25/7/16 · Estudios de Economía y Negocios

Quejarse en el trabajo puede ser un éxito

Quejarse está, en general, mal visto. Sin embargo, en el trabajo puede convertirse en un éxito profesional. La importancia del «cómo» es básica si no queremos ser vistos como un «quejica crónico». «Si tu queja se debe a que intentas mejorar tu productividad o la de tu empresa, es probable que, si sabes plantearla, sea bien recibida», afirma Eva Rimbau, profesora de Economía y Empresa de la UOC. «El trabajador debe ser asertivo si quiere que sus quejas se tengan en cuenta», explica Gina Aran, profesora del  máster de Dirección y gestión de recursos humanos de la UOC. Las expertas de la UOC proponen cinco estrategias para  gestionar y comunicar correctamente las quejas.
Foto: Flickr / Justin Lynham (CC)

Foto: Flickr / Justin Lynham (CC)

El problema es cómo se realiza la queja. «Para  la empresa, una queja puede ser un indicador de que hay algo que no funciona bien y, en este sentido podría ser útil pero también puede ser conflictivo». Hay que practicar la «queja sana», «hacer observaciones u sugerencias que pueden ser bienvenidas», explica Aran. «La queja tiene que centrarse en hechos perjudiciales para la productividad y mostrar en todo momento una actitud profesional. Si se dan todos estos factores, es difícil que se desarrolle un conflicto», señala Rimbau. Si una queja «está bien comunicada, persigue un objetivo concreto, para el propio beneficio del trabajador o de todo el equipo, puede significar un estímulo profesional para el trabajador», explica Aran.


Cinco pautas que debemos tener en cuenta para «quejarnos bien»  

Para Aran, hay que tener presentes estas estrategias para tener éxito cuando nos quejamos:

  1. Buscar el momento idóneo: lo ideal es concertar una hora de encuentro o de entrega.
  2. Hacer la queja por escrito reduce el componente emocional y la convierte en más objetiva y comprensible.
  3. Mantener el autocontrol, si se hace en persona: pensar en la situación como algo que hay que cambiar a mejor y no como una agresión o un ataque a los demás.
  4. Describir la situación y las consecuencias negativas que nos ocasiona y, de rebote, ocasiona al equipo y a la empresa.
  5. Proponer alternativas de solución, sin exigir y procurando empatizar.

«Si la sugerencia cae en saco roto, no hay que insistir más; se puede correr el riesgo de ser considerado conflictivo», alerta Rimbau. Las quejas que son aceptables son aquellas que «reclaman algo derivado de un acuerdo roto o de un compromiso», añade.


Perfiles de los «quejicas»

Según Aran, hay varios tipos de gruñones. Uno es el de aquellos que se convierten en «quejosos crónicos»: «comunican sus quejas de modo que alteran el clima laboral y la capacidad de concentración del resto de trabajadores, y eso afecta a la productividad». Lo hacen de modo que cualquier cosa es susceptible de crítica y buscan aliados, «se quejan de forma reiterada y eso se convierte en un hábito», destaca Aran.

Otro tipo de conducta «es el de típico "yo crítico"», aquel que lo critica todo, que se queja y que siempre está disconforme. «Es un perfil completamente reconducible: hay que implicarlo en un proyecto del que pueda ser responsable», concluye Aran.

Expertos UOC

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