Enric Ruiz-Geli
El Media-TIC ha sido bautizado como la «Pedrera del siglo XXI». ¿Supone su edificio una revolución en el lenguaje arquitectónico, como lo fue el de Gaudí?
Sin duda. Ese comentario lo hizo el crítico Daniel Giralt Miracle porque ve una actitud similar en los dos proyectos. Gaudí creó un nuevo lenguaje para dialogar con la ciudad a partir del tema de la vivienda. Ahora, en la era digital, la fachada del Media-TIC habla a la ciudad, pero nuestro tema es la energía. Gaudí trabajaba con los artesanos del momento, que eran ceramistas, vidrieros, carpinteros, y nosotros utilizamos a los artesanos de hoy, que son programadores de software e ingenieros de energía.
Otro gran tema de Gaudí es la naturaleza. Usted defiende una concepción orgánica de la arquitectura, que emule los procesos internos de la naturaleza mediante el uso de las nuevas tecnologías...
Exacto, me gusta recordar unas palabras de Jorge Wagensberg. Él dice que, si miras la naturaleza, percibes que es bella, pero que no está en equilibrio. La naturaleza es puro caos, azar, indeterminación, y todo acaba ocurriendo por una especie de magia. Pero también es verdad que la naturaleza «performa». Ahí está la fotosíntesis. Un árbol es una fábrica de alimentos, de medicamentos, se orienta según el viento, busca el agua en la capa freática, es una máquina de hacer energía, y nosotros, que somos arquitectos de la energía, miramos la naturaleza no como el modernismo, que lo hacía por sus formas y geometrías, sino por la línea científica, de partículas, de movimientos físicos.
Leyendo sobre el Media-TIC, e incluso contemplándolo, da la sensación de que la mano del hombre ha tenido poco que ver en su concepción, de que todo proviene de diferentes variables en un ordenador...
Sí, es verdad que trabajamos con diseños paramétricos que conectan un plano de Autocad con un Excel, y a medida que dibujas tienes datos en tiempo real sobre economía, luz natural, distancia entre escaleras... En el Media-TIC hemos conseguido que la comunicación vertical sea un 8% de la ratio del edificio construido, mientras que en la torre Agbar es un 23%. Una ratio baja permite liberar muchos metros cuadrados para la gente, para uso del público. Pero también es verdad que el ordenador produce arquitecturas extrañas, poco humanas, no simétricas, que rompen lo tradicional.
Mucha gente considera que construir un edificio sostenible resulta a la larga más caro que levantar un edificio convencional. ¿Contradice el Media-TIC esa creencia?
Mire, la sostenibilidad es una ciencia en proceso. La primera fase era la de los gurús: Al Gore o Jeremy Rifkin. Ahora estamos en la segunda fase, la radical, en la que la sostenibilidad establece un dogma, unos certificados energéticos, un código técnico, la ley, la eficiencia energética... Aún discutimos quién es sostenible y quién no. Es como el feminismo, hay que pasar esta fase radical, aunque la situación ahora nos pida ser radicales. Mire a Ferran Adrià, él es radical y revoluciona la cocina.
¿Y en qué lo son?
Este proyecto tenía 1.300 euros de presupuesto por metro cuadrado. No queríamos, y esto es una decisión radical, un añadido de sostenibilidad con un coste del 15%. Queríamos levantar un edificio con un precio de mercado similar al de los edificios de su alrededor para demostrar que la economía no es una excusa. Y lo hemos conseguido con un edificio público, y hemos demostrado que se puede construir arquitectura sostenible y llegar a un 90% de reducción de emisiones de CO2. El 50% del presupuesto nos lo hemos gastado en robots, ordenadores y corte láser.
Hace unas semanas se estrenó ¿Cuánto pesa su edificio?, una película sobre la carrera de Norman Foster. Parece que esa pregunta para un arquitecto tiene mucho simbolismo. En la estructura metálica del Media-TIC han ahorrado un 40% de peso. ¿Le preocupa la ligereza de sus edificios?
La ligereza está relacionada con el ciclo de vida de los edificios y con su huella ecológica. Si ahorras peso, ahorras cimentación. Aquí, con un nivel freático muy alto, hacer una cimentación más ligera nos permitió ahorrar unos dos millones de euros en hormigón, lo que nos sirvió para costear la piel del edificio con ETFE. Ahorramos materia, que no nos interesa, y ganamos en «performatividad».
Sólo existen cuatro edificios en el mundo con esa especie de piel exterior tan llamativa, que está a caballo entre el plástico y el vidrio, llamada ETFE (Etileno-TetraFluoroEtileno), y usted ha levantado el primero en España con este material. ¿Qué prestaciones aporta?
Es ligero, fácil de manipular, se ahorra en transporte, no se quema, no desprende fuego, se autoextingue. Además «performa» mucho, es un filtro solar natural. Con el ETFE, que reduce el uso del aire acondicionado en un 60%, hemos creado dos patentes.
¿No hay una contradicción entre apostar por la sostenibilidad y construir plazas de aparcamiento que potencian el uso del vehículo privado?
Estábamos obligados por el código técnico de la construcción, que exige un número de plazas por metro cuadrado construido, y es altísimo. En realidad, la mitad del aparcamiento va a quedar vacío porque la relación persona-coche ha bajado muchísimo, afortunadamente.
Teniendo en cuenta que la arquitectura es producto de su contexto y entorno, ¿hubieran levantado el mismo edificio en la zona norte de la Diagonal, o en la Gran Vía, que el que han erigido en el 22@, donde hay una apuesta institucional para la implantación de empresas que usan intensivamente las nuevas tecnologías?
Seguramente no, porque, como dice, la arquitectura es site specific. Teníamos que reaccionar ante nuestro contexto. Y hemos de empezar por situar el edificio a la misma altura que las viviendas sociales de nuestra manzana, sin entrar en competición con otras torres cercanas. También hemos querido dejar el chaflán despejado para crear un espacio público por el que la gente pueda caminar. De la misma manera, hemos hecho una rampa para los edificios que nos rodean, y así comunicamos toda la manzana entre sí.
¿Le parece que el 22@ está funcionando según el guion previsto por sus creadores?
En líneas generales, sí. Desde el punto de vista de la energía tenemos un nuevo paradigma energético gracias a la red Districlima, que recoge energía de la depuradora del Besós y la distribuye por el barrio. Al conectarte a la red ya estás cumpliendo el protocolo de Kioto con un 25% de energía limpia. Sólo se me ocurren dos casos: París y Barcelona. También creo que se ha logrado un «mix». Estamos rodeados de vivienda social. En Londres sería impensable vivienda social junto a edificios icono. Tampoco en París. Funcionan por guetos, y Barcelona rompe esos guetos. Se ha hecho política social al traer a todas las grandes empresas y al hacer que convivan con universidades, viviendas sociales y viviendas de alto standing.
Los hay que lamentan la pérdida de todo el patrimonio industrial que se ha quedado por el camino...
La ciudad mediterránea vive de una herencia que es el casco antiguo, el ensanche. Vivimos con un modelo y ahora construimos otro. La convivencia de los dos se puede llevar bien si se tiene amplitud de miras. Podemos experimentar en este barrio y ver los resultados. De momento me parece que funciona. Yo, en todo caso, soy defensor del patrimonio intangible. Es importante preservar las piedras, pero es mejor crear piedras de conocimiento, y este edificio es una de ellas.
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