Número 64 (marzo de 2017)

De posverdad, ¿que no tenemos nada que decir?

Alexandre López-Borrull

Hace unos días mi compañero Víctor Cavaller reflexionaba en un artículo en COMeIN sobre la posverdad. Ciertamente, desde el momento en que fue llamada palabra del año por Oxford Dictionaries entre todos hemos hablado bastante de ella. Recientemente, sin embargo, tras la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, lo que gente como Michael Moore y otros anunciaban y los grandes medios de comunicación negaban, se ha dado a la posverdad un enfoque diferente. ¿Qué es lo que hace que pase aquello que no se ha analizado muy bien que podía pasar? Pues las noticias falsas, las fake news, y los algoritmos de Facebook y Google. 

 
Pero no sólo en el mundo de la política vemos como se cuestionan verdades y se quejan de la verosimilitud de las noticias que no son tan cuidadosas en sus redactados, o en el contraste de los hechos. Sin duda, la rapidez competitiva por ser el primero en informar de algo en los medios sociales, tampoco ayuda. Celebro que recientemente hayamos visto que el mundo de la Comunicación reclama un papel evaluativo más objetivo en las redacciones y en la elección de las noticias. Los propios profesionales que se afanan en redactar de forma cuidadosa sus contenidos se encuentran con que tienen que competir en clics con otros contenidos patrocinados en sus propios medios que llaman a los instintos más políticamente incorrectos. Y la gente al final no distingue en qué medio lo está leyendo.
 
También en el mundo de la Información y la Documentación hay recientemente movimientos. Es bastante relevante el artículo del blog de Comunidad Baratz, "Las bibliotecas deben luchar contra las noticias falsas en Internet", donde recuerdan el papel que clásicamente los profesionales de la información han tenido en cuanto a la evaluación de fuentes. Incorporan una infografía creada por la International Federation of Library Associations and Institutions (IFLA). Pienso que puede ser de mucha utilidad, sobre todo porque tiene esa viralidad como infografía que se puede enviar a múltiples grupos de WhatsApp donde se están difundiendo informaciones poco precisas o nada verdaderas, directamente. El hecho de que estas noticias falsas se asocien a premisas previas que el lector pretende consolidar más que contrastar hace que las noticias a medida tomen caminos más difíciles para el correcto uso de la información. Y añado la importancia de la fecha de creación de la noticia. En un mundo tan rápidamente cambiante como el nuestro, lo que hoy es cierto mañana pasa a ser en el mejor de los casos solo obsoleto, y en el peor posiblemente falso.
 
El perfil del content curator, y en parte el del community manager, tienen grandes retos en este sentido, por dos motivos. Refuerza que no todo el mundo puede serlo, y que hay límites que no se pueden cruzar. Tu comunidad ligada, por ejemplo, a un medio social ¿debe tener la información que mejor la cohesione y fidelice, o la que mejor la informe? Para los profesionales de la información y la comunicación la respuesta es evidente, pero quizás en otros ámbitos más economicistas, esto no quedará tan claro. Pero también habrá que considerar, por otra parte, que cuando confiamos en perfiles de Twitter que nos hacen de content curators les estamos dando un poder relevante y habrá siempre que preguntarse sobre los propios perfiles, no solo sobre lo que difunden. ¿A qué intereses responden, al final?
 
Noticia-falsa
 
Ciertamente, bibliotecas y profesionales de la información tienen un papel que jugar, pero no lo pueden hacer solos. Y eso me lleva a una reflexión académica pero también transversal. Cuando se decide que la búsqueda y evaluación de la información no son competencias relevantes para muchas titulaciones, se está infiriendo que es algo que se aprende por experiencia, casi por ósmosis, me atrevería a decir. Cuando se decide que el funcionamiento de las fuentes de información o las bases de datos las explique alguien que no es del ramo de la Información también perdemos por el camino. Cuando se cree que no hay que enseñar a evaluar las fuentes de información que empleamos, también entonces, en todos los casos, ayudamos a que las falsas noticias, los hechos alternativos y las posverdades se cuelen por todos los medios sociales y de relación que tenemos. Cuando se pasa a considerar que ya no hay que alfabetizar en información porque todos ya tienen móvil, que ya no es necesario enseñar a usarlo, entonces empezamos a perder la lucha por la verdad.
 
En todo caso, y recordémoslo, los profesionales de la información hace años que estamos aquí, evaluando y filtrando fuentes de información y contenidos para otros. Y en verdad decimos, esta sí, que aquí seguiremos.

 

Cita recomendada

LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. De posverdad, ¿que no tenemos nada que decir? COMeIN [en línea], marzo 2017, núm. 64. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n64.1715

periodismo;  biblioteconomía;  medios sociales;  comunicación política; 
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