Sandra González-Bailón
Las redes sociales están transformando las movilizaciones ciudadanas. ¿Podemos decir que es otro tipo de movilización o es la misma vehiculada de forma diferente?
Es la misma pero vehiculada de otra manera tan radicalmente diferente que cambia un poco las reglas de juego. Pero hay casos de movilizaciones históricas en que las redes ya intervenían en el proceso porque tenemos que entender las redes interpersonales como los canales por los que fluye la información. En el fondo la materia prima es la misma: personas interactuando con personas. Ahora todo el mundo habla de redes sociales como si fueran sinónimo de Twitter o Facebook pero las redes sociales preexistían porque los seres humanos vivimos en sociedades que fomentan interacciones en forma de red. Esto siempre ha existido pero ahora son más tangibles.
Están presentes siempre.
Doce años atrás, cuando empecé mi tesis, costaba mucho de entender qué era eso de las redes sociales, como la idea de los seis grados de separación de dos personas cualesquiera del planeta. Ahora, en cambio, ya se entiende porque los seres humanos están acostumbrados a pensar en redes gracias a estas herramientas digitales que nos exponen constantemente a la información, mientras que antes tenías que quedar para tomar un café con una persona para saber cómo le va la vida. Actualmente eso no hace falta. Lo que ahora ha cambiado es la escala y la rapidez con que circula esa información, y también el tiempo de respuesta, que se ha reducido gracias a las nuevas tecnologías.
La bola se hace mayor en menos tiempo.
Exacto. Pero existe un momento en el que el proceso puede morir antes de alzar el vuelo. Lo mismo pasa con las nuevas tecnologías. Skype no tiene sentido si lo tienes tú y para de contar. Lo tiene que tener más gente, lo tiene que adoptar una masa crítica de personas en un espacio temporal determinado. Pero la complejidad -en el sentido técnico- de las redes hace difícil predecir, a priori, si un movimiento político o una nueva tecnología saldrá adelante o no. Es muy difícil anticipar los caminos y la influencia de reacción en cascada que se desarrollan en la red.
Las redes sociales son un fenómeno reciente que ha coincidido en el tiempo con una crisis económica sin precedentes. ¿Es la tormenta perfecta para las movilizaciones políticas?
Podríamos hacer una metáfora con una chispa de fuego. Siempre es la misma pero no es lo mismo si al bosque ha llovido o no lo ha hecho en semanas o si hay gasolina de por medio. Estoy convencida de que las condiciones económicas han asentado los cimientos para que todo esto pase, pero hay que mirarlo con perspectiva. Es muy fácil caer en la tentación de decir que en las movilizaciones que en 2011 iniciaron la Primavera Árabe hubo un proceso de contagio, puesto que todo indica que las tácticas viajaron de un lugar a otro, pero en cambio, las condiciones locales eran muy diferentes.
El paro, el precio del pan...
Sí, pero en 2012 en estos países también hubo movilizaciones para celebrar el primer aniversario de las protestas y no fueron tan exitosas como el año anterior. Y eso que las condiciones incluso eran peores. Puede ser debido a una fatiga política o al hecho de que el movimiento se había agotado porque la participación política erosiona mucho.
¿Podemos decir que gracias a las redes sociales la gente se implica más políticamente?
Las redes digitales facilitan tomar la decisión de participar en un movimiento político porque hacen más fácil adquirir información social de cuánta gente ya está activada. Y además los ciudadanos pueden evaluar hasta qué punto el movimiento tendrá éxito o no. Porque uno podría quedarse en casa mirando la televisión y beneficiarse de un movimiento determinado sin tener que pagar las consecuencias. Pero cuando se calcula si vale la pena hacer el esfuerzo, este está relacionado con el número de gente que está haciéndolo. Y llega un momento que uno se da cuenta de que hay tanta gente activa a su alrededor que se anima a participar. Y esto va más allá de la concienciación.
Es un contagio.
Sí, es influencia social. Y como a día de hoy estamos expuestos constantemente a lo que hace la gente que conocemos, estos procesos de contagio son más rápidos y provocan que una persona que no está politizada de repente también quiera salir a la calle. Quizás no cree en la causa y sencillamente lo hace porque no quiere ser el único que se quede fuera de la movilización...
El 11 de septiembre la Vía Catalana reunió, gracias a una operación logística digital, a 1.600.000 catalanes en una cadena humana. ¿Cómo lo valora?
Fue muy emocionante. Es otro ejemplo de la ventaja de las nuevas condiciones generadas por las nuevas tecnologías. Alguien creó una infraestructura digital para que fuera posible, pero hay que decir que detrás había toda una organización. Años atrás se habrían necesitado organizaciones centralizadas y comités por barrios que después habrían pasado la información a un nivel jerárquico superior, etc. Todo esto, sin embargo, habría necesitado muchos más recursos, mientras que la Vía Catalana es un ejemplo de cómo las nuevas tecnologías permiten centralizar la información sin tener que pagar los costes de una organización centralizada. Gracias, pues, a las nuevas tecnologías pasan cosas mágicas como esta.
La Vía Catalana ha tenido lugar en Cataluña, que disfruta de una tradición asociativa muy importante. ¿Eso implica que la red digital funcione mejor?
Es importante porque es la red ciudadana de toda la vida, lo que los sociólogos denominan capital social. Todas estas asociaciones de la sociedad civil son escuelas de democracia donde se fomentan los valores. Siempre intento enfatizar que Facebook o Twitter logísticamente son muy importantes y canalizan procesos que permiten que pasen cosas, pero no son equiparables a ese otro tipo de redes ciudadanas que podríamos considerar «de calidad» que tienen toda una tradición cívica a las espaldas. Hay estudios que vinculan la riqueza y densidad de las redes digitales con la actividad cívica de la sociedad.
Con el peso de ese sustrato asociativo.
Sí, pero también es cierto que en países sin libertad política, donde no están permitidas estas redes «de calidad», las redes digitales suplen este vacío. Porque si tienes prohibido asociarte entonces lo haces digitalmente, lo que abre un espacio de participación democrática que no existía y por el cual te pueden perseguir e, incluso, meterte en la prisión, como pasa en China o Turquía. Por lo tanto, el papel que juegan estas redes digitales que ahora están de moda cambia según el contexto político.
La actual movilización soberanista en Cataluña, ¿comparte elementos en común con otras movilizaciones como el 15-M o hay demasiados puntos diferentes para compararlo?
Me gustaría decir que Cataluña es especial y que aquí pasan cosas que no pasan en todas partes, pero tengo un sesgo profesional y con los datos en la mano -y sin ser especialista en el tema- tengo que decir que no creo que haya evidencias para sostener que en Cataluña hay más activismo político o cívico que en otros lugares. A priori, sin una investigación sobre el tema en cuestión, no hay argumentos para decir que es un fenómeno especial, a pesar de que también tengo que decir que no he visto ninguno otro movimiento como el de la Vía Catalana.
En Cataluña también parece que se ha dado una tormenta perfecta. Lo digo por la coincidencia de descontento político, crisis económica y activismo digital.
En eso tienes razón. Y si comparamos Escocia y Cataluña, observamos que la diferencia es que David Cameron tiene la foto dándole la mano a Alex Salmond. Allí el referéndum está legitimado y tiene una fecha. Esta es la gran diferencia y la falta de este acuerdo provoca en Cataluña un efecto rebote de la ciudadanía que quiere que se escuchen sus demandas. Me encantaría poder hacer un experimento y ver qué pasaría en Escocia sin el acuerdo con Cameron. ¿Se habrían movilizado como los catalanes? ¿Tendríamos la Vía Escocesa?
Contacto de prensa
-
Redacción