27/5/21 · Estudios de Derecho y Ciencia Política

«Las ciudades no han tomado muchas iniciativas contra la pandemia»

Foto: Cristina Cancel

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Pedro Gullón , epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública

 

Pedro Gullón es epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. Gran parte de su labor como investigador la ha dedicado a estudiar la interrelación entre la ciudad, la desigualdad y la salud.

Junto a Javier Padilla ha publicado Epidemiocracia, libro en el que abordan los distintos contextos sociales y políticos en los que surgen las epidemias, con especial atención a la de la COVID, y cómo la desigualdad ha influido en ella.

Ha cursado la especialidad de Política Urbana y Derecho a la Ciudad, dentro del máster universitario de Ciudad y Urbanismo de la UOC.

 

Pedro Gullón es epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. Gran parte de su labor como investigador la ha dedicado a estudiar la interrelación entre la ciudad, la desigualdad y la salud.

Junto a Javier Padilla ha publicado Epidemiocracia, libro en el que abordan los distintos contextos sociales y políticos en los que surgen las epidemias, con especial atención a la de la COVID, y cómo la desigualdad ha influido en ella.

Ha cursado la especialidad de Política Urbana y Derecho a la Ciudad, dentro del máster universitario de Ciudad y Urbanismo de la UOC.

¿Una persona con altos ingresos tiene las mismas posibilidades de contagiarse de COVID que alguien de clase más humilde?

No. Al principio de la pandemia se dijo mucho que el virus no entiende de clases sociales, y tenía sentido porque quería decir que todas las personas somos vulnerables, lo que es cierto. Pero ya hay múltiples estudios que demuestran que la posibilidad de contagio es mayor entre clases sociales más bajas.

¿Por qué?

Influyen muchos factores, entre ellos el tipo de trabajo que desarrollan: más presencial, más expuesto, vinculado con los cuidados, la hostelería, etc.

¿El pronóstico y la evolución de la enfermedad también son distintos en función de la clase social?

Tampoco es igual, y ese es el segundo nivel de desigualdad. La COVID puede complicarse cuando hay enfermedades cardiovasculares previas, EPOC, diabetes, algunos tipos de cáncer, etc. Todas esas patologías también son mucho más frecuentes en clases sociales más desfavorecidas.

¿Ocurre lo mismo si, en lugar de hablar de clases sociales, hablamos de barrios, regiones o países pobres frente a ricos?

Cuando cambias de escala geográfica, las relaciones estadísticas no tienen por qué ser iguales. A nivel de barrio, sí se produce este fenómeno, y los más desfavorecidos tienen una mayor prevalencia de anticuerpos, más incidencia, más mortalidad y más letalidad frente a la COVID. Pero no en otras escalas. Las provincias más ricas, como las del País Vasco o Madrid, son las que más incidencia han tenido. Eso ocurre porque la COVID entró por las zonas más interconectadas.

¿Y entre países?

Se parece más a la escala provincial. Aunque cuando tengamos una perspectiva total de la pandemia, y no solo de lo que ha ocurrido hasta ahora, quizá veamos cambios, porque los países occidentales están vacunando mucho más rápido, mientras que los países más humildes no pueden permitírselo, algo que hemos visto ya en el caso de India o Brasil.

¿La situación, en este sentido, es muy distinta respecto a anteriores pandemias de la historia?

Esta desigualdad no es nueva. La vemos ya en escritos sobre la peste, la gripe de 1918 o cuando Engels en el siglo XIX estudiaba la mortalidad que padecía la clase obrera. Este patrón social se repite siempre, y no solo en las enfermedades infecciosas, también en las crónicas y respecto a la esperanza de vida. Pero es difícil valorar los cambios porque manejamos datos muy distintos y la desigualdad también es muy diferente.

¿No podemos establecer ningún paralelismo?

Se puede comparar esta pandemia con la del VIH. Han pasado treinta o cuarenta años y vemos que no hemos evolucionado tanto. El VIH afectaba más a colectivos vulnerables y marginados, pero existía una culpabilización similar de quienes se contagian y la creencia de que no se habían comportado bien o que algo habrían hecho. Se creó también esa idea de un Otro como responsable de la epidemia. Tiene además paralelismo por los debates sobre patentes de fármacos y vacunas.

Donde sí parece que existe igualdad es en el reparto de vacunas de la Unión Europea, tanto entre países como dentro de sus fronteras.

La Unión Europea ha considerado que había que establecer unos criterios claros para el reparto. En los primeros documentos del Ministerio de Sanidad se hablaba de buscar la equidad social, y no ha sido siempre así, porque algunos colectivos vulnerables se quedaron fuera de los primeros grupos de vacunación, como las cajeras de supermercado o cuidadores sin un contrato formal. Pero esta intervención no ha sido especialmente generadora de desigualdades si la comparamos con qué hubiera ocurrido dejándolo en manos del mercado.

¿Y fuera de la Unión Europea?

No ha habido unos criterios de justicia global. Ha sido el mercado quien ha regulado el acceso a las vacunas. A mí me hubiera gustado que se diera prioridad a países que no pueden dar otra respuesta a la enfermedad. Pienso, por ejemplo, en México, que tiene una gran dependencia de la economía informal, lo que impide realizar un confinamiento duro y ofrecer ayudas a las personas que no pueden trabajar. En España, en cambio, tenemos los ERTE. A lo mejor esos países debían haber sido prioritarios, porque tienen una estructura más vulnerable.

Ahora parece que esa sensibilidad está cambiando y hay miedo a que surjan nuevas variantes si no se vacuna a todos los países.

Se plantean incluso ideas como la eliminación de las patentes para aumentar la producción de vacunas. Pero no ha sido hasta que los países ricos hemos tenido una distribución asegurada. También hay que decir que, por ahora, no ha surgido ninguna variante que escape a la vacuna.

Otro aspecto son las consecuencias sociales de la pandemia.

Una encuesta del Ayuntamiento de Madrid ponía de manifiesto que quienes más salario han perdido son las personas de clase social más baja. Los que menos tienen son los que más pierden, y esto tendrá consecuencias en la salud física y mental. Estamos empezando a vislumbrar lo que va a ser la tónica de los próximos años. Veremos qué políticas redistributivas se hacen y cómo afectan a la población.

Suele hablar de "crisis matrioska". ¿A qué se refiere exactamente?

En el libro Epidemiocracia, Javier Padilla y yo tomamos la imagen de las muñecas rusas que se van metiendo unas dentro de otras para explicar que estamos en una crisis sanitaria causada por la COVID, pero que esa es la muñeca más pequeña y que está metida en otra más grande, que es la crisis económica que vivimos desde 2008. Todo ello, a su vez, se encuentra inmerso en otra crisis mayor, la crisis ecológica y el cambio climático, que es lo que más va a cambiar nuestra forma de vida en los próximos años.

¿Hay un vínculo directo, claro y demostrado científicamente entre la COVID y el cambio climático?

Plantearlo así es extremadamente difícil. Lo que sí podemos saber es que las causas del cambio climático, como la invasión de ecosistemas, aumentan el riesgo de que surjan brotes epidémicos, porque se produce una interacción entre el ser humano y la naturaleza que antes no ocurría, con lo que es más fácil que un virus de algún animal mute y dé el salto al ser humano.

¿Ha habido otros casos similares?

En el siglo XXI hemos tenido el SARS, el MERS, la gripe A, el ébola… Todos ellos tienen un origen relativamente claro en animales y están muy relacionados con la invasión de ecosistemas y el cambio climático. Desde los años ochenta están aumentando los brotes epidémicos y la variedad de brotes.

Hizo la especialidad de Política Urbana y Derecho a la Ciudad, dentro del máster universitario de Ciudad y Urbanismo de la UOC. ¿Nos convendría repensar las ciudades de cara a futuras pandemias?

Las ciudades han tenido un peso decisivo en la expansión del virus y en nuestra capacidad de contenerlo. Lugares hiperconectados, como Madrid o Barcelona, fueron los puntos de entrada y nodos de expansión muy importantes. También han influido mucho las condiciones de vida en ciudades altamente segregadas, con grandes desigualdades y grandes núcleos de población conviviendo en espacios muy pequeños. Ahí se han producido los grandes brotes. Debemos repensar el derecho a la ciudad, el derecho a la vivienda y nuestras condiciones de vida para prevenir futuras pandemias.

¿Qué medidas concretas y a diez años vista podríamos tomar?

Desde el punto de vista de la prevención, habría que pensar ciudades que requieran menos movilidad extrema entre unas zonas y otras, y que impliquen menos masificación en algunos lugares. Entre las posibles medidas, estaría no construir zonas de empleo en lugares muy alejados e intentar distribuir los puestos de trabajo por diferentes áreas.

Y si surge otra pandemia en ese mismo plazo de tiempo, ¿qué podrían hacer mejor las ciudades?

En cuanto a la adaptación a la pandemia, las ciudades no han tomado muchas iniciativas. Se habló de utilizar los hoteles para aislar a los positivos, pero luego apenas se puso en práctica. A lo mejor de aquí a cinco años no podemos transformar el mercado de la vivienda, pero sí podemos ofrecer una alternativa habitacional para que alguien contagiado no tenga que volver a casa con su familia u otras personas.

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