Mireille Hildebrandt
En el congreso se ha tratado el fenómeno del big data. ¿Cómo le explicaría a la gente de la calle este fenómeno?
La mejor manera de explicar el big data es decirles que son datos que pueden ser leídos por máquinas y que, por lo tanto, no se trata tan solo de los datos que los ciudadanos conscientemente ponemos en línea, sino que también están los datos de plataformas y webs que registran lo que hacemos mientras estamos conectados. Así que se trata de millones y trillones de estos datos, a los que las máquinas aplican una serie de técnicas matemáticas a partir de una serie de determinados patrones.
No se trata, pues, de los datos personales que ponemos en el perfil de Facebook sino de la información que saben a partir de los movimientos digitales.
Exacto. La información que los ciudadanos ponemos en línea también forma parte del big data, pero es una mínima porción de lo que saben de nosotros. Hay una enorme cantidad de datos que proviene de nuestros movimientos en internet. Cualquier cosa que hacemos está medida por softwares, y eso es lo que denominamos datos sobre el comportamiento (behaviour data). Normalmente pensamos que nuestro comportamiento son las actividades que realizamos, como ir a nadar o comprar, pero nuestro comportamiento en línea es, por ejemplo, los clics que hacemos con el ratón en distintos webs, las páginas que visitamos, etc. Este es el tipo de datos en línea que fácilmente se convierten en big data.
¿Y todos estos datos que quedan registrados son legales?
Hay muchas compañías norteamericanas, como Facebook o Google, con muchos usuarios en Europa; pero, si tienes alguna queja sobre su política de privacidad, debes regirte por la legislación norteamericana. Tan solo responden con la ley europea cuando se ven forzados por los tribunales. En este sentido, suceden muchas cosas que realmente no son legales, pero hay muy poco dinero destinado a investigarlo. Porque llevar a estas grandes empresas a los tribunales, como a veces hace la Comisión Europea, implica procesos que acostumbran a llevar años de trabajo, puesto que son temas muy complejos. Y hay mucho que hacer respecto a los temas sobre al consentimiento del usuarios cuando visitan esos webs.
La gente da su consentimiento, pero en realidad nadie se lee los textos legales sobre la privacidad.
Exacto. Estas empresas tienen abogados que se sientan y que probablemente trabajan juntos con los responsables de comunicación para mirar cómo escribir un texto sobre la política de privacidad que nadie se lea.
Estos días se habla mucho de las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de ciudadanos en Estados Unidos. ¿Le ha sorprendido esta información?
No, porque este tema ya se sabía desde hacía tiempo. En el web de la Electronic Frontier Foundation puede verse cómo esta organización lleva desde el 11-S estudiando este tipo de programas de datos. Lo que es interesante es observar que en Estados Unidos la gente está enfadada porque el gobierno ha espiado a sus propios ciudadanos. Y es que desde hace años allí existe la idea de que pueden espiar a cualquier persona excepto a ellos mismos.
En el congreso se refirió al big data como un «nuevo paradigma del conocimiento». ¿Pero cree que la gente de la calle es consciente, de eso?
No creo que sean conscientes. Lo que es nuevo del big data es que genera modelos y que estos patrones se utilizan para hacer predicciones de nuestro comportamiento. Pero esto también implica que pueden manipular nos, lo que es un problema inmenso, y es muy importante que la gente sea consciente de ello y empiece a participar en todo este sistema.
Usted subraya a menudo la importancia de que la ciudadanía se involucre en todo esto. ¿El primer paso es la transparencia por la que apuesta?
La monetización (monetization) de los datos es una forma de crear transparencia, pero no estoy del todo segura de que sea la forma correcta. Creo que todavía tenemos que desarrollar algo que no aún existe, un sistema con un diseño atractivo que guste a la gente y que nos permita saber dónde están los datos de cada uno de nosotros, qué compañías los tienen y qué hacen con ellos.
¿Pero quién debe hacerlo? A las empresas y los gobiernos no les interesa promocionar esta transparencia.
Hay que incentivar la industria para que lo haga: que las empresas que no lo hagan puedan recibir el reproche de las que sí lo hacen. Por eso se tiene que legislar y estipular en este sentido. Son las empresas y los gobiernos los que tienen que proporcionar la transparencia, pero no debemos depender de ellos, porque sería muy difícil comprobar si la información que nos dan es correcta o no.
Por lo tanto, ¿se necesita un tercer actor neutral?
Tiene que ser alguien con reputación y que disponga de plataformas en las que la gente pueda participar. Es muy importante que se trate de un sistema atractivo, como un juego. Se le debe dar algún tipo de incentivo a la gente, aplicaciones atractivas para poder crear transparencia desde el bando de los ciudadanos.
Cuando la escucho, pienso en el «Gran Hermano». No sé si el big data es lo más aproximado a la figura creada por George Orwell.
Si, es exactamente así, y por eso es peligroso que estén juntos el big data y los gobiernos. Es un gran riesgo y, por lo tanto, hay que poner todos estos datos en manos de organizaciones ciudadanas.
Ahora los gobiernos quizás saben más de nosotros que nosotros mismos.
A menudo explico que es como en un pueblo, donde la gente acostumbra a saber cosas de ti que incluso tú desconoces. Una vez Kevin Warwich, profesor de cibernética de la Universidad de Reding, me dijo que esto que me preocupa a mí es lo que siempre pasa en los pueblos. Y yo le respondí que por eso mucha gente se marcha de los pueblos y se va a vivir en las grandes ciudades, para poder ser anónimos. Y lo que yo no quiero es vivir en una especie de gran pueblo en el ciberespacio, donde los grandes actores sepan tantas cosas de mí.
Donde estemos observados constantemente.
Queremos un gobierno transparente, que no nos manipule. Y, si debe haber un Gran Hermano, entonces creo que mejor que esté en el gobierno, porque las empresas no están interesadas en nosotros más que como compradores, como consumidores. Hay mucha gente que dice que no hay que preocuparse, porque quizás Facebook ya no existirá en seis años, pero en todo caso quién seguro estará es el gobierno, y tendrá todos esos datos. Cuando me hablan de las buenas intenciones de los gobernantes siento como si volviéramos al siglo xviii, con el despotismo ilustrado, cuando los gobiernos tenían todas las buenas intenciones para la población. Pero esos datos, todo ese conocimiento sobre los ciudadanos, no puede depender de las buenas intenciones del gobierno, porque de repente puede entrar otro gobierno con unas intenciones muy diferentes. Por eso tenemos que poder controlar a nuestros gobernantes.
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