Federico Mayor Zaragoza:
La educación, base de la democracia

En primer lugar nos hemos de preguntar qué es la democracia. El término democracia es de origen griego y significa “el pueblo”. Es el pueblo el que manda, es la voz del pueblo la que interpretan las autoridades para poner en práctica la voluntad del pueblo, no su autoridad. Es esta la diferencia entre la democracia, la autocracia, la plutocracia, la oligocracia, la burocracia, la tecnocracia. Es realmente toda la toda la gente, todos los ciudadanos los que mandan. Y para que una democracia sea realmente genuina, todos los ciudadanos han de tener la posibilidad de expresarse, de participar.

Si no participamos, no somos ciudadanos; nos cuentan, pero no contamos.

Descartes dijo “pienso, luego existo”. Si pienso quiere decir que soy, y si no pienso no soy un ser humano, el cual tiene una desmesurada capacidad de crear, de inventar, de imaginar, que no tiene ningún otro ser vivo. Pero también somos capaces de sentir y de reflexionar sobre estos sentimientos. También podemos decir “participo, soy ciudadano”. Si no participamos, no somos ciudadanos; nos cuentan, pero no contamos. Nos tienen en cuenta cuando llegan las elecciones, cuando se hacen encuestas de opinión, pero cuando contamos es cuando somos ciudadanos de verdad.

Nos hemos de educar para ser realmente capaces de actuar como ciudadanos...

Nos hemos de educar para ser realmente capaces de actuar como ciudadanos en plenitud, de participar, de disentir, de renunciar, de aplaudir, pero no porque nos digan que lo hemos de hacer, no porque alguien nos de instrucciones como si sólo fuéramos marionetas. Lo hago porque quiero, porque he reflexionado, he meditado.

Nos dicen que estamos en la sociedad del conocimiento, pero no es cierto. Estamos en la sociedad de la información.

Vivimos en un momento en el que normalmente sólo somos espectadores, receptores de información. Nos dicen que estamos en la sociedad del conocimiento, pero no es cierto. Estamos en la sociedad de la información. Hay algunos ciudadanos privilegiados y tenemos unos medios de información fantásticos, pero son medios de información, no de conocimiento. Hay una gran diferencia.

El conocimiento es el que se produce como consecuencia de la reflexión, del pensamiento...

...hemos de educar para conocer, para ser.

El conocimiento es el que se produce como consecuencia de la reflexión, del pensamiento, y se convierte en una respuesta personal. Tener estas respuestas personales, tener esta posición personal, esta soberanía personal, hacer lo que yo quiera y no lo que me dicen que haga, actuar de acuerdo con mi conocimiento y no con lo que me puedan decir desde fuera es fundamental para que haya esta participación ciudadana, para que los ciudadanos puedan ser agentes y factores de una democracia auténtica, genuina. Pero esto lo hemos de educar desde el primer momento, hemos de educar para conocer, para ser.

...hemos de aprender a conocer, a hacer, a ser y a vivir juntos.

Jacques Delors, en la comisión que ha presidido para la educación para el siglo XXI, ha dicho que hemos de aprender a conocer, a hacer, a ser y a vivir juntos. Vivir juntos es fundamental porque democracia también es diversidad, es pluralidad, quiere decir que todos somos únicos, que todos somos diferentes, de una manera absolutamente extraordinaria, pero que al mismo tiempo todos nos reunimos porque estamos de acuerdo con unos principios universales. Estos principios universales están bien reflejados en la Declaración de los derechos humanos del año 1948, que constituye una especie de horizonte ético o moral de la humanidad. Todos estamos de acuerdo con la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad intelectual y moral, como dice la constitución de la Unesco. Estos principios democráticos son como un pilar, las vigas que aguantan todo el edificio.

Todo esto es posible si, a la vez, cada uno de nosotros somos únicos y diferentes, y tenemos nuestra manera particular de pensar y de ver las cosas.

Todo esto es posible si, a la vez, cada uno de nosotros somos únicos y diferentes, y tenemos nuestra manera particular de pensar y de ver las cosas. Esta diversidad es nuestra riqueza y, al mismo tiempo, el hecho de estar unidos por estos grandes valores universales es nuestra fuerza. Diversidad, riqueza, unión son la fuerza. Esto es lo que hace una democracia auténtica.

Normalmente hablamos de democracia a escala local, de democracia a escala nacional. Nuestro país tiene unas comunidades autónomas que marcan esta diversidad, unas lenguas diferentes, una historia diferente, y estamos todos reunidos en un mosaico muy bonito, muy plural y muy fuerte. A la vez formamos parte de Europa y del mundo. Somos ciudadanos del mundo.

...todos formamos parte de espacio en el que todas las culturas se han de encontrar y han de interactuar.

Cuando el año 1945, después de aquella guerra terrible, del genocidio, de las prácticas más abominables de destrucción y humillación, se reúnen en San Francisco para redactar la primera carta de las Naciones Unidas, que se unían porque creían en alguna cosa todas juntas, dicen “nosotros los pueblos”, no dicen “nosotros los estados” o “nosotros las naciones”, dicen “nosotros los pueblos”, porque hoy ya todos los pueblos formamos parte de esta visión extraterritorial del mundo, ya todos formamos parte de espacio en el que todas las culturas se han de encontrar y han de interactuar.

En este espacio supranacional hoy no tenemos, por desgracia, un marco democrático, un marco ético, un punto de referencia.

En este espacio supranacional hoy no tenemos, por desgracia, un marco democrático, un marco ético, un punto de referencia. Mucha gente hace dinero de una manera opaca, turbia, y después lo blanquea, motivo por el cual se pide que se cree una autoridad internacional para que pare este tráfico de capitales intolerable; también hay pero, un tráfico de armas que representa dos mil millones de dólares cada día.

¿Os imagináis qué quiere decir un mundo en el que la fuerza es mucho más importante que el medio ambiente, que la lucha contra la pobreza y que proporcionar alimentos y agua a todo el mundo? ¿Os podéis imaginar qué es que en los países pobres no se pueda curar el sida porque dicen que el tratamiento es demasiado caro, cuando nos gastamos cada día dos mil millones de dólares en armamento? ¿Os podéis imaginar lo que es un mundo a escala internacional en el que cada día quemamos sesenta y seis millones de barriles de petróleo? ¿Os podéis imaginar un mundo en el que cada día llegan a la piel de la Tierra doscientas cincuenta y cuatro mil personas más, la cual cosa quiere decir que cada cuatro días tenemos un millón de personas más sobre la Tierra?

...ya hemos tenido suficiente violencia, lo hemos pagado muy caro.

Este es el mundo que tenemos, y es aquí, en esta democracia a escala internacional, donde hemos de actuar, y nos hemos de educar para esta democracia. Si no lo hacemos así, cada vez habrá, tal y como está pasando, una minoría de gente que acumulará riqueza frente a la inmensa mayoría que vivirá en unas condiciones absolutamente inhumanas, con la cual cosa, poco a poco, irán fermentando sentimientos de agravio, de animadversión, de odio, de violencia, e incluso de agresión. En una palabra, tendremos una gran inestabilidad, una situación de absoluto oprobio de mucha gente, de humillación de muchos de los que son nuestros hermanos y hermanas de todas las partes del mundo. Y llegará un momento en que esto provocará otro conflicto, otra guerra, y otra reacción de violencia. Y ya hemos tenido suficiente violencia, lo hemos pagado muy caro.

El siglo que ahora se acaba ha sido fantástico, hemos descubierto muchas cosas: los antibióticos, la vacuna contra la poliomelitis. Recuerdo que en la década de los cuarenta, cuando le decía a mi madre que me dolía la rodilla, se ponía blanca porque podría ser una poliomelitis. Todo esto ya ha pasado y hemos de ser conscientes de que ha sido maravilloso, pero al mismo tiempo nos hemos matado los unos a los otros de manera contínua.

...ha de haber democracia a nivel internacional, y ésta tiene un nombre: Naciones Unidas.

Hemos tenido dos grandes guerras –por cierto, no originadas en Africa o Asia, sino en el corazón de Europa  - y hemos tenido un imenso número de conflictos que han hecho que mucha gente diera lo único que tenía: su propia vida. Por tanto, ha de haber democracia a nivel internacional, y ésta tiene un nombre: Naciones Unidas. Últimamente los países más poderosos – incluyendo España – tienen una posición de recelo, de ir convirtiendo poco a poco a esta gran institución, que es un ámbito, un espacio de democracia y de referencia ética, en una organización para después del conflicto, postconflicto, y no para evitar la guerra, tal como dice la carta: “Nosotros los pueblos, hemos decidido evitar a nuestros hijos el horror de la guerra”.

Pero ahora ya no, ya no es para la construcción, para evitar el conflicto; es para actuar después del conflicto. Por tanto, están desarrollando las acciones humanitarias, las acciones de los refugiados, de los desplazados, de los heridos, de los cambios de prisioneros. Todo esto son acciones humanitarias muy buenas, pero todo esto es para la Cruz Roja.

La violencia es incompatible con la democracia.

La impunidad es incompatible con la democracia.

La sociedad de naciones, las Naciones Unidas, lo que han de hacer es evitar la guerra, es la paz. Porque si no, cuando hay guerra, no hay democracia; cuando hay violencia ésta lo ocupa todo. Que nadie se engañe: la violencia es incompatible con la democracia. Cuando quien la hace no la paga, cuando hay impunidad – ahora se ha visto a escala mundial con el caso Pinochet  - no hay democracia. La impunidad es incompatible con la democracia.

Por tanto, tenemos un círculo interactivo que también podría ser un triángulo, donde cada uno de los ángulos debe interactuar de manera continua con los otros. La paz, para que dure, ha de tener un desarrollo justo, una distribución justa. Esto sólo se puede imaginar si hay un sistema de democracia, es decir, la voz del pueblo, que protesta si las cosas no van bien.  

No ha habido nunca ningún sistema autoritario en el que las leyes hayan sido justas.

La paz es el fruto de la justicia, se ha repetido muchas veces. Creo que es así, y para que la ley sea justa, hace falta la voz del pueblo. No ha habido nunca ningún sistema autoritario en el que las leyes hayan sido justas. ¿Por qué? Porque hay el silencio, el pueblo no existe, sólo los que mandan son los que dictaminan. Esto se justifica diciendo que es el imperio de la ley. Pero, ¿había ley en Weimar cuando estaba Hitler?, ¿o en la Unión Soviética cuando estaba Stalin?. Lo que hemos de hacer es transformar la legalidad en justicia, precisamente por la intervención, por la participación de los pueblos cuando hay un sistema democrático.

La interacción entre paz, democracia y desarrollo es la manera de comprender porqué la democracia es nuestra esperanza, porqué hoy es tan relevante desde todos los puntos de vista.

...me preocupa la capacidad de expresión, porque uno puede ser libre para expresarse pero no tener la capacidad para hacerlo porque no lo han podido educar.

He hablado de la libertad de expresión como uno de los derechos humanos fundamentales, pero me preocupa la capacidad de expresión, porque uno puede ser libre para expresarse pero no tener la capacidad para hacerlo porque no lo han podido educar. Esto me ha hecho admirar mucho a mi padre y a mi madre, que sólo tuvieron una educación primara muy corta, y que gracias a su trabajo y a su formación personal desarrollaron su personalidad y capacidad creativa y participativa.

La tolerancia no es indulgencia, la tolerancia es ponernos en la piel de los otros...

Esto lo hemos de incorporar hoy de manera decidida en la educación a todos los niveles. Nos hemos de dar cuenta de que ser ciudadanos del mundo, que hemos de conocer la historia, que hemos de pensar en el futuro y sobretodo,  hemos de saber que hay unos valores fundamentales para educar en la democracia, en la tolerancia. La tolerancia no es indulgencia, la tolerancia es ponernos en la piel de los otros, la tolerancia es actuar como si estuviésemos en el papel de la persona en la que estamos pensando, o que nos sirve de referencia. En una palabra, la alteridad es fundamental para que esta democracia sea genuina, sea fuerte, sea una democracia consolidada.

 La educación es por tanto la que nos da esta capacidad de actuar por nosotros mismos, pero hemos de tener tiempo para pensar, hemos de tener tiempo para disentir, hemos de tener tiempo para no ser dóciles.

He citado muchas veces los poemas del Llibre d’hores, de Jesús Massip, que a mi me encantó. El otro día le dije que es genial tener esta reflexión sobre la docilidad a medida que pasa el tiempo. En su libro dice que las horas volverán y nos encontrarán hechos y dóciles.

Pues bien, la democracia pide – y la educación para la democracia pide – que cuando las horas vuelvan nos hallen siempre indóciles. Ésta ha sido para mi una de las grandes lecciones de mi padre, la permanente disposición al disentimiento como una exigencia ética, es decir, yo no puedo decir que estoy de acuerdo si no lo estoy, pero esto sin violencia, nunca la violencia, la violencia genera violencia. Pero con firmeza, con perseverancia, hemos de decir “no, con esto no estoy de acuerdo”. Sólo de esta manera podremos cambiar las cosas.

o se han de aceptar nunca las cosas tal y como son, si hacemos esto nunca tendremos un sistema democrático justo...

Hay una anécdota de hace siete u ocho años, cuando estaba en las Naciones Unidas. Un día mi padre me preguntó como iba la UNESCO, y le dije que iba mejor, y me respondió si realmente iba mejor o si es que yo me estaba volviendo dócil. Esto es lo que nos hemos de plantear todos los días: ¿las cosas van mejor o es que nos dejamos llevar por el viento?, ¿nos dejamos arrastrar y decimos que no hay nada que hacer y que debemos aceptar las cosas como son? ¡No señor!. No se han de aceptar nunca las cosas tal y como son, si hacemos esto nunca tendremos un sistema democrático justo, si nos dejamos arrastrar por estos grandes vendavales de uniformismo, de gregarización, no seremos nunca lo que cada ser humano ha de ser, que es ésta soberanía personal, esta capacidad de hacer el diseño de la propia vida.

He hablado de la necesidad de la existencia de una institución a escala supranacional, las Naciones Unidas, que se han de ayudar y reforzar, y de hecho, se están debilitando. Quiero acabar haciendo referencia a la sociedad civil, que ha de tener un papel más relevante por medio de las organizaciones no gubernamentales.

Últimamente ha habido manifestaciones que demuestran que no están de acuerdo en cómo se están llevando buena parte de las grandes dimensiones de la cooperación internacional, las acciones financieras, las instituciones internacionales, el Fondo Monetario, el Banco Mundial, etc.

Hace falta una red mundial de pensamiento de las organizaciones no gubernamentales.

Quiero hacer una reflexión muy rápida sobre la importancia de establecer una especie de red, a la cual cosa, entidades como la Universitat Oberta de Catalunya, nos pueden ayudar, porque tienen la capacidad de dominar estos medios informáticos y establecer unas grandes redes a escala mundial. Si no se crea una red mundial de pensamiento de las organizaciones no gubernamentales que quieren aumentar la cooperación internacional, no se podrá porque nuestros interlocutores son demasiado altos, demasiado grandes. Se está produciendo la llamada megafusión de empresas, de instituciones… y los estados tienen cada vez un papel más reducido porque sólo pueden actuar a escala nacional y ellos también se han de reunir, han de hacer uniones como la Unión Europea. Hasta ahora han sido uniones económicas, pero pueden llegar a ser uniones de política y estrategia, entonces tendrán más importancia, por eso han de tener lazos de unión que no sean sólo el dinero. Esto también lo hemos dicho siempre en casa: “a los amigos ni un duro; el dinero divide, no une”. Lo que une es lo que pensamos por igual, en la misma dirección, que sentimos los mismos valores. Esto es lo que puede unir a Europa, que sería la Europa de las luces, de la democracia, de la inspiración, de la abertura.

Cicerón nos engañó, porque nos dijo “si quieres la paz, prepara la guerra”...

Universitat Oberta, oberta significa abierta, pero no a Cataluña, sino desde Cataluña para todo el mundo, y esto es lo que hemos de hacer nosotros desde Tortosa, desde Cataluña, desde España, desde Europa. Europa ha estado demasiado cerrada. Europa se ha ido protegiendo. Hablamos de mercado libre: ¿Qué mercado libre?. El mercado agrícola de la Unión Europea es uno de los más cautivos del mundo, uno de los más protegidos. Por tanto, hemos de conocer desde nuestra realidad, la realidad del mundo, y de esta manera vivir ya el llamado pueblo global y poder tener una democracia global y practicarla como ciudadanos del mundo, que es lo más importante hoy en la educación para la democracia.

Si queremos la paz hemos de preparar la paz.

He favorecido el concepto de cultura de paz y de la no violencia ante el de cultura de imposición, de fuerza, que siempre ha estado presente en nuestra historia. Cicerón nos engañó, porque nos dijo “si quieres la paz, prepara la guerra”, y claro, hemos estado preparando la guerra, y cuando preparas la guerra haces la guerra. Ahora nos hemos dado cuenta, pero muy tarde, de que hay que preparar la paz. Si queremos la paz hemos de preparar la paz.

Sin violencia hemos de procurar poner finalmente en práctica lo que antes os decía: “nosotros, los pueblos, hemos decidido evitar a nuestros hijos el horror de la guerra”.

Pues bien, hay que sustituir esta imposición: soy más grande que tu, soy más fuerte que tu, soy más rico, y por tanto me has de obedecer, yo mando y tu has de hacer lo que yo quiero. Todo esto se ha de acabar, y lo hemos de sustituir por una relación de diálogo, de comprensión, de discusión. Sin violencia hemos de procurar poner finalmente en práctica lo que antes os decía: “nosotros, los pueblos, hemos decidido evitar a nuestros hijos el horror de la guerra”.