24/1/18 · Institucional

«El sistema educativo pierde una gran oportunidad al no integrar más la música»

Foto: UOC

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Manel Valdivieso , director de la Jove Orquestra Nacional de Catalunya

 

Manel Valdivieso dirige desde 2001 la Jove Orquestra Nacional de Catalunya (JONC), que ni es una orquesta profesional ni forma parte de los estudios musicales superiores reglados. Es una figura aparte, pero se relaciona con todas las demás: facilita que los jóvenes músicos de más talento de Cataluña se formen durante un tiempo con profesores de prestigio internacional. Hace quince años a las pruebas de acceso se presentaban como máximo doscientas personas anualmente. Hoy, se presentan unas seiscientas. Valdivieso, que ha dirigido las principales orquestas españolas y ha trabajado también en el ámbito internacional, habló sobre liderazgo en la jornada «Profesionales competentes para organizaciones inteligentes», organizada por UOC Corporate.

 

 

Manel Valdivieso dirige desde 2001 la Jove Orquestra Nacional de Catalunya (JONC), que ni es una orquesta profesional ni forma parte de los estudios musicales superiores reglados. Es una figura aparte, pero se relaciona con todas las demás: facilita que los jóvenes músicos de más talento de Cataluña se formen durante un tiempo con profesores de prestigio internacional. Hace quince años a las pruebas de acceso se presentaban como máximo doscientas personas anualmente. Hoy, se presentan unas seiscientas. Valdivieso, que ha dirigido las principales orquestas españolas y ha trabajado también en el ámbito internacional, habló sobre liderazgo en la jornada «Profesionales competentes para organizaciones inteligentes», organizada por UOC Corporate.

 

Al tomar las riendas de la JONC, dijo que la orquesta quiere revolucionar. ¿Cómo lo está haciendo?
Tiene mucho que ver con el hecho de que llegan músicos de todo el país, desde Alcanar hasta el Empordà. Muchos vienen de escuelas de pueblos pequeños, pero tienen un gran talento. Cada uno, en su escuela, es el mejor, y esto durante un tiempo funciona muy bien; pero hay un punto en que esta persona no necesitaría esforzarse más. En la JONC encuentra a otros compañeros a los que les pasa exactamente lo mismo. Y descubre varias cosas. Una: que no está solo, que hay gente igual o mejor. Y dos: conoce personalmente a profesores de todo el mundo, en algunos casos los mejores que puede encontrar en su instrumento. Trabaja y se esfuerza más que nunca. Crece, ve nuevos horizontes. Y lo más importante de todo es que cuando terminen los conciertos volverá a casa y llevará esta mochila cargada. Y todo esto, cuando toque con sus compañeros del pueblo, se transmitirá. Y se transmitirá también a los profesores. De hecho, no siendo una herramienta propiamente del sistema educativo, la JONC ha conseguido que presentarse a sus audiciones forme parte del plan pedagógico de los conservatorios del país. Y está retroalimentando la cadena alimentaria del sistema, no solo por el lado de la élite.

¿Ha ayudado a que más gente pueda vivir, al menos en parte, como concertista de orquesta?

Hace veinte, treinta años, el mercado de la música era muy troglodita en este país: había las grandes orquestas y luego estaban las actuaciones tipo bolo, de más baja calidad. Pero no había un mercado intermedio de actuaciones de calidad, lo que sería el mercado del freelance. No existía porque el país tampoco lo pedía. El hecho de que haya mucha más gente que estudia música clásica, y que tiene acceso a ella, ha creado no solo un mercado de profesionales preparados, sino, lo que es más importante, un mercado de público al que le interesa escuchar esto. Ha conseguido que nazcan una serie de grupos que tienen una vida como el Guadiana: ahora sí, ahora no, se reúnen de vez en cuando, pero cuando se reúnen son realmente muy buenos. Y luego dan clases y tocan en alguna orquesta de fuera. La profesión ha cambiado gracias a las escuelas y los conservatorios, y también al trabajo que hace la JONC. Creo que esto es una revolución interesante.
En el acto de hoy hablamos de revoluciones tecnológicas. ¿Cómo conecta esto con la música clásica, que a priori podemos considerar algo poco moderno?
Tenemos una ventaja y un inconveniente a la vez. La materia con la que tratamos no tiene nada que ver con la tecnología. Es la belleza, y solo se produce en directo. Por lo tanto, la tecnología aplicada al concierto de clásica es muy limitada, aunque se han hecho cosas: conciertos con proyecciones de vídeos detrás, con espectáculos de luces... Pero yo diría que la mayor influencia de la tecnología en el proceso de educación musical y de formación de profesionales viene del acceso a la información. Cuando yo estudiaba, sabía que había una persona en Barcelona que tenía las partituras de Brahms, que otra tenía las de Schönberg y que, según qué buscara, nunca lo iba a encontrar. Es posible que tuviera que ir a París a buscar una partitura, o un disco en Andorra... Hoy los estudiantes tienen más herramientas, un acceso más fácil a la excelencia. Que esto sea mejor que el pasado lo podríamos discutir, porque al final lo que tienen que hacer es entrenarse, como los atletas. Pero puede facilitar el aprendizaje.
¿Y en el caso del liderazgo? Se han probado robots para que hagan de directores de orquesta...
El trabajo importante se hace en el ensayo, y a la hora del concierto el trabajo ya está hecho: en ese momento los músicos tienen al director para que les inspire o guíe, para que los ayude en la sincronía. Y hemos cambiado mucho, lo suficiente para que haya orquestas que a la hora de actuar vayan sin director y sean las mejores del mundo. Pero mejor sin director que con un robot.
¿Qué tienen en común las personas que son directoras de orquesta?
La pasión por las obras: el hecho de que, en la lectura en casa de una obra musical, sepamos ver no solo la belleza, sino las conexiones, y que eso nos lleve a la necesidad de explicarlo. Es como leer un texto tan bonito que te gustaría poder leérselo a alguien. Y también tenemos la pasión de articular a un grupo humano muy grande para alcanzar ese objetivo.
¿Cómo le llegó esta pasión?
A los catorce o quince años ya lo necesitaba. Y luego resultó que más o menos me salía bien, y fui estudiando mientras ya hacía este trabajo.

¿Cómo lo influyó su paso, de muy joven, por la Escolanía de Montserrat?

Lo más extraordinario es que aprendías cosas muy fundamentales de las que no eres consciente hasta mucho tiempo después.

Una forma de aprender muy orgánica.

Recuerdo que después de la Escolanía fui a un conservatorio y nos hacían dictados musicales, a dos voces. Lo tocaban dieciséis o veinte veces. Yo a la primera ya tenía el dictado hecho, me asusté. Lo había aprendido sin saber cómo, de manera osmótica. Creo que esto es lo mágico.
¿Qué ha aprendido de ser líder?
Dos cosas muy importantes. Primero, a saber escuchar y a no hacerlo desde un pedestal diferente. Y segundo, a aprender la forma de tener paciencia en cosas que para mí son urgentes.
Como líder de orquestas, está acostumbrado a liderar a los mejores. ¿Qué peculiaridades tiene?
No tienes que tirar tanto y tienes que conducir más. Debes conseguir que quieran hacer lo que crees que es mejor para ellos. Pero no que quieran obedecerte. Es bonito, ¿verdad?
Estamos en un encuentro organizado por la UOC y hablamos de trabajo y formación. ¿Cómo está tratando el sistema educativo a los músicos hoy en día?
El sistema educativo pierde una gran oportunidad al no integrar más la música, al no aprovechar las inteligencias múltiples. En un aula, todos los alumnos deben aprender lo mismo al mismo ritmo. Esto no es el mejor rendimiento posible, porque cada uno tiene su tempo. ¿Está bien que haya unas bases comunes? Quizás sí. Pero hay determinadas disciplinas que se refieren no tanto a las cosas que aprendemos, sino a cómo estas cosas afectan a nuestro entorno. Por ejemplo, la estrategia. En lo referente a la música, imagínate que todo el mundo supiera escuchar...

... Sin estar pensando en qué decir después de que el otro hable.

Escuchar de verdad. La diferencia que esto marca en la formación de las personas es tan grande que no sacarle partido es perder una oportunidad. Dicho esto, el sistema ha evolucionado y evoluciona bien. Pero creo que pierde una gran oportunidad al no incidir más en las diferentes inteligencias: espacial, estratégica, de tener paciencia, de escucharse... ninguna de estas cosas te hará ser peor en nada y, en cambio, todas te harán mejor en todo. Creo que es incontestable.

¿Y el papel de la universidad?

Las escuelas superiores de música tienen rango universitario, pero cuando llegamos a la universidad esto ya lo tenemos que haber aprendido. Es mejor aprenderlo de pequeño.

¿Por qué cuesta más que la clásica llegue a la gente?

Mmm... [Se ríe] Quizás porque es menos inmediata.

Y el mundo va muy rápido.

La música pop o incluso la de un cantautor es más epidérmica. La clásica es más trabajada, un lenguaje más evolucionado. Es normal que cueste un poco más. Pero no es un lenguaje imposible. Sensorialmente todos recibimos impresiones similares: si tú y yo nos sentamos a escuchar la quinta sinfonía de Beethoven, puede que no estemos pensando lo mismo, pero seguro que no pensarás en mariposas ni rosas, porque hay fuerza, determinación, decisión, en eso que está sonando. Recibiremos sensaciones y tendremos emociones similares. Hay un tipo de mensaje que es unívoco en la clásica, pero no de una manera tan epidérmica.
¿La JONC trabaja para llegar a más gente?
Hacemos muchas cosas con respuestas impresionantes del público. Por ejemplo, este año, para Proyecto Hombre, hacemos un proyecto con músicas que transitan de la oscuridad a la luz, del caos al orden. El público participa y entiende de qué hablamos con pocas frases o imágenes introductorias, que ayudan a que los participantes lleguen un poco más al fondo de lo que lo harían.

¿Para remover más adentro?

Si consigues que pase, el efecto es mucho mejor.

Hoy lo necesitaríamos quizás más que nunca...

Sí, siempre nos iría bien.

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