17/8/18 · Institucional

«Que una noticia se lea o se vea mucho no significa que tenga calidad»

Foto: UOC

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Rosa María Calaf , periodista

 

La periodista Rosa María Calaf ya no ejerce de corresponsal, ya no envía sus crónicas desde Asía o Rusia, ya no trabaja para ningún medio de comunicación… Pero, tras treinta y siete años ejerciendo de reportera y enviada especial de la Corporación de Radio y Televisión Española (RTVE), sigue llevando el periodismo en las venas y su presencia en los medios continúa siendo constante. ¿El motivo? Que para ella la jubilación no es sinónimo de inactividad: viaja, da charlas, participa en cursos…, y se ha convertido en todo un referente en temas relacionados con el periodismo, donde es muy crítica con el rumbo que está llevando la profesión, pero también en feminismo, refugiados, deontología… Rosa María Calaf participó en la Jornada Alumni Madrid 2018, en la que se debatió sobre la realidad en clave de género.

 

 

La periodista Rosa María Calaf ya no ejerce de corresponsal, ya no envía sus crónicas desde Asía o Rusia, ya no trabaja para ningún medio de comunicación… Pero, tras treinta y siete años ejerciendo de reportera y enviada especial de la Corporación de Radio y Televisión Española (RTVE), sigue llevando el periodismo en las venas y su presencia en los medios continúa siendo constante. ¿El motivo? Que para ella la jubilación no es sinónimo de inactividad: viaja, da charlas, participa en cursos…, y se ha convertido en todo un referente en temas relacionados con el periodismo, donde es muy crítica con el rumbo que está llevando la profesión, pero también en feminismo, refugiados, deontología… Rosa María Calaf participó en la Jornada Alumni Madrid 2018, en la que se debatió sobre la realidad en clave de género.

 

Lleva años jubilada, pero está más en forma que nunca. ¿Echa de menos algo de su etapa profesional?

No me siento jubilada: llevo una vida muy activa, viajo cuatro meses al año y el resto del tiempo lo dedico a participar en conferencias, presentar libros, dar clases… Siento la necesidad de compartir, creo que tengo la obligación de devolver a la sociedad algo de lo que he aprendido durante todos estos años en los que he ejercido el periodismo. Más que una profesión, la comunicación es para mí una forma de vida, pero no echo de menos mi faceta de corresponsal. Además, actualmente impera un tipo de periodismo, basado en las prisas, que no va conmigo. Aunque he de reconocer que mi última etapa en Televisión Española (TVE) fue muy buena, con Fran Llorente al frente de los servicios informativos. Sin embargo, el tipo de información que prima en la actualidad no beneficia el estilo de trabajo que desarrollábamos los corresponsales de antes. Parece que ahora se valora más la inmediatez que el periodismo reflexivo.

¿Qué opinión le merecen las diferencias y las polémicas que han surgido a raíz de la renovación de cargos en la dirección del ente público?

Se ha dado una imagen muy negativa, no me ha gustado el proceso. Por otra parte, a mí me llamaron para participar y dije que no.

Pero no es fácil asistir al nombramiento de una mujer al frente de un puesto de poder. En muchas ocasiones ha denunciado que las mujeres estamos mucho en la «tropa» y poco en las jerarquías. Y en el panorama de los medios de comunicación apenas hay mujeres directoras.

Así es. Aunque somos muchas mujeres periodistas y tenemos cada vez más visibilidad, las áreas de poder aún están mayoritariamente en manos de los hombres. Para una mujer, acceder a un puesto de reportera o corresponsal internacional siempre ha sido más difícil, pero de la misma forma que sucede en cualquier profesión que se considere más masculina. La condición de mujer es una dificultad añadida: tienes que demostrar todos los días una capacidad que, de primeras, no se te supone. Es verdad que hemos avanzado algo, en número somos muchas más que cuando yo empecé, pero aún queda mucho camino por recorrer, sobre todo en el acceso a cargos de responsabilidad. Por cierto, acabo de estar hace unos días con Soledad Gallego-Díaz, que se estrena en la dirección del diario El País, y es una excelente profesional con una gran experiencia. Espero que le dejen hacer todo lo que quiere.

También ha comentado muchas veces que, en el caso de las mujeres periodistas, la experiencia no es un valor en sí mismo y que prima la juventud y el aspecto físico sobre la valía.

Esto ocurre aquí y en muchas otras partes. En Estados Unidos, las presentadoras de los telediarios son todas jóvenes y con un aspecto físico excelente, cosa que no ocurre con los hombres. Yo siempre digo que, si te tienen que operar, elegirás a un médico o a una médica por su experiencia y no por su aspecto físico. En el caso del periodismo debería ser igual. Por regla general, una persona con más experiencia sabrá hacer llegar mejor información que una que cuente con un menor bagaje.

Entonces, las periodistas sufren el machismo por partida doble: por un lado, para ejercer en determinados puestos han de ser jóvenes y guapas, y, por otro, en el ejercicio de su profesión pueden sufrir acoso. ¿Cómo ha vivido el caso de la reportera que en el reciente Mundial de fútbol denunció acoso y la posterior reacción de ciertas compañeras periodistas que, de algún modo, relacionaron la presencia de aquella en Rusia solo con su aspecto físico?

Es que son dos cosas diferentes y no deberían mezclarse. Por un lado, que las periodistas sufran acoso en el ejercicio de su trabajo es totalmente denunciable. Y, por otro, es cierto que en los medios de comunicación se colocan en determinados puestos a figuras femeninas, que independiente de lo bien que lo hagan, que no lo dudo, consiguen estar ahí no por su experiencia sino por la juventud o el físico. Y esto no tiene nada que ver con lo otro, como digo, y no se debe mezclar.

¿Cómo recuerda su última etapa en Asia, donde ejercer el periodismo, siendo mujer, podía ser especialmente complejo?

En esta zona hay muchos países patriarcales, como Japón, que es uno de los estados más machistas del mundo. Pero también es un área geográfica con países como Pakistán o Afganistán, de corte más fundamentalista. Muchos, de hecho, se fueron haciendo más fundamentalistas en los últimos años. Y, aunque es cierto que en estos países ser periodista mujer hace el trabajo más difícil, tengo que decir que las extranjeras disfrutamos de más privilegios que las mujeres que viven allí.

¿Con qué se queda de esos años?

Fue una etapa fascinante desde un punto de vista informativo, muy rica en aspectos culturales, sociales, políticos y económicos. En Asia no aplican gran parte de nuestros referentes, pero, aun así, tampoco podemos hablar de una «cultura asiática», porque dentro del continente existen innumerables tradiciones que no tienen nada que ver unas con otras. La corresponsalía Asia-Pacífico abarca desde Pakistán hasta Nueva Zelanda. Por ejemplo, países como Filipinas, Japón o Pakistán no se parecen nada entre sí. El tiempo en la corresponsalía supuso para mí un gran esfuerzo de aproximación a una realidad absolutamente distinta y un aprendizaje permanente. Tuve la oportunidad de vivir y narrar los años en los que esta zona fue adquiriendo cada vez más peso internacional. Un área tan vasta exigía viajar de un rincón a otro casi continuamente. Por no hablar de la dificultad de seleccionar un tema entre los muchos acontecimientos informativos que se desarrollaban de forma simultánea en escenarios geográficamente muy distanciados y donde no siempre se disfruta de plena libertad de movimientos. Por otra parte, disfruté mucho de la belleza natural y paisajística del sudeste asiático. También me gusta el área de Camboya, Laos y Vietnam. Dejando a un lado la vertiente política y determinadas estructuras de poder, con ideas que obviamente no comparto, son países donde me siento muy a gusto y con los que coincido en muchos aspectos. Me fascinan sus gentes, que, en general, valoran mucho la reflexión, el equilibrio, el respeto a los valores culturales y el beneficio colectivo.

Pero antes tuvo la oportunidad de trabajar en Nueva York, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong, Pekín… Incluso en Moscú, durante dos etapas, la primera de ellas durante la apertura de la primera corresponsalía de TVE en la Unión Soviética en 1987.

Viví los primeros años de Gorbachov, cuando el país inició la apertura. Fueron tiempos confusos y complejos, había que interpretar los gestos y los silencios, de los que a veces incluso se podía deducir más que de los discursos. Una década después, ya en la época de Yeltsin, cuando supuestamente estábamos ante un sistema más democrático, aún existían personalidades muy arraigadas que no eran proclives al cambio. Se trataba de una reforma de naturaleza muy imperfecta, con muchos tics y mentalidades de otra época. Quizá se perseguía una transformación de las estructuras de poder, pero sin el convencimiento de contar con la gente para protagonizarla. La imagen que se trasladaba internacionalmente pretendía ser otra, pero la realidad es que la información de lo que estaba sucediendo seguía siendo muy parcial.

Volviendo a la actualidad de TVE, ¿por dónde debería ir la televisión pública? ¿En qué otros países deberíamos mirarnos?

La BBC sigue siendo un ejemplo de buena televisión pública, aunque, según dicen, las cosas ya no están tan bien como hace unos años. TVE debe estar al servicio del ciudadano, ser independiente y profesional. Yo dejé el ente en 2009: en mi última etapa creo que se consiguió una cierta independencia, con pocas interferencias del poder político. Sin embargo, después se perdió el respeto por los profesionales de la casa, y, por lo tanto, al ciudadano. Al fin y al cabo, es la sociedad la que tiene derecho a una televisión pública de calidad.

También ha denunciado en muchas ocasiones que en los medios hoy en día prima el entretenimiento sobre la información.

Sí, actualmente no se persigue la excelencia informativa, sino tener más audiencia. Se prioriza lo que impacta sobre lo que importa. Pero, en realidad, que una noticia se lea o se vea mucho no significa que tenga calidad. Los medios de comunicación se han mezclado con los poderes políticos y económicos, ya no ejercen su papel de analizar, explicar, profundizar, vigilar y denunciar. El periodismo está alcanzando unos grados de deterioro irreconocibles. La información, ahora, nos llega desde múltiples plataformas, y los ciudadanos creen estar informados, pero lo que están recibiendo son noticias ausentes de rigor, imprecisas, mercantilizadas y poco independientes.

¿Qué papel juega la tecnología en esta banalización de la información?

El avance de la tecnología debería facilitar la difusión de una buena información, pero al final es todo lo contrario. Las redes sociales, que son un excelente canal para difundir conocimiento y hacer llegar información rigurosa y fiable en beneficio de la mayoría, se han convertido en lo contrario: un lugar de desinformación donde las mentiras, de tanto repetirlas, casi parecen reales. Nunca hemos tenido una herramienta de conocimiento tan poderosa entre las manos, pero, si no se usa bien, su efecto se vuelve en contra.

¿Se refiere a la infoxicación o sobreabundancia de información?

Es tan difícil hacer periodismo en situaciones de restricción o censura política como cuando se produce un exceso de información. Si no hay transparencia, el periodista tiene que sacar la noticia de donde no hay nada, pero, cuando se genera demasiada información, hemos de preocuparnos por buscar lo que realmente debemos contar, no aquello hacia lo que han desviado nuestra atención porque determinados poderes quieren que lo contemos. Esto está ocurriendo ahora con internet, cuando se pone el contenido al servicio de la tecnología, y no al revés.

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