9/9/11

«La caída de un dictador no es un cambio de régimen por sí sola»

Alberto Arce

Alberto Arce

Te desplazaste a Misrata cuando muchos periodistas emprendían el viaje de vuelta, tras cubrir las primeras semanas de revueltas que siguieron a las movilizaciones populares de Túnez y Egipto, en el marco de la denominada primavera árabe. ¿Llegaste tarde a propósito, nadando a contracorriente de la agenda informativa?
Siempre nado a contracorriente de la agenda porque nadie decide por mí. Como freelance, nadie me encarga ni me pide nada; así que yo decido los viajes, tanto el momento como el lugar. Misrata es el lugar donde se dirime gran parte de la guerra libia, con un nivel de violencia brutal y los enfrentamientos más duros. En un momento determinado, los periodistas abandonaron Misrata y al mismo tiempo yo descubrí la manera de entrar. Como freelance, siempre debes buscar la manera de vender tu trabajo, y una de las soluciones más evidentes es estar donde nadie está. De todos modos, los editores de los medios españoles no siguen la información en función de su relevancia o calidad, sino en función de los lugares donde ellos pueden cubrirla. Y no existe espacio para los freelance; así que la estrategia de viajar a un lugar donde no hay prensa tratando de abrir un hueco para la información no suele funcionar, porque en este país la información es lo último que importa.
Una vez en el frente, ¿qué valoración haces de la cobertura mediática del conflicto? ¿Consideras que la ciudadanía europea, particularmente española, entiende lo que está ocurriendo en Libia?
Quien quiere conocer, conoce, porque la multiplicación de canales informativos a través de internet difunde toda la información que existe. Está ahí, a nuestro alcance. Los medios institucionalizados están muertos desde hace tiempo y se dedican al sensacionalismo, la televisión basura y el cotilleo político, especialmente en lo que tiene que ver con los conflictos internacionales. Definitivamente, la ciudadanía, entendiéndola como conjunto de personas que ven televisión, prensa y radio oficiales, no se entera de nada porque los medios no se lo explican. Su nivel desciende cada día. Es mucho más fácil saber qué ruedas va a llevar Fernando Alonso en un entrenamiento de fórmula 1 que ver un reportaje de más de dos minutos sobre Libia. ¿Qué se puede pedir en este contexto informativo?
Como observador del conflicto libio en plena intervención de la OTAN y en vista de la represión de las protestas en Siria y Yemen, ¿cómo crees que actuará la comunidad internacional en estos países?
Como siempre, con un gran nivel de hipocresía. Se interviene en Libia pero no en Bahrein o en Siria. Actuará en función de intereses comerciales, de alianzas previas y de impulsos de líderes ególatras. En todo caso, nunca en función de una voluntad real de proteger los derechos humanos o hacer avanzar la democracia. Los jóvenes que se rebelan en los países árabes dependen solo de sí mismos. Nadie se engaña en las trincheras. Saben que, si dependiese realmente de Occidente, los rebeldes de Misrata estarían todos muertos. La OTAN lleva más de dos meses bombardeando en Libia y no ha conseguido romper el cerco de Misrata. O te haces el tonto o entiendes que no están bombardeando con efectividad, sino simplemente dando la imagen de que ayudan a los rebeldes. Pero solo les ayudan a medias. ¿Nadie reflexiona sobre cómo las brigadas del ejército de Gadafi son capaces de resistir durante meses estos bombardeos sin abandonar sus posiciones?
En cuanto a la denominada primavera árabe, ¿qué cabe esperar de los movimientos sociales y los cambios de régimen en Túnez y Egipto?
No lo sé. Quizás la situación evolucione a mejor, quizás se queden en un mero cambio cosmético sin implicaciones reales en el bienestar de la población. Me inclino por la segunda opción. Cambiar cuatro caras no significa un cambio de régimen ni de cultura política, solo elegir a cuatro villanos conocidos para apartarlos del poder y contentar así a quienes protestan, pero el corazón de la estructura del Estado sigue latiendo del mismo modo que hace un año. Cambio de régimen implica constitución, nuevos partidos, sistema electoral, nuevos dirigentes, cultura política, democratización, etc. No puede pensarse que la caída de un dictador es un cambio de régimen por sí sola. Se necesita mucho más, mucha más profundidad de análisis y más tiempo para extraer conclusiones.
Durante las varias semanas que estuviste en Misrata, ¿cuál fue tu día a día como periodista freelance sobre el terreno?
El día a día consiste en salir de casa lo antes posible y pasarse todas las horas posibles en el frente, acompañado de un buen traductor. A medida que pasa el tiempo, uno aprende a entender la situación, los combatientes te conocen y confían en ti, comienzan a proporcionarte información y darte acceso con ellos al frente y los combates. Información es tiempo y paciencia. El tiempo lo compra el dinero, y la paciencia la consigue la suerte de no tener a nadie detrás que te exija titulares estúpidos, exclusivas continuas o historias que se inventan desde una mesa en Madrid.
¿Cómo llegabas a las fuentes e interactuabas con los actores del conflicto?
Llegas a las fuentes con humildad y millones de preguntas, ganándote su confianza, escuchándoles y mirándoles con toda la capacidad de comprender que tengas. Por ejemplo, si los combatientes deciden atacar, avanzas con ellos en la posición más adelantada. Si no te pasa nada, esos mismos combatientes te respetarán y al segundo día te avisarán de cualquier cosa que suceda, porque te respetarán. La principal dificultad como informador es el dinero. Sin dinero no hay teléfono satélite ni tiempo para llegar a la buena cobertura.
En tu blog te haces eco del emblemático lema punk «Do It Yourself» para definir tu actividad en el marco del periodismo internacional especializado en conflictos. ¿Cómo es posible aplicar la filosofía DIY al reporterismo de guerra, cumpliendo además con unos elevados niveles de exigencia y calidad?
Solo hay una fórmula: o lo haces tú solo o no se hace. Si tuviese que esperar a que alguien me ayudase a trabajar, estaría aún sentado. La fórmula es la siguiente: quiero ser periodista. Nadie me contrata como periodista. Pues lo soy, me autoempleo, lo hago y demuestro que puedo hacerlo bien. Sigue sin contratarme nadie. Continúo haciéndolo. Sigue sin contratarme nadie. Descubro que vivimos en un país donde no existe una relación directa entre calidad y cantidad del trabajo y encargos profesionales. Me frustro porque comprendo que vivimos, cada vez más, en un país en el que el enchufe y la amistad guían el trabajo y, en vez de invertir en hacer periodismo, debería haber invertido en hacer amigos o primos. Como no lo he hecho así, me frustro más aún. Y me niego a tirar la toalla. Sigo trabajando y, al final, me descubro a mí mismo trabajando para medios extranjeros que prefieren que produzca información en español para traducirla al francés y al inglés y publicarla en todo el mundo. En España nadie me compra un trabajo, me los compran en Francia. Nada nuevo bajo el sol. Allí se guían por el trabajo, aquí por el enchufe. La única solución, la adoptada: la emigración. Mientras en Barcelona el problema era traducir el trabajo al catalán, en Francia se los escribo en castellano y ellos traducen para distribuirlos por el mundo. Formas de ver la vida. Mi Do It Yourself significa que mis textos aparecen en Sidney, París y Yakarta, pero no en la ciudad ni el país en el que siempre quise vivir.
Tu trayectoria como reportero incluye experiencias en algunas de las posguerras más violentas y peligrosas de la actualidad, como la de Irak y de Afganistán. Supongo que esta condición profesional te da un mayor margen de libertad, pero también te deja en una situación de vulnerabilidad que se agudiza aún más por la inseguridad del terreno. ¿Cómo logras sacar adelante tu proyecto ante esos condicionantes?
El dinero hace mucho que dejó de importarme. Vivo con poco. Sin planes, pero con pasión y vocación por el trabajo. ¿Qué te puedo contar? O me patrocina alguien o no puedo trabajar. Por eso insisto siempre en que no entiendo cómo no consigo espacio. Cuantos más premios recibo (en el extranjero), más cerrada veo la puerta. El Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) me ha patrocinado dos viajes; he tenido una suerte inmensa con esa institución, pero no pueden convertirse en una productora de contenidos: su labor no es esa. El problema está en los medios. Pero la vulnerabilidad es la fuerza al mismo tiempo. Tengo treinta y cuatro años. Pertenezco a una generación que nunca tendrá las condiciones de trabajo que tuvieron y tienen los miembros de la generación anterior. Tarde o temprano el trabajo hablará por sí solo. Persistencia, persistencia y persistencia.
Te has dedicado a la investigación y al análisis de los conflictos como consultor docente del máster de Conflictología que ofrece el área de posgrados de la Escuela de Cooperación de la UOC. Teniendo en cuenta la complejidad de las crisis actuales, ¿la cobertura informativa de una guerra o una posguerra exige una formación previa en conflictología por parte del periodista?
Creo que si he trabajado en cuestiones relacionadas con la conflictología ha sido por la experiencia sobre el terreno; no al revés. En todo caso, me parece más lógico este esquema. En mi opinión, la cobertura informativa de una guerra, si se hace desde el terreno, requiere de sensatez, no tanto de títulos universitarios o manuales académicos. La guerra es una situación especial y hay que saber adaptarse a ella, al miedo, al cansancio y a la adicción a la adrenalina. Hay que saber escoger las fuentes, elegir un buen traductor, discriminar verdad y mentira en la medida de lo posible, no hacerse el valiente más que lo estrictamente necesario, conocer lo más rápido posible las dinámicas del combate (horarios, lugares y armas utilizadas), leer lo que se pueda y saber rodearse de buenos consejeros. Casi todo lo que se necesita para estar en primera línea de combate solo se aprende estando. Que te disparen es una experiencia personal e intransferible para la que no vale ninguna teoría, a la que es difícil acostumbrarse y que, por mucho que uno crea que la tiene integrada, en cada ocasión te sorprende. Para tratar con las personas, se necesita psicología, pero eso sucede en un conflicto y en la vida diaria. Al final, se trata de ser testigo de mucho sufrimiento humano y eso hay que procesarlo de manera adecuada para que no hiera más de la cuenta.
Próximamente partirás hacia Guatemala para emprender otro proyecto. ¿En qué va a consistir?
Si soy sincero, aún no sé lo que voy a hacer en Guatemala. Voy a estar allí seis meses y voy a hacer algo relacionado con la situación de violencia urbana en la capital, para comparar la violencia generada durante la guerra con la violencia de la posguerra, derivada de la abundancia de armas y la ausencia de recursos para los ex combatientes. De todos modos, me gusta más que la realidad me sorprenda y cambie los esquemas que diseñarla en un papel desde mi casa.

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