22/5/19

El corto espacio entre elecciones hará crecer la abstención

La proximidad entre los procesos electorales también favorece el efecto contagio, que reproduce los resultados
Foto: Hal Gatewood/Unsplash

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Es la primera vez en la historia de la democracia que tienen lugar dos convocatorias de cuatro procesos electorales con tan poco margen de tiempo y, según los expertos, este hecho tendrá consecuencias en el comportamiento electoral. Una de ellas será que acudirán menos electores a las urnas. Mientras que en las elecciones generales del pasado 28 de abril hubo una alta participación, que alcanzó el 75,75 %, casi seis puntos por encima de las anteriores generales, los analistas políticos creen que la convocatoria del próximo 26 de mayo, en la que se eligen los representantes europeos y municipales, además de los autonómicos en muchas comunidades, tendrá una participación bastante más baja debido a la sensación de hartazgo. «Habitualmente, cuando se llama a votar en periodos muy seguidos, el elector se cansa, y eso se traduce en menos participación», señala Ernesto Pascual, doctor internacional en Ciencia Política, Políticas Públicas y Relaciones Internacionales y profesor del máster universitario de Análisis Político de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

La abstención, en este caso, se interpreta como una manifestación de agotamiento. Tan solo podría entenderse como una forma de protesta en caso de que fuera organizada. «Organizarse para abstenerse, o incluso para votar nulo, puede ser una práctica política que algunos grupos o colectivos fomenten y lleven a cabo como forma de protesta», explica Israel Rodríguez Giralt, psicólogo e investigador del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la UOC. «De hecho, en todas las convocatorias electorales hay personas, más o menos afines a ciertas (y variadas) visiones o ideologías políticas, que deciden no votar como acto político, como protesta, denuncia o no reconocimiento de la propia contienda electoral. Ya sea porque tienen otras ideas de qué es la política, o porque consideran que esa es una forma de democracia pobre, poco representativa o poco directa» señala el profesor Rodríguez Giralt. También pueden darse movilizaciones más específicas, ya sea de partidos políticos o de la propia sociedad civil, que aprovechan una contienda electoral para cuestionar la legitimidad de una determinada convocatoria electoral o para denunciar abusos o la falta de neutralidad en el sistema electoral. «En esos casos, está claro que no acudir a votar se torna un gesto de protesta política», dice el investigador.

En el escenario actual, habrá un gran porcentaje de electores «que decidirá no ir a votar por considerar que ya ha cumplido en las generales», explica el profesor Pascual, que prevé que este comportamiento se dará tanto en las municipales, en las que ha votado entre el 64 % y el 67 % de los electores en las cinco convocatorias de las dos últimas décadas, como en las autonómicas, en las comunidades donde se han convocado.

Las europeas, más importantes que nunca

En cuanto a las europeas, intervienen otros factores, además de la proximidad entre los comicios, para que se registre una baja participación. «A pesar de que ahora mismo las elecciones europeas son importantísimas, porque puede darse la circunstancia de que los grupos de extrema derecha logren unificarse y hacer un solo grupo como minoría de bloqueo en el Parlamento Europeo, siguen viéndose como algo lejano. Históricamente, las elecciones europeas tienen muy baja participación en España», recuerda Pascual, y menciona los porcentajes de participación en las últimas convocatorias para estos comicios, que ni siquiera llegaron al 46 %. Las cifras más bajas se registraron en las últimas elecciones europeas, celebradas en el 2014, cuando tan solo un 43,8 % de los electores ejerció su derecho al voto. Cinco años antes, el porcentaje fue del 44,9 %, una cifra muy similar a la del 2004, cuando acudió a votar el 45 % del electorado español. En los comicios europeos celebrados en España, tan solo se ha superado en dos ocasiones la barrera del 60 % de participación, y en ambas esta convocatoria coincidió con las elecciones municipales y autonómicas: el 10 de junio de 1987, en los primeros comicios europeos que tuvieron lugar en España, se alcanzó el 68,5 %, y el 13 de junio de 1999 acudió a votar más del 63 % del electorado.

Por ello, para aumentar la participación, la estrategia más acertada, en opinión de los expertos, sería la celebración de una única convocatoria, aunque esa opción también tendría consecuencias en el voto. «Si hubiésemos hecho un superdomingo, con todos los comicios a la vez, hubiésemos facilitado que se acudiera más a las urnas. Pero esto fomentaría que las elecciones que los votantes consideran más importantes, que serían las generales en España, tuvieran todo el peso en el debate», explica Ernesto Pascual.

Efecto contagio

Por otra parte, entre quienes sí acudan a votar, se prevé que se genere el efecto contagio, es decir, que se reproduzcan los resultados de las elecciones del pasado abril. «En situaciones como esta, hay otro factor que influye en el comportamiento electoral», asegura el profesor del máster universitario de Análisis Político de la UOC. «Es el que llamamos contagio electoral, que se traduce en que las dinámicas que hemos visto en las elecciones de hace unas semanas ―el PSOE subiendo, el PP hacia abajo, Ciudadanos en medio, Vox en ascenso llegando a las instituciones y Podemos también en bajada― más o menos se reproducirán en estas elecciones», señala Pascual, que advierte que la excepción pueden ser las localidades más pequeñas. «En las municipales siempre está el factor corrector del candidato, y cuanto más pequeña es la localidad, más peso tiene este factor. Pero los municipios medianos y grandes tienden más a este efecto contagio, que reproduce las dinámicas de las elecciones generales», afirma.

Según explica el profesor Pascual, en el voto influyen varios aspectos; entre los que tienen mayor peso se encuentran los componentes prospectivos y los retrospectivos. Estos últimos son los relacionados con la evaluación de las promesas electorales (qué se ha cumplido y qué no o cómo se ha comportado el candidato). Los prospectivos se refieren a la capacidad del candidato para generar entusiasmo y crear en el elector buenas expectativas de que logre proyectos ilusionantes. Otros factores que influyen en nuestro voto son la evaluación de los programas, el componente ideológico y el atractivo general del candidato en sí mismo.

Expertos UOC

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