3/1/23 · Institucional

«Cuando académicos y creadores trabajan juntos, ¡las cabezas explotan!»

Toni Casares (photo: Toni Ricard)

Toni Casares (photo: Toni Ricard)

Toni Casares , director de la Sala Beckett

 

El director teatral Toni Casares ha estado vinculado a la Sala Beckett desde su fundación en 1989, cuando empezó a trabajar junto a José Sanchis Sinisterre, fundador de la Sala y antiguo profesor universitario de Casares (estudió Filología Catalana en la UAB). En 1997 asumió su dirección y desde entonces lidera este proyecto integral de teatro que es la Beckett, que combina la formación, la experimentación y la producción. En esta entrevista nos habla de la iniciativa conjunta que llevan a cabo la Sala Beckett y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) para explorar cuestiones de actualidad social uniendo la mirada académica con la artística, además de otros temas, como el estado del teatro en nuestro país y la injustificable precariedad de la profesión.

 

El director teatral Toni Casares ha estado vinculado a la Sala Beckett desde su fundación en 1989, cuando empezó a trabajar junto a José Sanchis Sinisterre, fundador de la Sala y antiguo profesor universitario de Casares (estudió Filología Catalana en la UAB). En 1997 asumió su dirección y desde entonces lidera este proyecto integral de teatro que es la Beckett, que combina la formación, la experimentación y la producción. En esta entrevista nos habla de la iniciativa conjunta que llevan a cabo la Sala Beckett y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) para explorar cuestiones de actualidad social uniendo la mirada académica con la artística, además de otros temas, como el estado del teatro en nuestro país y la injustificable precariedad de la profesión.

¿Cómo empezó la relación entre la Sala Beckett y la UOC?

Empezó cuando llegamos al nuevo edificio, hace seis años, en 2016. Era un momento de crecimiento, nos hacíamos mayores, por decirlo de alguna manera, y creíamos que era necesario conectar el teatro contemporáneo con la sociedad. Veníamos de una época —sobre todo en los noventa, principios de la década del 2000— en la que el teatro contemporáneo era muy autorreferencial, críptico, intimista... Estaba desconectado de los problemas del debate público. Fue entonces cuando nos planteamos cómo recuperar la dimensión social del teatro, y una manera de hacerlo fue conectar con la UOC, de forma que el espacio de reflexión académico se nutriera del punto de vista artístico para que el conocimiento fuera más rico. 

Hablando con la UOC nos entendimos enseguida, dado que teníamos un interés común en ampliar los ámbitos del conocimiento. Así, acordamos que la Beckett propondría a la UOC una serie de temas donde buscar la confluencia entre la mirada académica y la artística. Esto ha dado como resultado diferentes ciclos temáticos, en los que hemos abordado desde múltiples miradas temas como las enfermedades mentales, los abusos de poder en relación con el género, la inteligencia artificial, los miedos en la ciudad, etc. Ha sido un diálogo entre nuestras propuestas teatrales y las propuestas académicas de la UOC.  

El último ciclo se ha dedicado a la familia. ¿Qué habéis querido conseguir?

La familia es uno de los temas más recurrentes en la historia del teatro (ya estaba presente en el teatro clásico). En los últimos tiempos, hemos recibido un gran volumen de propuestas que presentaban la familia como tema de reflexión. Evidentemente, la familia de hoy no tiene nada que ver con la del siglo xix. Hicimos una sesión de lluvia de ideas con la UOC, con antropólogos, sociólogos y creadores escénicos, para ver cómo incorporar este tema en el ciclo de la Beckett.

¿Qué habéis obtenido con esta colaboración?

Cuando se encuentran académicos y creadores para trabajar, la primera reacción, por parte de ambos, es de sorpresa.  ¡Es muy enriquecedor, se abren muchas ventanas, las cabezas explotan...! Ambas partes hemos aprendido a no invalidar ninguna de las dos visiones. Desde el punto de vista artístico, a veces se peca de cierta intuición, y de no tener en cuenta lo que se ha estudiado del tema que se está trabajando. Desde el punto de vista académico, en cambio, hay reticencias a explotar excesivamente la materia que se está analizando, porque entonces sería inabarcable. 

Cuando ves estas dos aproximaciones concretadas en un acto en el que participan creadores teatrales y académicos, se produce un primer momento de sorpresa; es muy interesante. A veces, hemos invitado a académicos a escuchar a dos actores leyendo una pieza breve relacionada con el tema que tratarán en una conferencia, o a escuchar una intervención musical... Esto consigue cambiar su visión.

Todo ello nos ha ayudado a hacer entender que las aproximaciones al conocimiento son diversas, y que todas son ricas e interesantes.

¿Cómo ven el teatro hoy, los jóvenes? ¿Puede competir con el sector audiovisual, la red de internet?

El teatro ha tenido competencia siempre, no es nuevo que haya otras maneras de aproximarse artísticamente a la realidad. Antes era la televisión, el cine... Ahora, el mundo digital e internet. Pero el teatro tiene una especificidad que lo hace único y casi indispensable: es en vivo, hay un grupo de personas que se encuentran para compartir una historia. Esto, seguramente, lo necesitamos como especie humana. No hay que preocuparse por si se extinguirá. Y no es cierto que ahora haya menos gente joven en el teatro. Lo que pasa es que, según los contextos sociales, económicos y políticos, tiene una función más o menos evidente. Por ejemplo, al final de la dictadura hubo una explosión de teatro independiente. 

Lamentablemente, en este país hay una exigua presencia tanto del teatro como de otras disciplinas humanísticas en la escuela. Tener presencia no quiere decir hacer una función a final de curso. El lenguaje del teatro se puede utilizar para aprender, para trabajar las emociones, el trabajo colectivo y el sentido crítico, inherente al lenguaje teatral. 

¿Cómo ves el mundo teatral de nuestro país en la actualidad?

Creo que estamos en un momento excelente, hay mucha calidad. Hace unas semanas estuve en un festival de Montreal, donde se leían obras de autores emergentes de Quebec. Estaban muy bien, pero no tenemos nada que envidiarles. En cuanto a autores, estamos en un gran momento, hay muchos y de gran calidad. Las dificultades vienen a la hora de estrenar las obras, en qué condiciones lo pueden hacer, hasta qué punto se puede estrenar todo lo que se hace... Tenemos un gran problema en la manera como está estructurado el sector teatral. Es un problema del sector, no de falta de creatividad.

¿Qué hace especial a la Beckett?

La Beckett presenta ciertas especificidades, no es un teatro "normal" que abre la persiana dos horas antes de la función y después la cierra, sino que está abierto permanentemente. Es un espacio de creación donde se hacen varias cosas: formación, experimentación —se piensa y se trabajan nuevas maneras de hacer teatro, nuevos lenguajes. También se crea y se produce desde el punto de vista comercial. Finalmente, es un lugar donde se promociona sobre todo la autoría, la literatura dramática contemporánea. Es una fórmula muy rica porque las tres líneas se enriquecen mutuamente, lo que hace que sean más diversas. Hay muy pocas salas de este tipo en España.

¿Cómo abordáis el futuro?

Los dos objetivos importantes son mantenerse y conseguir que aparezcan nuevas salas. En Barcelona debería haber seis o siete salas Beckett, y en España también. Para mí, es el modelo más interesante, porque se trabaja de una manera más libre, en la que el error es posible, la duda necesaria, las preguntas... más habituales que las respuestas. 

Es importante que esta fórmula se expanda, porque no damos abasto con las propuestas que nos llegan. Se necesitan otros lugares donde se pueda desarrollar esta creatividad latente en la ciudad.

Y entonces, ¿qué hace falta para que aparezcan más salas Beckett?

Lo que hace falta es presupuesto, iniciativas hay muchas. Está lleno de compañías teatrales jóvenes con ideas y buenos proyectos artísticos, pero que no tienen la estabilidad necesaria. Cuando nació la Sala Beckett, en Barcelona era posible que una compañía de teatro abriera un espacio propio. Hoy esto es imposible, es lo mismo que pasa con los alquileres de los pisos. La única manera de hacerlo es con equipamientos de titularidad pública que se gestionan con iniciativa privada, como es nuestro caso. Es una fórmula interesante que tendría que darse con más frecuencia. Pero, para hacerlo, se necesita dinero. Los presupuestos de cultura de las administraciones públicas de este país están muy por debajo de los presupuestos de los países europeos. Y, por lo tanto, es un problema.

Y a pesar de esto, qué buen nivel hay...

Sí, pero decir esto es peligroso, porque parece que para crear tenga que haber precariedad. Y no, ni mucho menos. La Beckett ha trabajado durante muchos años en un espacio pequeño y mal acondicionado.  Finalmente hemos podido llegar a un espacio que es luminoso y está en condiciones. Es algo necesario, los creadores deben poder trabajar bien, ¡solo faltaría!

¿Qué le dirías a alguien que hoy piensa en dedicarse al teatro en un futuro?

Hay escuelas de teatro que hacen un trabajo importantísimo, tanto en el sector público como en el privado... Otro consejo es que encuentre maneras de agruparse y de hacer. Porque haciendo es como aprendes y te das a conocer. Hay que colarse por los resquicios que todavía quedan en una sociedad tan protocolizada y estática como la que tenemos. Utilizar centros cívicos, escuelas que ceden sus espacios, e intentar, poco a poco, ir hacia la profesionalización. Es muy difícil conseguirlo, y la precariedad con que se trabaja es flagrante. Pero el amateurismo, si no te acomodas, es el primer paso para conseguirlo. Quizás al principio tendrás que ganarte el sustento con otra cosa, pero no hay que conformarse. Y hacer que la gente que producimos teatro podamos conocer estas propuestas.

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