionado el financiamiento para sustituir la demanda del mercado con incentivos, regulaciones y programas públicos. Las políticas de promoción o de transición a la sociedad de la información se han convertido en una nueva arena política en la esfera internacional. Pero para los países en desarrollo no se han movilizado recursos de ese tipo ni de origen nacional ni internacional. Ahora que la comunidad internacional parece tomar conciencia del problema, también hace falta que los gobiernos incorporen las nuevas tecnologías a sus agendas de desarrollo. La filantropía social internacional no podrá sustituir nunca a las respuestas políticas de los gobiernos ni a las necesarias iniciativas mundiales.

Los países en desarrollo no deberían ser rehenes perennes de las agendas de investigación establecidas en función de la demanda del mercado mundial. Si hay alguna forma de desarrollo que sea fuente de potenciación en el siglo XXI es el desarrollo que libera la creatividad humana y crea capacidad tecnológica. Muchos países en desarrollo ya están haciendo frente al reto… El significado, en última instancia, de la era de las redes es que puede ampliar los medios de acción de las personas, posibilitando que utilicen los conocimientos colectivos existentes en el mundo y contribuyan a ellos. Y el gran reto del nuevo siglo es velar por que toda la humanidad tenga acceso a esa potenciación y no sólo unos pocos afortunados.

(Informe Desarrollo Humano 2001)
Un mundo de "Sillicon Valleys" interconectados y aislados del resto del mundo no es viable, moral, política, ecológica o económicamente… Para romper el actual círculo vicioso es necesario enfrentar el estado actual de desorganización institucional, reorganizar, racionalizar y consolidar el marco institucional con una plan, una perspectiva que tenga en cuenta la diversidad de situaciones del mundo y sea elaborada con empresas, ONGs, gobiernos e instituciones internacionales construyendo redes ad hoc para proyectos específicos. Existe la necesidad de un big bang, una súbita y masiva inversión en tecnología y recursos humanos en una escala lo bastante grande y en varias áreas del mundo para impulsar el proceso de desarrollo de la información. Estos recursos sólo pueden venir de donde existen: de los países ricos, de las grandes corporaciones, de los centros de innovación y aprendizaje y de las organizaciones internacionales financiadas y apoyadas por los países industrializados. Requiere también una nueva estrategia de ayuda: no bilateral sino multilateral, no gubernamental sino de múltiples elementos: donantes y receptores, gobiernos en todos los niveles, ONGs y empresas deben implicarse en un esfuerzo conjunto. Para utilizar una imagen llamo a esa iniciativa un "plan Marshall tecnológico"… Todo puede parecer una tecnofantasía, irreal, pero lo más irreal es que se continúe con el actual modelo de desarrollo, destruyendo el medio ambiente y excluyendo a la mayoría de la humanidad de los beneficios de la más extraordinaria revolución tecnológica de la historia, sin sufrir una devastadora reacción de las sociedades y la naturaleza.

(M. Castells)


El PNUD ha cumplido su tarea, pues. ¿Estará la respuesta del G8 a la altura? Seguiremos atentos a sus deliberaciones y resoluciones así como a la evolución de las políticas bilaterales y multilaterales de desarrollo en este ámbito. Pero mientras tanto, aquí y ahora, ¿qué podemos hacer desde Cataluña? ¿Qué hacer desde la UOC, que ha de ser ventana por la que salgan y entren en Cataluña los aires del mundo?




Enlaces relacionados:

United Nations Development Programme (PNUD)
http://www.undp.org
Informe sobre Desarrollo Humano 2001
http://www.undp.org/hdr2001/spanish/
[Fecha de publicación: julio 2001]




Nota1:

Fuente: www.undp.org