13/6/19 · Estudios de Artes y Humanidades

«Nadie es ilegal y nadie quiere morir en el Mediterráneo»

Rafeef Ziadah , poetisa palestina<br></br>

Como «hija de la ocupación» de Palestina, Rafeef Ziadah ha vivido toda su vida en el exilio. Nacida en un campo de refugiados en el Líbano, creció en Túnez y posteriormente se trasladó a Canadá y al Reino Unido. Sus «poemas recitados» se originan en las tradiciones árabes, pero se enriquecen con estilos urbanos más contemporáneos, y son una expresión tanto de su vida personal como de su gente. El poema que interpretó tras el bombardeo de Gaza del 2008, Enseñamos la vida, señor, se hizo viral en pocos días. Recientemente ha ofrecido un recital en Barcelona, precedido por una mesa redonda coorganizada por el grupo de investigación Literatura Catalana, Mundo Editorial y Sociedad (LiCMES) de la UOC, en el marco del festival Alcools. En esta entrevista con la UOC, Ziadah explica que su obra artística está conectada con el destino del pueblo palestino y, a su vez, reflexiona sobre la migración que llega a Europa hoy en día.

 

Como «hija de la ocupación» de Palestina, Rafeef Ziadah ha vivido toda su vida en el exilio. Nacida en un campo de refugiados en el Líbano, creció en Túnez y posteriormente se trasladó a Canadá y al Reino Unido. Sus «poemas recitados» se originan en las tradiciones árabes, pero se enriquecen con estilos urbanos más contemporáneos, y son una expresión tanto de su vida personal como de su gente. El poema que interpretó tras el bombardeo de Gaza del 2008, Enseñamos la vida, señor, se hizo viral en pocos días. Recientemente ha ofrecido un recital en Barcelona, precedido por una mesa redonda coorganizada por el grupo de investigación Literatura Catalana, Mundo Editorial y Sociedad (LiCMES) de la UOC, en el marco del festival Alcools. En esta entrevista con la UOC, Ziadah explica que su obra artística está conectada con el destino del pueblo palestino y, a su vez, reflexiona sobre la migración que llega a Europa hoy en día.

 

Su «poesía recitada» tiene un formato poco habitual. Ofrece lecturas de poemas en directo, a menudo acompañadas con música, y con un fuerte mensaje político. ¿Cómo desarrolló este estilo?

La forma que uso es una mezcla de la tradición árabe de narración de historias, de la poesía árabe, algo de hip-hop y, además, poesía de dub (un estilo de poesía interpretativo de origen jamaicano). A menudo explico que mis poemas son el resultado de mi vida en el exilio, porque vivir en el exilio es siempre muy duro, pero genera cosas interesantes.

¿Cómo ha sido su vida en el exilio?

Mi familia son refugiados palestinos en el Líbano, soy de la tercera generación. Mis abuelos fueron expulsados de su tierra natal en 1948, durante la limpieza étnica de la Nakba, hace 71 años. Nunca tuvimos pasaportes ni documentos legales, por lo que después del Líbano nos deportaron de un país a otro, así que he vivido en muchos lugares. El periodo más largo lo pasé en Túnez, en Grecia, en Canadá y ahora en el Reino Unido. Solo tengo pasaporte desde hace cuatro años. Antes estaba completamente indocumentada. No podía viajar libremente, ni podía obtener financiación para presentar mi poesía, por lo que solo produje álbumes. Solo pude solicitar financiación cuando obtuve los documentos.

¿Qué la motiva o inspira para crear los poemas?

Definitivamente, es una combinación intensa de varias cosas. Me siento responsable de narrar la historia de otras personas: en primer lugar, de mi familia, que no ha podido explicar nunca todo lo que les pasó. También hay sentimientos de rabia. Hay un estereotipo de la mujer árabe enojada, y, en un momento dado, me apropié de este estereotipo, porque es muy legítimo que estemos enfadadas. Con el poema Sombras de ira expliqué y expresé esta ira. También siento pena por la pérdida de nuestro hogar, y por estar indocumentados, que significa que se nos considera «ilegales» en este mundo. En Pasaporte, por ejemplo, hablo del momento en el que, de repente, tuve un pedazo de papel que supuestamente me definía como ser humano, y eso me cambió completamente la vida.

¿Sus poemas la ayudan a conectarse con las raíces palestinas y con otras personas que también viven en la diáspora?

Sí, absolutamente, son una manera de crear comunidad mediante el arte. Acabo conociendo a muchos otros palestinos. Mis poemas son como un grito en un cuarto oscuro, y veo que se me devuelve una respuesta. Cuando yo me levanto y digo: «Yo existo», otras personas se sienten empoderadas para decir lo mismo, y de esta manera entramos en contacto. No podríamos sobrevivir si no fuera como colectivo. Debemos conservar nuestra memoria colectiva, explicar las vivencias, sentir las pérdidas juntos. Esto nos ayuda a sobrevivir. Creo que los humanos en general sobrevivimos juntos. También acabo conociendo a muchas personas de otras nacionalidades que han pasado por un proceso similar. Así, hice un poema sobre mujeres de diferentes partes de Oriente Medio (refugiadas) que trabajábamos juntas en una cafetería de Londres. Realmente nos convertimos en una familia, ya que cada una de nosotras había dejado atrás un hogar. La lucha palestina es una lucha humana por la liberación. Siempre siento una conexión con otras personas que luchan por la libertad.

¿La comunidad palestina que vive en la diáspora tiene una fuerte conexión virtual o en línea?

Los refugiados palestinos viven dispersos por el mundo. Los primeros campos de refugiados tras la Nakba de 1948 se construyeron como los pueblos originarios de Palestina, por lo que la gente vivía casi en el mismo colectivo. Después que en los campos de refugiados hayan nacido seis generaciones, estos campamentos son como pueblos. Mi campo de refugiados en el Líbano, como muchos otros, fue destruido y sus habitantes terminaron en diferentes partes del mundo, desde Australia hasta EE. UU. Gracias a Facebook, hemos podido reencontrarnos. Mi familia no había visto nunca una foto de mi abuela, y alguien, al otro lado del mundo, compartió una imagen suya en el grupo de Facebook. Esto fue emotivo de verdad, pero seguía siendo virtual. Me gusta el contacto físico de una comunidad, y poder reunirnos, cenar juntos y hablar. Mientras niegan a los refugiados el derecho al retorno, la Nakba continúa…

¿Qué opina de la forma en la que Europa trata a las personas que intentan migrar hacia aquí atravesando el Mediterráneo?

Personalmente, creo que es indigno, y no entenderé cómo puede reconocerse a un ser humano basándose en un pedazo de papel. Quien tiene el documento adecuado, es humano, y quien no tiene el documento adecuado, es subhumano y se merece ahogarse en el Mediterráneo. Como persona humana, esto no lo entenderé nunca. Creo que, dentro de cien años, la gente hablará sobre esta época como ahora nosotros hablamos sobre la esclavitud, y lo considerarán equivocado y contrario a los principios éticos. Pero yo no quiero esperar cien años para cambiar esta conciencia. Me gustaría cambiar nuestra percepción ahora, y que nos demos cuenta de que nadie es ilegal. Debemos entender las causas profundas que motivan a estas personas para abandonar todo lo que tienen.

¿Cuáles son estas causas profundas?

Nadie quiere morir voluntariamente en el Mediterráneo. Nadie quiere renunciar voluntariamente a su vida, a menos que le fuercen. La gente no solo huye por la guerra. También huye de situaciones económicas. Pienso que la manera de funcionar del capitalismo provoca guerras constantes y una crisis económica continua. Mucha gente se ve obligada a irse debido a la guerra y a la pobreza. Hasta que no tengamos un sistema económico más justo, nos encontraremos con esta situación en la que algunos son considerados subhumanos y otros, sobrehumanos. Es la esencia del problema, en mi opinión.

Si ha vivido tantas dificultades, ¿dónde encuentra la fuerza y la fe para seguir adelante?

Me llena la belleza de las pequeñas cosas cuando veo cómo sobrevive la gente. Una persona saca la fuerza no de la elocuencia en una discusión o de la cantidad de libros que lee, sino de los simples actos de supervivencia de la gente. En mi vida, generaciones de mujeres me han creado un ambiente de calor humano que me ha ayudado a sobrevivir a todo lo que me ha pasado, que me ha hecho creer en mi fuerza, en quién soy. En los campos de refugiados, he visto a muchas mujeres, especialmente, que llevaban a sus familias y aseguraban que tuvieran comida y que los niños fueran a la escuela. Esta resiliencia y supervivencia tan sencilla y bonita es para mí una fuente de inspiración. Incluso en las situaciones más duras, las personas son capaces de amar.

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