En el marco del encuentro presencial de la UOC, el antropólogo Jordi Moreras ofreció una conferencia sobre las vías para abordar la identidad musulmana dentro del contexto europeo. El experto asegura que este es un objeto de estudio que, al igual que la propia identidad europea, está en continua transformación, es inalcanzable desde una sola perspectiva y genera un debate con más interrogantes que respuestas.
Algunos países europeos aplican exámenes de cultura autóctona a los recién llegados como medida para favorecer la integración. ¿Cómo valora este tipo de propuestas?
Tengo la sensación de que el hecho de pedir una serie de contratos de conocimiento sobre la sociedad de acogida debería limitarse, simplemente, a tener las competencias lingüísticas adecuadas; en todo caso, a la voluntad de acceder al aprendizaje de la lengua, para mejorar la interacción y, por lo tanto, la integración. Preguntar cuáles fueron los hechos de 1714 o quién fue Wifredo el Velloso es comparable a preguntarlo a nuestra propia gente, empezando por los adolescentes, ya que nos daríamos cuenta de que no hay muchas personas que conozcan este tipo de datos.
En una entrevista publicada recientemente, un conocido político catalán acusaba al actual Gobierno español de sacar pecho delante de la Iglesia católica y ser condescendiente con el islam. ¿Piensa que algunos discursos políticos europeos hacen una discriminación positiva de la confesión islámica?
Seguramente estas declaraciones deben leerse en contexto electoral o preelectoral y con la voluntad de levantar suspicacias ante la opinión pública. Creo que la relación que ha mantenido el Gobierno español con la Iglesia católica ha tenido algunos momentos de conflicto por la exposición de una serie de argumentos o motivos contradictorios con la fe católica, pero eso no quita el hecho de que ya tocaba reconocer la evidencia de otros cultos religiosos en el país. El necesario reconocimiento de este pluralismo no pasa por que a unos señores se les permita hacer algunas cosas que no se permiten a otros. El modelo de relación entre el Estado y la religión católica se ha mantenido y seguirá manteniéndose. Conviene huir de esos argumentos tan provocativos que sólo pretenden generar malestar.
Polonia fue el único país que quiso introducir sin éxito una referencia a las raíces cristianas de Europa en el proyecto de constitución. ¿El elemento religioso tiene que entrar en el debate de la construcción europea?
Es un tema delicado. Las referencias culturales que provienen de estas tradiciones religiosas deberían tener alguna alusión, pero no las moralidades concretas que provienen de un determinado culto religioso; eso, significaría una forma de legitimar la preeminencia de determinados cultos respecto a otros. Creo que es un error. Me parece que se plantea desde una perspectiva incorrecta de la herencia histórica para evitar que otras tradiciones, que no son la católica, estén presentes. Es un error de perspectiva tener que incluir referencias doctrinales. Es mucho más correcto hablar de culturas y de estas aportaciones religiosas en forma de cultura. Desde esta óptica, el islam también estaría presente, así como otras tradiciones de origen oriental. Europa no es un club cristiano; es una realidad mucho más heterogénea.
Las reacciones de la comunidad musulmana por la publicación de las caricaturas del profeta Mahoma en un diario danés no contribuyen a crear una imagen del islam como una religión abierta. ¿En un futuro próximo será posible hacer sátira del islam?
Tenemos que hacer sátira tanto de los creyentes religiosos como de los que no son creyentes o lo son de partidos políticos, de equipos de fútbol... Tenemos que reírnos de las personas y de sus convicciones porque, en definitiva, forma parte de la interacción entre personas. El tema de los símbolos es otra cuestión. En concreto, sobre las caricaturas, creo que los radicalismos las utilizaron. Hubo un malentendido entorno a la libertad de expresión a la hora de poder reivindicar una identidad reactiva. No es justificable que una serie de personas se hayan sentido lo bastante ofendidas como para querer asesinar a otra que ha expresado una opinión contraria a la suya. Debe ser así en el ámbito mundial, pero especialmente en el caso concreto del continente europeo. Hay un derecho de libertad de expresión que tiene que ser fundamental, pero que también comporta un criterio de responsabilidad. Vi las caricaturas y creo que algunas podían tener una determinada lectura satírica, pero otras estaban muy mal pensadas. En cualquier caso, necesitamos un ejercicio de libertad de expresión coherente. Este debate se generó mucho desde el corazón y no desde la cabeza, con una voluntad de sentirse ofendidos y no de exigir el derecho de libertad con responsabilidad para ambas partes. Creo que hemos perdido una oportunidad importante en este sentido.
El último premio Ramon Llull lo ganó Najat El Hachmi, una joven catalana de origen marroquí. ¿Lo considera un éxito de las políticas de integración?
Si se lo plantearan a Najat, diría que no. Yo conozco a Najat personalmente desde hace muchos años; es una buena amiga y la admiro mucho por lo que es una escritora catalana, no porque haya realizado un trayecto de inmigración e integración con éxito. Por otra parte, ella nunca ha llevado la bandera de la integración. Ella es una buena escritora catalana: eso es lo más importante para todos.