Número 41 (febrero de 2015)

Charlie y la libertad

Anna Clua

Tras el atentado a la sede del semanario Charlie Hebdo, donde murieron doce personas, la UOC, la Asociación Profesional de Ilustradores de Cataluña y la Red Ciudadana por el Derecho a la Información y a la Comunicación organizamos la mesa redonda “Ser o no ser Charlie Hebdo. ¿Un antes y un después para el derecho a la información y la libertad de expresión?”. Como moderadora del acto, resumo las principales aportaciones de los participantes.

Desde los hechos de París se han reproducido numerosos textos de opinión en la prensa de todo el mundo que han hecho hincapié en la dicotomía generada alrededor de “ser o no ser Charlie”. Por un lado, se presenta un primer tipo de adscripción a la campaña. Se trata de la adopción instantánea del lema, con un “clic” que se extiende como la pólvora por las redes sociales. Es una adscripción popular, masiva y cargada de pulsión emotiva, condenando el asesinato de los ilustradores franceses así como la amenaza que este hecho supone para la libre expresión como valor democrático. Se suman a la campaña los jefes de gobierno y representantes políticos que el día 11 de enero, en París, lideran la manifestación de rechazo a los actos terroristas vividos en la capital francesa.

 

A raíz de este hecho surge la voz de quienes se desmarcan del uso político que se está haciendo de la campaña. Para estas personas, la cooptación de la campaña por parte de los políticos pone a descubierto la falsedad de un sistema que condena el atentado contra la libertad de expresión, al mismo tiempo que aplica leyes “mordaza”, o que condena la intolerancia del terrorismo yihadista a la vez que reproduce políticas de apartheid en el gobierno de las ciudades y de los países del “primer mundo”.

 

Entre los detractores de este “mal uso” de la campaña hay quienes se declaran “verdaderos Charlie” (en contraposición a los “falsos Charlie”) y quienes deciden desmarcarse abiertamente del lema solidario. Al grupo de quienes declaran “no ser” Charlie se suma otra expresión: la del choque de identidades culturales. No son Charlie los musulmanes que condenan el acto terrorista pero que critican tanto la estigmatización social como la banalización del insulto que provoca la difusión de contenidos como los del semanario. También rechazan declararse Charlie las personas que, sin ser musulmanas, denuncian la carencia de límites entre información y blasfemia, o entre sátira humorística y fomento del odio.

 

La mesa redonda celebrada el pasado 11 de febrero en el Colegio de Periodistas de Cataluña partió precisamente de este debate a la hora de formular la siguiente pregunta: los hechos de París, ¿marcan un antes y un después para el derecho a la información y para la libertad de expresión? Tres fueron los ponentes invitados a dar su punto de vista: Miguel Gallardo, presidente de la Asociación Profesional de Ilustradores de Cataluña; Dardo Gómez, secretario de organización de la Federación de Sindicatos de Periodistas y miembro de la Red Ciudadana por el Derecho a la Información y a la Comunicación; y Carlos Zeller, profesor de Periodismo Social en la Universidad Autónoma de Barcelona.

 

Gallardo fue conciso y contundente en su crítica al uso recurrente de la imagen de un lápiz en la campaña “Yo soy Charlie”. Argumentaba esta objeción como profesional de la comunicación gráfica y en alusión a la hipocresía que rodea el hecho de reclamar el derecho de expresión cuando el ejercicio profesional de los ilustradores se ve constantemente cuestionado (cuando no llevado a juicio). Asimismo, hizo una proclama clara ante la audiencia de la mesa redonda: “El humor gráfico sirve para molestar. El humor gráfico no tiene limitaciones”.

 

Dardo Gómez se sumó a la crítica a la hipocresía que rodea la utilización política de la campaña “Yo soy Charlie”. Se refirió, concretamente, a dos consecuencias que, a su parecer, habían tenido los hechos de París. Por un lado, la expansión de una cultura del miedo que justifica la adopción de medidas de gobierno coercitivas. Gómez alertó sobre la amenaza que la política antiterrorista supone para el derecho a informar y a ser informados libremente, a la vez que criticó la aparición reciente de “falsos Charlie” como supuestos defensores de la seguridad. Por otro lado, el periodista criticó la creciente judicialización de la libertad de expresión, con la penalización legal de prácticas como, por ejemplo, la difamación (la definición conceptual de la cual admite límites difusos). Estos hechos afectan, según él, al ya de por sí difícil equilibrio de la libertad de expresión, tanto para el ejercicio del periodismo como para el ejercicio de la ciudadanía.

Dos fueron las lecciones que, según Gómez, se podían extraer de las consecuencias del atentado contra Charlie Hebdo. La primera es la toma de conciencia de la vulnerabilidad de los periodistas en un contexto donde es difícil que la información no sucumba ante el discurso del miedo. La segunda, y no menos importante, es la necesidad de fomentar la educación en libertad de expresión para nutrir “la piel gruesa” que debe tener toda democracia.

 

La intervención de Carlos Zeller abrió un campo de análisis más amplio, haciendo énfasis en el hecho de que la vulnerabilidad de la libertad de expresión es un problema que viene de lejos y que la violencia de su represión está presente en muchos países, fuera de Europa. Según él, más allá de la necesaria condena a la brutalidad del atentado de París, hay que medir la importancia del acontecimiento poniéndolo en su contexto geopolítico. Zeller hizo hincapié en el “antes” de los hechos, subrayando la idea de que la barbarie de París no es excepcional. “Las reacciones ante un acto de este tipo –dijo– nos tienen que hacer reflexionar sobre la deriva del oficio periodístico, la deriva de la libertad de expresión y la deriva de los valores democráticos”.

 

El debate generado entre la audiencia y los ponentes, una vez finalizadas las tres intervenciones, puso de relieve temas clave como, por ejemplo, el establecimiento o no de límites en el ejercicio de la expresión gráfica y periodística desde el punto de vista ético y deontológico, o la defensa del periodismo responsable como contrapunto a la reivindicación simplista de la responsabilidad directa de los periodistas (como si estos pudieran abstraerse del sistema de medios) en la configuración de la opinión pública. También se expresó la necesidad de renovar los debates sobre la libertad de expresión, adaptándolos a la realidad social, e integrando conceptos como el de multiculturalidad. ¿El reto? Superar las dicotomías (entre el derecho a la diferencia y la libertad de expresión, entre ser o no ser Charlie). El total de intervenciones trajo hacia una reflexión final sobre si el periodismo que actualmente se pronuncia desde los márgenes del sistema hegemónico de medios puede tener algo que decir en el futuro. Gómez y Zeller coincidieron en la valoración positiva de este fenómeno reciente. Decididamente, concluyeron, con esta rendija de ejercicio libre del derecho a informar se abre un espacio de esperanza.

 

Cita recomendada

CLUA, Anna. Charlie y la libertad. COMeIN [en línea], febrero 2015, núm. 41. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n41.1516

periodismo;  ética de la comunicación;  redes sociales;  cómic; 
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