10/8/17

Las frases motivadoras no siempre tienen efectos beneficiosos

Psicólogas advierten que la eficacia del mensaje depende de la experiencia personal del receptor
Autor foto: Annie Spratt / Unsplash

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En los últimos años se han popularizado los objetos cotidianos que proclaman frases motivadoras. Tazas, libretas o cuadros invitan a afrontar el día con optimismo, animan a ser valientes y hacer realidad los objetivos personales. «Sonríe, eres fantástica», «No olvides ser feliz», o «No sueñes la vida, vive tu sueño» son solo tres ejemplos. ¿Provocan el efecto deseado? ¿Sirve de algo pronunciar, tal como promueven las redes sociales, este tipo de frases, por ejemplo, frente al espejo? Tanto la profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Mireia Cabero, como la psicóloga y autora del libro La fuerza de la gravitación emociona (Editorial UOC), Mercè Conangla, alertan de que no siempre causan un efecto beneficioso porque están condicionadas por la experiencia personal del receptor.

Las frases motivadoras están inspiradas en la llamada psicología positiva, que nació a finales de la década de 1990. En los últimos años varios estudios parecen confirmar los efectos beneficiosos de ver el vaso medio lleno. Entre los más recientes está un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard que concluye que las mujeres más optimistas tienen menos riesgo de morir por alguna de las principales causas de fallecimiento, como problemas cardíacos. Una investigación llevada a cabo por científicos finlandeses también indica que los pesimistas tienen más riesgo de morir a causa de enfermedades coronarias.

Aunque parece evidente que es mejor optar por los mensajes positivos, ¿basta con una frase fuera de contexto? Conangla advierte que hay que tener cuidado: «Hay personas que, cada vez que ven una frase de este tipo, no la viven bien, ya que su experiencia no es así». En este sentido, Mireia Cabero, experta en educación emocional, recalca que detrás de las emociones siempre hay un pensamiento que tiene un impacto sobre cómo actuamos. Por tanto –añade– las frases motivadoras pueden despertar la emoción que tengamos asociada a ellas, que puede ser agradable o no dependiendo de la persona, de las experiencias que haya tenido y del momento que esté viviendo.

«Por ejemplo, si yo me digo que sirvo, que lo conseguiré, probablemente conectaré con emociones como la confianza y la valentía, y eso me puede dar más posibilidades de actuar para conseguir algo», indica Conangla, que es cofundadora de la Fundació Àmbit Ecologia Emocional. Pero también se puede producir el efecto contrario: «Que te repitan que si quieres, puedes, te puede hundir si estás en un momento en que quieres mucho, pero puedes poco, porque te faltan, por ejemplo, recursos», subraya.


Vivencias propias, frases propias

Las dos expertas coinciden en que la clave es cómo se utilizan los mensajes positivos. De hecho –afirman– sería idóneo que procedieran de uno mismo. O, como mínimo, que se pudieran identificar con ellos a partir de sus experiencias. «Cada persona debe decidir cuál es su palabra o frase de ánimo. No puede ser trasplantada por alguien», detalla Conangla. «Imaginemos que a un niño inseguro, miedoso, le decimos que debe ser valiente. Es probable que no funcione. En cambio, si creamos una situación en la que consiga un pequeño objetivo, un éxito, y le preguntamos qué ha aprendido, será él quien construirá la frase. Y cuando tú verbalizas algo que realmente has vivido, tu emoción es real y construyes autoestima y confianza».


Regalos con conocimiento y buena salud emocional

Sea como sea, para Cabero los objetos con frases positivas ponen al alcance de todos una formulación de pensamiento que es muy positiva, «por lo tanto, prefiero que existan». La experta recomienda que, si se quiere regalar objetos con frases positivas, será importante «considerar el momento vital de la persona a la que queremos dar el objeto, saber si es una persona sensible a este tipo de detalle y explicarle por qué se lo regalamos».

Por su parte, Conangla recalca la importancia de tener criterio y cuidar la salud emocional, haciendo equipo entre pensamiento, emoción y acción. Se trata de discernir entre lo que nos conviene y lo que no: «Saber qué siento y cuestionarme las cosas que hago y que me generan desequilibrio». Para la experta, podemos hacer gimnasia emocional de mantenimiento solos o acompañados, pero hay que «entrenar hasta que nos morimos, al igual que hay que cuidar el cuerpo toda la vida».

Expertos UOC

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