Número 133 (junio de 2023)

Y, de repente, el paraíso…

Andrea Rosales

Sí. Aunque a algunos todavía nos cuesta creerlo, los psicólogos llevan años hablando de los trastornos de dependencia de internet, las pantallas o las redes sociales. Por ejemplo, en Barcelona, desde 2017, el Plan de Acción sobre Drogas de Barcelona contempla las socioadicciones, entre las que se encuentra la dependencia de internet. Lo cual ya da buena cuenta de que el problema no es incipiente.

Y si a algunos, en la realidad, todavía nos cuesta creerlo, la ficción puede ser un paso para ayudar a entender este fenómeno. A mano está la novela I, de sobte, el paradís, de Núria Perpinyà (Comanegra, 2018). Una historia que ilustra las pulsiones que mueven las redes sociales, como una sonda, conectada a nuestro cuerpo y de la que no nos podemos despegar.

 

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Portada de la novela reseñada

Fuente: Comanegra

 

La novela entrelaza las historias de un grupo de enfermos, recluidos en un paraíso natural, que sirve de sanatorio de desintoxicación digital. Es decir, un lugar literalmente desconectado, para tratar a los adictos a las redes sociales, internet o las pantallas. Y a pesar del paraíso, los pacientes lo que quieren es huir, para buscar, el que ellos consideran su propio paraíso: la Red. Así, con mayúscula. Un (no)lugar donde consideran que son realmente libres, dándose grandes chutes de virtualidad. Y donde esnifan imágenes, música o aprobación social sin parar y por doquier.

 

Esta narración recuerda la tradición de muchas novelas que se ambientan en sanatorios bucólicos, en los que se entrelazan las historias de un grupo de desconocidos, que se ven obligados a aislarse de la sociedad, para poder recuperar lo que alguna vez fueron. Títulos como La montaña mágica, de Thomas Mann, o Pabellón de reposo, de Camilo José Cela, recrean este tipo de historias.

 

Adicción a las redes sociales y desintoxicación digital

 

Sin ir más lejos, I, de sobte, el paradís es eso y más. Se trata entonces de una montaña mágica del siglo XXI, en la que ya no hay pacientes de tuberculosis sino adictos a las redes sociales, que hay que tratar y salvar. Una pandemia virtual en un mundo real.

 

Sin ser ciencia ficción, I, de sobte, el paradís se sitúa en un futuro no muy lejano o, quizás, en una realidad paralela, en la que, para tranquilidad de muchos, todavía existe Twitter. Un mundo en el que a pesar de que hay otras innovaciones, como zorbings, friendglobe y mindmòbils, la realidad no es muy diferente a la que conocemos.

 

Los pacientes del sanatorio no son dependientes de internet en general. Cada uno ha desarrollado una dependencia específica. Su vida cotidiana está condicionada por su dependencia a la música, al trabajo, a los videojuegos, a la aprobación social, a flirtear por internet, a la pornografía. Haciendo uso de todas las herramientas digitales, ellos pueden dar rienda suelta a su dependencia del trabajo o a la anorexia. A menudo, tienen problemas cuando intentan pasar del flirteo de internet a las relaciones de pareja, o cuando intentan salir del círculo de reconocimiento social, del mundo digital, a la calle, donde son uno más.

 

Los pacientes de la clínica, en algún momento, habían normalizado su conducta; creían que era normal su relación con las redes sociales y que no tenía un impacto negativo en su vida. En la novela todavía les cuesta creer que tienen un problema y, sin embargo, se han dado la oportunidad de probar el innovador tratamiento de desintoxicación digital.

 

Capítulo aparte merecen los profesionales del sanatorio. Cada uno tiene sus propios conflictos con internet. Algunos de los otros personajes que deambulan por el sanatorio también. Tanto unos como otros podrían ser pacientes de la clínica, quizás todos podríamos serlo. Tanto los trabajadores sanitarios como los acompañantes de los pacientes, cuando son conscientes de que tienen un problema, se vuelven muy eficientes a la hora de disimularlo o se refugian en chats temáticos donde muestran la cara que les interesa mostrar y reciben la aprobación que no encuentran en su entorno más cercano.

 

Todos son adictos a las redes sociales, sus dependencias ya tienen un impacto en su vida personal. Por la obsesión que tienen perdieron el trabajo, se alejaron de la familia, abandonaron sus estudios u otras metas personales o tienen crisis de ansiedad. Algunos han engordado y han perdido la movilidad hasta el punto de andar con muletas. El libro refleja sus ambigüedades, sus contradicciones, sus obsesiones y sus más íntimas compulsiones.

 

El carácter innovador del tratamiento que ofrece la clínica es su principal reclamo publicitario. Aunque la psicóloga principal duda de sus propias habilidades, y el «gran tratamiento innovador» que ofrece es una caja negra que no llega a revelarse. Le falta pasar del plano teórico al plano real, y se queda en un sistema opaco, que sin embargo apenas es cuestionado y cautiva a propios y ajenos.

 

La autora entrelaza la narración de la novela con tweets reales. La narración parece banal al lado de las complejas compulsiones humanas reflejadas en los tweets. Los tweets de la novela han sido, a su vez, el trabajo de campo de la autora, con el que intentaba entender las diferentes formas de relacionarse con internet y la inspiración para construir los personajes y las situaciones. Todo lo cual le da un toque de realismo dramático a la historia.

 

La novela es intensa, compleja y brillante. No solo porque está escrita en un catalán purísimo, que usa todas las combinaciones de pronombres posibles y una ingente cantidad de frases hechas que, al menos en Barcelona, ya no se escuchan; sino también porque es un ensayo-ficción, y además usa varios narradores. Muchos. Con lo que identificar quién está narrando y con quien habla se vuelve parte del juego literario. Podría ser un símil de esas voces anónimas que se vuelven una sola voz y que inundan los chats temáticos.

 

La historia relata los imaginarios culturales sobre la dependencia de las redes sociales. Las historias de los personajes permiten reflexionar sobre el impacto de los medios digitales en la sociedad . El sanatorio refuerza la idea del abuso de internet, como una enfermedad, y cómo las enfermedades van cambiando con el tiempo, y de que este parece ser el sanatorio lógico de estos tiempos. El paraíso.

 

Nota final:

 

Este artefacto literario fue un gran descubrimiento para esta servidora, gracias a un buen librero en una pequeña librería de barrio. Un librero a la antigua, que recomienda el libro adecuado para cada cliente, más allá de los bestsellers y las grandes editoriales. ¡Un tesoro!

 

Para saber más:

PERPINYÀ, Núria (2018). I, de sobte, el paradís. Barcelona: Comanegra.

 

Citación recomendada

ROSALES, Andrea. «Y, de repente, el paraíso…». COMeIN [en línea], junio 2023, no. 133. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n133.2338

literatura;  medios sociales;  lifestyle