Bernice Donald fue la primera jueza del estado de Tennessee y combina la judicatura, a la que se dedica desde 1982, con la participación en actos académicos y programas de formación en todo el mundo. Experta en temas de propiedad intelectual. El pasado 22 de febrero impartió la conferencia "Protecting Intellectual Property Rights in the Age of the Internet - The U. S. Experience", en un acto organizado conjuntamente por la Universitat Oberta de Catalunya y el Consulado General de Estados Unidos en Barcelona, junto con la Sección de Derechos de Propiedad Intelectual y Derechos de Imagen del Colegio de Abogados de Barcelona. Donald explicó cómo su país está luchando contra un fenómeno que cobra cada día mayor importancia y que enciende debates que van más allá del Derecho: la piratería en Internet.
Un estudio de la Business Software Alliance asegura que el 46 por ciento del software instalado en ordenadores españoles es pirata. ¿Cree que los retos que afrontan Estados Unidos y España son comparables en lo que a propiedad intelectual se refiere?
La piratería, ocurra donde ocurra, es un gravísimo problema, un problema perverso que causa un daño enorme a los legítimos titulares de los derechos de autor tanto en Estados Unidos como en España. Está creciendo en proporciones de epidemia y todos los países tienen un enorme interés -y también la obligación- de velar el cumplimiento de las leyes que protegen a los titulares de estos derechos.
El acceso a Internet está cada día más difundido y el ancho de banda no para de crecer, así que cada día es más fácil descargar música, películas o software. Por otra parte, nadie quiere pagar por algo que puede obtener gratis. ¿Cree que la aplicación de la ley bastará para vencer a la piratería? ¿O quizás habría que proponer nuevas formas de creación y modelos de negocio innovadores que se adapten al mundo digital?
Mi país se fundó sobre una cultura que animaba e inspiraba la creatividad y la innovación, y creo que esto puso las bases del crecimiento del que el mundo disfruta hoy con Internet, que, como sabe, fue desarrollado por Estados Unidos. Es comprensible que la gente no quiera pagar por cosas que puede obtener gratis, pero es que ¡esa es la base del comercio! Nadie aprobaría que un tipo entrase en una tienda y robara una prenda sólo porque no quiere pagar por ella. Además, no pagar por la propiedad de otros congela la creatividad. Estoy segura de que en esta era se seguirán desarrollando nuevos modelos y tecnologías, pero en el punto en el que estamos es importantísimo dar incentivos que alimenten la creatividad y el crecimiento.
¿Descargar canciones mediante plataformas de igual a igual (peer-to-peer) es como robar discos de una tienda o como grabarle nuestra música preferida a un amigo, como hacíamos antes de la era digital con los casetes?
Bueno? [Piensa un instante] Está bien compartir con un amigo la música que más nos gusta. Cuando lo hacíamos a la antigua usanza manteníamos el control del original que habíamos comprado. Cuando, en cambio, se trata del ciberespacio no es realmente compartirla con un amigo, es más bien robarla y hacer copias de ella. Se hacen tantas y tantas copias, y a tanta velocidad, que se acaba haciendo un daño enorme a los dueños del derecho de propiedad. Porque todas estas personas que hubieran ido a la tienda a comprarse un disco lo están obteniendo gratis sin pagar nada. Así que creo que es robar.
Sin embargo, es probable que perseguir a todos y cada uno de los que descargan contenidos protegidos tenga más costes que las pérdidas que causa su acción ilegal.
Es evidente que nunca podrás ir a por todos y cada uno de ellos, de la misma manera que tampoco puedes perseguir a todos los ladrones: se seguirá robando en las tiendas de la misma manera que se seguirán descargando ilegalmente contenidos en Internet. Pero es que hoy se está llevando la piratería a un nuevo nivel.
¿A qué se refiere?
A que la propiedad intelectual se está convirtiendo en una nueva moneda de cambio en el crimen organizado e incluso de organizaciones terroristas por el gran margen económico que ofrece y el mínimo riesgo que supone. Gobiernos como el estadounidense o el español ya están estudiando los perjuicios que causa este problema no sólo a los propietarios de los derechos, sino también a todos los ciudadanos, por los impuestos que dejan de ingresarse por culpa de este fenómeno. Tiene que haber una respuesta proporcionada a estas actividades y creo que los gobiernos ya se están dando cuenta de ello.
Los derechos de propiedad intelectual se esbozaron en la Revolución Francesa y la Copyright Act data de 1909. Es indudable que el mundo ha cambiado radicalmente desde entonces...
Estas leyes se crearon en un momento en el que el mundo era muy diferente, sí, pero estoy convencida de que muchas de ellas son suficientemente flexibles como para adaptarse a los cambios. ¿Lo cubren todo? Por supuesto que no. Pero el derecho debe ser capaz de avanzar al ritmo de la tecnología y desarrollar nuevas leyes o adaptar las ya existentes.
Por ejemplo, sabrá que en 1998 el Congreso Americano aprobó la Digital Millennium Copyright Act, un texto pensado especialmente para la protección de la propiedad intelectual en Internet, tanto para autores como para usuarios, y que ha estado funcionando estos últimos diez años con interés y algo de escepticismo. Como usted mencionaba, hoy se puede descargar fácilmente una película: ¡sólo necesitas quince minutos si tienes la suficiente velocidad de conexión! Pues en esa ley se prevé que, si alguien demuestra que su copyright es violado en el web, se puede notificar al servidor de Internet que lo retire sin necesidad de intervención judicial. Tengo confianza, en definitiva, en que los legisladores sabrán encontrar el equilibrio entre la protección de los intereses de los propietarios de los derechos y el progreso del arte y la ciencia, manteniendo así el entorno cultural que tanto valoramos.
No sé si habrá oído hablar de Second Life...
No. ¡Tenga en cuenta que ya hace mucho tiempo que fui joven! [Ríe] ¿Es como You Tube?
Bueno, es un mundo virtual que está cobrando cada vez más importancia en Internet. Permite crearse un personaje, relacionarse con la gente y hasta hacer negocios. ¡Se mueven allí más de un millón de dólares diarios!
Había oído hablar de la After Life [vida después de la vida], pero nunca de Second Life... [Ríe]
Se lo preguntaba porque, si Internet ya borró las fronteras -con las implicaciones legales que eso tiene-, Second Life ha creado un mundo virtual en el que se venden creaciones virtuales. ¿Cree que es posible aplicar las leyes de países reales a países virtuales? ¿O habrá que crear juzgados virtuales que apliquen un derecho... virtual?
Mi especialidad son las leyes tradicionales y creo que hay que aplicarlas para conseguir sus objetivos, en este caso proteger a los propietarios de los derechos. Por ejemplo, antes mencionaba el Digital Millennium Copy Act. Si, ante la orden de retirar el contenido por violación de copyright, el presunto infractor quiere presentar un recurso, deberá hacerlo en la jurisdicción de las Cortes Federales que corresponda, lo que saca el litigio del mundo virtual y lo lleva al real. Quizás llegue un tiempo en el que haya leyes capaces de tratar los problemas que plantea traspasar fronteras -de hecho, ya existen algunas, porque los gobiernos están persiguiendo acciones criminales transfronterizas-, pero creo que hay suficiente elasticidad en las leyes actuales para que, con alguna modificación, sean capaces de tratar estos problemas.
Crear contenidos para Internet es hoy mucho más fácil que hace unos años. ¿Deberíamos por ello estar más al tanto de las leyes que rigen la propiedad intelectual?
Soy una entusiasta del conocimiento en general y ya sólo por eso creo que sí. Pero es que además hay leyes que hacen que sea aún más importante. Porque, si publicas contenidos que infringen algún copyright, corres el riesgo de que te lo retiren y de tener problemas con la ley. Así que, ciertamente, hay una obligación o necesidad de estar al tanto hasta ese nivel. Además, tenemos una máxima en Estados Unidos que dice que ignorar una ley no te exime de su cumplimiento.
Nuevas tecnologías, nuevas leyes. ¡Hay mucho que aprender!
Mire, aunque todos estos cambios estén pasando después de mi generación, son para mí algo muy excitante. Todo lo que está sucediendo en los mundos digitales y virtuales está cambiando la economía de los países. El producto nacional bruto de los Estados Unidos se basa hoy en la propiedad intelectual, parte en la tecnología digital, parte en la ciencia, en las patentes o en la creación de marcas. Y hoy no me podría imaginar un mundo sin Internet... ¡aunque no sé nada de Second Life!
¡Sin Internet, imposible! Y eso que hasta hace no demasiado vivíamos la mar de bien sin.
Desde luego. En el primer juzgado en el que ejercí no había ni un solo ordenador. Cuando llegó el primero me sentí aterrorizada. Y no sólo yo: nadie se atrevía a usar el suyo. Al principio lo adopté como una mascota y le sonreía, le quitaba el polvo... ¡pero ni lo tocaba! No fue hasta 1996 que empecé a usarlo para enviar mensajes electrónicos. Hoy los adoro. No sabría vivir sin mi Blackberry o mi Palm, mis tres portátiles o Internet. Todo me sirve de gran ayuda durante los juicios. Por ejemplo, si un abogado hace referencia a un caso puedo consultarlo enseguida. Y, si creo que alguien de la sala es peligroso, puedo mandar un mensaje instantáneo de alerta. Creo que en esto de la tecnología digital no hay vuelta atrás, que sólo podemos ir hacia delante. Nos haces más eficientes.
¿Es usted optimista?
Tengo mucha confianza, sí. Hay gente joven con mucho talento que está pensando ahora mismo en cosas que hace tan sólo veinte años no podíamos ni soñar, y estoy segura de que estos pensamientos seguirán agitando el mundo en el que vivimos y de que mejorarán el nivel de vida de todos a través de la tecnología