Pere Mayans
¿Qué dificultades comporta gestionar la diversidad lingüística en un centro educativo?
Uno de los pilares de la inmersión lingüística es el tratamiento de la lengua de origen de los alumnos. En los años ochenta era el catalán o el castellano y, en algún caso, el gallego. Actualmente, tenemos alumnos de 166 estados, que como mínimo hablan más de 200 lenguas. En el último curso, los alumnos recién llegados del extranjero, de un colectivo de 19.000 que asisten al aula de acogida, nos reconocieron 115 lenguas diferentes. Mi trabajo de posgrado consistió en preparar un curso, que se impartirá en enero, enmarcado en el plan para la actualización del Programa de inmersión lingüística destinado al profesorado, puesto que la formación inicial, en este tema, es bastante inexistente.
¿Qué importancia tiene la formación del profesorado en la atención a la diversidad lingüística?
Uno de los déficits que tenemos en Cataluña es la formación inicial de los maestros, en la universidad, en temas de enseñanza- aprendizaje de segundas lenguas -que al fin y al cabo es lo que realmente es la inmersión-, y también en temas como la gestión de la diversidad lingüística. Existe una realidad sociolingüística muy compleja en la cual los catalanoparlantes ya no son mayoría; cuando enseñamos debemos tener presente que lo hacemos para unos colectivos que no tienen como lengua familiar la lengua de la escuela, el catalán
¿Se confunde la inmersión lingüística con el uso del catalán en la escuela?
Se habla de inmersión como sinónimo de sistema educativo de Cataluña y no es lo mismo. La inmersión es un programa en el que se trabajan las estrategias de enseñanza-aprendizaje en segundas lenguas. La lengua en la escuela es el catalán y en aquellos contextos en que los alumnos no tienen el catalán como primera lengua es donde aplicamos los programas de inmersión lingüística. La tendencia de las sentencias, ya desde la del Tribunal Constitucional, es que, además de inglés o de alguna otra lengua extranjera, se hagan la mitad de las clases en catalán y la mitad en castellano, y que, por lo tanto, el castellano sea también lengua vehicular.
¿Cuál piensa que es el trasfondo?
La filosofía responde a dos tradiciones jurídicas que se han enfrentado. La nuestra arranca de 1983, con la aprobación por parte de todos los diputados del Parlamento -menos dos que se abstuvieron- de la Ley de normalización lingüística, cuyo objetivo era conseguir que el catalán fuera la primera lengua en cuatro ámbitos: enseñanza, medios de comunicación públicos de la Generalitat, toponimia y lengua de la Administración de Cataluña. Sin embargo, según dicen las últimas sentencias el catalán no tiene que ser el primero en ningún ámbito porque no se puede legislar en contra de lo que dice el Tribunal Constitucional, que nos remarca que el catalán no puede ser lengua preferente.
¿Qué se puede hacer desde la Generalitat y desde los centros?
Desde el Gobierno se ha explicado cuál es la realidad del sistema educativo: se presta atención individualizada si se requiere el castellano como lengua en las primeras enseñanzas -lo cual se ha dado en casos muy puntuales, y por lo tanto no ha peligrado nunca el modelo de una sola línea educativa-, y se pueden hacer bloques de contenidos curriculares en castellano si no se puede garantizar el conocimiento adecuado de esta lengua por parte del alumnado en el caso de contextos sociolingüísticos en los que esta lengua no tiene una presencia social importante. Nuestro gran argumento es que las pruebas que aplicamos y que también aplica el Estado demuestran que nuestros alumnos saben tanto catalán como castellano y que no hay diferencia con el nivel de castellano estatal.
¿Cómo valora el proceso de inmersión lingüística que se originó en 1978?
Se hizo un proceso de reciclaje espectacular de miles de maestros, actualizando la didáctica de la lengua de una forma sin precedentes en Europa. La deficiencia principal es que, desgraciadamente, todavía hay muchas universidades que no acaban de formar a los maestros que el país necesita. El futuro del sistema depende de la formación inicial, que se tiene que reforzar con el conocimiento de las estrategias de enseñanza-aprendizaje de segundas lenguas. Un buen maestro de inmersión interactúa constantemente con los alumnos y facilita su intercomunicación con la lengua de la escuela. La situación actual tiene que ser una oportunidad para mejorar la formación de nuestros maestros.
¿Hacia dónde va todo ello?
Hay que recordar que la Ley de enseñanza de Cataluña también se encuentra en el Tribunal Constitucional. La sentencia puede marcar un momento de inflexión porque o refuerza o replantea lo que dice el Estatuto. Aun así, la consejera y las escuelas han dicho que se plantan; hay un consenso muy amplio en todo el sistema educativo. No peligra la convivencia ni el modelo. Las escuelas tienen que garantizar que al final de la etapa educativa los alumnos tengan el mismo conocimiento de ambas lenguas oficiales. Es evidente que si el catalán no es la primera lengua en la escuela, este objetivo no se conseguirá, como ya ha ocurrido en el País Valenciano y ocurrió en el País Vasco.
Contacto de prensa
-
Redacción