Conferencia
Jornada de presentación de la UOC en Madrid (Madrid, 16 de marzo de 2002)
La liberalización de los servicios públicos
Joan Majó Cruzate

Asesor de la Unión Europea en telecomunicaciones e informática
jmajo@ictnet.es


Resumen: Para explicar con claridad qué es la liberalización de los servicios públicos y los problemas que plantea, es necesario conocer las fuerzas que originan este proceso. Nuestra sociedad industrial va en camino de convertirse en una sociedad de la información, cuya población se dedicará básicamente al sector de los servicios y la información, entendidos en el amplio sentido de la palabra, y cuya marca de bienestar, en vez de la propiedad, será el acceso a estos servicios e información. En este contexto, se plantea la necesidad de privatizar los servicios públicos, con el objetivo de que la sociedad no dependa exclusivamente del estado.

Marcando claras diferencias entre liberalización –dar paso a la competencia–, privatización –una empresa pública se convierte en privada– y mercantilismo –cambio conceptual de lo público a lo privado–, se exponen diferentes ejemplos de liberalizaciones, entre las que destacan las compañías eléctricas y telefónicas.

Finalmente, hay dos criterios válidos para llevar a cabo una privatización y liberalización: en el caso de la telefonía y del sector energético, la organización del mercado en redes comunes ya existentes para garantizar una competencia real; por otro lado, mantener el concepto de servicio público y no basarse en criterios meramente empresariales.

1. Introducción

Buenos días a todos. Es un lujo que te llame un amigo y te ofrezca dar una conferencia en Madrid sobre el tema que quieras. Es algo que se agradece extraordinariamente. Ayer decidí que os iba a hablar de algo que no puede ser más actual, como es la discusión que hubo ayer, y que se alarga hasta esta mañana, en la Cumbre de Barcelona sobre la liberalización del sector de la energía.

En esta discusión se mezclan muchas cosas y se dan mensajes muy confusos, porque se confunden debates ideológicos con intereses muy concretos, posturas políticas con alianzas en otras cosas. Por lo tanto, lo que pretendo es plantear, en términos un poco conceptuales, qué es la liberalización de los servicios públicos, qué problemas crea y por qué no podemos aplicar de una forma sencilla algunos principios económicos que se han aplicado en otras áreas –porque cuando hablamos de servicios públicos tenemos que andarnos con cierta cautela.


2. De la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento


2.1. Visión histórica

Distintas fuerzas originan este proceso de liberalización, pero sin duda alguna, no podemos olvidar que estamos entrando de forma acelerada en una sociedad de servicios. La rápida historia que a veces hacemos de las sociedades humanas civilizadas nos lleva a decir que en una cierta etapa –dejando aparte las sociedades más primitivas– el modelo social predominante en Europa era el de la sociedad agraria, hasta el siglo XVI. A partir del siglo XVII, XVIII, cambió el modelo social de las sociedades agrarias, en algunos países más deprisa que en otros, mientras que en algunas zonas todavía no ha cambiado. De la sociedad agraria se pasó a la sociedad industrial como modelo social. Ahora se está transformando aceleradamente en una sociedad de servicios. Luego profundizaré en el tema.

Por lo tanto, no tiene nada de raro que, en estos momentos, se planteen problemas serios de cómo se organizan estos servicios, ya que esta preocupación responde a una realidad. Las cifras que presento se refieren a Cataluña, porque son las que conozco mejor, pero se pueden aplicar a cualquier país europeo. En Cataluña, a finales de los años sesenta, principios de los setenta, entre un 10 y un 12% de la población activa pertenecía al sector primario, a la agricultura, ganadería, pesca. Es decir, aproximadamente un 12% de la población activa se dedicaba a proveer la alimentación suficiente al resto. Casi un 60% de la población activa, en aquella época, se dedicaba al sector industrial, a fabricar cosas de todo tipo, transformar la materia y producir objetos materiales. Y el otro 30% se dedicaba al sector de servicios, que era un cajón de sastre con muchas cosas distintas.


2.2. Predicción de futuro

Muchas veces me preguntan, más en Cataluña que en otros sitios, ¿cómo será la sociedad catalana del 2015, dentro de diez o doce años?

Tengo muy claro que menos del 5% de la población activa seguirá produciendo alimentos. Y producirá tantos alimentos o más que actualmente. La productividad agrícola lleva muchos siglos aumentando sin parar y sigue aumentando extraordinariamente. Por lo tanto, se reduce la población activa que trabaja en la agricultura, pero no significa que haya una disminución del producto agrícola.

Menos del 15% de la población activa estará en el sector industrial, pero se seguirán produciendo tantos productos industriales o más que ahora. Desde el punto de vista de la ocupación, el sector industrial empezará a ser un sector residual. Esto lo podemos aplicar a cualquier otro país europeo, con diferencias y ritmos distintos y en años distintos. No sé si ocurrirá en 2012 ó 2016, pero ya empieza a ocurrir. Por lo tanto, si un 5% de la población activa pertenece al sector primario y un 15% al industrial, ¿qué hará el otro 80%?


3. La sociedad del conocimiento


3.1. Preponderancia del sector de servicios y de la información

Hace unos años, quienes ya empezaban a ver esto, respondieron erróneamente que habría desempleo. Se han escrito libros muy serios sobre el fin del trabajo. Esto no ocurrirá. El otro 80% de la población activa estará en el sector de los servicios; pero con un 80% no es suficiente hablar sólo de servicios. ¿Qué entendemos por el sector de los servicios? Yo diría que de este 80%, un 40% –la mitad aproximadamente– desarrollará actividades relacionadas con el manejo, la creación, la distribución, la utilización de información y conocimiento, de estos elementos inmateriales a los que de una forma general llamamos información o conocimiento. Es decir, habrá un sector de un 40% de la actividad, llamado sector de la información. Por eso, esta sociedad ya no se llamará sociedad de servicios, sino que cada vez más ya la llamamos la sociedad de la información –algunos creemos que sería mejor llamarla sociedad del conocimiento. ¿Por qué? Porque así como en las sociedades agrarias el sector mayoritario era el sector de producción de alimentos, aunque ya hubiera una pequeña actividad industrial en forma de artesanos, y en las sociedades industriales el sector más importante era, y todavía es en algunos casos, el sector industrial, en estas sociedades del futuro el sector más importante será el sector de la información y del conocimiento.

A la palabra información le doy un sentido muy amplio. Con eso no quiero decir que el 40% de los ciudadanos sean periodistas, locutores de radio o presentadores de televisión, ni mucho menos. Quiero decir que su trabajo será manejar información. Por ejemplo, hoy en día, ¿qué hace en su jornada laboral un empleado de banca? Manejar información. El objeto de su actividad, que es el dinero, hoy en día no es nada más que información. El dinero ya no existe. En fin, todavía hay residuos, pero el dinero de verdad es pura información.

Antes siempre decía algo que ahora ya no puedo decir: durante los últimos tres años en Europa sólo hemos tenido una moneda que no existía físicamente, el euro. Nosotros contábamos en pesetas, como algunos cuentan en reales o en duros, que no son más que una parte alícuota de la moneda. La peseta no era nada más que una parte alícuota del euro, que resulta bastante complicada, porque un euro son 166,386 pesetas. Durante tres años, en toda Europa hemos vivido con una moneda que no existía. Las transacciones consisten simplemente en mover información. Cuando quiero saber si soy rico o no, no levanto la baldosa, como se supone que los catalanes hacíamos hace años.

¿Qué hacemos? Apretamos un botón, sale un papel: si sale rojo, mal vamos. Con lo cual, cada vez más, realizamos una gran cantidad de actividades consistentes en manejar información de este tipo. En algunas ocasiones, he preguntado qué hace durante la jornada de trabajo un funcionario y cuando una vez alguien respondió que nada, la que se armó. Anécdotas aparte, un funcionario simplemente maneja información, porque no hay otra cosa.

¿Y el otro 40%? El otro 40% de la población se dedicará a actividades relacionadas con la atención directa a las personas, la atención personal, eso que hoy en día llamamos servicios de proximidad, servicios sociales, atención directa a las personas.


3.2. El acceso a los servicios como base del bienestar

¿Qué quiero decir con eso? Cuando se habla de la sociedad del futuro, también se habla de la nueva economía, y yo siempre advierto que la nueva economía es Internet, pero también las residencias de ancianos. Tan importante será una cosa como la otra. La nueva economía es el multimedia y evolucionará mucho; pero los servicios turísticos, por ejemplo, tendrán la misma importancia desde el punto de vista de ocupación de las personas.

En la transición de una sociedad agraria a una sociedad industrial, y ahora de una sociedad industrial a una sociedad de servicios, se produce, desde un punto de vista de modelo sociológico, un doble proceso. Por una parte, cuando cambia el sector mayoritario de ocupación económica, bautizamos a la sociedad en función de aquello a lo que se dedica la mayor parte de sus miembros. Por otra parte, el tipo de sociedad cambia la base del bienestar.

En una sociedad agrícola, en la que no hay todos los alimentos que se necesitan, la base del bienestar es tener alimentos. Unos viven y otros se mueren de hambre. Por lo tanto, la disponibilidad de alimentos es el elemento central que marca los niveles de bienestar. En una sociedad industrial, como en la que todavía más o menos vivimos, la base del bienestar es la posesión de elementos materiales que nos dan bienestar. Por eso medimos nuestros niveles de bienestar con una serie de indicadores: el número de coches por persona, el número de teléfonos por persona, el número de quilos de cloro que se consume, el número de toneladas de hierro. Es decir, la producción de elementos materiales marca el nivel de bienestar. En la sociedad a la que estamos llegando, la base del bienestar no será ni la disponibilidad de alimentos, ni la disponibilidad de recursos materiales, sino el acceso a los servicios. Y por eso, los servicios adquirirán tanta importancia en todos los ámbitos, y tienen que estudiarse en serio.

En las etapas más primitivas, toda persona o familia resolvía sus necesidades de forma endógena. Es decir, la familia, el clan o la tribu primitiva resolvían sus necesidades internamente, hasta el punto de que cultivaban la tierra. El autoconsumo interno era la base fundamental de la época agrícola. En la época industrial incipiente, la misma familia hilaba los tejidos, o se cocía la cerámica. Es decir, había una producción interna. Poco a poco, la humanidad ha progresado y hemos conseguido que la mayoría de estos elementos materiales ya no se generen internamente, sino que se comercien y se compren. El mercado ha resuelto un poco el intercambio. En parte, con cierto retraso, se produce el mismo fenómeno con los servicios. La persona, y sobre todo la familia, ha resuelto históricamente muchos de los servicios que necesita. Estamos en un proceso en que estos servicios ya no los resuelve internamente la familia, sino que se adquieren externamente en forma de comercio o en forma de servicio público. A este problema me referiré luego.


3.2.1. Ejemplos

Sin embargo, no nos hemos dado cuenta de que una sociedad, que tiene como base del bienestar el consumo de productos materiales, no puede estar organizada bajo las mismas bases económicas que una sociedad que organiza cada vez más el bienestar basándose en los servicios.

Lo ilustraré con un ejemplo muy claro. En casa, todos tenemos docenas de discos compactos, y los de mi edad tenemos además docenas de discos donde había música almacenada. En los discos compactos no hay música almacenada, sólo hay números. Se cree que hay música porque al introducirlo en el reproductor unas instrucciones numéricas generan música, pero la música es una vibración y la vibración estaba de verdad almacenada en los discos antiguos. Sin embargo, la codificación digital permite mejorar la calidad.

¿Por qué tenemos en casa docenas y docenas de discos compactos? Porque encontramos un gran placer en escuchar música y en escuchar a cada momento la música que queremos, no la que ponen en la radio. Estoy convencido de que dentro de quince años, en este horizonte del que hablo, nadie tendrá en casa un solo disco compacto, ni nada que le haya sucedido tecnológicamente. En cambio, siempre se podrá escuchar la música que nos plazca, porque estaremos abonados a un servicio en el que se podrá escoger a la carta la novena de Dvorak, y sonará la novena de Dvorak. O si se quiere oír So what de Miles Davis, sonará la trompeta de Miles Davis. En el nivel tecnológico de la sociedad industrial, para resolver esta necesidad –en el fondo, una necesidad que es un placer– no ha quedado otro remedio que organizarnos en casa un almacén material de música. Cuando la finalidad, que no es tener los discos compactos desordenados, sino escuchar música, se resuelva mediante un servicio, se habrá acabado el soporte material.

Pondré un ejemplo muchísimo más simple. Espero que dentro de diez años nadie lleve reloj y sepa qué hora es –porque ahora hay gente que no lo lleva, pero no sabe la hora. Ahora, si queremos saber la hora, la única solución consiste en llevar encima una máquina de medir el tiempo. Eso es muy típico de una sociedad industrial que fabrica máquinas, porque además tenemos diecisiete relojes más por los cajones en casa. Pero si la hora se sabe, ¿para qué necesitas la máquina? Algunos seguirán llevando reloj, pero parado. Hay muchos relojes que valen la pena por otras razones, no para saber la hora. Pueden ser una joya bonita que se siga llevando, pero parado. Sin ir más lejos, la inmensa mayoría de personas tiene teléfono móvil y por lo tanto no tendría que llevar reloj. Están duplicando la hora, porque en el teléfono móvil ya está indicada.

Alguien podría decirme que yo también tengo móvil y sigo llevando reloj. Mi teoría es que el teléfono móvil hay que llevarlo más tiempo apagado que encendido, y así lo hago, con lo cual, si cada vez que quiero saber la hora tengo que ponerlo en marcha y entrarle el PIN, es horroroso. Por lo tanto, lo sigo llevando. Pero el día en que el teléfono móvil siempre esté encendido, no habrá ninguna necesidad de llevar reloj.


3.3. Del derecho de propiedad al acceso a la información

Esta desmaterialización progresiva en la resolución de nuestras necesidades es un hecho clarísimo. Las bases económicas que marcan la relación entre las personas y los recursos –la materia de estudio de la economía– no son las mismas cuando hablamos de objetos materiales que de inmateriales. Los objetos materiales, sea un reloj, una mesa, un micrófono, un vehículo, una casa, son en primer lugar, limitados, escasos. En segundo lugar, no se pueden compartir salvo excepciones. Por lo tanto, la organización del acceso a los objetos materiales tiene que partir de estas dos bases: no hay para todos y además no pueden ser de todos. De ahí la enorme importancia de saber de quién son. Por eso, todas nuestras sociedades tienen como único elemento básico el derecho de propiedad.

El derecho de propiedad es la consecuencia del derecho de propiedad de la tierra, que es fundamental en una sociedad agrícola. ¿De dónde proviene? Como la tierra es limitada y no hay para todos, es fundamental saber de quién es, porque quien la explota aumenta su bienestar. Este derecho de propiedad se puede extrapolar a otros productos.

Por lo tanto, las sociedades industriales, igual que las agrarias, están basadas en el derecho de propiedad, y la transacción económica fundamental en una sociedad industrial es la compraventa, es decir, el cambio de propiedad.

Una sociedad basada en los servicios funciona de otro modo. Por ejemplo, si una persona no tuviera reloj, me lo pide y se lo doy, a partir de entonces, él tendría reloj y yo no. Otra cosa es que le haya cobrado o no. Puedo ser generoso y hacerlo gratuitamente o hacerlo de forma onerosa. La transacción es la misma, hay un cambio de propiedad. Si esta persona no sabe la hora y yo sí, me la pide y se la doy, ahora la sabemos los dos. La organización conceptual es mucho más difícil en este caso. Con eso no quiero decir que en la sociedad de servicios todo sea jauja, porque yo podía no haberle dado la hora.

Es decir, en el primer caso discutimos la propiedad, en el segundo, el acceso. Puedo no dar acceso a un conocimiento o información que tengo. Y este derecho de acceso se convertirá en la clave de muchísimas bases económicas de nuestras sociedades, y adquirirá poco a poco la misma importancia que el derecho de propiedad a lo largo de estos últimos veinte o treinta años en Europa. La organización del derecho de propiedad es lo que ha permitido un funcionamiento más o menos adecuado de nuestros estados europeos y de todos aquellos que han imitado nuestro modelo.

En cambio, poco a poco, tenemos que suplir este derecho de propiedad con algo nuevo, que es el derecho de acceso. Nos equivocamos queriendo utilizar los principios del derecho de propiedad. El caso más claro es la propiedad intelectual. No se es propietario de la misma forma de un reloj que de un conocimiento. El conocimiento no es apropiable y, por lo tanto, la transposición del derecho de propiedad a los elementos intelectuales no saldrá nunca bien. Por eso surgen tantos problemas en este campo y cada vez que compramos una fotocopiadora nos hacen pagar un canon para la Sociedad de Autores. Está muy claro que este sistema no funciona.


4. Revisión del concepto de servicio como bien público

En este punto, llegamos a la convergencia de dos conceptos, que son, por un lado, la desmaterialización progresiva de nuestro consumo –porque nuestro nivel de bienestar no depende de la posesión de bienes materiales, sino del acceso a servicios– y, por otro lado, la importancia de la función de los servicios en nuestra vida social.

¿Qué consecuencias acarrea esto? Desde hace mucho tiempo, partimos de la base de que los bienes materiales no son un bien público, sino un bien privado. El comercio y el mercado ha organizando la distribución de los bienes. En el mundo de los servicios, en cambio, cuando éstos eran más minoritarios en la sociedad, se consideraban un servicio público. Ahora nos encontramos ante una sociedad que ve que los servicios públicos son cada vez más importantes en su vida y que por eso se replantea y revisa este concepto. Lo que es evidente es que las sociedades europeas no pueden pretender que la gran mayoría de actividades de una persona consistan en tener acceso a un servicio público. Además, por razones históricas, este servicio público normalmente ha sido gestionado por una empresa pública o por una administración pública, con todos los problemas de ineficiencia que a veces esto acarrea.


4.1. Liberalización, privatización y mercantilización

En esta revisión se confunden tres conceptos fundamentales, que se mezclan muchas veces y que en el ámbito europeo producen un caos que costará resolver.

Avanzamos en tres caminos distintos, que son la liberalización, la privatización y la mercantilización, tres términos que a veces se confunden y que son perfectamente distintos.

¿Qué es la liberalización? La liberalización consiste en pasar de un mercado en el que hay un solo suministrador a un mercado en el que hay varios suministradores que compiten entre sí. La liberalización es pasar del monopolio a la competencia y no tiene nada que ver con la propiedad del que suministra el servicio.

¿Qué es privatizar? Es lo más fácil: la empresa que prestaba un servicio era pública y se convierte en privada, con una extraordinaria repercusión, ya que por principio la obligación de una empresa pública es prestar un servicio, y la obligación de una empresa privada es ganar dinero. Por lo tanto, este simple cambio de propiedad, que se hace con el objetivo de mejorar, cosa que sucede muchas veces, implica un cambio en la naturaleza de la empresa. Mientras la empresa pública puede o no ganar dinero, la empresa privada tiene la obligación de ganarlo, porque si no, se va a la ruina.

El tercer concepto, para mí el más importante y al que se da menos trascendencia, es la mercantilización. La mercantilización supone, independientemente de quiénes sean los actores, de cuántos sean o de si son públicos o privados, pasar del concepto de servicio público al privado, lo que conlleva una profunda divergencia de criterios. Voy a poner tres ejemplos que ilustran muchas de estas cosas.


4.2. Ejemplos

Primer ejemplo. Si hay un sistema de prestación de un servicio público, nosotros, los usuarios, esperamos que este servicio público tenga la mayor calidad y el menor coste posible. Ésta es la diferencia: un buen servicio público es aquel que tiene más calidad y menos precio. En teoría hay dos maneras de asegurar la mayor calidad y el menor precio. Una es el mercado. Si este servicio lo prestan varias empresas al mismo tiempo y el usuario puede escoger entre las mismas, las empresas ya se encargarán de ofrecer el mejor servicio al menor precio. Si se me cortan las llamadas al móvil y no lo oigo bien, me pasaré a otra empresa. En este momento en España hay tres empresas que ofrecen servicios de móviles y cada una tiene sus tarifas y calidades.

El caso de la telefonía móvil fue un ejemplo clarísimo en Bruselas de cómo podía prestarse un servicio con más calidad y menos precio en forma de régimen de competencia, que no de monopolio. Por lo tanto, se impidió, en el año 1992, que las telefónicas de todos los países europeos pusieran en marcha un servicio de móviles en régimen de monopolio. Estoy muy satisfecho de que esto sea así en toda Europa. En este caso hemos creado un mercado en competencia, hemos eliminado un monopolio que no había llegado a existir –fue un monopolio frustrado, que estaba preparándose. Además, al prestarse el servicio en competencia, no había ninguna razón para que estas empresas fueran públicas. Por lo tanto, se planteó que fuera un servicio liberalizado y en régimen de empresa privada.

Segundo ejemplo. Me gustaría dejar bien claro un concepto que a veces no se entiende del todo: la diferencia entre privatización y mercantilización. Soy partidario de que algunos servicios públicos probablemente los preste el sector público. Pero hay muchísimos servicios públicos que los puede prestar o gestionar una empresa privada.

En Barcelona esta noche, aunque gane el Real Madrid, que espero que no, me pasarán a recoger la basura por la noche, por mi casa. No es el Ayuntamiento quien recoge la basura, es una empresa privada que se llama Fomento de Construcciones y Contratas, que tiene la concesión delegada. Es una empresa privada que gestiona, espero que bien, un servicio público. ¿Y eso qué significa? Que esa empresa privada no puede dejar de pasar todas las noches por calles que estén más lejos, donde viva poca gente y donde el traslado del camión resulte más costoso. A pesar de la lógica económica, no lo puede hacer porque cumple un servicio público que tiene unas bases.

Las empresas privadas que cablean nuestro país pueden argumentar que en los pueblos donde vive poca gente, el número de gente que se conectará al cable no es suficiente para que sea rentable y pueden decidir no instalarlo. No gestionan un servicio público, sino que se ha mercantilizado el concepto de este servicio público de distribución de la información. Ésta es la gran diferencia que hay entre un caso y el otro. Yo soy partidario de la privatización, pero no de la mercantilización, en el sentido de que el servicio de acceso a la información deje de ser un servicio público y se convierta en un puro tema de mercado con el que se comercie.

Tercer ejemplo. Hay una inquietud en toda España, muy especialmente en Cataluña, con la electricidad. En estos últimos años el nivel de calidad del suministro eléctrico en Barcelona ha bajado mucho, tenemos más cortes, hay problemas y en algunas zonas de Cataluña los cortes son constantes.

¿Qué ha hecho el Gobierno español en el sector eléctrico? Ha privatizado, ha dicho que liberalizaba, pero no ha liberalizado, porque la única forma de liberalizar es introducir la competencia. Hay sectores que por su esencia hacen imposible la competencia. En Cataluña hay una sola red de distribución de energía eléctrica, propiedad de Endesa, lógicamente. Esto ha sido siempre así. Cuando yo era ministro, Endesa dependía de mí, por lo tanto es un tema que conozco y sé hasta qué punto el Ministerio fijaba a Endesa las reglas de juego. Fijaba las tarifas, los niveles de calidad, y la obligaba a hacer inversiones. Había unas reglas que marcaban los niveles de calidad y los precios. En un sistema de monopolio son las reglas las que aseguran la calidad.

En un sistema de privatización, las cosas cambian. Si nos imaginamos que soy el presidente de Endesa, mi amigo Rodolfo Martín Villa, y que tengo 30.000 millones de pesetas para invertir este año, puedo hacer dos cosas. La primera, mejorar la red de distribución en Cataluña –hablo de Cataluña porque es lo que conozco–, y por lo tanto, invertir muchos de estos 30.000 millones en mejorar la red. O puedo hacer otra cosa, invertir estos 30.000 millones en extender la red en Chile, donde hace unos años entró la empresa –tiene una parte importante de mercado–, y a base de más red conseguir captar a muchísimos más clientes. Si invierto estos 30.000 millones en Chile, el año que viene tendré más clientes, facturaré más y tendré más beneficios. Si los invierto en Cataluña, el cliente estará más contento, pero probablemente no gastará ni un kilovatio más. Y si no los invierto, estará más descontento, pero tendrá que aguantarse, porque no tiene otro posible suministrador. Con lo cual, actuando como presidente de una empresa privatizada, que cotiza en bolsa, cuya obligación ante sus accionistas es la cuenta de explotación, ¿dónde invertiré los 30.000 millones? ¿Y el Gobierno español y el de la Generalitat le dicen que hace mal? ¡No! Hace lo que es debido porque está organizado así. No es culpa de Endesa que ocurra de este modo. Es culpa de haber privatizado manteniendo el monopolio. Por lo tanto, ha desaparecido la regulación y no ha aparecido la competencia, con lo cual, las cosas seguirán así. Entonces, el Gobierno decide ponerles una multa de 1.000 millones, pero les es más beneficioso pagar una multa de 1.000 millones cada dos años y seguir invirtiendo en Sudamérica, donde los beneficios son superiores a esa cantidad.

Precisamente hoy, algunos gobiernos europeos discuten sobre este tema y dicen que están dispuestos a aceptar la liberalización siempre que se mantenga el concepto de servicio público. Es decir, una cosa es que haya varias empresas y que las empresas sean privadas, y la otra que no se controlen los niveles de calidad y los precios, cosa que no se consigue en este caso mediante pura competencia, porque es un mercado en el que no hay competencia.


4.3. Posibles alternativas

He dicho que estaba muy satisfecho de cómo se privatizó y se liberalizó la telefonía móvil. Estoy absolutamente en contra de cómo se privatizó la energía, lo acabo de expresar. Estoy parcialmente en contra de cómo se privatizó la telefonía fija, que es otro servicio público que se ha convertido en mercado. En los servicios públicos como la telefonía fija, a diferencia de la móvil, la inversión para construir la red de distribución es extraordinariamente importante. ¿Cuál es la diferencia entre la telefonía móvil, la telefonía fija y la energía? Es impensable que repitamos por toda España cables eléctricos uno al lado de otro de todas las empresas distribuidoras; es impensable que haya dos redes eléctricas transmitiendo energía. En cambio, ha sido relativamente fácil construir dos redes de móviles. Telefónica Movistar tiene su red de repetidores y Airtel y Amena, las suyas. La inversión era perfectamente factible para que cada suministrador tuviera su propia red y, por lo tanto, estuviera en condiciones de competir.

En el campo energético esto no es posible y en la telefonía fija tampoco es factible. Se puede repetir la red que llaman troncal, pero es carísimo que a todos nosotros nos lleguen varios cables a casa. Hemos privatizado y liberalizado la telefonía fija de la misma forma que hicimos con la móvil, sin entender –claro que lo entienden, pero no lo aceptan– que nunca habrá varias redes en paralelo de telefonía fija. Por lo tanto, siempre habrá un suministrador que es un operador, que tiene una red, porque ya la tenía, y otros operadores que para hacerle la competencia deben pasar por su red. Podemos abonarnos a otros suministradores, pero de momento se tiene que pasar por la red que ya existía.

Para mí, hay una alternativa que defendí a fondo y que evidentemente perdió, pero que sigo defendiendo. En Europa, en el momento de liberalizar y privatizar las compañías telefónicas, se tenía que haber dividido el servicio de la red de las antiguas telefónicas y organizar un mercado de forma que hubiera una única red, pero que no fuera propiedad de ninguno de los operadores. Que todos pudieran usar la red común, del mismo modo que todos usamos las mismas carreteras y hay muchas empresas de transporte, pero no hay ninguna que construya su carretera. Entonces hay competencia real porque todos los camiones pueden pasar por la misma carretera.

Evidentemente, hay muchas presiones, intereses y un cierto papanatismo ideológico. Recuerdo una discusión que tuve con unos profesores de la London School of Economics en el año 1994 ó 1995, cuya tesis era que la única forma de competencia real era que hubiera varias redes, que cada operador tuviera su red. En este campo, esto es imposible. Al final, Bruselas decidió que los gobiernos hicieran lo que quisieran, y el principio de desintegración vertical, que es el que yo defendía, no se impuso.

Como última confidencia personal, me parecen bien las discusiones de la Cumbre de Barcelona. En este momento me siento francés, no me siento en absoluto español, porque lo que defiende el Gobierno español lo he atacado en la conferencia. En cambio, los franceses y los alemanes tienen una postura similar a la mía, que es la privatización y la liberalización, pero el mantenimiento del concepto de servicio público, con sus muchas consecuencias. En cambio, tanto Aznar como Blair o Berlusconi defienden la otra postura. Aunque eso sea una simplificación, en estos momentos me siento francoalemán y no hispanobritánico.

Otra confidencia es que después del éxito del GSM ha aparecido la tercera generación, que es el UMTS. Todos los países de Europa han hecho unos concursos para dar las licencias de UMTS, que tenían que llevar funcionando no sé cuántos meses y todavía no han empezado. No han empezado porque los operadores telefónicos ven que construir la red es demasiado caro, y le piden al Gobierno alemán, inglés y español que les deje hacer una sola red para todos, a lo que los gobiernos responden que las compañías se comprometieron a invertir miles de millones en equipos y con una única red sólo harán la tercera o cuarta parte. Las pobres empresas que fabrican los equipos, como Ericsson, Nokia y Siemens, tienen que echar a mucha gente, porque se habían comprometido a vender miles y miles de repetidores en cada país con cuatro redes, y al final han visto que no puede ser.

Con lo cual, yo tengo la esperanza de que, mediante el fracaso inicial de la tercera generación de móviles, se replantearán algunos principios básicos y tal vez entremos en razón, si lo que yo digo es la razón, que no lo pretendo, pero que por lo menos es la clara opinión que tengo y que espero haber expuesto con cierta sencillez.

Gracias.



Turno de preguntas


Moderador:

Muchas gracias. No sé si alguien quiere hacer alguna pregunta, las que consideréis. Muy bien, aquí hay un par de preguntas.


Pregunta:

Buenos días, mi nombre es Ángel Enrique. Quisiera comentarle, simplemente, a título de reflexión, después de los acontecimientos del 11 de septiembre, ¿cómo se manejaría el concepto de seguridad? También es un bien y en el ámbito mundial creo que todos estamos muy preocupados, o algo preocupados, por lo menos. Gracias.


Joan Majó:

Aparte del tema de que he hablado, que me apasiona y en el que estoy muy metido, en estos momentos en Bruselas hay algo que va muy por delante en nuestras preocupaciones, que es, ¿cómo podemos mantener en Europa unas sociedades más o menos libres, pero seguras? Os pondré algún ejemplo.

La seguridad en Internet pasa por evitar que haya según qué tipo de contenidos, de la misma forma que evitamos que en los periódicos haya según qué tipo de contenidos. Sea por razones de seguridad, por razones de honor, o por razones de pornografía infantil, por lo que sea, hay una serie de límites que todas nuestras sociedades tienen establecidos, que todos aceptamos y que se tienen que cumplir. Hay cosas legales e ilegales.

Hay un principio que cada vez se admite más, aunque costó un tiempo que se entendiera. Aquello que es legal en la calle tiene que ser legal en Internet. Y aquello que es ilegal en la calle tiene que ser ilegal en Internet. Internet no es un mundo aparte de nuestro mundo. Tardó un tiempo en entenderse, porque por ejemplo, los mismos americanos, durante muchos años, defendieron que el comercio electrónico no tuviera IVA. Compro un libro aquí y pago el IVA y lo compro por Internet y no pago el IVA, ¿qué es eso? ¿Acaso estamos en otro mundo?

Internet es un espacio más de nuestro mundo que tiene que estar sujeto a los mismos derechos y limitaciones. La gran diferencia es que en Internet es muchísimo más fácil introducir información. Editar un periódico no es tan fácil como introducir información en Internet, con lo cual los fanáticos de la seguridad empezaron a defender la necesidad de una censura en Internet, de que se prohibieran cosas. Yo estoy en contra de este principio. De la misma forma que estoy en contra de la censura en la prensa, estoy en contra de la censura en Internet. Pero la única manera de estar en contra de la censura en Internet es que el usuario de Internet haga uso de la libertad de forma responsable; no puede haber libertad sin responsabilidad.

Para que se pueda ejercer la responsabilidad, lo que no puede haber en Internet es anonimato. El anonimato impide hacer cumplir la responsabilidad. Una de las cosas que a la gente le gusta de Internet es precisamente el anonimato, y esto desaparecerá absolutamente, con lo cual, la ilusión de libertad que tenemos ahora en Internet, será una ilusión pasajera. Una sociedad, para ser segura, no tiene que imponer la legalidad a priori, que sería la sociedad dictatorial, pero tiene que ser capaz de exigir la responsabilidad a posteriori, lo que los americanos llaman traceability, que dejes traza. Todo aquello que hagas en Internet, tendrá que ser conocido para que te puedan pedir exigencias. Si alguien acepta el anonimato, tiene que haber un responsable. De la misma forma que si en un periódico se publica algo sin firma y el director no quiere decir quién lo ha firmado y, por lo tanto, él pasa a ser el responsable, en Internet será responsable el servidor que deje entrar una información sin firma o anónima. Es decir, hay que encontrar una forma de poder ejercer la responsabilidad. Con este primer ejemplo quería indicar el conflicto entre seguridad y libertad.

Segundo ejemplo. Tal como decía, la segunda generación de móviles ha sido un éxito y la tercera de momento es un fracaso, porque no ha empezado todavía y va a tardar. Una de las cosas que no estaba previsto en el UMTS, y que creo que cuando llegue finalmente se le habrá añadido, es un sistema GPS de localización vía satélite.

¿Qué quiero decir con esto? Que el día que te pierdas en la montaña, no solamente tendrás que decir que te has perdido, sino que sabrán dónde estás con dos metros de error. El GPS hoy en día da dos metros de error. Estos adelantos nos causan sentimientos contradictorios, porque implican que cada vez que uses el móvil sabrán dónde estás, estés en la montaña perdido o en un sitio que no quieres que nadie sepa. Y esto no es tan sorprendente, porque hoy en día cada vez que usamos el móvil estamos localizables, no con dos metros de error, sino con doscientos, aproximadamente. Nuestro móvil está conectado a un repetidor, y cuando nos movemos por la calle, va cambiando de repetidor. El repetidor tiene un alcance, según la orografía, de doscientos, trescientos metros o un kilómetro, con lo cual también estás perfectamente localizado. Entonces será con mucha más precisión.

Esto plantea problemas serios. ¿Hasta qué punto una sociedad con todos estos adelantos sigue siendo una sociedad en la que la privacidad existe? La localización será permanente y, si dentro de unos años a lo que ahora le llamamos "el móvil" será algo que llevaremos permanentemente conectado, estaremos en una sociedad casi transparente.

Yo tengo miedo de que esta sociedad nueva tenga muchas reticencias psicológicas, políticas y ciudadanas, con lo cual vuelvo a lo que decía en la conferencia: no entendemos que la sociedad que viene se tiene que basar en otras reglas, no sólo económicas, sin también políticas, de todo tipo. Nadie pretende que una sociedad como la nuestra pueda seguir las mismas reglas de la Edad Media. La diferencia es que desde la Edad Media a nuestro tiempo hemos tenido cinco siglos para hacer los cambios, pero ahora tenemos treinta años.

Cuesta cambiar las reglas básicas de la economía, de la política, de la relación del ciudadano con los poderes públicos. ¿Sabéis que en este momento, desde el 11 de septiembre, en el Reino Unido hay 450.000 cámaras de televisión en las calles que vigilan a la gente?

Yo estoy encantado, pero igual algún día me fastidia. La relación entre privacidad, libertad y seguridad será en el ámbito político uno de los elementos clave de discusión en Europa durante los próximos diez años. Ya había una cierta tendencia hacia la seguridad y, claro, lo del 11 de septiembre les ha ido de perilla. El 11 de septiembre, desde este punto de vista, ha servido de excusa para todo. Hablaba ayer con una persona importante del Ministerio del Interior español y me decía que el 11 de septiembre era la excusa, que la preocupación real era ETA. Si cuando los europeos vienen a España ponemos tantas medidas de seguridad por ETA, quedamos muy mal, mientras que ahora lo hacemos por el 11 de septiembre.

Creo que haces muy bien en preguntar por este tema, porque estoy convencido de que va a ser uno de los elementos clave de la discusión política europea, sobre el modelo de sociedad europeo, sobre cómo vamos a vivir colectivamente.


Moderador:

Nos quedan muy pocos minutos. Había una pregunta más. Sólo esta pregunta y terminaríamos aquí.


Pregunta:

Buenos días, soy Enrique Torres, estudiante de Ingeniería de Sistemas. Le quería preguntar sobre la liberalización del mercado energético. Veo que el problema puede ser el mismo que en la telefonía fija, porque las conducciones, evidentemente, conllevan los mismos problemas y la producción de energía también se ve contemplada por parte de los particulares, en la posibilidad de conexiones a redes. En ese sentido, también quería saber su opinión acerca de si la tendencia es eliminar esa duplicidad a redes. ¿Qué opina de la nueva propuesta de GPS europeo? ¿Cómo se intenta implantar? ¿Ya existe una?


Joan Majó:

Seré simple y repetiré el mismo concepto. Acepto la liberalización y la privatización del sector eléctrico a condición de aplicar el mismo principio que he dicho para la telefonía. Es decir, que haya una única red, que haya muchos productores de energía, que estos productores de energía tengan sus eficiencias propias y, por lo tanto, puedan ofrecer unas tarifas, que produzcan con un combustible o con otro en el momento en que hay mucha energía. Es decir, hay muchos elementos, pero todo tiene que distribuirse por una única red y esta red no tiene que ser la de uno de los productores, como ocurre hoy en día.

La propuesta que yo he hecho en el ámbito de la Comisión es que tendría que haber una única red europea de transmisión de electricidad. Entonces, podrías comprar la electricidad a un productor alemán. De momento, esto sería válido para grandes empresas que tienen grandes consumos y que por lo tanto lo harían inmediatamente. ¿Llegará un día en que podamos hacerlo nosotros con nuestros kilovatios de casa? Tal vez sí, pero primero hay que ponerlo en marcha, porque no es fácil desde un punto de vista técnico en el ámbito de todos los productores o consumidores.

Por lo tanto, creo que la liberalización pasa por el mismo principio que de momento no han querido aprobar, que es la separación de la red de la función de productor de energía.


Moderador:

Muchas gracias señor Joan Majó; y a los demás desearos un buen semestre que, como sabéis, empezó ayer.




Enlaces relacionados:

Sitio web Sociedad de la Información de la Comisión Europea:
http://europa.eu.int/information_society/index_en.htm
European Institute for the Media de Dusseldorf:
http://www.eim.org
Instituto Catalán de Tecnología:
http://www.ictnet.es
Fundación Cirem:
http://www.cirem.es
[Fecha de publicación: mayo de 2002]