14/8/18 · Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación

¿Cómo se puede dejar un grupo de WhatsApp?

Durante el periodo de vacaciones aparece la voluntad de desconectar, una acción que asociamos a estar menos pendientes del teléfono móvil
Foto: Unsplash/rawpixel

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El 42% de la población no puede estar más de una hora sin consultar WhatsApp, tal como muestra el último estudio de Phone House. Los principales responsables de esta interacción constante a menudo son los grupos. Padres de la escuela, antiguos alumnos, familiares virtualmente unidos... que a veces, por un exceso de información, nos quitan tiempo y energía. Psicólogos y sociólogos de la UOC analizan cómo funcionan los grupos de WhatsApp y qué comporta abandonarlos.


Abandonar el grupo puede ofender

Cuando se forma parte de un grupo es porque se comparte algo que es común y que une con el resto de miembros. «Dejarlo puede ser interpretado como una desvinculación e, incluso, según el grupo, como una traición o falta de consideración hacia los demás», explica Francesc Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC. «No te estás librando del grupo, sino del vínculo», comenta Sílvia Sumell, psicóloga y profesora de la UOC, y añade que es inevitable que algún miembro se sienta ofendido, sobre todo en el caso de grupos pequeños y de gente conocida. «Si no se explica el por qué de la marcha ésta puede generar falsas interpretaciones», puntualiza. Otro caso que puede conllevar malestar son los subgrupos que nacen para comentar en petit comité temas que se han tratado en un grupo más grande.


Estrategias para irse con elegancia

Según Núñez, para irse de forma elegante del grupo es clave utilizar el sentido del humor: «Se puede buscar una excusa banal que haga muy necesario, de manera temporal, salir del grupo. Después el tiempo hace que los demás se olviden de que esta persona se ha marchado», sugiere. Hay que saber encontrar el momento, tener la excusa, hacerlo con gracia y, sobre todo, no ofender al colectivo. Tanto Núñez como Sumell coinciden en valorar que es importante despedirse. «Cuando se termina el objetivo por el que se ha creado el grupo es un buen momento para decir adiós», comenta Sumell. «Quizás nos puede ayudar el hecho de pensar cómo nos despediríamos de los demás de forma presencial», añade.

Debemos tener en cuenta que lo que decimos en WhatsApp, como espacio público que es, ha de dictarlo la prudencia y la cautela. «La prudencia y la cautela no son formas de comportamiento establecido, sino un saber estar y un saber comportarse, tal como ocurre en las diferentes situaciones de la vida», concluye Núñez.


El rol virtual difiere del cara a cara

Hay casos de personas con mucha actividad en la aplicación y, en cambio, mucha timidez en el cara a cara. ¿Esto por qué ocurre? Núñez y Sumell explican que el grupo de WhatsApp, como pequeña sociedad, genera sus propios roles sociales. «Así, gente que es poco activa, ocurrente o simpática, en estos espacios genera identidades diferentes, seguramente porque recibe apoyo y desde el grupo se le confirma esta nueva identidad», apunta Núñez. A ello se suma un segundo factor: en la comunicación grupal hay más atrevimiento a decir cosas que presencialmente no se dirían, porque comunicarse con los demás sin tenerlos delante siempre resulta más fácil. «Al evitar el contacto físico, obviamos una parte de la información no verbal inconscientemente. De esta manera no transmito información emocional, ya que esta queda muy camuflada», reflexiona Sumell. Por este motivo, a las personas con carencias o déficits en habilidades sociales o que temen ser juzgadas les puede resultar más fácil comunicarse por medio de la aplicación.


Grupos de trabajo: lenguaje sin dobles interpretaciones

Los grupos vinculados al trabajo tienen partidarios y detractores, algunos los consideran útiles y otros, invasivos. En caso de que formemos parte de algún grupo, debemos ser cuidadosos en cuanto a lo que decimos y respetar las normas «no escritas» de buen comportamiento que casi todo el mundo respeta de alguna manera. Esto hace referencia, por ejemplo, al tono, que suele ser más formal. Debería ser un grupo en el que se hablara estrictamente de temas de trabajo, y no se tendría que utilizar para asuntos personales. «Entendemos que a veces el grupo puede servir para desahogarse, pero hay que evitar caer en el error de criticar a compañeros o jefes. No sabemos qué uso puede hacerse de esta información, a quién puede llegar, y también puede generar un clima hostil», comenta Sílvia Sumell. Además, puede ser bueno evitar hablar de temas que puedan herir la sensibilidad de los integrantes, como, por ejemplo, de política, religión, sexo, y tampoco se debe abusar de los audios, las imágenes y los emoticonos. «Escribir de manera clara sin frases que puedan comportar dobles interpretaciones, responder en un horario prudente, si es factible solo en horario de trabajo, y tener claro que el grupo es el canal para comunicar, pero no el medio más adecuado para resolver problemas», aconseja Sumell.


No hay que exigir inmediatez

A veces, ciertas rencillas o malentendidos aparecen por el tiempo que pasa entre el momento en que se envía el mensaje y el momento en que se recibe la respuesta. La aplicación permite ver si la persona a la que te diriges está en línea o si ya ha leído el mensaje que le has enviado. Precisamente esta información es la que permite la recriminación posterior: «Estabas en línea y no has contestado». Francesc Núñez opina que el usuario debería poder controlar esta información,si se pudiera decidir no mostrarla muchas veces no originaría ningún problema. Sumell, por su parte, alerta de la falta de paciencia que tienen los jóvenes, acostumbrados a esperar una respuesta poco tiempo después de enviar su mensaje. «Creo que la máxima debería ser: "Si no es urgente, no hay que responder inmediatamente". La clave es saber priorizar», explica Sumell. «Ciertamente, cuantos más grupos de WhatsApp tenemos, más dependencia nos generan».


Mal uso de WhatsApp

Sílvia Sumell resume algunos de los peligros que puede conllevar un mal uso de WhatsApp:

– Perder de vista el objetivo de la propia aplicación: comunicar y ser una herramienta de entretenimiento.

– Querer resolver problemas importantes mediante el grupo y no hacerlo de manera presencial.

– Entender que un mensaje «visto» no es proporcional a la inmediatez en la respuesta.

– No caer en la obsesión de controlar al otro en el momento de ver y responder el mensaje.

– Difundir imágenes, vídeos o información sin el consentimiento del otro.

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