28/12/18 · Estudios de Economía y Negocios

«Tenemos evidencias de una desaceleración, agravada por el Brexit y la guerra comercial entre China y Estados Unidos»

Foto: UOC/Celia Atset

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Josep Lladós , profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC

 

El 2019 empieza con un clima de incertidumbre preocupante: el Brexit continúa bloqueado a la espera de un acuerdo que parece que no llega nunca, la guerra comercial entre China y Estados Unidos puede intensificarse y, indirectamente, puede afectar a las economías más potentes del planeta, y los medios empiezan a hablar de una desaceleración, palabra que puede ser la antesala de algo peor. Mientras, en Cataluña continúa la incertidumbre, que es el peor enemigo del crecimiento económico. Hablamos de todos estos temas con Josep Lladós, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. 

 

 

El 2019 empieza con un clima de incertidumbre preocupante: el Brexit continúa bloqueado a la espera de un acuerdo que parece que no llega nunca, la guerra comercial entre China y Estados Unidos puede intensificarse y, indirectamente, puede afectar a las economías más potentes del planeta, y los medios empiezan a hablar de una desaceleración, palabra que puede ser la antesala de algo peor. Mientras, en Cataluña continúa la incertidumbre, que es el peor enemigo del crecimiento económico. Hablamos de todos estos temas con Josep Lladós, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. 

 

Empezamos con una de las principales preocupaciones de los ciudadanos de este país: el acceso a la vivienda. ¿Qué puede ocurrir en 2019 con respecto a los precios de los pisos de alquiler y de compra?

Estamos en un momento diferente del que vivimos en la fase alcista del anterior ciclo de la vivienda y yo creo que ahora no podemos hablar de burbuja. El aumento de los precios no se ha extendido por todo el país y ahora se localiza sobre todo en las grandes ciudades y en las áreas metropolitanas. Esto ya es una gran diferencia con respecto a la última crisis, y otra diferencia es que no se sustenta en el endeudamiento. En términos generales, la tendencia del futuro es hacia el aumento de precios, porque la oferta se mueve muy lentamente, mientras que en la demanda hay elementos que aprietan hacia arriba, sobre todo en las ciudades y los lugares de interés turístico. También intervienen elementos externos, como el cambio en la ley de arrendamientos, que ha motivado renovaciones con subidas de precios, y las plataformas digitales de alquiler no residencial. El hecho de que la vivienda sea hoy por hoy una inversión, tampoco ayuda a ello. Lo más grave es que las familias lo tienen cada vez más difícil. Los salarios son más bajos, a pesar de la recuperación del empleo, y el peso de la hipoteca y del alquiler han convergido. Somos el país europeo donde hay que hacer un mayor esfuerzo para acceder a la vivienda. Lo que estamos perdiendo es la oportunidad de vivir allí donde queremos.

 

¿Qué impacto tendrá el próximo año la aprobación del salario mínimo si al fin se materializa?

El impacto del salario mínimo sobre el empleo está muy estudiado. El Banco de España enseguida manifestó que destruirá empleo y esto no es necesariamente así. Dependiendo del ritmo de incremento del salario, el empleador lo puede contrarrestar con medidas como una mejora de la productividad o del rendimiento del trabajador. Pero sobre todo, este incremento tiene la gran virtud de que lucha contra la desigualdad salarial y ayuda a que las rentas más bajas escapen del riesgo de pobreza. Critican la medida cuando piensan en los trabajadores de baja cualificación que pueden ser expulsados del mercado de trabajo, si bien en realidad deberían reflexionar sobre por qué no somos capaces de crear puestos de trabajo más productivos. El aumento que se ha puesto sobre la mesa es importante, no es pequeño, y evidentemente puede generar algún impacto negativo, pero en la práctica es una medida necesaria. Los empresarios y los reguladores deben reflexionar sobre el hecho de que, en un contexto de cambio tecnológico, el aumento del salario mínimo puede beneficiar a los trabajadores menos cualificados si somos capaces de reestructurar las tareas que realizan. Ahora bien, si solo sustentamos la competitividad en la mano de obra barata, más bien deberíamos plantearnos el modelo productivo que tenemos.

 

Hace años que el patrón de consumo está cambiando y muchas de nuestras compras ya son digitales. ¿Seguirá esta tendencia a lo largo de 2019?, ¿qué deberá hacer el pequeño comercio para sobrevivir?

El futuro es en línea para todos. El comercio tradicional está obligado a estar presente en internet. Históricamente ha ofrecido las ventajas de la especialización, la proximidad, el precio, la comodidad, el ahorro y la relación personal. Sin embargo, los grandes operadores de comercio en línea cada vez más están ofreciendo estas ventajas y también mejorando la experiencia del consumidor. Ofrecen una gran selección, son muy cómodos y rápidos y también emerge, cada vez más, el hecho de que a partir de las adquisiciones y las búsquedas ya realizadas te acaban asesorando hacia las futuras compras, porque te recomiendan productos que se adaptan a tus gustos. El comercio tradicional debe seguir defendiendo sus parámetros y, a su vez, debe mejorar su oferta en línea. También hay que señalar que no todo el comercio digital es de color rosa: estos grandes operadores generan unos costes, tienen un impacto ambiental, ofrecen unas condiciones laborales discutibles y, en algunos casos, una gestión tributaria desleal con los estados donde operan.

 

Recientemente entrevistábamos a Hervé Falciani y nos explicaba que trabaja en una criptomoneda. ¿Qué podemos esperar de estas monedas?, ¿terminarán consolidándose como alternativa a las monedas emitidas por los estados?

Las criptomonedas han venido para quedarse, pero dudo que sustituyan las monedas tradicionales. Tengo dudas porque para hacerlo deberían cumplir las tres funciones del dinero: ser un medio de intercambio, una unidad de cuenta y un depósito de valor. Si la sociedad acepta el pago con criptomoneda de un creciente número de bienes y servicios, tendrá éxito porque asumirá el rol de medio de pago. Pero ahora mismo las dos criptomonedas más importantes generan muchas incertidumbres por la volatilidad de su precio, su opacidad y el riesgo sobre la protección del consumidor. En realidad, el consumidor busca algo que sea seguro y fácil de usar. También llegan señales de desconfianza de algunos gobiernos que inicialmente las habían aceptado como depósito de valor, pero que han ido abandonando este apoyo. Como con todas las tecnologías, su uso terminará siendo lo que la sociedad determine, si bien, en cualquier caso, será necesaria una mayor regulación.

 

¿Cómo nos afectará durante el año 2019 la guerra comercial entre Estados Unidos y China?

Ya nos está afectando y aún lo hará más el próximo año. Es, sin duda, uno de los grandes retos de 2019. Nos afecta por dos lados, dado que estamos hablando de dos de los principales exportadores y, a la vez, mercados mundiales. La gran fragmentación internacional de la producción hace que al afectar a las exportaciones de un país, se resientan también todas las demás economías vinculadas: se produce un efecto en cadena. También es una situación que genera incertidumbre y que frena las inversiones. Mi percepción es que esto va a durar porque, detrás, existe un conflicto latente para decidir quién dominará la tecnología del futuro. A Estados Unidos le preocupa la irrupción a escala global de la tecnología china, que, favorecida por los acuerdos de empresa conjunta (joint venture) con empresas estadounidenses, se ha desarrollado muchísimo en los últimos años. Se trata de una lucha empresarial, pero con una dimensión política evidente. En la práctica, las medidas proteccionistas protegen temporalmente las empresas del país, pero siempre lo hacen a costa de sus consumidores.

 

¿Podemos notar en Europa una resaca del Brexit?

Hemos vivido dos años absolutamente locos por un error político de primer nivel: convocar un referéndum poco preparado y tomar una decisión que está siendo pilotada por timoneros poco capacitados. Es una gran pieza más de incertidumbre en un tablero internacional ya muy inestable. Las probabilidades de ir hacia un Brexit sin acuerdo son cada día mayores. Pero, con o sin acuerdo, todos saldremos perjudicados, porque, por un lado, abandona el mercado único la tercera economía del grupo y, por otro lado, los efectos sobre la economía británica serán evidentemente negativos. Irónicamente, la gran bandera del Brexit, que era recuperar la independencia en el ámbito económico, no será un hecho, porque el acuerdo condiciona toda su política comercial, al mantenerse dentro de la unión aduanera y al no evitar la dependencia de muchas regulaciones comunitarias, y, a su vez, al olvidar que en el ámbito financiero la City no puede prescindir de sus operaciones en euros y esto la hace seguir dependiendo de las decisiones de la UE. Los beneficios son muy pequeños —esencialmente consisten en la recuperación de la política migratoria— y, en cambio, los costes son mucho más elevados. De nuevo, un episodio que genera incertidumbre y dificulta las inversiones. El Brexit, Trump y la guerra comercial son un cóctel indigesto.

 

Con indicadores en la mano, ¿la situación política en Cataluña ha afectado a la economía?

Es evidente que lo ha hecho, pero de forma muy ligera. Debido a la incertidumbre, algunas decisiones de inversión se han podido detener o ralentizar. También ha habido el traslado de sedes sociales y algunos de sedes fiscales, pero el desplazamiento de la actividad económica real ha sido mínimo. Un termómetro para comprobar el poco impacto que ha tenido es que las grandes multinacionales han seguido invirtiendo en Cataluña. Lo que hace competitiva Cataluña son elementos característicos de la localización y la disponibilidad de factores productivos. Con independencia del pasaporte que tenemos, seríamos igual de productivos, porque contamos con infraestructuras, calidad del trabajo humano, un sistema de investigación potente, experiencia industrial, etc., es decir, todo un conjunto de factores intrínsecos que a corto plazo son difíciles de trasladar o de reproducir en otro lugar. De hecho, hemos crecido por encima de gran parte del territorio del Estado, pero la incertidumbre continúa y las incertidumbres acompañadas de algunas decisiones políticas contribuyen a generar inestabilidad y afectan negativamente a la credibilidad y la confianza de los actores económicos. Dicho esto, lo que siempre genera más inestabilidad económica son los periodos transitorios: una vez las reglas están claras, todo el mundo se adapta a ellas.

 

¿Estamos más cerca de sustituir los coches de gasolina por coches eléctricos?

Tenemos un desafío gigante, que es el cambio climático, y de nuevo encontramos comportamientos políticos muy a corto plazo y con poca inteligencia estratégica. Vamos hacia la consolidación de un futuro mercado con automóviles híbridos y la proliferación de los vehículos eléctricos, dependiendo esencialmente de la autonomía que tengan. Pero debemos tener en cuenta que este medio de transporte también consume energía, requiere una infraestructura adecuada y tiene que ser socialmente aceptado. Desde mi punto de vista, se debe incentivar o promover que la sociedad vaya cambiando su patrón de consumo, pero hay que ser muy prudentes, proporcionar información precisa sobre las diferentes alternativas y evitar distorsiones que generen externalidades negativas. El cambio debe ser progresivo y transparente y hay que invertir en una transformación que sea socialmente positiva, en el contexto de los nuevos hábitos de consumo y movilidad. Probablemente, la mejor forma de convencer a la sociedad hacia este cambio es que toda la infraestructura de transporte público utilizara tecnologías poco o nada contaminantes. Con toda seguridad, el futuro de la automoción no dependerá de los combustibles fósiles.

 

¿Estamos a las puertas de una nueva crisis, como algunos medios empiezan a anunciar?

Tenemos evidencias de una desaceleración que tiene un impacto muy fuerte en el núcleo de la eurozona, sobre todo en Alemania y Francia. Esta situación, agravada por contextos desfavorables como el Brexit o la guerra comercial, hace que retroceda la inversión empresarial, lo que autoalimenta la desaceleración y limita la capacidad de creación de empleo. Las expectativas se vuelven del revés y el futuro se vislumbra menos favorable: la profecía corre el riesgo de autocumplirse. Sin embargo, esto no significa que necesariamente entramos en una recesión económica. El principal riesgo que tenemos es que ahora los gobiernos tienen las manos mucho más ligadas que hace diez años para luchar contra una crisis, si esta se hace presente, debido al elevado endeudamiento público. Como se socializó la deuda bancaria mediante el programa de rescates, el nivel de endeudamiento es elevado y los mercados financieros les preocupa si será sostenible o no. El problema es que para garantizar esta sostenibilidad, el crecimiento económico debería estar por encima del tipo de interés de la deuda y hay elementos que juegan en contra, como la ralentización del comercio internacional, el freno de las inversiones o el endurecimiento de las políticas monetarias. Necesitaríamos una respuesta coordinada internacional a favor de un marco más favorable al crecimiento económico, pero las decisiones de los principales gobiernos no van, por ahora, en esta dirección.

 

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