23/3/09

«Los educadores tienen que considerar al alumno como individuo»

Julio Carabaña

Julio Carabaña

Inmigración y escuela. ¿Una combinación explosiva?
¡No! ¿Por qué había de serlo? Los chicos inmigrantes son chicos normales, que en sus países van a escuelas normales. Lo único que en la escuela puede producir roces o algo parecido son aquellos chicos que llegan al aula en la pubertad, apenas escolarizados y con un ideal de vida que pasa por trabajar. Por ejemplo, hablamos de los marroquíes de catorce años que llegan en los bajos de un camión para buscarse la vida, los coge la policía y los envía a una escuela. Ellos no quieren y no lo entienden. Pero este grupo es una minoría. Esta relación no es explosiva… ¡Mejor aún! Las familias inmigrantes y sus alumnos tienen más expectativas, más interés y están más motivados para aprender.
En diez años, en las aulas españolas hemos pasado de un 1% de alumnos inmigrantes a un 10%. Este crecimiento ha sido aún más rápido en los últimos años. ¿Estaba preparada nuestra escuela para este boom?
El sistema de enseñanza es uno de los subsistemas sociales en los que los procesos de inmigración producen menos tensiones. Antes en el mundo del trabajo, por ejemplo, no había problemas. Pero con la llegada de la crisis ya no podemos afirmar eso: las cosas se están complicando. Ahora hay tensiones muy fuertes. ¿Por qué la escuela sufre menos? Por un lado, porque posee amplios medios. Desde hace un tiempo, en España hemos vivido un descenso de la natalidad, lo que nos ha llevado a tener menos alumnos en las clases. Sin embargo, el presupuesto se ha multiplicado por cuatro en los últimos treinta años. En los centros escolares rige la economía de club: una vez hechas las instalaciones, ya quedan para cien o para doscientos. Pero, además, la escuela sufre menos porque existe consenso sobre lo que se tiene que hacer con esos alumnos inmigrantes –enseñarles– y ellos también saben lo que deben hacer en ese entorno –aprender–. Lo que ha sucedido es que hemos pasado de tener veinte a tener veintidós alumnos por aula. Lógicamente, si le preguntas a un profesor, él prefiere diez o veinte alumnos en clase, pero… ¡podría tener hasta cuarenta!
Nuestra escuela estaba preparada en cuanto a medios y estructuras. Pero las escuelas no son sólo los edificios sino también las personas que las forman. ¿Estaban los profesores preparados para esta llegada?
El profesor español no estaba ni preparado ni formado. Pero… ¡no lo podía estar antes de que vinieran los estudiantes extranjeros! Se tienen que formar por ellos mismos. No hay una formación específica para recibir inmigrantes. ¿Qué tenían que aprender? ¿Tal vez lenguas extranjeras? ¡Hay muchas y diferentes! ¿Formarse en costumbres? ¡Pero si la variedad es muy amplia! La inmigración no es un problema y, desde mi punto de vista, no es un reto como tal, pero está claro que supone trabajo extra para los profesores. En una clase ahora hay más alumnos que tienen una lengua doméstica diferente a la lengua del aula. Así que, antes que física o química, estos estudiantes tienen que aprender algo: la lengua vehicular de la enseñanza. Así los rasgos de los que depende el que sean o no más difíciles que los otros estudiantes son la lengua, el nivel de conocimientos que tienen a su ingreso y la distancia entre las costumbres de su casa y de la escuela.
Sin duda, el hecho de tener que aprender esa lengua es un reto para el nuevo alumno más que para el propio profesor. ¿El tener que aprender dos podría ser un problema? En Cataluña, los alumnos extranjeros se enfrentan de golpe al catalán y al castellano.
Desde el punto de vista del alumno no hay problema. ¡Él está feliz con aprender! Esa lengua le permite desarrollarse, hacer amigos, trabajar en un futuro… Además, es una materia en la que siempre tiene éxito porque siempre lo acaba consiguiendo. ¿Cuánto tiempo tiene que dedicar? Si llega al principio del proceso de escolarización, casi nada. Si tiene diez o doce años cuando se incorpora a la nueva realidad, la aprenderá en seis meses por lejana que sea. Aunque sería bueno recordar que prácticamente el 50% de esos alumnos inmigrantes vienen de América Latina y, por tanto, comparten idioma. Las necesidades específicas por lengua, como las de retraso escolar por un sistema diferente, se tienen una vez, en el momento de la incorporación. Pero no olvidemos que el sistema español y todavía más el catalán están entre los mejores del mundo, tanto en términos de resultados (aprendizaje) como de procesos (métodos de enseñanza, libertad de elección…). Hay algún país del que podemos aprender algo. ¡Pero eso les pasa a todos!
El alumno llega a mitad de curso, sin nociones del idioma en el que se dictan las clases. No es un problema, pero está claro que para el profesor es otro pendiente. En el aula, además, tiene otros veinte o veinticinco alumnos que deben aprender matemáticas e historia. ¿Qué solución aplicar? ¿Aulas de bienvenida? ¿Consideramos a los alumnos inmigrantes como alumnos con necesidades especiales?
No hay que sobrecargar al profesor, desde luego. Al aula ordinaria han de llegar estudiantes ordinarios; por tanto, estudiantes que hablan la lengua vehicular de las clases. ¿Qué hacer? Actividades extraordinarias, buscar espacios… En Cataluña se pusieron en marcha aules de benvinguda. No creo que a este alumno que ha abandonado su país, su gente… se le traume por estar tres meses en unas aulas aparte si se le dan espacios como los recreos o las excursiones para compartirlos con los alumnos nativos. Hay muchas posibilidades, pero es importante recordar que el alumno inmigrante no tiene necesidades educativas especiales sino necesidades educativas normales. No forma parte de esa categoría. ¿Por qué? Esas características, esas condiciones que presenta no son por causas psicológicas o fisiológicas. Sus problemas son transitorios y sabemos qué hacer con ellos.
Los alumnos inmigrantes son como los alumnos nativos, para lo bueno y para lo malo.
Inmigrante y extranjero no son conceptos o categorías educativas. Es un fenómeno real: vienen alumnos de fuera que perturban el ritmo de las aulas. Así que no hablamos de los alumnos sino de sus efectos. Sus características son variadas pero no son diferentes de los alumnos nativos. Aquí también se encuentran esas características: todo lo que diferencia a un inmigrante también puede diferenciar a un nativo. ¿Que hay inmigrantes que llegan con retraso académico? ¡Aquí también! ¿Que son niños o jóvenes que cambian mucho de ciudad y llegan a destiempo? ¡También hay familias españolas que se incorporan a mitad de curso! Hay que tratarlos como casos individuales. Al alumno, los educadores tienen que considerarlo como individuo. Al alumno inmigrante hay que tratarlo como español y no dar importancia específica a ese hecho.
Respecto al otro, al diferente, existen muchos mitos. En el sistema educativo también. Se dice que la llegada de estos alumnos ha bajado el nivel de los nativos. ¿Es cierto? ¿Qué efectos ha tenido sobre el alumnado español?
Hay que diferenciar el impacto sobre su aprendizaje del impacto sobre su educación. En cuanto al aprendizaje, si el profesor tiene trabajo extra como ya hemos comentado y no tiene más medios a su alcance, está claro que este fenómeno influye en el nivel de la clase. Pero sólo un poco y momentáneamente. No olvidemos que sólo llegan una vez y, cuando ya están adaptados, el hecho de que sean inmigrantes no sigue influyendo. ¿La verdad? Baja el nivel de los alumnos de un modo imperceptible. Es más, según los datos del informe PISA 2006 que he analizado, y es el más completo sobre estos temas, su efecto es dudosísimo. No es seguro que sea real. Ese descenso de nivel que se observa puede deberse a que los alumnos nativos con mayor capacidad –no con el mejor nivel económico como creen muchos– abandonan los centros cuando llegan los inmigrantes o tal vez se deba al efecto selección: los inmigrantes eligen centros en los que los alumnos nativos ya son peores, de nivel más bajo. Por tanto, los estudiantes inmigrantes bajan la media o el nivel de la escuela, pero no el de los estudiantes nativos individualmente. Los datos de este informe también demuestran que, pese a lo que pensábamos, los inmigrantes no tienen un nivel socioeconómico menor que los nativos. Lo mismo pasa con la formación de los padres: es muy parecida. Los efectos no se deben a que sus condiciones sean más bajas; en España al menos. Los inmigrantes se concentran igual, sean o no de un nivel socioeconómico bajo. No bajan el nivel ni por pobres ni por incultos.
Y en el campo educativo…
Proporciona la oportunidad de ver gente que antes sólo veías en la televisión. Y ya lo sabemos: no es lo mismo ver el mar en la tele que bañarse en él. No tiene comparación oír inglés en el cine o escuchar a un compañero que lo habla. No es lo mismo saber que hay chinos en España que verlos en tu clase o haber oído que los musulmanes no comen cerdo que comprobarlo en el comedor de tu escuela. En este caso, puedes aprender cómo se aplica la prohibición y cómo se burla… cuando el padre de tu compañero musulmán se toma una cervecita. Descubres mucho de las relaciones, de las costumbres y ves que tú también eres un poco raro en algunas cosas. Nuestro día sagrado es el domingo, pero para otras personas es el sábado. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Si abres la ventana por la mañana, verás el mismo cielo. Conoces valores como la tolerancia o la relativización de la propia cultura. Pero también hay que tener cuidado en las clases: no instrumentalicemos a los inmigrantes como recurso educativo. No sería muy ético. El ideal no es un currículum multicultural ni intercultural sino un currículum universal con adaptación local.
Otro titular que podemos leer en los medios de comunicación o comentario que se oye es el de la concentración. ¡Hay escuelas atestadas de inmigrantes!
La concentración es un fenómeno poco extenso, como demuestran otra vez los datos. De hecho, afecta más a los propios inmigrantes que a los nativos. Por ejemplo, en España sólo un 6% de escuelas tienen un 20% de inmigrantes en las aulas; un 3%, tienen un 30%, y un 1,2%, tienen un 40%. Cuando hablamos de entre un 20% y un 30% de concentración significa que en esas aulas hay entre tres y cinco alumnos inmigrantes. En el ámbito catalán ese porcentaje es algo más alto: un 13% de centros tienen un 20% de alumnos inmigrantes; un 3% tienen un 30%, y un 1,4% tienen un 40%. En cambio, en el caso de los inmigrantes, sí que les afecta la concentración: el 40% de los estudiantes de este colectivo van a clases con un 20% de concentración; un 30% de ellos van con un 25%, y un 15% asisten a aulas con un 40% de inmigrantes. En España no se detectan centros privados con más de 40% de extranjeros. Eso significa que hemos pasado de veinte a veintidós alumnos en las aulas.
No todos los centros pasan de veinte a veintidós, sino que algunos centros pasan de veinte a treinta…
Los colegios iban a cerrar y gracias a los inmigrantes no cierran. Esta situación, por tanto, es un problema de ciertos centros y no del sistema educativo. Se concentran principalmente en centros públicos, en las grandes urbes ligeramente. En concreto, en algunos públicos, pero tampoco en todos. Así que hay que dotar de más medios a los centros que acogen más inmigrantes. ¡Ojo! No a todos los públicos… Pero insisto en que no son un problema; son un trabajo extra para los profesores: tal vez se requieren acciones extraordinarias, que los profesores se entiendan con ellos y que les hagan entender. Si el efecto de la concentración es importante sobre el nivel del alumno, no ha de importar si el centro es público o privado. Hay que dotar de medidas. Si no es importante, como así parece por los datos, hay que evitar la creencia de que lo es; no crear falsas alarmas.
Afirma que los inmigrantes viven situaciones de concentración mucho mayores que los nativos en las clases. Tal vez sobre su aprendizaje los efectos no sean muchos, pero… ¿sobre su integración en la nueva sociedad? ¿Para su autoestima si ven que los alumnos mejores abandonan ese centro?
Para los inmigrantes la concentración no es mala. Ellos, por razones de logística familiar o de sentirse apoyados, prefieren ir juntos a la escuela. Yo creo que la primera función de la escuela es enseñarles. Así que, si sobre su aprendizaje no tiene efectos remarcables, no hay que preocuparse. Para mí es un error anteponer la educación al aprendizaje. Evidentemente, sin que el alumno se frustre.
Más allá del miedo al descenso del nivel académico y a que retrasen el aprendizaje de los alumnos nativos, la llegada de esos alumnos trae otros miedos. Vienen de otras culturas, con otras costumbres. Nosotros debemos hacer un esfuerzo para acogerlos, pero… ¿hasta qué punto hemos de cambiar nuestro sistema para conseguirlo?
Hay que tener clara una cosa: los roces son con la familia, no con los alumnos. El niño de cinco años no es portador de ninguna cultura. Mientras son pequeños, en materia de costumbres se adaptan fácilmente. Seguramente no haya que adaptarse y sean ellos los que se adapten fácilmente. Son esponjas que pueden absorber todo: la cultura de la familia y la de la escuela, y vivirlas sin problemas en cada espacio. El proceso es más delicado cuando son adolescentes: están construyendo su propia identidad y pueden hacerlo contra el sistema. ¡Como muchos adolescentes! Insisto: estoy convencido de que el problema es entre familias y comunidades. ¿El límite? El acuerdo político. Tampoco hay tantos elementos problemáticos: suelen hacer referencia a costumbres relativas al sexo o al matrimonio; costumbres sancionadas por la religión. Por ejemplo, el problema que siempre surge es el del velo. ¿Por qué? Porque existe una comunidad fuerte y cohesionada como para pedir su espacio en el ámbito público. Recuerdo un caso en un colegio de monjas de Madrid: una alumna quería ir a clase con velo. ¿Problema? Ninguno: las monjas lo aceptaron. Igual que ellas van con hábito… Si se pone una burka, quizás sí tengamos dificultades, pero por cuestiones pragmáticas: las fuerzas de seguridad no la dejarán ir así. Es una cuestión de disputa política, de poder entre comunidades. Pero también tiene que ver con la actitud de algunos profesores, que ponen coto a la vestimenta de los alumnos en los centros. Prohibido ir con gorra. ¿Por qué? Por prejuicio: nos han enseñado que descubrirse es señal de respeto. Se trata de establecer acuerdos. Pero no creo que todavía estemos en ese estadio en España. Esas situaciones sólo se darán cuando aquí existan comunidades poderosas y con ambición política, que reclamen su espacio.
¿Cómo es la situación en otros países?
Según PISA 2006, no siempre hay diferencias entre nativos e inmigrantes; cuando las hay son de magnitud muy variable y hay incluso países en que la diferencia es a favor de los inmigrantes. De los cincuenta y cinco países participantes en este informe, sólo en veintitrés tiene la inmigración los mismos efectos deprimentes sobre el rendimiento del sistema educativo que en España. Y la mayor parte de ellos son europeos y de la Europa occidental. Pero lo que hay que ver es que su nivel es muy parecido al de los alumnos de sus países de origen. Los turcos de Alemania, de Austria o de Luxemburgo tienen un nivel parecido. Y, si lo comparan con los escolares de Turquía, también.

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