10/5/19 · Estudios de Derecho y Ciencia Política

«Si hay intervención militar en Venezuela, veo más probable que sea a través de Colombia»

Ernesto Pascual , doctor en relaciones internacionales y profesor de Ciencia Política de la UOC

 

Es doctor en relaciones internacionales y conoce Venezuela de cerca porque ha estado allí en varias ocasiones. Ernesto M. Pascual Bueno, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), analiza en esta entrevista la convulsa situación que vive el país latinoamericano, aún chavista.

 

 

Es doctor en relaciones internacionales y conoce Venezuela de cerca porque ha estado allí en varias ocasiones. Ernesto M. Pascual Bueno, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), analiza en esta entrevista la convulsa situación que vive el país latinoamericano, aún chavista.

 

Dices que Venezuela se encuentra en el tablero de juego de la guerra fría posmoderna y entiendo que el petróleo es un motivo clave. ¿Nos lo podrías resumir en pocas palabras?

Estamos ante una demostración de poder. Estados Unidos dice que, tal vez, invadirá Venezuela. Por su parte, Rusia dice que enviará más tropas. Es una situación similar a la de Siria, en la que el país interpuesto recibe la ayuda de Estados Unidos y de Rusia. Pero, como en la Guerra Fría, en realidad se están enfrentando las dos superpotencias. En el caso de Venezuela, es especialmente importante desde el punto de vista económico. Tienen, sin duda, las mayores reservas de petróleo del mundo. Su filial más productiva es la de Estados Unidos, que ha castigado económicamente el régimen venezolano. Asimismo, han sacado partido de ello, porque así también castigan a Rusia, que tiene el 49 % de las acciones de esta filial como consecuencia de los derechos que dio a Venezuela en un momento determinado. Además, Estados Unidos hace que Venezuela sirva para castigarlos a todos. Cuando, en enero, fracasa la operación Libertad de Juan Guaidó, Estados Unidos dice que el presidente Maduro está bajo el paraguas de militares cubanos. Y, a continuación, sancionan a Cuba. Así, van estrechando el círculo alrededor de las naciones que no les son favorables. Los intereses económicos se están haciendo muy patentes en el conflicto de Venezuela.

En un principio, Hugo Chávez consiguió, en buena parte gracias a la venta de petróleo, que el país prosperara. También promovía que otros países de América Latina dependieran menos de Estados Unidos mediante préstamos. ¿Podríamos decir que la crisis económica que comenzó hace diez años dio la vuelta a la tortilla?

Chávez tuvo la suerte de que, en los primeros años de su mandato, el petróleo llegó a los precios más altos que nunca había alcanzado. Con este dinero, comenzó a hacer una inversión que le generó muchos adeptos. Por ejemplo, las llamadas misiones: actuaciones educativas, sociales, de bienestar, de construcción. Y también comenzó una política que él llamaba de devolución: devolvió todos los activos de la industria petrolera venezolana a las arcas del Estado. Hizo lo mismo con la energía o la producción mineral. Durante este tiempo, le fue bien, pero a la vez tuvo un problema muy grave de descalificación de profesionales, porque había despedido a mucha gente, por ejemplo ingenieros cualificados, que no fueron sustituidos por otros con la misma formación. Aquí, de alguna manera, comienza el nepotismo: personas, algunas más preparadas y otras menos, pasan a dirigir estas compañías. Pero mientras abundaba el dinero, no había ningún problema y mucha población era favorable a Chávez. El régimen tenía muchos adeptos. Imagínate nuevas infraestructuras, como un puente para la población pobre que tenía que atravesar el río a remo, o escuelas cerca. Además, la Constitución que elaboraron es muy avanzada: un manifiesto de máxima justicia social. Pero comenzó la crisis. Como comentaba, no hicieron una transición buena de los profesionales del ámbito petrolero. Encima, Estados Unidos dejó de venderles material de repuesto para las instalaciones petroleras. Bajó la producción de petróleo y el precio también. Por lo tanto, bajaron mucho los presupuestos del Estado. Y comenzó el mercado negro. Los precios se dispararon y la inflación también. Sin embargo, más o menos, Chávez lo tenía controlado. Y trataba de controlar la cuestión de la criminalidad, que siempre había sido un problema en Venezuela. Poco después, se puso enfermo.

Maduro sustituye a Chávez cuando este muere en 2013. Su liderazgo, en los últimos seis años, ¿ha reducido las garantías democráticas en el país?

La única solución que se le ocurrió para conservar el poder fue darlo todo a los militares. También logró que se aplazara el referéndum revocatorio en contra suya. Después, en 2015, hubo las elecciones de la Asamblea Legislativa, pero no le gustó el resultado y dio pasos para bloquear este parlamento mediante la proclamación de dos estados de emergencia: el económico y el constitucional. Sustituyó la Asamblea Legislativa por otro órgano, la Asamblea Nacional Constituyente, que en realidad solo debería servir para reformar la Constitución. La ha llenado de gente suya y está bloqueando la Asamblea Legislativa.

La oposición, muy dividida pero con mayoría en la Asamblea Legislativa que Maduro no reconoce, dio la campanada en el mes de enero con uno de los líderes del partido Voluntad Popular, Juan Guaidó. Se autoproclamó «presidente encargado» y recibió el apoyo de una gran cantidad de países, como Estados Unidos, Canadá, Colombia, Israel o España. Después, el 30 de abril anunciaba un alzamiento militar. De momento, nada de lo que ha pasado es definitivo, el país sigue en un punto muerto de mucha tensión y él mismo ha reconocido que han fallado piezas clave. ¿Cuáles son estas piezas clave?

Lo más clave es no lograr que los militares dejen de seguir en sus trece. La situación es así: tienes 2.000 generales y un ejército con 125.000 efectivos, de los cuales tal vez la mitad —por poner una cifra— se sublevaría, pero no tienen ni armas ni mandos ni posibilidades. Los 2.000 generales son los que viven del petróleo o de la distribución de alimentos en Venezuela. Viven tan bien que el incentivo para hacerlos cambiar ha de ser muy, muy grande. Por ejemplo, que la potencia que quiera intervenir les pueda asegurar que no habrá represalias. Y garantizarles el nivel de vida. Esto es fundamental. Mientras no tenga a su lado una parte importante de los generales, con armas, no hay nada que hacer. El segundo tema es que se tiende a olvidar que el chavismo aglutina a mucha gente. Al igual que en Cuba, la gente no se quiere cambiar al capitalismo de repente. Recordemos que Chávez llega al poder porque la derecha venezolana está absolutamente corrompida y hay tanto desabastecimiento como puede haberlo ahora. La derecha venezolana está bastante radicalizada, en teoría Guaidó es de los menos extremistas. En este sentido, un tercer tema: la oposición venezolana está muy disgregada y hay algunos partidos ultras que son difíciles de defender. Y cuarto tema: sería necesaria la implicación real y directa de alguna potencia. Estados Unidos está implicado, pero la Administración estadounidense está dividida entre Defensa Nacional, más partidaria de una intervención, y el Pentágono, que no lo es.

¿Hay alguna solución al problema venezolano que ponga de acuerdo a los dos bloques históricos de la Guerra Fría?

De hecho, esta semana hemos visto un intento de Estados Unidos para que Maduro se vaya del país y así convocar unas elecciones. Parece que están casi convencidos. Y parece que habían llegado al núcleo duro de Maduro. Todo apunta a que Guaidó se precipitó en el alzamiento del 30 de abril. Y, encima, no gustó que Guaidó se saltara el protocolo y liberara a Leopoldo López, el fundador de su partido, ahora protegido en la embajada española. Sea como sea, la posición más firme es la de México: hay que sentar a la gente, se debe solucionar desde el punto de vista de América Latina y tenemos que intentar que haya unas elecciones democráticas. Problema: la oposición no quiere sentarse, porque Maduro hace muchos años que dice que se va a sentar, pero no se sienta. ¿Cómo puede terminar? De tres maneras. En la intrascendencia, si Estados Unidos no pone más gasolina, algo que dudo. En un escenario de paz, que sería que o Maduro se va o se convocan unas elecciones; pero hay que sentarse. O, tercero, hay una intervención militar. En este sentido, la Asamblea Legislativa venezolana, la que comentábamos que está liderada por Guaidó y a la que Maduro no reconoce, se ha reunido esta semana con dos puntos en el orden del día. Uno, dijo que Maduro es un usurpador. Y el otro, hacer activo el tratado de Río de 1947, que básicamente es una especie de OTAN y que indica que, si un país es atacado, los demás miembros lo defenderán. Venezuela salió del tratado en época de Chávez. Lo que pretende ahora Guaidó es volver a entrar en este tratado. Así, dan cobertura legal a Estados Unidos, o a Colombia, para intervenir directamente dentro de Venezuela.

A todo esto, España seguramente es un actor secundario, pero ¿qué repercusiones puede tener acoger en su embajada a Leopoldo López, fundador del partido de Juan Guaidó y liberado de su arresto domiciliario por militares partidarios de Guaidó el 30 de abril?

Borrell ya ha descartado el peligro más evidente: que Leopoldo López montara en la embajada española una especie de oficina de contrainteligencia. Para España sería muy difícil de sostener. Pero fijémonos en la dificultad de todo este lío. Tú has reconocido a Guaidó como presidente, pero tienes que negociar con un ministro del Gobierno de Maduro para llegar a una solución por la cuestión de Leopoldo López. En resumen, has dejado de reconocer un gobierno con el que tienes que negociar porque lo que has reconocido por el momento es ficticio.

¿Te atreves a hacer un pronóstico?

Sinceramente, veo factible llegar a una negociación profunda para que se convoquen unas elecciones, en la que se asegure muy bien que todos saldrán ilesos y que Maduro, por supuesto, acabará viviendo en Cuba o Rusia. Es decir, la vía de negociación que propone el presidente de México, López Obrador. Para ello, es necesario que los países de la órbita americana presionen, y Brasil en este sentido es muy importante. Pero el presidente brasileño, Bolsonaro, desgraciadamente no me genera muchas expectativas. Por otra parte, no veo la intervención militar directa de Estados Unidos. Esta semana se han reunido el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, y mientras que el primero amenaza con intervención militar, el segundo dice que Rusia pondrá más tropas en Venezuela. Sería una especie de escenario ucraniano. No veo este escenario trasladado a Venezuela, más cerca de Estados Unidos. Pero un último escenario que sí veo probable es una intervención interpuesta a través de Colombia. Por eso el tema que comentábamos del tratado de Río.

En cualquier caso, más de dos millones de venezolanos se han ido del país desde que Maduro llegó al poder. ¿El hambre y la inseguridad asolan ya la mayoría de la población o depende de la capa social?

Esta situación de caos humanitario es y no es. El otro día veíamos en la televisión la casa de Leopoldo López revuelta, y era una casa de nivel. Hay hiperinflación y el bloqueo de Estados Unidos duele. Y hay gente que lo está pasando mal, totalmente cierto. Pero también es cierto que hay clases que viven muy bien y las tiendas están llenas. Depende de cómo lo mires. ¿Se puede actuar por estos motivos humanitarios? Quizás sí. Pero entonces quizá también se tenía que haber actuado cuando, con la derecha venezolana, había desabastecimiento en los años ochenta. Si entramos en la cuestión de los derechos humanos, ¿por qué no se interviene en muchos otros países? Tenemos que ser sinceros. Si se interviene, será por cuestiones económicas e ideológicas.

¿Qué diría Chávez, si levantara la cabeza?

Seguramente daría mucho más la cara que Maduro. Haría un discurso fuerte y con carisma, denunciando lo que hace Estados Unidos. Resulta difícil decirlo, pero probablemente intentaría atar cabos con muchos países del entorno y del resto del mundo, como ya hizo en su momento. Buscaría apoyo internacional, por ejemplo de los países no alineados. Intentaría poner de relieve esta contradicción de por qué no se interviene en países amigos que no respetan los derechos humanos y por qué se ha de intervenir en Venezuela bajo el supuesto de una crisis humanitaria.

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