17/8/16

La mente en forma: clave para el oro olímpico

La nadadora Mireia Belmonte y el tenista Novak Djokovic son un ejemplo de la cara y la cruz de los Juegos Olímpicos de Río. El talento y las condiciones físicas de ambos deportistas son incuestionables, pero la primera ha sabido gestionar la presión psicológica de una competición que solo se celebra cada cuatro años, mientras que el segundo, el gran favorito para ganar el oro, decía adiós entre lágrimas al único título que se le resiste. ¿Cómo se consigue entrenar la mente? ¿Hay un perfil de deportista que tenga más facilidad para hacerlo? Lo analiza la profesora de los estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Mireia Cabero.
Mireia Belmonte con la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Río.<br/>Foto: Flickr

Mireia Belmonte con la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Río.
Foto: Flickr

«Los deportistas de élite lo son por su alto rendimiento deportivo, que se produce cuando se ejecuta un alto rendimiento físico, lo que se conoce como el yo exterior. Ahora bien, en el ámbito físico juega un papel clave el alto rendimiento psicológico, el yo interior», explica Cabero. «Para conseguirlo –añade–, hay que aplicar todas las herramientas de la psicología y, al igual que se hace con el cuerpo, hay que entrenar la mente».

Según la profesora de la UOC, los deportistas de élite tienen rasgos psicológicos similares, pero para trabajarlos cada uno utiliza sus propias fórmulas. A modo de ejemplo, hay estudios que demuestran que los más optimistas tienen más posibilidades de mejorar sus marcas personales que los que no lo son. «Hay muchas técnicas que permiten al deportista, por un lado, tomar conciencia de lo que le está pasando interiormente y de los efectos que esto tiene sobre su rendimiento y, por otro, regularse por dentro de forma positiva», explica Cabero. Entre estas técnicas se encuentran la autoobservación interior, la gestión rápida de lo que no funciona o el control del pensamiento.

Adversidad y capacidad de resiliencia
Durante los Juegos se ha visto cómo deportistas que han tenido una infancia complicada han sabido gestionar la presión psicológica a la perfección. Es el caso de la yudoca Rafaela Silva –la primera brasileña que ha conseguido una medalla de oro– o la gimnasta estadounidense Simone Biles. La primera se crió en una favela y la segunda sufrió el abandono de su madre, que era drogadicta.

¿El hecho de haber tenido una infancia dura hace que soporten mejor esta presión? «Una niñez difícil no hace que los rasgos psicológicos de estas deportistas permitan el éxito. En estos casos su capacidad de resiliencia cuando eran pequeñas (la capacidad de resistir a las adversidades traumáticas saliendo reforzado interiormente y con más fortaleza emocional) les ha ayudado a tener rasgos de personalidad resiliente», concreta. Es decir, a tener capacidad de afrontamiento, gestión emocional positiva del dolor, actitud asertiva, optimismo, esperanza, confianza en uno mismo y en la vida, tolerancia a la frustración o una buena gestión del duelo.

Otros deportistas, sin embargo, no tienen tan interiorizados estos rasgos de personalidad y ante las dificultades para soportar la presión psicológica pueden, en los casos más extremos, acabar cayendo en el dopaje, como ha ocurrido con parte de la delegación rusa. «Cuando uno no respeta el código ético del deporte es porque no puede conseguir rebajar las marcas o puntuaciones», señala la experta en psicología emocional.

La asignatura pendiente en la escuela
La psicología del alto rendimiento no sólo se debe entrenar en el ámbito deportivo. También es clave para alcanzar retos en otros ámbitos, como el académico o el económico. Por este motivo, la experta hace un llamamiento para que el sistema educativo y las administraciones impulsen el aprendizaje de este tipo de psicología, que tiene como objetivo final la autorrealización. «Un país con gente autorrealizada sería un país con más riqueza económica, más emprendimiento, más creatividad, talento visible y útil, más atrevimiento y, en definitiva, más feliz», concluye.

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