15/5/17 · Estudios de Artes y Humanidades

El 70% de los adolescentes españoles sufre si está desconectado de Internet

Foto: Luke Porter / Unsplash (CC)

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Castigar a los adolescentes sin ver la televisión puede provocarles indiferencia. En cambio, si sus progenitores los penalizan quitándoles el móvil seguro que obtendrán una reacción mucho más furibunda. Los jóvenes tienen una relación muy intensa con las redes sociales, los dispositivos móviles, los juegos electrónicos y otras herramientas tecnológicas, un vínculo que el último informe PISA 2015 sobre el bienestar de los estudiantes describe en cifras. Según el estudio elaborado por la OCDE, 7 de cada 10 adolescentes españoles declaran sentirse «realmente mal» si no tienen conexión a internet.

El informe analiza más de medio millón de adolescentes de 15 años de 72 países. Los datos señalan que el 91 % de los estudiantes tiene un teléfono móvil conectado a internet en casa y que el 61 % se inició en la red antes de los 10 años. La inmensa mayoría de los jóvenes del estudio, 9 de cada 10, admiten que lo pasan bien utilizando dispositivos digitales. «La sensación de sentirse conectado con otros no solo gusta a los más jóvenes, sino a todo el mundo», asegura Natàlia Cantó-Milà, socióloga y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC.

Los expertos coinciden en que la recompensa inmediata que da la red en forma de «me gusta» reconforta a los adolescentes. Pero esta sensación placentera, matizan, no debe confundirse con la felicidad. Enric Puig Punyet, doctor en Filosofía, profesor de los estudios de Artes y Humanidades y autor del libro La gran adicción. ¿Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo? (Editorial Arpa), indica: «La sensación de felicidad que puede conllevar la hiperconexión es un espejismo, y construir la identidad a partir de la respuesta en redes provoca un círculo vicioso de dependencia que puede llegar a comportar cuadros de ansiedad y depresión».

La OCDE radiografía una juventud hiperconectada. En España, los jóvenes pasan en internet, de media, 167 minutos diarios entre semana y 215 los fines de semana, cifras ligeramente superiores a la media de la OCDE). Además, un 22 % de los adolescentes afirma pasar más de 6 horas diarias en la red, grupo al que en el estudio llaman «usuarios extremos». A todos les cuesta desconectar, los trastorna. El 69 % afirma que se siente mal sin internet. Puig Punyet considera excesivo para un adolescente pasar 6 horas diarias conectado y pone el foco en la industria: «La gran mayoría de aplicaciones de internet que estamos utilizando en la actualidad están muy pensadas para crearnos dependencia». Este doctor en Filosofía exige que se empiece a «pedir responsabilidad a los desarrolladores» y alerta a la sociedad de que hay que tomar conciencia del diseño adictivo de estas herramientas para lograr «la liberación del usuario».


Desconectarse es quedar aislado

Cantó-Milà, por su parte, señala que los jóvenes sufren la ausencia de internet porque «es una de las formas principales de estar conectado con los amigos y, en una cultura de la inmediatez, no saber qué se está diciendo o dónde se está quedando puede significar quedarse excluido». Apagar el móvil o quedarse sin internet es también desconectarse de sus colegas, situación que les provoca angustia. La socióloga puntualiza que la desconexión tiene un significado diferente para los adultos y para los más jóvenes. «Nos desconectamos de cosas diferentes ―explica Cantó-Milà―. Para muchos adultos, desconectar significa “vacaciones”. Es más fácil hacerlo. Para muchos adultos, desconectar es un lujo. Para los adolescentes, es una tortura».

El informe de la OCDE hace un diagnóstico de las ventajas y los riesgos que el uso de la red puede suponer para las criaturas. El estudio señala que, si bien estar conectado puede «aumentar el bienestar porque provee entretenimiento y elimina los obstáculos para la socialización», también conlleva algunos peligros. Por ejemplo, continúa el estudio, un uso excesivo de la red puede estar relacionado con un menor ejercicio físico, trastornos del sueño y obesidad, además de minar la motivación y la concentración de los alumnos y conducirlos a un mayor aislamiento.

Si bien la red ayuda a los más jóvenes a encontrar información de forma inmediata y a relacionarse con amigos que ya no tienen cerca, los expertos comparten las preocupaciones expuestas en el estudio de la OCDE. Cantó-Milà alerta que el uso intensivo de internet «afecta a la capacidad de concentración» de los más jóvenes. «La actitud de estudio pide hábitos completamente diferentes de los que pueda pedir un juego del móvil». En este sentido, Puig Punyet comenta: «El problema fundamental de internet y las redes sociales es la crisis de la atención y la focalización que están provocando y la ansiedad por la inmediatez y la disponibilidad constante». Para el filósofo, estos son problemas estructurales, de cómo están pensadas las redes.


Muchos amigos, en lugar de buenos amigos

El autor de La gran adicción reflexiona también sobre las consecuencias en las relaciones humanas: «Las redes sociales y su ideología de fondo están promoviendo una pérdida de la calidad en las interacciones humanas en beneficio de la cantidad. La satisfacción es pasajera. El comentario o la respuesta se olvida rápidamente y se busca más. El reconocimiento nunca es definitivo». Cantó-Milà señala que muchos jóvenes ignoran las consecuencias que les puede acarrear lo que cuelgan en las redes y añade: «La creatividad queda totalmente eliminada si no hay espacios donde no haya la satisfacción inmediata del juego en línea».

Los expertos subrayan la responsabilidad de los padres y de la escuela a la hora de enseñar a los menores a desconectar y a emplear de forma equilibrada las herramientas digitales. La socióloga y profesora de la UOC asegura que no hay que dejar que los adolescentes estén demasiadas horas conectados, de la misma manera que «no les dejamos comerse ocho pasteles solo porque les gusta». Puig Punyet agrega: «En la digitalización en las escuelas se confunden dos hechos que son contradictorios. Por un lado, se les quiere enseñar a utilizar las herramientas digitales sensatamente. Por la otra, se les impone una sobreconexión en las aulas. Si uno de los valores que hay que enseñar a los más jóvenes es el equilibrio entre la vida digital y la física, no podemos basar toda la escolarización en herramientas digitales». Este filósofo y profesor de la UOC apuesta por proporcionar a los más jóvenes «espacios complementarios de resistencia a la hiperdigitalización».

Expertos UOC

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