8/5/19

15.000 presos de la guerra civil trabajaron en más de 20 campos de concentración en Mallorca

La memoria histórica recuerda a aquellos «esclavos olvidados» que construyeron más de 200 km de carretera en la isla
Foto: Maria Eugènia Jaume

Foto: Maria Eugènia Jaume

Entre 1936 y 1942 se construyeron en Mallorca más de 200 kilómetros de carreteras aún en uso. Lo hicieron alrededor de 15.000 presos que trabajaron en más de 20 campos de concentración durante la guerra y en los primeros años de la dictadura. Estas son las cifras que calcula María Eugènia Jaume, investigadora y alumna del grado y del máster de Historia de la UOC, y cuyo trabajo final de máster sobre los campos de trabajo de Mallorca recoge fuentes hasta ahora inéditas.

La investigadora Jaume será una de las participantes en la jornada ¿Para qué sirve la memoria histórica hoy?, organizada en la sede de la UOC en Palma el sábado 11 de mayo. A través de dos diálogos, se debatirá sobre los efectos jurídicos, democráticos, cívicos, historiográficos y artísticos que ha tenido y puede tener para la sociedad un mayor conocimiento y reconocimiento de su pasado.

Según el coordinador de la jornada, Jaume Claret, director del grado de Historia, Geografía e Historia del Arte de la UOC, el creciente interés por el franquismo responde a un comportamiento habitual en sociedades que han vivido sucesos traumáticos como una guerra civil o una dictadura. Como en Alemania con el Holocausto o como en las repúblicas del cono sur americano: «Los abuelos callan, los padres empiezan a hablar tímidamente y los nietos exigen saberlo». En España, «el movimiento en torno a la llamada memoria histórica responde a esa voluntad de saber, no para reabrir heridas, sino para suturarlas, para recuperar la dignidad, para construir un relato integrador del pasado y para evitar repetir ciertos pasajes de la historia». En este sentido, explica Claret, en Mallorca se ha contado con «bastante consenso político» como para aprobar una legislación que, por ejemplo, está facilitando la apertura de fosas comunes.

Recuperar la dignidad es «recuperar los nombres de las personas que trabajaron en los  campos de concentración de Mallorca», añade María Eugénia Jaume, «dando importancia a sus identidades y dando nombre a las carreteras». De momento, la investigadora, que publica este mes el libro Esclaus oblidats. Els camps de concentració a Mallorca 1936-1942 ('Esclavos olvidados. Los campos de concentración en Mallorca 1936-1942', editorial Documenta Balear), ha recuperado 3.000 nombres, «pero aún quedan muchos más», añade.

Prisioneros comunes y políticos

En los campos de Mallorca se concentraron tanto presos comunes como políticos y tanto mallorquines como llegados de la península. Durante los primeros años de la guerra, los campos tuvieron dos objetivos principales: vaciar las prisiones, a rebosar durante los primeros meses de la guerra; y segundo, disponer de un lugar donde reeducar y adoctrinar a los presos opositores al régimen. Según explica María Eugènia Jaume, en algunos campos, como el de Cap Pinar, al levantarse por la mañana todos debían cantar el Cara al sol. También se sabe que en ocasiones se obligaba a los prisioneros a luchar con los franquistas en el frente republicano, añade.

En los primeros años, los prisioneros se dedicaron a construir las carreteras alrededor de Mallorca que aún hoy se transitan. «Francisco Franco en 1933 había sido comandante militar de las Baleares, conocía perfectamente la precariedad de las carreteras en esta isla y, por lo tanto, dificultaban un ágil movimiento de las tropas en caso de ataque enemigo», explica la investigadora.

Terminada la guerra, entre 1940 y 1942 cambiaron los intereses de las construcciones «debido a un nuevo temor: el inicio de la Segunda Guerra Mundial», continúa Jaume, ante la amenaza de ataque de un país aliado debido la amistad del régimen con los países del Eje. A partir de ese momento, las construcciones se centraron en la defensa y se construyeron nidos de ametralladora alrededor del litoral de la isla.

Campos rodeados de alambres de espino

En Mallorca, a diferencia de otros lugares, se cree que solo se construyó un campo de concentración: el que se sitúa en la zona montañosa de Artà, en las posesiones de Son Morey i Ferrutx. Para el resto, se habilitaron espacios de tierra en casas señoriales donde encerraban a los prisioneros. Los espacios se cercaban con alambres de espino para impedir la huida de los presos.

Uno de los primeros de estas características fue el de Lazareto de Sóller, ubicado al norte de la isla, que fue inaugurado en 1936 y en el que se sabe que murieron cuatro prisioneros en un accidente. En otros campos, como el de Regana (Llucmajor) o el de So n'Amoixa (Manacor), se fabricaban barracones de madera que se desmontaban y se llevaban a otros como el de Formentera o Tetuán.

Jornada ¿Para qué sirve la memoria histórica hoy?,

En la jornada participará Margalida Capellà, profesora de la UIB, especialista en derecho internacional penal y derecho internacional de los derechos humanos e impulsora de las leyes de Recuperación de personas desaparecidas y de Memoria democrática de las Islas Baleares. Capellà protagonizará el primer diálogo junto con el profesor de la UPF e investigador en el Max Planck Institute Alfons Aragoneses, especialista en leyes de memoria y en la relación entre derecho, justicia, memoria e identidad colectiva. Aragoneses ha coordinado el censo de deportados españoles en los campos de concentración nazi.

En el segundo diálogo participarán David Ginard, profesor de la UIB, especialista en historia del movimiento obrero, la represión política del franquismo, la resistencia contra el régimen y el movimiento de mujeres contra el fascismo en Baleares; Jaume Miró, guionista y dramaturgo, autor de piezas teatrales creadas a partir de la investigación sobre la guerra civil y el primer franquismo en Mallorca; y, finalmente, la propia Maria Eugènia Jaume.

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