Jean-Ives Rochex
Los años cincuenta son años clave en la configuración de Europa. ¿Qué papel juega la escuela?
Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa desea desarrollarse económicamente y necesita mano de obra más cualificada y población más motivada. Entonces en la mayoría de países se implanta un sistema escolar unificado y se generaliza el acceso a la enseñanza secundaria. La escuela de base no es solamente la escuela primaria sino también los cuatro o cinco primeros años de la secundaria.
La escuela como elemento clave del desarrollo económico...
Pero, además, en esa época se cree que la lucha contra las desigualdades sociales pasa por la igualdad de acceso de todos a la enseñanza secundaria. Sin embargo, pronto se van a dar cuenta de que eso no es suficiente para acabar con las desigualdades sociales de éxito: la igualdad de acceso se ha conseguido, pero no es suficiente, y la fuente de las desigualdades escolares ligadas al origen social tiene que ser estudiada y tratada.
La escuela como respuesta a los problemas de desigualdad social...
Sin embargo, aparece otra corriente que se plantea que no hay que buscar la causa de la desigualdad y de su construcción en la escuela y en las familias únicamente. También hay que preguntarse cómo funcionan estas instituciones y, en concreto, la secundaria, que históricamente ha sido construida para la población privilegiada. Hay que transformar ese funcionamiento.
En medio de este debate nacen las primeras políticas educativas prioritarias en Europa. ¿Cómo las definiría?
Las PEP son políticas enfocadas hacia las poblaciones en las que se ha detectado una desventaja escolar. Se trata de compensar y corregir esa desventaja por medio de medidas específicas dirigidas. Consisten en dar más a quien menos tiene, o en dar de una manera distinta. Esta definición serviría para países como Francia, Bélgica, Portugal, un poco para España o Inglaterra con las primeras experiencias conocidas como educational priority areas. En un principio fueron políticas centradas a menudo en el territorio y coincidían con políticas de renovación urbana de espacios donde se concentra una proporción muy importante de desigualdades sociales, económicas y escolares.
¿Qué etapas han vivido estas políticas?
Hay tres modelos de políticas prioritarias, que se inscriben en el modo en que los estados conciben y regulan las políticas educativas en general. La primera etapa de las PEP, que ya hemos comentado, está ligada a un estado burocrático profesional: un estado educador, que prescribía normas a priori, modos de contratación de profesores, horarios... y confiaba en los profesores para establecerlas. Poco a poco, el modelo se transforma.
¿Y a qué da lugar?
De un estado en política de lucha contra la desigualdad social pasaremos a un estado que pone el acento en términos de lucha contra la exclusión, y la educación puede ser una herramienta para ello. Se busca dotar a todos los alumnos de un mínimo de cultura, de conocimiento y de competencias comunes. La idea es el mínimo para todos. Hay que preocuparse de la suerte de los perdedores. Yo creo que, aunque es una preocupación legítima, no debe ser exclusiva. Si no se transforman las reglas de la competición escolar, los ganadores pueden alejarse todavía más de los perdedores. Y aún planteo otro tema: ¿cómo se definen esas competencias de base? Yo creo que aún no están muy bien definidas. Lo que es interesante es que se afianza lo que denominamos metacategorías. No se trata de territorios o categorías sociales. Ahora se trata de los individuos: los alumnos de minorías lingüísticas, los discapacitados... ¡incluso los talentosos son una categoría!
Esa individualización máxima nos lleva directamente a la etapa actual.
Sí. Los programas se multiplican y cada vez será más difícil identificar una política de educación prioritaria. Se piensa que las políticas escolares deben estar al servicio de los individuos tal como son, permitiéndoles desarrollar al máximo su talento, sus aptitudes. Nos enfrentamos a una política de máximos, una política muy individualista y que se preocupará por los alumnos y sus características, pero cada vez menos por los procesos sociales escolares que provocan las necesidades de los alumnos. La escuela tiene que adaptarse al ritmo escolar de los niños.
Es como si se hubiera dado la espalda a las PEP, en realidad. Al menos, en Francia...
Eso pienso. Ya no hay personas prioritarias y, puesto que todos lo son, nadie lo es. Pero para mí la cuestión de la educación no es cómo se responde a las necesidades de los alumnos sino cómo se transforman las necesidades. No tenemos una política de servicio público, sino que tenemos una política en que la escuela debería estar al servicio de cada uno de los alumnos. Es una política perfectamente liberal. Es curioso: a lo largo del tiempo ha cambiado lo que se entiende por estas políticas educativas, su objetivo, y sin embargo se las sigue llamando políticas educativas prioritarias.
Una nueva política para un nuevo modelo de estado.
Sí, hemos pasado a lo que se llama el estado evaluador. Debe intervenir lo mínimo posible ?en cualquier ámbito?. Lo que debe regular las políticas educativas es el mercado. La ley del mercado va a seleccionar a los mejores y hará que los menos buenos desaparezcan. Pero el mercado necesita una herramienta de medición y esta será la evaluación. Lo interesante es que las evaluaciones se convierten en una herramienta de pilotaje para los políticos. Por medio de los resultados y no a priori, el estado pilota. Dice: «Tenéis la mayor libertad posible, pero hay que obtener los resultados. Y se os darán recompensas». Cada vez más, el bien educativo se convierte en mercancía. La evaluación puede ser útil como herramienta de conocimiento, como el Informe PISA, pero es utilizada por los estados como herramienta de transformación política.
Estas políticas no parecen dar resultados en los barrios periféricos... ¿Hay relación alguna entre el sistema escolar y las revueltas urbanas de hace unos años?
En mi país, en 2005, hubo una revuelta urbana. Todos los barrios implicados son aquellos en los que se concentra la pobreza, la precariedad, aunque también el fracaso escolar es muy frecuente. Lo que para mí es nuevo es que los jóvenes quemaron una escuela en una revuelta así. Al día siguiente había madres que lloraban delante de la escuela y jóvenes que habían participado decían que no entendían por qué lo habían hecho. Pero la verdad es que hay un gran resentimiento hacia la escuela. Hay sentimiento compartido de ser víctima de la segregación social, urbana, escolar y que la gente a menudo interpreta en términos étnicos, de identidad de barrio. No creo que el fracaso escolar o lo que pasa en la escuela sea la causa de todas las violencias escolares o urbanas, pero es una causa importante. La violencia de este tipo es un comportamiento principalmente masculino. Los jóvenes hombres de la clase baja de los suburbios de Francia se encuentran en situaciones sociales y psíquicas personales muy difíciles. Y si no nos lo tomamos en serio...
Contacto de prensa
-
Redacción