Lenguaje respetuoso y no discriminatorio

Los cambios sociales, tecnológicos y de mentalidad han comportado cambios en la lengua. Dicho al revés, la lengua evoluciona para responder a las necesidades de la comunidad que la utiliza. En una sociedad como la nuestra, en la que se pide que haya igualdad entre todas las personas y colectivos, que no haya discriminación por razón de origen, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, la comunicación en el ámbito universitario (docente, académico e institucional) debe contribuir a que avance la lengua y la realidad en este sentido.

La lengua de los textos de la UOC tiene que ser precisa y también respetuosa. Y debemos tener en cuenta que los usos lingüísticos afectan al contenido de los textos, no es solo una cuestión de estilo o formal. Por ejemplo, la incorporación de las mujeres al mundo laboral y a otros ámbitos de la vida social ha comportado que los nombres de oficios, titulaciones, profesiones y cargos se hayan feminizado progresivamente. Así pues, debe evitarse la consideración de que algunas profesiones o cargos son exclusivamente femeninos o masculinos. Otros ejemplos (de discriminación implícita) que deben evitarse son relacionar una etnia o un colectivo con actividades delictivas o mencionar el origen territorial, la raza, la orientación sexual o la religión cuando no es relevante para la información del texto.

La idea es que cuando redactamos y nos planteamos de quién hablamos y a quién nos dirigimos tenemos que ir un poco más allá de la preocupación formal. En la práctica, cuando redactemos algunos textos, como por ejemplo textos divulgativos o informativos, libros de texto, exámenes..., no caigamos en el tópico o el prejuicio, intentemos que todas las personas se sientan bien mencionadas y bien representadas, evitemos difundir mensajes que fomentan estereotipos, eludamos las generalizaciones y las simplificaciones que falsean la realidad.

La comunicación de calidad requiere el respeto a la gramática o estructura formal de la lengua, a los principios de claridad y precisión, y a una expresión de las ideas y de la realidad imparcial y justa.