Howard Giles
En algunos países la policía es vista más como una amenaza que como la autoridad. ¿Hasta qué punto eso significa un cierto fracaso del sistema democrático?
Yo no lo vería tanto como un fracaso porque hay muchos lugares donde la relación con la policía se basa en el miedo y, a pesar de ello, son sistemas democráticos. En algunos la policía es vista como una herramienta del gobierno mientras que en otros es percibida como un organismo mucho más independiente del ejecutivo. Por ejemplo, en el condado de Santa Bárbara, donde resido, los ciudadanos escogen democráticamente al sheriff y los aspirantes a agentes tienen que pasar toda una serie de exámenes, incluso el del polígrafo, pero al final del día algunos miembros de la comunidad tienen la potestad de decidir si el aspirante a policía les gusta o no.
Históricamente la relación de los ciudadanos con la policía se ha basado en la fuerza que tiene esta última. ¿Podemos decir que en Estados Unidos este desequilibrio de poder tiende más a una relación de confianza?
Cada vez más hay la tendencia a aplicar la acción policial comunitaria, que consiste en la cooperación entre los cuerpos de policía y la sociedad civil. Nos hemos dado cuenta de que cuando en un barrio hay un problema es mucho más eficiente la acción cooperativa con los vecinos que la acción puramente policial.
¿Un policía blanco en Estados Unidos es percibido igual en el estado de Oklahoma, donde el 72% son blancos, que en Los Ángeles o Nueva Orleans, donde la mayoría de la población es negra?
Depende de la ciudad. A veces tener oficiales de policía de minorías étnicas puede ser peor porque pueden ser vistos por los miembros de su comunidad como personas que se han vendido al sistema. Y además muchas veces estos policías tienen una base cultural sobre cómo actúa la policía en su país, que es muy diferente de cómo lo hace en Estados Unidos, tal y como pasa con los inmigrantes mejicanos o vietnamitas.
Hace pocos meses en Nueva York iniciaron un programa para incentivar que los agentes de policía hablen un segundo idioma. ¿Ayudan acciones de este tipo a crear más confianza en la ciudadanía?
Los agentes bilingües tienen más puntos para ascender en el escalafón policial y por eso algunos saben otra lengua, sin embargo, en cambio, no muestran ningún interés por la cultura que hay detrás de esta lengua. Y a veces eso sería más importante que hablar otro idioma. Por otra parte, también es importante que los recién llegados muestren la voluntad de adaptarse a la cultura y las normas del país de acogida y que no sea siempre el cuerpo policial el que se adapte a ellos. Por eso el caso de los policías bilingües puede ser peor porque, mientras la policía intenta adaptarse a aquella cultura, desde las minorías étnicas no se hace ningún esfuerzo para responder en la misma medida.
En 2009 una encuesta del Center Hispano Pew decía que un 78% de los blancos y un 61% de los hispanos confiaba en la policía mientras que tan sólo lo hacía un 55% de los negros. ¿Hasta qué punto entre estos últimos siguen pesando imágenes como la de la brutal paliza que en 1991 recibió Rodney King en manos de la policía de Los Ángeles?
Hay otros datos que afirman que los hispanos confían incluso más en la policía que los angloamericanos. Con respecto a los negros, el caso de Rodney King fue muy complejo. King no era un santo, pero aquellos hechos destruyeron el buen trabajo realizado por miles de policías. También es cierto que todo lo que sale en la prensa sobre la policía suelen ser noticias negativas mientras que hay muchas más positivas que no aparecen en los medios de comunicación.
Hablando de medios de comunicación, la imagen que se tiene de la policía también está acondicionada por la televisión y el cine. No sé hasta qué punto series que marcaron un punto de inflexión, como Canción triste de Hill Street, han permitido dar una imagen más humana del cuerpo policial.
No puedo darte una opinión sobre este caso, pero sí sobre Las chicas de oro, la popular comedia protagonizada por cuatro abuelas. Muchos estudiantes me comentaban que era una serie que daba una buena imagen de la gente mayor, pero entonces, si lo analizabas más en profundidad, te dabas cuenta de que mucha gente lo percibía como una burla, que aquellas abuelas eran actrices y que la mayoría de bromas se hacían, precisamente, a costa de la gente mayor. Por lo tanto, es difícil evaluar el efecto de series como Canción triste de Hill Street.
Otros programas son horrorosos, como Cops, un reality show que da una imagen sensacionalista de la policía. En el Departamento de Policía de Santa Bárbara, donde trabajo, no quieren participar. Pero en el fondo en Cops muestran lo que la gente quiere ver: confrontación, drama, acción y violencia, y todo eso implica dar una imagen autoritaria y violenta. Porque, si se mostrara el día a día de los policías, la gente se aburriría. El problema es que incluso los mismos policías tienen interiorizado este mensaje de los medios de comunicación y ellos también quieren dar esta imagen. En un libro maravilloso, Policing the media, Sreet cops and public perceptions of law enforcement, de David D. Perlmutter, el autor estuvo bastante tiempo patrullando con los policías y haciéndoles fotografías. Y los mismos agentes le decían qué tenía que mostrar y qué no porque estaban preocupados de dar esta imagen de acción. Por lo tanto, desde la misma policía se tiene una actitud ambigua respeto a cómo se los muestra en los medios de comunicación.
Lo que sí cambió, concretamente en Nueva York, la imagen de la policía y de los bomberos fue el 11-S.
En aquel momento tuvo un impacto muy positivo, pero actualmente se ha disuelto mucho porque ya no existe la amenaza de la seguridad que había entonces. Y yo diría que los que más se llevaron la gloria fueron los bomberos, algo habitual en estos casos. Por otra parte, en momentos de crisis como el 11-S en los Estados Unidos se da una reacción típica entre la comunidad que consiste en cerrar filas y unirse. Así que aquellos atentados tuvieron un impacto positivo, pero fue limitado en el tiempo.
La sociedad norteamericana está mucho más armada que la europea. ¿Cómo afecta eso a la relación con la policía, que es quien está legitimada para usar la fuerza?
Efectivamente es más peligroso en Estados Unidos porque hay más armas. Y no se trata tan sólo de armas de fuego. Es muy habitual que las bandas juveniles utilicen armas blancas, como navajas, porque saben que si los detienen la condena es menor. Todo es un problema generalizado que complica las cosas. La peligrosidad de la situación se da, por ejemplo, cuando un policía detiene un coche, ya que es más complicado aproximarse al sospechoso si está armado. Pero no tan sólo están armados los norteamericanos. Mi país, el Reino Unido, tiene unas leyes muy restrictivas con respecto a la posesión de armas y, en cambio, desde hace poco los policías van armados porque hay peligro de que los civiles puedan disponer de un arma.
Hace pocos años en Estados Unidos los hispanos superaron a los negros en porcentaje de población. Estas dos comunidades a menudo se tienen una desconfianza mutua porque luchan por los mismos puestos de trabajo. ¿Se ha agravado con la crisis económica esta mala relación?
En principio tendría que haber sido así, pero no veo que eso pase. Por otra parte, desde las dos comunidades han tomado conciencia de que esta rivalidad les hace daño y que lo que deben hacer es hacerse valer como minorías. Por eso se plantea agruparse, trabajar juntos como gente de «color» que son. Lo mismo pasa con las diferentes comunidades asiáticas, que hace un tiempo rivalizaban entre ellas y ahora, en cambio, cada vez tienen más un sentimiento de comunidad pan asiática.
Hablemos un momento de la relación entre género. ¿Podemos decir que la sensación de superioridad que hace años se daba en los hombres con respecto a las mujeres está desapareciendo con las nuevas generaciones o todavía está interiorizada?
Ha habido cambios inmensos en la posición e influencia de las mujeres, pero estas actitudes siguen presentes en la sociedad aunque ahora la gente es más cautelosa a la hora de mostrarlas. Hace poco mi mujer se quedó sin voz y muchos hombres me hicieron el comentario de «¡Habla con mi mujer y así ella también se quedará afónica!». Por lo tanto, se mantiene el estereotipo de que las mujeres hablan demasiado. Este es un ejemplo que indica que los hombres todavía necesitan mostrarse de esta forma. Y lo mismo pasa con las mujeres.
Las redes sociales (Facebook, Twitter...) han permitido más comunicación interpersonal que nunca. ¿Hablamos de un nuevo paradigma o únicamente es el paradigma de siempre adaptado a las nuevas tecnologías?
Esta pregunta podremos responderla en el futuro, pero sí se detecta un cierto cambio cualitativo en el sentido de que las nuevas generaciones tienen la capacidad de hacer varias cosas simultáneamente. Es el caso de un agente joven que mientras recibía órdenes de un superior escribía un SMS. Para él eso era normal, porque escuchaba y escribía al mismo tiempo. Hay, pues, una disfunción entre generaciones. Otra diferencia es el tema de la privacidad. En el momento en que una conversación tiene lugar por correo electrónico ya no es tan privada como una conversación normal. Por lo tanto, es innegable que hay un cambio cualitativo y muchas pruebas apuntan a que realmente nos encontramos ante un paradigma diferente.
Por otra parte, cuando apareció el correo electrónico parecía que era la panacea de la comunicación de igual a igual. Pero hay estudios que sugieren que en realidad es peor, porque en el momento en que no sabes con quién hablas aún quieres saberlo más: necesitas saber si aquella persona es hombre o mujer, si es blanca o negra, si está casada o no, etc.
Contacto de prensa
-
Redacción