Dr. Jordi Vilaseca i Requena
Pr. Joan Torrent i Sellens
 
Nueva economia: ¿evolución o revolución? Implicaciones para la política económica (Noviembre 2000)




















 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 















 


1. Introducción

La relación entre el progreso técnico y la productividad ha sido ampliamente estudiada porque en los circuitos académicos prepondera la idea de que la innovación técnica es uno de los principales elementos determinadores del crecimiento económico a largo plazo. Así, la historia del pensamiento económico tiene una larga tradicion en este sentido, desde Marshall (1891), que introdujo como cuarto factor de producción al empresario, y más tarde Schumpeter (1934), con su teoría de la destrucción creativa, incidían en la importancia de la innovación tecnológica como elemento primordial del desarrollo económico. En la actualidad, se reconoce en ámbitos científicos que la adopción de nuevos métodos productivos de bienes y servicios refuerza la eficiencia de la producción y, además, la acumulación de conocimiento en la totalidad de la economía reporta más crecimiento global a largo plazo.

Pese a ello, a la natural dinámica del ciclo productivo se le ha añadido un fenómeno: la globalización que ha dado un impulso extraordinario a la transformación de las estructuras productivas, que van dejando su tradicional composición manufacturera y se adentran en el camino hacia las nuevas economías del conocimiento. Dicho de otra manera, globalización significa que las economías nacionales estan cada vez más estrechamente vinculadas entre si a través del comercio internacional de bienes y servicios, de movimientos migratorios y de flujos de capital en forma de inversiones directas y financieras (Nunekamp, Gundlach, Agarwal 1994; Krugman 1995). Y más aún, en la actualidad se acumulan los síntomas de superación del capitalismo post-industrial, basado en la preponderancia del sector servicios tradicionales y de las grandes corporaciones con poder de mercado, y se adivina una nueva estructura productiva, con un elemento productivo preponderante, el conocimiento, que tiene unos canales de difusión muy potentes, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

De esta manera pdoemos hablar de la progresiva formación de una nueva economia que viene definida por un núcleo integrado por la industria de la información y una periferia, formada por el resto de sectores de actividad, que van integrando progresivamente a su estructura de costos relativos los nuevos bienes y servicions de la producción informacional. Así, la industria de la información va superando su desarrollo tecnológico y, en la actualidad, los efectos sinérgicos de este proceso se están ampliando al conjunto de la economía a través de la aplicación a los procesos productivos de este ámplio abanico de innovaciones de proceso y de producto

Como no podría ser de otra manera, la consolidación de la nueva economía está generando importantes cambios en el conjunto del entramado y las relaciones sociales. Las modificaciones en el mercado de trabajo, los efectos ideológicos y culturales, los cambios institucionales y políticos y, en definitiva, las nuevas formas de relación del individuo con su entorno, definen los efectos de esta nueva economía sobre sus bases sociológicas e institucionales. En definitiva, se trata de los efectos que la nueva economía está generando en la construcción de la sociedad de la información.

Así mismo, el camino hacia la nueva economia no es homogéneo. Las diferencias de accesibilidad a la información y la pérdida de lugares de trabajo en los sectores productivos más tradicionales se adivinan como los principales problemas de la nueva era. Y por este motivo, es necesaria la intervención de la política económica, desde tres ámbitos, las políticas referidas a la intensidad del cambio, las referidas a las capacidades de innovación y adaptación al cambio, y las dirigidas hacia la redistribución de los costes y los beneficios del cambio.

Así, este artículo se estructura en los apartados siguientes, después de esta breve introducción se pasa revista al camino, que desde el punto de vista teórico, se ha seguido hacia la consolidación de la nueva economía. Tecnología, productividad y cambio estructural son analizados en este apartado. En segundo lugar, se estudia la innovación en materia de política económica y las diferentes soluciones a los problemas planteados en el camino hacia la economía del conocimiento y, finalmente, unas conclusiones y una bibliografía.


2. Tecnología, cambio estructural y crecimiento económico: el camino hacia la nueva economía 

Desde el punto de vista económico (sin tener en cuenta los avances de la investigación empresarial) las principales líneas de investigación en el contexto de la nueva economía, pueden detallarse en tres grandes apartados. Una primera línea de investigación intenta estudiar las características conceptuales de la nueva economía, profundizando en los cambios de conducta de los agentes económicos (consumidores y empresas) y sus repercusiones macroeconómicas, revisando las relaciones entre innovación tecnológica y productividad, entre crecimiento económico y nivel de precios e, incluso, entre nuevas tecnologías y mercado de trabajo por citar algunos ejemplos. Dicho de otra forma, la nueva economía está revisando algunas de las relaciones macroeconómcas básicas que el análisis económico ha ido construyendo desde la segunda guerra mundial. En segundo lugar, se ha desarrollado una línea de investigación relacionada con el núcleo de las tecnologías de la información (Department of Commerce, 2000, EITO, 2000 i OCDE, 2000), donde se intenta evaluar la dimensión económica de este nuevo sector productivo. En tercer lugar, es necesario destacar las línea de investigación dedicadas al estudio de los efectos de la nueva economía sobre el conjunto de actividades y relaciones macroeconómicas. Las relaciones entre la industria de la información y el resto de sectores productivos, la importancia de la globalización y las nuevas pautas de consumo en el desarrollo de la nueva economía, las conexiones entre nueva economía y ciclos económicos, los cambios en el mercado de trabajo y las relaciones entre nueva economía y política económica se han constituido en las principales líneas de investigación de este tercer núcleo de análisis económico relacionado con la nueva economía. Este artículo intenta, a partir de los conceptos teóricos clave de la nueva economía, desarrollar las relaciones entre nueva economía y política económica.

Durante los últimos años la innovación tecnológica a afectado a la estructura económica desde varias dimensiones, pese a que como principal virtud se señalan las múltiples sinergias que genera sobre el resto de la economía (OCDE, 1998). En primer lugar, se pueden destacar los cambios sectoriales, derivados de un aumento de la preponderancia de los subsectores intensivos en tecnología. En segundo lugar, además de la propia inversión enI+D, cabe señalar los cambios en el proceso inversor, derivados de la nueva formación de capital en intangibles y, en tercer lugar, cambios en las relaciones comerciales, resultado del aumento de las interdependencias internacionales por el comercio tecnológico, la inversión directa y la colaboración entre empresas. Además de los importantes cambios generados en la producción, las nuevas tecnologías han cerrado un círculo virtuoso (Greenspan, 1999), desde la demanda. Así,los aumentos de productividad derivados de la inversión tecnológica, consolidan nuevos patrones de consumo asociados a la diversificación productiva del sector servicios, cosa que, en un contexto de baja inflación y aumento de la riqueza, retroalimenta el trinomio inversión tecnológica - nueva producción - consumo. Así mismo, la inversión tecnológica no es una cosa nueva y, pese a ello, se habla de cambio estructural. ¿Qué elementos se han de incorporar al proceso productivo en general, y desde la inversión tecnológica en particular, para poder hablar de cambio?. Un repaso a la teoría económica del crecimiento nos permitirá tener más elementos de juicio.

Como se ha comentado anteriormente, la teoría económica del crecimiento hace años que estudia el impacto sobre el crecimiento económico de la tecnología. A los modelos de origen neoclásico como los de Solow (1956) el factor productivo trabajo está asociado a un volumen limitado de capital, donde su producto marginal es elevado. Este hecho responde a la consideración de un volumen de capital fijo a corto plazo, cosa que determina al factor trabajo como un elemento de ajuste. Así mismo, a largo plazo el volumen de capital es variable, cosa que le permite entrar de nuevo en el proceso productivo. Así, a medida que el ahorro global permite financiar un estoc de capital creciente (a largo plazo), la ratio capital/trabajo aumenta. Pese a ello, el ahorro dirigido a reemplazar los equipos necesarios para la producción (corto plazo) no hace crecer el estoc de capital, haciendo entrar la economía en un estado estacionario en el que el nivel de crecimiento es constante. Para conciliar este hecho con el crecimiento económico (a corto y a largo plazo) observado en la práctica, los primeros modelos neoclásicos introdujeron la hipótesis que el período de transición, antes que la ratio capital/trabajo aumente, es cada vez más grande y que una vez acabado este período las economías continuan creciendo mientras haya un progreso técnico. La reducción de la productividad de la mano de obra permite que el rendimiento (tasa de retorno) del capital a corto plazo aumente, pese a la caída de la ratio capital/trabajo.

Los estudios econométricos basados en los primeros modelos neoclásicos utilizan "la contabilización del crecimiento" para explicar el crecimiento económico a largo plazo a través de una mediana ponderada de crecimiento de los factores productivos, como por ejemplo, una función de producción Cobb-Douglas. Este hecho supone decir que hay una función global de producción y que los rendimientos son constantes a escala (es decir, que un aumento doble de los inputs multiplica por dos el producto generado por la economía), que se aplica al principio de la minimización de los costes y que hay competencia perfecta en los mercados de bienes y de factores. Así mismo, el aumento de los factores productivos no es suficiente para explicar el incremento de la producción, ya que cerca de un 50% del crecimiento del producto queda inexplicado. Este porcentaje de la producción no explicado es el que se denomina "residuo de Solow" y que más adelante se ha imputado al progreso técnico inmaterial (el no incorporado a los productos y que refleja las nuevas ideas o las innovaciones), con la denominación de productividad total de los factores

En este sentido, cabe destacar que la PTF se revela como un factor explicativo claver a la hora de determinar el crecimiento económico generado. Más adelante (Denison et Chung, 1976) en este mismo modelo de contabilización del crecimiento incorporaron nuevos factores explicativos como el nivel de instrucción, la estructura de la ocupación, las mejoras de explotaciós, etc, para separar la tecnología del resto de componentes de la PTF. En términos matemáticos y partiendo de una función de producción agregada de una economía, tenemos:

Y=F(K,L) (i)

dividiendo por el factor trabajo y buscando una medida de productividad obtenemos:

Y/L=F(K/L,1) donde y=f(k) (ii)

En el caso concreto de una función de producción Cobb-Douglas:

Y=Ka (L1-a) (iii)

y sacando logaritmos:

Ln Y= a ln Y + (1-a) ln L (iv)

cosa que nos permite realizar la contabilización del crecimiento, o sea, estimar la función de producción:

Ln Y= a ln K + (1-a) ln L + Ut (v)

O en términos de la relación capital/trabajo se puede expresar como:

y=1+g k+ vt (vi)

Ya sea con la expresión (v) o bien con la (vi) lo que nos dice la estimación econométrica es que el residuo explica más del 50% de la regresión, cosa que determina una mala especificación del modelo. Este resíduo es el denominado residuo de Solow, que pone de manifiesto uno de los principales problemas de la teoría neoclásica: el hecho de no captar correctamente (a nivel macro) los aumentos de productividad (o sea de k), cosa que resta relevancia explicativa al coeficiente g. Este fenómeno se ha llamado la paradoja de la productividad (o de Solow).

Pese a que la economía de los EE.UU. ha presentado notables avances de la productividad en los últimos ejercicios, una visión a más largo plazo pone claramente de manifiesto los problemas de crecimiento de esta variable macroeconómica durante la década de los noventa en muchos países de la OCDE. Respecto al gecho de que los avances tecnológicos no se traduzcan en mejoras de la productividad aparecen dos cuestiones: la primera,¿son correctas las observaciones de la realidad de los avances tecnológicos?, y la segunda, ¿es cierto que la innovación tecnológica refuerza la productividad?.

Los indicadores utilizados en la estadística oficial sobre I+D de la OCDE rinden cuenta de la mitad de los esfuerzos totales en tecnología y tienden a subestimar las actividades realizadas en las pequeñas empresas. Además, cabe destacar que los problemas de medida de la tecnología en un sector tan importante como el de servicios, por tamaño y evolución, agravan la situación. De hecho, los datos de I+D constituyen un indicador del esfuerzo tecnológico, pero un registro concienzudo de este esfuerzo. Por lo que respecta a los indicadores de producción de tecnología también tienen problemas, ya que no dan el contenido económico de las innovaciones y no ayudan a comprender sus repercusiones sobre la productividad. Otros indicadores como el número de innovaciones, la producción de nuevos productos tecnológicos, etc, tampoco mejoran la explicación del crecimiento de la productividad (por ejemplo, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y su bajo reflejo en la productividad de los servicios que las aplican). Son también reconocidos los errores en la medida de la productividad. Por ejemplo, las dificultades a la hora de cuantificar el estoc de capital y, más en concreto, de disociar entre el capital físico y el capital humano.

Además, las TIC aceleran la obsolescencia del capital, cosa que sobreestima, en cuentas nacionales, el estoc de capital y subestima las cantidades de inputs destinadas a la reposición, y por tanto subestima la productividad. Así mismo, el problema más relevante de las medidas de producción viene de la deficiente contabilización del producto a los servicios. Así, por producciones como los servicios públicos o colectivos, los sociales o los personales, donde el valor de la producción se basa habitualmente en las aportaciones del trabajo, las medidas de productividad del trabajo se ven fuertemente sesgadas a la baja (cuando no hay aumento de las horas trabajadas ni creación de lugares de trabajo). Además, las TIC se han introducido fuertemente en estos sectores, con errores de medida de la productividad de notoriedad pública (por ejemplo, en las finanzas y los seguros), en un contexto de beneficio creciente de peso de los servicios, cosa que sesga aún más la productividad.

Otro factor de error son los cambios cualitativos inducidos por la innovación. Los índices de precios clásicos no permiten cuantificar la innovación correctamente, cosa que tiende a subestimar el ritmo de avance de la producción y de la productividad. El caso de los ordenadores es paradigmático: la productividad de este sector ha estado gravemente subestimada, ya que los precios utilizados no comportan un ajuste de la innovación realizada. Por último destacar que estos problemas se agravan con el tiempo (más los derivados de los errores en la medida de la producción) a causa de la importancia creciente de los servicios y en consecuencia se puede afirmar que se ha sobreestimado la productividad de los años setenta y se ha subestimado la de los ochenta, y aún más la de los noventa.

El hecho de considerar el crecimiento de la productividad como un proceso económico endógeni permite situar la paradoja de la productividad en una nueva perspectiva. En efecto, para interiorizar una nueva tecnología hace falta desarrollar todo un conjunto de aprendizajes (por ejemplo, el ordenador). Así, una innovación no hace aumentar la productividad por si sola, ya que son necesarios otros cambios de formación, de organización, etc. De hecho, los recursos utilizados en estas actividades annexas no aparecen en contabilidad nacional y además, van en detrimento, a corto plazo, de las actividades productivas propias de la empresa, cosa que hace caer la producción y también la productividad. Otra explicación puede venir del hecho que los esfuerzos innovadores van dirigidos, en gran parte, a actividades como la diferenciación del producto y la mejora de la calidad (por ejemplo la industria del automóvil). Estos cambios responden a la demanda de los consumidores y pueden ser un obstáculo en la mejora de la productividad sobre todo si estas inversiones suponen un aumento del precio (y no del volúmen de la producción) y además porque pese a que la tasa de rendimiento de la empresa mejora, estas actividades generan menos externalidades que otras actividades menos especializadas.

Como que los modelos de cntabilización del crecimiento no explicaban satisfactoriamente el papel de la tecnología en el crecimiento económico, ya que en el resíduo de Solow se integran muchos otros elementos explicativos, que no son propiamente innovación tecnológica, recientemente se ha propuesto una nueva manera de interpretar el progreso técnico. Visto que los modelos neoclásicos tienen la hipótesis implícita de que la tecnología viene determinada por el estado del conocimiento técnico y el progreso (al vincularla con el estoc de capital a corto plazo), y que éstas no presentan vinculaciones económicas, las nuevas teorías del conocimiento consideran la tecnología com un factor endçogeno y no exógeno de crecimiento. Dicho de otra manera, se sugiere que la explotación comercial de los descubrimientos científicos, la rápida transmisión del conocimiento y el estoc de capital físico y humano, que determinan una contribución potencial al crecimiento económico, requieren más atención.

Así, los primeros modelos de la nueva teoría del crecimiento económico responden a la idea que los esfuerzos en investigación de las empresas (Romer, 1986) o las inversiones en capital humano (Lucas, 1988) tienen un efecto positivo sobre la productividad del capital, aunque este factor no presente acumulación. Los modelos posteriores (Grossman et Helpman, 1989 y Romer, 1990) incorporan explícitamente la hipótesis de que la innovación es el motor del crecimiento económico. Este hecho se corrobora con la observación de que en la OCDE la gran parte de la investigación se financia desde empresas privadas, principales impulsoras del crecimiento económico. En resumen, para la teoría moderna del crecimiento hay tres factores explicativos del aumento de la productividad: la acumulación del capital físico, la acumulación del capital humano y el progreso técnico. Además el progreso técnico es endógeno: depende del rendimiento (es decir del tamaño del mercado y de su productividad) y del coste de la innovación (es decir de la función del coste del capital humano).

En términos de nuestro modelo, estamos hablando de una función de producción que tiene dos componentes. La función de producción propiamente dicha donde los factores de producción son el capital físico, el capital humano y el progreso técnico y una función tecnológica que depende de su propia dinámica (rendimiento, R, y coste, C), así como otros elementos como el estoc de infraestructuras, la acumulación de capital físico y humano, las economías de escala, la estructura de los mercados, la evolución demográfica y los cambios organizativos en el trabajo, que los agrupamos con la denominación de factor A (otros elementos). Así, recuperando la ecuación (v) y añadiendo el progreso técnico, tendríamos:

Ln Y= a ln K + (1-a) ln L +l PT + Ut (vii)

y,

PT= f(R,C,A) (vii)

Es la combinación de estas dos ecuacions la que nos dará la verdadera dimensión del progreso técnico sobre el crecimiento económico a largo plazo y, a la vez nos permitirán comenzar a superar los efectos de la paradoja de la productividad.

Nos encontramos, por tanto, ante un fenómeno que la teoria económica no ha acabado de resolver. Los últimos pasos de la teoría del crecimiento, dirigidos hacia la conceptualización del progreso técnico como un elemento endógeno del crecimiento, añaden un poco de luz a los problemas originados por la mala contabilización de la innovación técnica y de la productivdad. Así mismo, los resultados a nivel micro (Estudios de la OCDE basados en empresas de Francia, Japón y los EE.UU. muestran que las empresas con nuevas aplicaciones de I+D tienden hacia un nivel mucho más elevado que las empresas que no tienen inversión en I+D. Estudios independientes similares realizados por la Conference Board de los EE.UU. (1997) y también en Canadá sugieren que las empresas que utilizan nueva tecnología son más productivas que las no la utilizan). (OCDE, 1996, y Conference Board, 1997) sí que nos permiten hablar de un cambio estructural provocado por la inversión en I+D, que se añadirían a la revolución técnica que ha originado la tecnología, medida como un elemento endógeno del crecimiento. Por último, una de las principales evidencias, sino el motor básico del cambio estructural, es la globalización económica, que a través de su estrecha relación con el cambio tecnológico va abriendo el camino hacia las economías del conocimiento. El fuerte aumento de las relaciones internacionales ha sido posible, en gran parte, gracias a la bajada de los precios de las comunicaciones que la revolución tecnológica ha permitido. En este sentido, debe destacarse que el efecto directo de la tecnología se refleja en los cambios en el comercio internacional. Las exportaciones mundiales de productos con un elevado componente tecnológico han conseguido porcentajes cercanos al 20% en 1997 (frente al 10% de 1980). Además, hay que considerar los efectos indirectos derivados de las progresivas relaciones comerciales que el uso y la difusión de la tecnología genera.

Por tanto, podemos concluir este apartado intentando responder a la pregunta con que lo iniciábamos, se puede hablar de un cambio estructural de las economías occidentales, provocado por la innovación tecnológica. La respuesta de la teoría económica convencional es ambigua. La productividad total de los factores (que incorpora el progreso técnico) es creciente, pero, sus argumentos recalan en una mala contabilización de la innovación y la productividad. En cambio, la respuesta de la nueva teoría del crecimiento económico abre una puerta al considerar el progreso técnico como una variable endógena de la función de producción, a la vez que le da la importancia que ha adquirido en los últimos años: la de una explicación creciente del desarrollo económico a largo plazo. Los datos estructurales refuerzan la visión del cambio estructural, pese a que de una manera incipiente: el aumento de peso relativo de los nuevos sectores del terciario vinculados a las TIC, de la inversión en I+D, de la difusión del conocimiento, etc, empiezan a dar luz sobre de qué estamos hablando. Por último, se ha convertido en vital el papel de la globalización económica, verdadera impulsora del cambio estructural, la revolución (en términos de costes), que suponen las TIC no hacen más que añadir dinamismo a la nueva estructura productiva y a su círculo virtuoso con la demanda. Podemos, por tanto, empezar a plantearnos la pregunta de si la economía mundial ha pasado una nueva fase dentro del capitalismo. ¿Hemos pasado del capitalismo post-industrial al capitalismo del conocimiento?. ¿Estamos ante la definición de un nuevo factor productivo, junto al capital físico y al capital humano, que en términos de Lucas podemos denominar capital-conocimiento?. ¿Es posible definir un modelo teórico que rompa con las estructuras de mercado oligopolísticas y que retorne el poder de mercado al consumidor, con unas preferencias mundiales y unos costos de información rebajados por las TIC?. En definitiva, ¿podemos situar el paradigma de estudio económico dentro de la sociedad del conocimiento?. Todas estas preguntas merecen ser respondidas.

Como se ha comentado anteriormente, el cambio estructural hacia las economías del conocimiento, en un contexto de progresiva globalización económica, está alterando las bases de las economías industrializadas, en un proceso que no es homogéneo. La revolución tecnológica está expulsando trabajadores poco cualificados de los sectores productivos tradicionales y está creando nuevas oportunidades a los trabajadores cualificados en las nuevas áreas de producción (OCDE, 1998), cosa que junto a las dificultades de accesibilidad a las TIC se adivinan como los principales problemas de la nueva etapa. Además, el proceso de globalización económica, y en especial la libre movilidad de capitales, ha iniciado una fase en la que los desequilibrios de las variables macroeconómicas no son sostenibles a largo plazo, cosa que genera un trade-off entre la política económica interna de los países y su repercusión a los mercados de capitales. Dicho de otra manera, en el nuevo contexto ya no son posibles políticas económicas expansivas, que a medio plazo desequilibren los fundamentos estructurales de una economía (Donges, 1998). No es posible tener un déficit público estructural, un desequilibrio en la balanza por cuenta corriente y elevadas tasas de inflación sin que los mercados financieros penalicen esta situación a través de ataques a la divisa o retiradas de capitales

En esta situación, de equilibrio "supervisado" por el exterior, se hace necesaria una coordinación de políticas económicas creciente por diversos motivos. En primer lugar, y atendiendo a la contabilidad nacional, es del todo necesario un esfuerzo para captar mejor los aumentos de productividad que la revolución tecnológica genera. Todos los esfuerzos dirigidos hacia una mejor medida de la innovación tecnológica y hacia una mejora en la captura del output de los servicios, entre otros, nos permitirían medir más efectivamente la nueva situación. Como ejemplo, vale la pena citar un reciente estudio (Reserva Federal de los EE.UU., 1998) según el cual la mala medida de la productividad ha sobrevalorado la inflación americana alrededor de 0,5 puntos porcentuales cada año durante los últimos 10 años, con las repercusiones que ello tiene, desde la contabilización del crecimiento económico hasta los ingresos y gastos familiares. Además, la teoría económica también debe avanzar en la determinación de la nueva estructura de la función de producción, incorporando a la tradicional contabilización del crecimiento el progreso técnico. En segundo lugar, la coordinación es necesaria porque el cambio estructural es global, o como mínimo afecta a todos los países desarrollados. Un problema agregado necesita de una solución coordinada y, en este mismo sentido, se impone aún más una política agregada si no se quieren ampliar las diferencias entre países ricos y pobres. Un dato publicado recientemente ilustra esta situación: de cada 100 ordenadores con conexión a Internet, 95 están en países industrializados (menos del 20% de la población mundial) y sólo 5 al resto del mundo (más de un 80% de la población mundial). Y en tercer lugar, la coordinación se impone porque las soluciones a la nueva situación no pueden ser sesgadas. Si queremos incorporar al mercado de trabajo los excedente de la industria tradicional, y si se quiere evitar la marginación, son necesarias tanto políticas macro que afecten la intensidad del cambio, como a las capacidades para absorver el cambio, como políticas compensatorias (Lundvall-Borràs, 1997).

Por tanto, la respuesta en materia de política económica ha de cubrir tres ámbitos fundamentales. En primer lugar, la estabilidad macroeconómica y la eficiencia microeconómica, únicas garantías del crecimiento económico sostenido a largo plazo (Comisión Europea, 1997). En segundo lugar, una vez garantizado el crecimiento económico se debe fomentar la adaptación al cambio, desde los incentivos a la innovación y el desarrollo del capital humano y, por último, es necesario buscar políticas de redistribución de los costes y los beneficios del cambio. En lo que respecta a las políticas que afectan a la intensidad del cambio, tres destacan por encima del resto: las políticas macroeconómicas, las políticas de competencia y las políticas comerciales. Efectivamente, si lo que pretendemos es promover la intensidad del cambio, las tres políticas citadas anteriormente van de la mano. No se puede concebir un camino hacia las economías del conocimiento sin una clara determinación hacia la estabilidad macroeconómica, con baja inflación y unos tipos de interés que fomenten la innovación tecnológica a largo plazo, de la misma manera que se ha de tener en cuenta un fomento a la competencia (tanto de las estructuras de mercado internas como de la competencia exterior) y una política comercial, que fomente el intercambio tecnológico.

Un segundo nivel de intervención son las capacidades de innovación y de adaptación al cambio. En este contexto resultan vitales las políticas de desarrollo del capital humano, las del mercado de trabajo y las de innovación. Bajo el principio de creación de una economía del conocimiento que se pueda consolidar en un contexto de rápido cambio técnico y tener éxito en el desarrollo de nuevos productos y servicios, y con la premisa de una estabilidad macro garantizada, el fomento de la innovación pasa por las siguientes medidas: el desarrollo del capital humano y la adaptación del mercado de trabajo, la creación de nuevas formas de organización, la construcción de líneas completas de innovación y la redirección de la política de innovación hacia los servicios, involucrando a las universidades en el proceso (Lundvall-Borràs, 1997).

Por último, y como se ha venido comentando reiteradamente, las medidas de fomento de la innovación y de adaptación al cambio no se pueden desvincular de las políticas redistributivas necesarias, por tal de evitar los problemas de marginación y exclusión social, que puede generar el camino hacia las economías del conocimiento. Y esta política tiene una triple vertiente en función de la población afectada, es decir, no sólo contempla la necesidad de hacer impuestos, transferencias de renda o políticas sociales, sino también, y ésta es la novedad del enfoque europeo, prevé la posibilidad de políticas regionales, por atender las fuertes diferencias entre regiones que el cambio puede generar.


3. Conclusiones

Este artículo ha intentado poner de manifiesto cuál es el estado del arte del impacto de la revolución tecnológica sobre la estructura económica, en un contexto mundial cada vez más globalizado. En la primera parte se ha puesto de manifiesto que, tanto la nueva teoría económica del crecimiento como también los datos estructurales, revelan una preponderancia creciente de los sectores productivos, agrupados bajo la economía del conocimiento, y esta preponderancia responde tanto al círculo virtuoso que genera el aumento de la riqueza como, más especialmente, a las sinergias positivas de la globalización, impulsada por una auténtica revolución tecnológica, las TIC. Así mismo, el camino hacia las economías del conocimiento no es homogéneo, y en este sentido, necesita de medidas de política económica coordinada para superar los efectos negativos del cambio, sobre todo los relacionados con la exclusión de partes de la población. En este sentido, se han analizado las diferentes posturas ante el cambio y las medidas a adoptar, que todo indica han de ir hacia un camino no sólo más amplio que el actual, sino también más imaginativo. Parece del todo evidente que las posturas neoliberales, orientadas hacia la promoción del cambio sin tener en cuenta el impacto social, regional y ambiental, y las posturas protecconistas, orientadas hacia la moderación de la rapidez del cambio, han quedado del todo superadas, en un contexto de mundialización, que es irreversible. Además, las posturas estilo new-deal (o en nuestra terminología viejo new-deal) donde la promoción de la velocidad de cambio se combina con políticas compensatorias ex-post no es viable, entre otras, por la misma razón que no lo son las dos anteriores. La globalización, y en concreto el mundo financiero, obliga a los gobiernos a buscar el equilibrio entre políticas económicas activas y la estabilidad de las variables macroeconómicas, observadas atentamente por los mercados financieros internacionales. Por todos estos motivos, la visión europea, expresada a través de un compendio de estudios del programa TSER, se orienta hacia una solución llamada el nuevo new-deal, donde los que se pretende es aumentar las capacidades para asimilar el cambio estructural, centrándose en las necesidades de los sectores y regiones más débiles y la innovación en materia de política económica que haga falta. Los tres argumentos presentados en el estudio, adaptación al cambio a través de políticas macro, de competencia y comerciales, la mejora de la capacidad de adaptación, a través de políticas de desarrollo del capital humano, de reestructuración del mercado de trabajo y de fomento de la innovación y la redistribución de los costes y los beneficios del cambio, a través de impuestos y transferencias de renda y políticas sociales y regionales, representan globalmente, la mejor manera de hacer frente a los desequilibrios generados por la nueva situación. En este sentido, un conjunto de medidas concretas, que se resúmen más abajo, son las adoptadas por la Comisión Europea en su último libro verde sobre la sociedad de la información(Comisión Europea, 1997). Estas medidas son:

  • Utilizar el peso de Europa en el mundo en las negociaciones comerciales para favorecer el comercio y la competitividad con el objetivo de impulsar la innovación.
  • Estimular la obertura internacional en la producción y distribución de conocimiento, impulsando la posición de las empresas europeas en un mercado globalizado.
  • Asimilar que la intensidad del cambio es asumible por la población y las regiones y tomar las responsabilidades necesarias para aumentar las capacidades para absorber la rapidez del cambio.
  • Impulsar las iniciativas locales y estimular la política de desarrollo en las materias de aumento y mejora del capital humano, del cambio en las estructuras organizativas, de la formación global y de la relación entre la industria y los servicios intensivos en conocimiento con la universidad.
  • Establecer unos estándares flexibles a nivel europeo en el campo de la producción del conocimiento y otras áreas donde hay claras economías de escala.
  • Construir las infraestructuras europeas de la información y la comunicación.
  • Iniciar nuevas orientaciones en las políticas de innovación, creando nuevos nercados y construyendo nuevos sistemas tecnológicos.

 

Bibliografia

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