9/5/19

Medidas para afrontar la llegada masiva de MENA: una ley europea y un reparto más equitativo

Las llegadas por mar de menores extranjeros no acompañados crecieron un 158%

La mitad de estos adolescentes abandona los centros de acogida
Foto: <a href="https://pixabay.com/es/users/cparks-1593059/?utm_source=link-attribution&utm_medium=referral&utm_campaign=image&utm_content=1042683" target="_blank">Pixabay / Cindy Parks </a>

Actualmente hay 13.012 menores extranjeros no acompañados (MENA) viviendo en España bajo tutela de las comunidades autónomas, según el informe Los derechos de los niños y niñas migrantes no acompañados en la frontera sur española, elaborado por Unicef. De 2017 a 2018, las llegadas por mar crecieron un 158 % y los menores registrados en el sistema de protección aumentaron un 103 %. En cuanto a niños y niñas no acompañados llegados en pateras, los datos de 2017 revelan un aumento de casi un 400 % en comparación con el año anterior.

¿Estamos preparados para hacer frente al aumento progresivo que prevén los expertos? «El sistema está ya desbordado», advierte Marc Puig, profesor colaborador del máster de Gestión y Solución de Conflictos de la UOC y educador social. «Es comprensible que ante una urgencia se opte por abrir más centros donde ubicar provisionalmente a los menores migrantes, pero es fundamental tomar otras medidas que no solo parcheen el problema, sino que prevean soluciones a largo plazo y mitiguen la alarma social».

Es necesaria la aprobación de una ley europea integral y coordinada que unifique y establezca un marco normativo general para proteger los derechos de estos menores migrantes, opina Marc Puig. Actualmente, cada país tiene sus propios procedimientos y en concreto en España cada comunidad autónoma establece sus protocolos. Esto provoca, según Marta Calderero, profesora colaboradora  del máster de Psicología Infantil y Juvenil: Técnicas y Estrategias de Intervención de la UOC, que muchos menores se escapen del centro de acogida que se les ha asignado y viajen a otras comunidades donde ofrecen recursos mejores.

Un reparto más equitativo, centros especializados y educadores más formados

El Gobierno de España anunció a finales del año pasado un sistema de reparto por comunidades autónomas que, de momento, no se está implantando. «Andalucía es la primera comunidad en número de MENA acogidos, seguida de Cataluña, pero hay comunidades como La Rioja, Islas Baleares o Navarra, por ejemplo, que todavía no asisten a estos menores en sus centros», explica Puig, quien considera «prioritaria» una implicación de todos en la ayuda a estos jóvenes para que «se integren en la sociedad y no empujarlos a las calles».

Actualmente, el incremento de MENA en territorio español está provocando su «hacinamiento» y convivencia con otros menores con necesidades totalmente diferentes. Pero esta es una «solución de emergencia que no debe convertirse en norma», según denuncia el profesor. En una primera fase, la convivencia con otros adolescentes que presentan diferentes referencias vitales y culturales «no suele funcionar», por lo que es «fundamental» disponer ya de suficientes centros especializados.

«La posibilidad de convivir con compañeros de la misma cultura, con una experiencia migratoria similar, reduce el sentimiento de aislamiento y genera sensación de bienestar, sobre todo al comienzo del acogimiento», añade Marta Calderero. Ya en una segunda fase, se recomiendan programas mixtos que permitan la convivencia con otros adolescentes, y establezcan normas y valores culturales que favorezcan el proceso de integración.

Los menores no acompañados que llegan a Europa arrastran una carga física y emocional que requiere una atención altamente especializada. La investigación llevada a cabo en 2017 Menores extranjeros no acompañados en España: necesidades y modelos de intervención reveló que casi la totalidad de los adolescentes se sentían sin fuerzas para seguir adelante, un sentimiento que solía venir acompañado de pérdida de apetito y problemas de sueño (92,9 %). En cuanto a su estado físico, algo más de la mitad de los jóvenes (52,4 %) reconoció sufrir algún dolor habitual, sobre todo dolores de cabeza, de espalda y de estómago.

El cuidado de los menores que llegan a los centros de acogida recae en los educadores sociales, «que en la mayoría de los casos no tienen formación específica. Es importantísimo disponer de más recursos para formar adecuadamente a las personas que se van a encargar de tutelar y favorecer su integración», explica Marc Puig.

Además de medidas complementarias, como clases de idiomas o cursos de formación profesional, los adolescentes requieren una terapia asistencial que «reduzca su malestar emocional y aumente su resiliencia ante futuras dificultades», añade Marta Calderero.

Alarma social por el incremento de delincuencia

Unicef calcula que la mitad de estos adolescentes termina abandonando los centros de acogida, ya sea por su propia cuenta o con ayuda de mafias, al tiempo que denuncia la presencia de gran número de niños viviendo en la calle, «sometidos a riesgo de explotación sexual y otros abusos». «Si la mitad de los adolescentes están en la calle, sin protección, ¿a quién sorprende que tengan que delinquir para sobrevivir?», expresa Marc Puig.

En la última memoria de los órganos judiciales de Barcelona, los jueces mostraron su preocupación por el incremento de MENA internados en centros de justicia juvenil tras la comisión de un delito (en noviembre de 2018, un tercio de los internados eran menores migrantes) e instaban a las autoridades administrativas a hacer «un esfuerzo adicional para aportar soluciones». Según datos de los Mossos d’Esquadra, un 18 % de los menores migrantes no acompañados que ha llegado a Cataluña en los últimos tres años ha delinquido.

Noticias como la reciente agresión de un grupo de MENA a un equipo del programa Espejo Público de Antena 3, o el apaleamiento por veinte menores migrantes no acompañados a dos vigilantes del centro de acogida del barrio madrileño de Hortaleza, contribuyen al incremento de la alarma social. Tampoco ayuda el florecimiento de reacciones violentas en grupos incontrolados, como sucedió en un reciente asalto al centro de menores de Castelldefels, en la provincia de Barcelona.

«Es cierto que muchos de estos menores cometen delitos arrastrados por su situación», reconoce Marc Puig, quien a su vez advierte de que este aumento de la violencia y la delincuencia, asociado a los pocos recursos, puede impulsarnos a acometer medidas de mayor control y seguridad, «algo totalmente lógico y razonable, siempre y cuando no se produzcan en detrimento de otras acciones que favorezcan la inserción de este colectivo en la sociedad».

De hecho, «lograr un trabajo y alcanzar una mejor forma de vida en Europa constituye el principal motivo del impulso migratorio de los MENA», según el estudio Menores extranjeros no acompañados en España: necesidades y modelos de intervención. «Si los devolvemos a sus países de origen, estos jóvenes intentarán regresar una y otra vez, y se expondrán de nuevo a los abusos de las mafias. Si deseamos acabar con la delincuencia en estos colectivos, la solución requiere emprender medidas que propicien su integración efectiva en la sociedad», concluye el profesor de la UOC.

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