10/11/11

«Si no puedes decirlo, ¡no lo hagas!»

Antoni Gutiérrez-Rubí

Antoni Gutiérrez-Rubí

El subtítulo del libro hace referencia a la era Wikileaks. ¿Cómo es esta era?
La idea es que la política había hecho del control del tempo de la información su herramienta más relevante para llevar a cabo su acción. Aquello de decir «ahora no es el momento» o «no lo digamos todo». Esto ahora ya no es posible; ni controlan el tiempo ni controlan toda la información. Y esta pérdida de capacidad de control sobre el qué y el cuándo hace que sea imposible literalmente mantener una posición relevante en la sociedad. La política tiene que entender que los dos grandes mecanismos de control como son el tiempo y la información ya no están solo en sus manos.
Y, por lo tanto, el fenómeno Wikileaks es...
Wikileaks es un signo del tiempo. A lo largo de la historia de la humanidad el secreto ha sido un atributo del poder. «Mandan pero no sabemos qué hacen». El hecho de no saber facilitaba el poder. Esto ya no es posible. Hoy solo se puede tener poder con una absoluta transparencia, porque si escondes algo lo acabaré sabiendo y perderás tu reputación. Por lo tanto, si no puedes decirlo, no lo hagas. Es muy bestia, pero es mejor para la salud democrática que pase esto en vez de esconder cosas o explicarlas por conveniencia. Aquello de «te lo escondo por tu bien» no interesa.
En el libro dice que la política va a la deriva... ¿Qué quiere decir exactamente?
Pues que no sabe adónde va, directamente. No demuestra la capacidad directiva, regulatoria y compensatoria, no manda. Y si no sabe adónde va difícilmente puede marcar un itinerario. Es esta sensación de que en este barco colectivo el capitán que tendría que estar al timón no está; esto es el que nos lleva a la deriva.
Y esta situación, ¿a qué cree que es debida?
Hay varias razones. Una práctica política demasiadas veces arrogante y poco cercana a la ciudadanía y a sus problemas. Esta práctica política es una de las causas. Otra es la crisis del intermediario y el técnico. Hay un contrato de 1.300 días, que es lo que dura la legislatura, y al final de este contrato es cuando tiene que evaluarse la confianza ganada o perdida durante toda la legislatura. Lo que sucede ahora es que la gente no quiere esperar 1.300 días. Quiere ser decisiva cada día de la legislatura. Es como cuando pasábamos de los exámenes finales a la evaluación permanente. Y esto es la política vigilada.
¿Y este control se haría por medio de las nuevas tecnologías?
Bien, aquí la tecnología introduce el factor clave. Es lo que permite esta posibilidad. Tenemos una gran capacidad de fiscalidad, observación o monitorización sobre la acción de gobierno y esto es el que hace que podamos controlarlo permanentemente. Quieran o no quieran, la tecnología ha cambiado la relación de fuerzas. Antes se pasaban cuentas al final de la legislatura, pero ahora no nos conformamos con el examen final. Podemos observar a nuestros gobernantes. Somos más autónomos y críticos, y esto da lugar a un nuevo modelo de relación.
Hasta ahora la función de control ha estado reservada a los medios de comunicación. ¿En este nuevo escenario qué papel tienen?
Los medios, como la política, han perdido su papel privilegiado. Los políticos eran los únicos actores legitimados para hacer política y los medios eran los únicos actores legitimados para hacer información. Y esto es lo que ha cambiado; la gente hace política sin partidos y hace comunicación sin periódicos, o sin medios. Y el hecho de perder este papel protagonista y privilegiado del intermediario, del representante, del técnico, les hace pensar cuál es su papel en la sociedad abierta. La política vigilada es posible porque estamos en una sociedad abierta y rica desde el punto de vista de su capacidad de crear contenidos, ideas... Es una sociedad muy abierta, muy madura. Los medios tendrán que repensarse y ser capaces de reinterpretar sus formas y su modelo en la nueva sociedad digital. Es decir, cuáles son estos nuevos poderes y cómo se articulan.
A pesar de las nuevas formas de control, la política sigue alimentando escándalos. Ya no hablo solamente de corrupción; me vienen a la cabeza momentos como la negación de esta crisis económica o el revuelo por la gripe A. ¿Es eficiente este control?
Planteémoslo de otro modo. En una sociedad tan conectada una mentira puede circular muy rápidamente, pero con la misma rapidez puede desmontarse. Es un camino de ida y de vuelta. Tú puedes mentir en internet pero te acaban descubriendo. Y no más tarde que temprano, sino muy temprano. La fortaleza de la sociedad digital es que la impunidad no es posible, acabas siendo descubierto. La mentira puede circular pero la inteligencia colectiva de una sociedad hiperconectada hace que dure como una vela. Me has engañado una vez, pero ya no volverás a hacerlo. Y además he descubierto cómo me engañabas y no volveré a permitirlo. Los costes que tiene en internet una acción inadecuada son brutales.
Entonces, ¿cuál es su escenario?
Que la presión cívico-democrática de la ciudadanía frente a la política formal y representativa obligará a hacer cambios; cambios en el sistema democrático actual porque ya no se podrá mantener el protagonismo de esta política formal. Yo pienso que la presión solo tiene una salida: los cambios.
¿Ejemplos de esta fuerza son la primavera árabe y el movimiento 15-M?
Exacto, son expresiones de dos cosas: malestar, descontento o decepción respecto a la política formal y, a la vez, la necesidad de recuperar el protagonismo de nuestras vidas y nuestra autonomía. Quizás nos habíamos confiado demasiado con la representación política y ahora es como un reapropiamento.
Y tiene dos grandes direcciones, ¿verdad? Por un lado puedes controlar la gestión de los políticos y por el otro te da una capacidad de convocatoria para movilizarte.
Si es esta idea emancipatoria, no solamente te vigilo, sino que también actúo. No solamente es la denuncia o la fiscalización, sino una cierta reapropiación de lo que no se tendría que haber cedido nunca, como es la autonomía personal, y mi responsabilidad e implicación con los temas colectivos. Se trata de recuperar el control sobre lo que me afecta.
¿Cómo se imagina la política en un futuro? ¿Una política sin partidos?
El formato organizativo de los partidos pega muy mal con la sociedad vigilada. Son culturas jerárquicas y verticales, mientras que las sociedades se construyen con estructuras en red. Cuando tienes un modelo organizativo que no convive bien con el ecosistema dominante, el ecosistema actual, solo puedes desaparecer. Yo pienso que el escenario hacia el que vamos es que la política se moverá rápidamente. El conjunto de todo hará que vayamos a un entorno de democracia vigilada. Todos tenemos más capacidad de vigilarnos los unos a los otros. La impunidad ya no existe; ahora vamos hacia un sistema de contrapesos que hace más justa la utilización de los recursos y el poder. Por lo tanto, la nueva democracia vigilada es más justa.
La política vigilada, como explica Antoni, es un libro que ofrece más preguntas que respuestas. No se trata tanto de decir cómo será la política en el futuro como de reflexionar sobre los cambios y los retos del momento actual. Si piensas que es el momento de repensar las cosas, ¡este es el libro adecuado!

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