21/2/19 · Institucional

Las empresas suspenden en programas para reducir el estrés con perspectiva de género

Los elementos del entorno laboral que causan estrés a mujeres y hombres son diferentes
Foto: Unsplash/LYCS LYCS (CC)

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La profesora de los Estudios de Economía y Empresa experta en recursos humanos Eva Rimbau amplía estos elementos del entorno laboral que pueden provocar estrés en las mujeres:

  1. El doble rol que tienen que jugar en el hogar y en el trabajo, muy vinculado a los roles de género de la sociedad y la influencia de las expectativas sociales. Este doble rol se refleja en una carga de trabajo más elevada para las mujeres que para los hombres, si sumamos su dedicación al trabajo retribuido y al trabajo doméstico no retribuido. Tratar de equilibrar las responsabilidades del trabajo remunerado y del no remunerado conduce a menudo a situaciones de estrés, depresión y fatiga, y puede resultar especialmente problemático cuando el salario es bajo y faltan servicios sociales y de ayuda.
  1. La discriminación por género reflejada en salarios inferiores por igualdad de responsabilidades, el muro de la maternidad y el techo de cristal (barrera invisible que impide a las mujeres acceder a las posiciones más altas de la jerarquía organizativa).
  1. Las mujeres que están solas en entornos laborales ocupados únicamente por hombres (profesiones específicas o altos niveles directivos) pueden convertirse en «ejemplos simbólicos» (en inglés, tokenism) y sufrir estereotipos y discriminación, pueden sentirse solas y ser excluidas de las redes informales que apoyan a los hombres.
  1. El riesgo de acoso sexual y de comportamientos sociales sexuales que no son acoso (flirteo, chistes o comentarios sexuales), pero que también generan estrés y malestar.

En cambio, la profesora Rimbau explica que los elementos del entorno laboral que pueden causar estrés en los hombres son:

  1. Largas jornadas laborales y más viajes, lo que comporta menos tiempo para desarrollar la relación con sus hijos.
  1. Más competitividad.
  1. La presión para cumplir los valores de la «masculinidad corporativa», es decir, se espera que los hombres sean competitivos, objetivos, dispuestos a la confrontación, lógicos y orientados a las tareas. Se les pide también que consideren el trabajo como el rol más importante de la vida y se alienta la adicción al trabajo. Todo ello les genera una excesiva preocupación por alcanzar estos valores, lo que les comporta un gran riesgo para la salud.

 

Medidas empresariales para reducir el estrés teniendo en cuenta el género

Rimbau constata que pocas empresas tienen programas para reducir el estrés que tengan en cuenta el género y propone algunas medidas que podrían llevarse a cabo. En cuanto a las mujeres, propone crear programas para eliminar la brecha de género en las retribuciones, realizar auditorías para garantizar que las mujeres no estén en desventaja en cuanto a oportunidades de formación y desarrollo o poner en marcha acciones de mentoría (mentoring) para ofrecer apoyo social.

En cuanto a los hombres, la profesora de la UOC sugiere diseñar intervenciones orientadas a disminuir la tensión del rol, ayudándoles a explorar su propio desarrollo emocional, o pensar medidas para ayudarles a descubrir las limitaciones de la «masculinidad corporativa» y a desarrollar un enfoque más equilibrado de la vida. Facilitar la conciliación entre vida laboral y personal también sería una actuación que apoyaría esta revisión de los roles masculinos y, por lo tanto, reduciría el estrés de los hombres, constata la experta.

 Sean cuales sean estas medidas para reducir el estrés laboral, Rimbau subraya que deben ir al origen para evitar que el estrés aparezca (es lo que se denomina intervenciones primarias), como por ejemplo introducir los programas para evitar el acoso sexual o reorganizar el trabajo para evitar la sobrecarga de trabajo. «Por desgracia —dice—, la mayoría de veces se intenta cambiar la respuesta de las personas ante lo que podría causar estrés (lo llaman intervenciones secundarias), como por ejemplo con los programas de ejercicio o de atención plena (mindfulness). Y, en el peor de los casos, se aplican intervenciones para curar el mal causado por el estrés (intervenciones terciarias), como por ejemplo la atención médica o psicológica cuando alguien desarrolla una depresión», concluye.

Compaginar trabajo e hijos, ¿un binomio estresante?

Por su parte, la investigadora del grupo de investigación GenTIC de la UOC Lídia Arroyo pone énfasis en la maternidad como un factor de estrés para las mujeres, especialmente cuando también son trabajadoras. Y, si esto pasa —dice—, es por la «persistencia del modelo del salario familiar», que se traduce en que uno de los miembros del hogar, tradicionalmente el hombre, está plenamente disponible para el trabajo productivo y aporta los ingresos económicos principales, mientras que la mujer se encarga del trabajo de cuidado y de casa.

El problema llega con los hijos, porque «el sistema productivo está basado en la figura del trabajador sin responsabilidades familiares y con plena dedicación al mercado de trabajo», dice Arroyo. Así, el binomio hijos y trabajo provoca estrés, «debido a la incompatibilidad de las responsabilidades y las exigencias del mercado de trabajo». Además, alerta de que este estrés es «dramáticamente más pronunciado en las mujeres trabajadoras, en quienes se supone que debe recaer el peso de la responsabilidad del cuidado de los hijos e hijas, principalmente en la primera infancia. Tanto es así que el estrés producido por la doble presencia está reconocido como un riesgo psicosocial en el ámbito laboral», alerta la investigadora.   

Niños y personas mayores también sufren estrés

Si el trabajo es un elemento generador de estrés, parece que los niños y la gente mayor no tengan que sufrirlo, pero dos psicólogas de la UOC explican, precisamente, todo lo contrario. La profesora de Psicologia Montserrat Lacalle explica que el envejecimiento, las enfermedades, el aumento de la dependencia o la pérdida de personas queridas son factores potenciales de estrés cuando se llega a la tercera edad. Sin embargo, subraya que «es muy importante la interpretación que cada persona hace de esos factores, si los ve como una amenaza o no». Y, en el caso de las personas mayores, hay que tener en cuenta que tienen menos recursos para hacerles frente por el hecho de que el propio proceso de envejecimiento comporta «cierta lentitud, disminución de la concentración o dificultades para responder a múltiples fuentes de estimulación a la vez», explica Lacalle.

¿Y qué pasa con los más pequeños? Amalia Gordóvil, psicóloga infantil-juvenil y familiar del Centro GRAT, alerta de que «el estrés del niño es representativo del estrés familiar». Para la especialista, la mejor manera de prevenir el estrés de los hijos es «trabajar para no ser adultos estresados». La también profesora de Psicología de la UOC explica las situaciones que pueden causar estrés a los niños: cuando perciben que lo que se espera de ellos es superior a lo que pueden asumir (exámenes, exceso de actividades extraescolares), cuando viven situaciones que les cuesta aceptar (pérdidas o separaciones de los padres, cambios de casa) y cuando no disponen de momentos para hacer lo que les gusta (jugar) o simplemente para no hacer nada.

Con todo, tal y como apunta el neurocientífico de la UOC Diego Redolar, «el estrés depende no solo de los parámetros físicos de la estimulación ambiental, sino sobre todo de cómo el organismo percibe estos estímulos y cómo reacciona ante ellos. Para que el estrés tenga consecuencias sobre la salud, la experiencia tiene que ser percibida como aversiva», concluye.

Expertos UOC

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