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Sobre charles Darwin

Un momento clave en la vida de Charles Darwin

Hoy en día, la figura de Charles Darwin se ha convertido en universal por los cambios que supuso su obra en la sociedad de la época, tanto con respecto a cambios en la mentalidad victoriana como nuevas propuestas científicas que han dado pie a numerosas investigaciones en los últimos 150 años. Mucha gente no sabe que el destino de Charles Darwin se decidió de forma repentina y por un verdadero golpe de suerte. Tal como explica Alan Moorehead (1980) en su libro sobre la expedición del Beagle (1831-1836), el destino de Charles Darwin se dio cita un 5 de septiembre de 1831 en Londres durante una entrevista con el capitán Robert Fitzroy, capitán del barco Beagle.

Sin embargo, ¿quién era pues Charles Darwin antes del 15 de septiembre de 1831?

Charles Darwin había nacido un 12 de febrero de 1809 en Shrewbury (Inglaterra) en una familia de seis hermanos y con tradición médica. Su madre murió cuando era todavía muy joven, y sus hermanas se hicieron cargo de su formación. Hasta los 16 años asistió a la escuela local, hasta que en 1825 inicia sus estudios de Medicina, la tradición familiar, en la Universidad de Edimburgo. Parece que los estudios de Medicina no le entusiasmaban, y que no podía soportar la simple visión de la sangre. Por eso, su padre le propuso hacer una carrera eclesiástica que no le impedía su gran pasión, que eran las ciencias naturales.

Por esta razón, se incorpora en 1827 al Christ’s College de Cambridge en donde sufrió por la falta de interés en el griego clásico. Pero su verdadera pasión eran las ciencias naturales, que se ampliaron con el conocimiento de su profesor de botánica, John Stevens Henslow (1796-1861), que lo introdujo en el saber naturalista. Lo acompañaba en sus salidas naturalistas y por las tardes en las barcas del río Cam. Darwin era conocido como “El hombre que pasea con Henslow".

Consiguió el grado en abril de 1831, y después acompañó a su profesor de Geología, Adam Sedgwick, en un viaje por el norte de Gales. Cuando llegó a finales de verano a su casa en Shrewsbury, encontró que había llegado una carta de Henslow, junto con otra de George Peacock, matemático y astrónomo de Cambridge que nombraba a los naturalistas que iban en los barcos. Henslow lo había recomendado para una plaza como naturalista sin sueldo a bordo del Beagle.

Su padre se lo prohibió porque eso arruinaba su carrera como futuro clérigo. A pesar de esta primera respuesta, con la ayuda de su tío Jos consiguió convencer a su padre para asistir a la entrevista con el capitán Robert Fitzroy. Aunque ambos personajes tenían caracteres y simpatías políticas diferentes, enseguida se gustaron. El capitán se dio cuenta de que estaba ante un joven entusiasta y de una inteligencia excepcional, pero no sabía si resistiría el viaje. Incluso le aconsejó que no se precipitara al tomar su decisión.

Al día siguiente se volvían a reunir y aceptaba la propuesta, e inmediatamente escribía una carta a su cas para que le hicieran el equipaje: “ Dile a Nancy que me haga cuanto antes mejor doce camisas en lugar de ocho; di a Edward que envíe mi bolsa de viaje (puede meter la llave dentro, atada con una cuerda), mis zapatillas, un par de zapatos ligeros para excursiones, mis libros en español, mi nuevo microscopio (de 6 pulgadas de largo por 3 o 4 de ancho) que tendrá que llenar con algodón, mi brújula geológica, mi padre sabe dónde está; un libro pequeño, si lo tengo en mi dormitorio, Taxidermy.”

Y así, un 11 de septiembre fueron a ver el Beagle al puerto de Plymouth...