4/7/14

«La capacidad de legislar proviene del propio conocimiento de la ciudadanía»

Itziar González ,

Itziar González tiene una larga lista de atributos: es arquitecta, exregidora de Ciutat Vella y activista social. Es la estandarte del Instituto Cartográfico de la ReVuelta e ideóloga del Parlamento Ciudadano. Abandonó la política después de decir «no» a la corrupción y ahora diseña los planes de una nueva democracia con el Parlamento Ciudadano, el lobby de los ciudadanos y para los ciudadanos. Es consultora del posgrado de Espacio público de la UOC y ha sido ponte en la III Jornada de Educación Social de la UOC con la ponencia «¿Qué es una vida digna, hoy?», en la que nos invitaba a reflexionar sobre la educación social y el mundo colaborativo.

Itziar González tiene una larga lista de atributos: es arquitecta, exregidora de Ciutat Vella y activista social. Es la estandarte del Instituto Cartográfico de la ReVuelta e ideóloga del Parlamento Ciudadano. Abandonó la política después de decir «no» a la corrupción y ahora diseña los planes de una nueva democracia con el Parlamento Ciudadano, el lobby de los ciudadanos y para los ciudadanos. Es consultora del posgrado de Espacio público de la UOC y ha sido ponte en la III Jornada de Educación Social de la UOC con la ponencia «¿Qué es una vida digna, hoy?», en la que nos invitaba a reflexionar sobre la educación social y el mundo colaborativo.

¿De qué has hablado en esta jornada?
He hecho una reflexión sobre la dignidad a partir de mi experiencia política de haber tenido una responsabilidad política en una Administración pública, haber dirigido una administración con unos funcionarios con los cuales teníamos que dar respuesta a una realidad social, que muchas veces es una realidad excluida. He hecho la reflexión de cómo la política puede dignificar la actitud de las administraciones hacia una realidad marginada. El trabajo de los educadores se encuentra en esta posición: muchas veces trabajas desde instituciones ante una realidad informal que se margina.
¿Cuál es el papel del trabajador social?
Es un artífice, como un catalizador que ante el conflicto puede generar un campo de aprendizaje y dar a la persona desvinculada de la sociedad una utilidad social que le permita construir y transformar el mundo, encontrar su raíz o su vínculo con la sociedad a partir de ser un agente transformador. Un trabajador social, de forma parecida a la voluntad del arquitecto, se dedica a reparar y dar al marginado una oportunidad de repararse, reparando a la sociedad que lo ha marginado.
¿Qué es el Parlamento Ciudadano y cómo aparece la idea de crearlo?
Proviene de la demostración de que las instituciones representativas no funcionan, no desempeñan las funciones básicas, no piensan junto con la ciudadanía qué hay que hacer y no preguntan. Tampoco legislan, sino que se someten a las voluntades de los lobbies. No promueven la cultura política y la implicación de la ciudadanía; por el contrario, fomentan la pasividad. Ante esto, el Parlamento Ciudadano intuye que la capacidad de legislar proviene del propio conocimiento de la ciudadanía desde muchos sectores. Tenemos capacidad ejecutiva mediante la desobediencia civil, las campañas, las acciones y movimientos sociales y los espacios de aprendizaje y cultura política. Nuestra fuerza con respecto a otros lobbies reside en el hecho de que trabajamos por el bien común. El mundo será colaborativo o no será.
El Parlamento Ciudadano plantea un nuevo modelo de participación ciudadana. ¿Qué importancia tiene la educación social en su desarrollo?
El Parlamento Ciudadano es educación social y educación política social. Lo que hace un educador con un chico cuando le dice que se responsabilice de su vida y que el mundo será el que él consiga hacer, es lo que intentamos hacer en el Parlamento Ciudadano: decir a cada ciudadano que no porque sus políticos no lo representen tiene que renunciar a la política. Tiene derecho a la política, es un derecho que tenemos. Que tu paso por el mundo signifique haber transformado el entorno, haberlo mejorado en la medida de lo posible. Haremos una plataforma digital para que cualquier persona con ganas de cambiar el mundo encuentre todas las luchas posibles y elija la que desee.
¿Hay alguna posibilidad de que el Parlamento Ciudadano se convierta en un partido político?
Absolutamente no. Si queremos que los que entren en la democracia representativa de las instituciones tengan fuerza para luchar contra los lobbies privativos, hace falta una retaguardia clara de lobby ciudadano. Somos necesarios. Yo misma entré en un gobierno y no podía luchar contra el lobby hotelero. Si reforzamos el lobby ciudadano, una regidora que luche contra el lobby hotelero tendrá un lobby ciudadano potente que hará que este grupo de influencia privado no la amenace de muerte, sino que la respete. Hay que defender el bien común. Las presiones que yo recibía de los vecinos eran reivindicaciones legítimas; las presiones que yo recibía de Millet no eran tan legítimas. El otro día, en el juicio del caso Palau, hablé y detrás de mí había toda la ciudadanía. La sala ha estado vacía todos los días; llega la exregidora revolucionaria y se ha llenado la sala. Está claro quién defiende el bien común.
¿Crees que la ciudadanía está preparada para los cambios que propone el Parlamento Ciudadano?
La ciudadanía lo pide. No habríamos impulsado el Parlamento Ciudadano si no hubiéramos sentido la necesidad de hacerlo. Intuitivamente creo que tardaremos nueve años, pero estaremos. Yo quiero hacer política, pero solo puedo hacerla en el Parlamento Ciudadano; por lo tanto, por mi parte, habrá Parlamento Ciudadano allí por donde yo pase, aunque sea en una plaza donde solamente haya cuatro personas.
¿Es el político el que no representa al ciudadano o es el sistema electoral el que no lo permite?
Es una mezcla de todo. El reto como sociedad es combatir la incultura política. En Cataluña, la Guerra Civil y la Dictadura arrasaron una cultura política muy interesante con experimentos sociales increíbles. Este es nuestro problema: tenemos una cultura política bajísima, pero la parte buena de la crisis que sufrimos es que el ataque directo de la guerra del capital nos está forjando de nuevo. Me interesa que en Cataluña se avance, que podamos ser una fuente de inspiración para que otros pueblos nos sigan. Me interesa no excluirnos de la confusión general, sino avanzar y generar luz y ejemplaridad en los hechos, no por las grandes palabras.
Tiempo atrás declaraste que la presencia de las mafias en el centro de Barcelona era un hecho consolidado desde los años noventa. ¿Barcelona todavía sufre este tipo de economía criminal?
Barcelona vive del monocultivo turístico, ha renunciado a la diversidad, se ha especializado en el rendimiento más inmediato. Los monocultivos desforestan la riqueza y la variedad económica de una ciudad. La inversión en el puerto ha creado una gran boca de entrada y salida, lejos de cualquier control político y económico, y nos está convirtiendo en un espacio tentador para muchas mafias ilegales. Alguien ha decidido que seremos un lugar que acogerá en su hogar la economía criminal. El gran reto de los barceloneses es hacer frente a ello. De momento, a los pocos que hablamos de esto nos amenazan; pero, si más personas nos atrevemos a denunciarlo, las mafias, que son perezosas y cobardees, se irán. No es ninguna vergüenza, pasa en las mejores ciudades del mundo.
¿El turismo puede ser positivo?
No es bueno ni malo, es la gestión del turismo lo que debemos decidir. Ahora mismo es un consorcio privado en connivencia con el Ayuntamiento, sin ningún control ciudadano. El dinero que recaudamos no sabemos dónde va, ni cómo revierte en la ciudad. De momento es un monocultivo que precinta los valores culturales ambientales y ciudadanos y que lo está arrasando todo, igual que ha ocurrido en Venecia, Florencia y muchas ciudades con patrimonio cultural. Estamos empezando a despertar y lo revertiremos. Los barceloneses somos capaces de hacerlo.
¿Barcelona valora su patrimonio histórico?
En Barcelona descatalogamos nuestro patrimonio histórico continuamente. Pero ha habido aciertos. El problema es que hemos entrado en la incoherencia: defendimos el rescate de Ciutat Vella y después hemos dejado que la parasiten las mafias económicas y criminales. Después del turismo vendrá la cultura, la ciudadanía, la gestión y el autogobierno y saldremos adelante.
¿Qué hay que hacer con este patrimonio?
Hay que cuidarlo, rehabilitarlo, respetarlo y hacer de él otra lectura, más que venderlo o gestionarlo. Si no tenemos dinero para rehabilitar-lo todo, pues démosle otro uso, utilicémoslo. El problema es que se ha entendido que salvar el patrimonio es poner un montón de dinero en él, sin saber qué uso concreto luego se va a hacer de este patrimonio. Rehabilitemos más despacio, pero démosle un uso. Propongo que, más que rehabilitar nuestro patrimonio, lo revitalicemos

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